Historia del País Vasco durante el Franquismo

El régimen franquista basó su concepto de Estado en el totalitarismo: una España sin divisiones y con una fuerte represión que afectó tanto a los derechos humanos y políticos como a las lenguas y costumbres territoriales.

La caída del «Cinturón de Acero» en Bilbao en junio de 1937 supuso, en la práctica, el fin de la guerra aunque prosiguió hasta agosto de 1937. A partir de ese momento se configuran dos bandos: los «vencedores» (carlistas, conservadores, falangistas, franquistas) y los «vencidos» (nacionalistas vascos, izquierdistas).

Las consecuencias fundamentales del fin de la guerra en Euskadi son: procesos a los detenidos, fusilamientos, encarcelamientos, exilios y confiscaciones de bienes.

Los años de posguerra fueron económicamente muy duros. Las causas vienen tanto de las propias de una guerra civil como de la política autárquica. Se pasó hambre y la economía vasca quedó debilitada. Políticamente son años de esperanza derivados de la evolución de la 2a Guerra Mundial. La oposición vasca en el exilio se acercó a EE.UU.

En el interior lo más significativo fue el Pacto de Baiona en 1945 con el resto de fuerzas españolas que apoyaban la República.

La Guerra Fría truncó las esperanzas de la oposición vasca ya que Franco pasa a ser aliado de las potencias occidentales por su anticomunismo. Esta oposición reaccionó para romper esta dinámica, bien con la abstención en el referéndum de 1947 o con las huelgas de 1947 y 1951 con trasfondo político. Las consecuencias fueron inútiles porque no consiguieron ningún apoyo, la represión acabó con la oposición interna y el gobierno franquista logró ser reconocido internacionalmente en los años cincuenta.

Un nuevo intento de reacción fue el Congreso Mundial Vasco. Sus objetivos fueron: reafirmar la confianza en el Gobierno Vasco y reivindicar el Estatuto Vasco y el Pacto de Bayona. Su éxito fue muy relativo por las discrepancias surgidas: las fuerzas españolas no apoyaron su autonomía, se expulsó a los miembros comunistas en la oposición vasca y nacieron fuertes desacuerdos internos en el seno del PNV.

La Iglesia en el País Vasco estuvo controlada radicalmente por el Régimen Franquista aunque, en la clandestinidad, bastantes sacerdotes y religiosos eran proclives al nacionalismo. Las «ramas obreras» de la Iglesia (JOC, HOAC) tuvieron cierta importancia en estos años.


El Gobierno Vasco en el exilio firmó en 1957 el Pacto de París. A nivel político estos son años de consolidación de la legitimación internacional. La oposición es débil aunque comienza a fortalecerse. A nivel económico existe un giro aperturista (se abandona la política autárquica) propiciado por los tecnócratas del Opus Dei. Se inicia la época del «desarrollismo» que, junto a resultados económicos muy positivos, trae consigo, también, algunas consecuencias negativas (urbanización masiva y caótica, contaminación…).

El movimiento opositor tradicional se articula en torno a los siguientes puntos: relevo generacional, nueva estrategia (infiltración en el sindicato oficial), iniciación del cooperativismo, aumento de las huelgas (que conllevan despidos, estados de excepción, represión), medidas liberalizadoras y manipulación de medios.

La Iglesia en el País Vasco, a partir de los 60, adquiere una postura militante y nacionalista.

La lentitud de reacción por parte del PNV (debilitamiento interior por represión, pérdida de apoyo internacional y disputas internas) motiva la aparición de EKIN (1950: grupo juvenil universitario de familias nacionalistas, aconfesionales, defienden el euskera y la independencia de Euskal Herria. En 1955 se integran en el PNV -Euzko Gaztedi-. En 1957 se divide del PNV y en 1959 se autodisuelve para formar ETA).

En sus tres primeros años de vida, ETA se dedicó a realizar pintadas en muros y colocar explosivos. La represión consiguiente motivó los primeros exilios a Francia. Son años en los que la influencia de los movimientos independentistas de Argelia o Cuba es evidente y se suma a la ideología marxista y a la violencia directa.

Los años finales del Franquismo (1970-1975) avivan la oposición en la sociedad vasca que, como en otros lugares, vive la contradicción entre el fuerte desarrollo económico y social y la nula apertura política. Las consecuencias más evidentes de todo ello son las notorias desigualdades, los fuertes contrastes territoriales y la violenta reacción del Régimen.

La Iglesia acentúa su crítica siendo su momento álgido el conflicto con el Obispo de Bilbao, don Antonio Añoveros («Homilía» referente a la situación que vive la cultura vasca).

El Movimiento obrero amplifica la protesta social, política y económica. A CC.OO. Se suman UGT, USO y ELA, junto al PCE y PSOE.

ETA adquiere un singular protagonismo.

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