Historia del Imperio Español: Auge, Declive e Ilustración

El Ocaso del Imperio Español en Europa

En 1652, las tropas castellanas entraron en Barcelona. El fin de la rebelión se vio favorecido por el cansancio, los efectos de la peste y el descontento que la soberanía francesa había suscitado en Cataluña. La guerra contra Francia y Portugal continuaba cuando, en 1654, se abrió un nuevo frente con Inglaterra. Sin previa declaración de guerra, la armada inglesa atacó los puestos del Caribe, apoderándose de Jamaica en 1655. La Paz de los Pirineos de 1659 puso fin a la guerra contra Francia, en la que se cedieron Rosellón y Cerdeña. Además, se pactó el matrimonio de una infanta española con Luis XIV. Felipe IV intentó por todos los medios reconquistar Portugal, pero este ya había afianzado su poder junto con Inglaterra. Con el reinado de Carlos II se firmó la paz definitiva con el reconocimiento de la independencia de Portugal. Más de cuarenta años de guerra permanente se saldaban así con una serie de pérdidas, que habían minado decisivamente la hegemonía española en Europa. Los reinos españoles tocaron fondo en los años finales de Felipe IV. Al morir este, Carlos II le sucedería en el trono, aunque fue su madre, Mariana de Austria, la regente hasta su mayoría de edad. Pronto le entregó el gobierno a un nuevo valido. El reinado puede dividirse en dos etapas. Entre 1665 y 1679 se caracterizó por la postración económica y las luchas por el poder entre don Juan José de Austria (hijo de Felipe IV, apoyado por la aristocracia) y el valido. Con la llegada al poder del duque de Medinaceli se inicia la segunda etapa del reinado. Ese mismo año se dictó un decreto de devaluación de la moneda de vellón, al mismo tiempo que se reorganizó la recaudación de impuestos. A partir de 1685, el conde de Oropesa, quien sustituyó a Medinaceli, provocó, a través de diversas medidas, que la economía sufriera una lenta recuperación. La política exterior estuvo marcada por el desinterés en los problemas europeos. Sin embargo, cuatro guerras sucesivas con Francia obligaron a España a ceder buena parte de sus territorios. Inglaterra y Holanda apoyaron a España, lo que condujo a que, en la Paz de Ryswijk (1697), Luis XIV devolviera buena parte de las conquistas. Los últimos años del reinado estuvieron presididos por el problema sucesorio, por la imposibilidad de Carlos II de tener heredero. Fue una disputa entre el archiduque Carlos de Habsburgo y Felipe de Anjou, nieto de Luis XIV. Carlos II murió en 1700 firmando un testamento que le daba la corona a Felipe.

El Siglo de Oro

En medio de una población mayoritariamente analfabeta y que vivía inmersa en una cultura popular tradicional y oral, el acceso a la cultura seguía siendo minoritario, accesible a las clases dirigentes. Tanto en las universidades como en los colegios, el dominio de la Iglesia y de los antiguos colegios sobre cátedras y sobre el tipo de enseñanza era absoluto. El índice de libros prohibidos filtraba cualquier tesis que contraviniera las verdades admitidas. No es de extrañar que la investigación brillara por su ausencia y que la técnica y la ciencia entraran en decadencia, justo cuando en el resto de Europa comenzaba un desarrollo importante basado en la filosofía racionalista y en la investigación experimental.

Dicho esto, no ocurría lo mismo en el ámbito de la literatura y el arte. En tales campos, la eclosión es tan espectacular que justificó de sobra la denominación de este periodo como Siglo de Oro. Este hecho se vio favorecido gracias a que la ideología de los autores de la época era la misma que la de la Iglesia, por lo que no sufrieron la persecución inquisitorial. En el terreno de la literatura, el siglo se estrena con la publicación de El Quijote, de Miguel de Cervantes. En esos años, también se encontraba en apogeo la poesía de Luis de Góngora, Lope de Vega, Quevedo o Tirso de Molina. A otra generación perteneció Calderón de la Barca. El siglo XVII fue el siglo de arquitectos como Alonso Cano o Pedro de Ribera y de escultores como Gregorio Fernández o Montañés. Fue época de grandes pintores como Zurbarán, Murillo y Claudio Coello. Pero, por encima de todos, brilló la figura de Velázquez, convertido en pintor de Felipe IV. Fue, sin duda, uno de los mejores pintores hasta la fecha y buena parte de la imagen que tenemos del siglo XVII español.

La Guerra de Sucesión y el Sistema de Utrecht

La muerte sin descendencia de Carlos II desencadenó un gran enfrentamiento internacional en torno a las dos candidaturas al trono: el archiduque Carlos, de la rama de los Austrias (Habsburgo), y Felipe de Anjou, nieto de Luis XIV de Francia. De acuerdo con el testamento de Carlos II, Felipe fue proclamado rey en un primer momento. Sin embargo, varias circunstancias llevaron a Inglaterra, Austria y los Países Bajos a firmar la Alianza de La Haya en 1701. A la coalición pronto se sumarían Portugal y otros estados europeos, que se enfrentaron al bando borbónico. La Guerra de Sucesión (1702-1714), en un primer momento, fue favorable a la coalición liderada por Gran Bretaña, puesto que, en 1704, los británicos tomaron Gibraltar. En 1705 se produjo el desembarco del archiduque en Valencia y la rápida conquista de los reinos de la Corona de Aragón. El rumbo de la guerra cambió y, en 1707, se produjo la batalla de Almansa, que permitió a Felipe V conquistar Valencia y Aragón. Luis XIV se planteó rendirse cuando el archiduque Carlos se convirtió en emperador tras la muerte de su padre. Sus aliados, alarmados por la posibilidad de que acumulara también el Imperio español, ofrecieron entonces a Luis XIV abrir negociaciones. El Tratado de Utrecht, firmado en 1713, puso fin a la guerra europea y significó el reconocimiento de Felipe V a cambio de la separación definitiva de la Corona de Francia y España. Además, el Reino Unido salió beneficiado, puesto que retuvo Gibraltar y Menorca y consiguió el asiento de negros. En la práctica, significaba romper legalmente con el monopolio español sobre América.

En Cataluña, la guerra se prolongó, puesto que los catalanes temían las represalias de Felipe V y la imposición de un sistema político centralizado. Las tropas borbónicas, tras ocupar toda Cataluña, cercaron Barcelona, que sucumbió tras una larga resistencia.

Cambio Dinástico: Los Primeros Borbones

Felipe V fue un hombre inestable y enfermo. Le costó asumir la idea de convertirse en rey de España y, por ello, estuvo dominado desde el principio por quienes le rodeaban. Durante la Guerra de Sucesión, fueron los administradores franceses los que tomaron las decisiones del gobierno, apartando a la aristocracia española y promocionando a los burócratas profesionales. En 1714, tras la muerte de su primera esposa, se acordó el nuevo matrimonio del rey con Isabel de Farnesio. Esta subordinó los intereses españoles a una política exterior agresiva encaminada a recuperar los dominios de Italia a cualquier coste. Asimismo, con Isabel de Farnesio llegaron los consejeros italianos. En 1724 comenzó el reinado de Luis I, cuando Felipe V abdicó en su hijo, pero ese mismo año este contrajo una grave enfermedad y falleció. Felipe V volvió al trono. En 1726 el príncipe de Asturias, Fernando, se convirtió en el principal secretario. Con José Patiño llegó la conquista del reino de Nápoles y Sicilia. Bajo su dirección se reorientó la política exterior, buscando la alianza con Francia bajo el «primer pacto de familia». El reinado de Fernando VI tuvo lugar desde 1746 hasta 1759 y, al igual que su padre, fue un rey enfermizo. Por ello, su reinado estuvo protagonizado por el marqués de la Ensenada, que acumuló todas las secretarías. Su programa político se encaminaba a reforzar el Estado absoluto, ya que había que conseguir un crecimiento económico que modernizara el país. Había, pues, que potenciar y salvaguardar el imperio colonial. A partir del fin de la guerra contra Inglaterra, España se vio envuelta en una profunda pacificación. Ensenada puso en funcionamiento un nuevo sistema fiscal, con una profunda reforma en los impuestos (Catastro de Ensenada), pero finalmente fue abortado. Sí consiguió aumentar los ingresos de la Hacienda, suprimir los impuestos que gravaban el tráfico interior de grano y liberalizar el comercio colonial. Pero la actuación más significativa fue el reforzamiento de la Armada. Se trataba de conseguir una flota suficiente para defender las colonias y para hacerse respetar mediante una posible alianza con Francia. Precisamente, fue la política naval lo que provocó la caída de Ensenada, tras la formación de un grupo probritánico en la corte. Aun así, el balance al final del reinado fue positivo, ya que España contaba con una situación interna más próspera.

Reformas en la Organización del Estado: Monarquía Centralista

El gobierno de Felipe V tenía como primer objetivo político reforzar la centralización de la monarquía, atendiendo a un modelo francés en el cual la existencia de diferentes reinos, leyes e instituciones debía desaparecer. Los llamados Decretos de Nueva Planta de 1707, 1711 y 1716 eliminaron los consejos. La autoridad pasaron a desempeñarla capitanes generales e intendentes. Se suprimieron las fronteras que separaban los reinos y se impuso el castellano como lengua oficial. El sistema de impuestos fue sustituido por otro llamado «catastro».

Todo el territorio quedó uniformizado según el modelo de Castilla. Solo las provincias vascas conservaron sus fueros. El gobierno sufrió una reorganización administrativa profunda, la cual quedó en manos de cinco secretarios de despacho, que pasaron a dirigir la vida política. Asimismo, la administración territorial se transformó, puesto que el país se dividió en provincias, al frente de las cuales se situaba la autoridad judicial (audiencias), la militar (capitanes generales) y la civil y económica (intendentes). El ejército también experimentó una total transformación, puesto que los tercios fueron sustituidos por regimientos y se separaron las diferentes armas. Se estableció un ejército permanente y el servicio militar. Uno de los mayores esfuerzos fue la recuperación de la marina de guerra. Se construyeron arsenales y nuevos armamentos y, al final del reinado, la armada comenzaba a tener un volumen importante. Otro aspecto en el que el gobierno borbónico insistió especialmente fue la reivindicación de la autoridad de la Corona sobre la Iglesia española, lo que se denominó regalismo. Por último, bajo el reinado de Felipe V se inició la política económica de promoción de la industria y el comercio. Generalmente, se fundaron las primeras «Reales Fábricas» y se intentó reanimar el comercio colonial mediante la creación de compañías de comercio.

La Ilustración en España

Los ministros de Carlos III abogaron por la reforma de la universidad con el fin de promover la investigación y acabar con el sistema escolástico, aunque dicho sistema tuvo escaso éxito y, en la mayoría de las universidades, se continuó con los viejos métodos. Las letras y las artes se mantuvieron en el contexto de una cultura de élites, manteniéndose la cultura popular inmersa en la tradición y el analfabetismo. Hubo que esperar hasta mediados de siglo para que se difundieran las ideas de la Ilustración. Entre las iniciativas más importantes para el futuro cabe mencionar la fundación de instituciones de carácter científico y de las academias. Las expediciones científicas fueron impulsadas por el patronazgo real. Se sucedieron varias expediciones a América del Norte y del Pacífico, ampliando los campos de las ciencias y la medicina. En el campo de las letras, fue en la segunda mitad del siglo cuando volvería a aparecer una literatura de calidad. Jovellanos o Campomanes consiguieron compatibilizar la actividad política con la literaria. Cabe destacar al dramaturgo Moratín o al prosista José Cadalso. En el terreno del arte, los primeros años del siglo son aún plenamente barrocos. A partir de 1715, los Borbones contrataron a artistas italianos y franceses para construir y decorar los palacios reales: Juvarra, Giordano o Tiepolo. En la segunda mitad del siglo se impondría el arte neoclásico, bajo la dirección del pintor Antón Rafael Mengs, director de la Academia de Bellas Artes. La remodelación de Madrid estaría a cargo de arquitectos como Sabatini y Juan de Villanueva.

Sin embargo, en las artes plásticas, sobresalió la figura de Francisco Goya, quien revolucionaría la pintura con su estilo personal en los retratos que realizó desde finales de la década de 1780 como pintor de cámara y como principal retratista de la corte.

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