La Primera Internacional y los Movimientos Socialistas
El desarrollo de la manufactura y la industria visibilizó las consecuencias negativas del sistema capitalista, permitiendo un examen más profundo de sus mecanismos. El éxito posterior del marxismo se debe en parte a su definición como «socialismo científico», en contraposición a las críticas de los llamados «utópicos».
Simultáneamente, surgieron nuevas formas de organización. La más importante fue la Asociación Internacional de Trabajadores (AIT), que sirvió como punto de enlace entre las distintas corrientes socialistas. Los principales teóricos de esta nueva etapa participaron activamente en estas organizaciones.
Corrientes Ideológicas de la AIT
Las tres corrientes con mayor influencia en esta época fueron:
- Proudhonianismo: Con gran repercusión entre los sectores más activos de los trabajadores, gracias a la tolerancia de Napoleón III, habían conseguido un notable desarrollo en las organizaciones sindicales.
- Marxismo: Para Marx, la raíz del malestar obrero se encontraba en el propio sistema económico capitalista, que permitía a los dueños de los medios de producción adueñarse de la plusvalía perteneciente al trabajo de los asalariados. Esto generaba una división social en dos clases antagónicas: burguesía y proletariado.
- Anarco-colectivismo (Bakuninismo): Esta doctrina no confiaba únicamente en el proletariado industrial y no consideraba la revolución como el final de un largo proceso organizativo. Los bakunistas se oponían al marxismo en su definición de objetivo último, dirigiendo sus ataques a toda forma de organización estatal.
Disputas Internas y Disolución de la AIT
A lo largo de la historia, los enfrentamientos entre estas tres posturas se hicieron cada vez más evidentes, hasta llegar a la confrontación total. El marco en el que se produjeron todas las disputas fue la AIT. En el momento de su creación, la AIT mostró una notable heterogeneidad ideológica. El punto de unión vino dado por la aprobación de un manifiesto redactado por Marx, que recogía algunas ideas fundamentales. La Internacional logró un crecimiento relativamente rápido, creándose secciones locales y federaciones nacionales en los países de Europa occidental.
Sin embargo, este crecimiento planteó un problema: mientras algunos sectores pretendían reforzar el papel del Consejo General, en varios países se defendía la autonomía de las organizaciones nacionales. En los sucesivos congresos de la AIT, las discrepancias se hicieron más visibles. En los primeros años, las posturas proudhonianas fueron derrotadas por las de Marx.
Los enfrentamientos más duros se produjeron tras el ingreso de Bakunin en la AIT. Un año después de su entrada, la propuesta de abolición de la herencia, presentada por él, fue rechazada por Marx. La participación obrera sería la causa de la ruptura de la AIT: mientras los bakunistas rechazaban toda posible intervención de los trabajadores en la política burguesa, Marx consiguió en 1871 que la Conferencia de Londres se declarara a favor de la organización de un partido obrero distinto y opuesto a los partidos burgueses.
La insistencia de Marx en la necesidad de una organización política estaba íntimamente ligada a su reflexión sobre el fracaso de la Comuna de París (1871). La reacción de la población parisina ante la amenaza de una ocupación alemana en París, tras la derrota de Napoleón III, desembocó en una auténtica revolución. En opinión de Marx, la insurrección parisina había sido derrotada por falta de un programa coherente y de una organización unificada capaz de dirigir a los rebeldes. Sin embargo, Bakunin veía en la Comuna un primer ejemplo de revuelta popular espontánea, y por ello un modelo para las revoluciones semiautoritarias del futuro.
Las diferencias de interpretación reflejaban con claridad las divergencias ideológicas entre las dos corrientes, que chocaron de nuevo en el Congreso de La Haya en 1872. Los antiautoritarios suizos llevaban el mandato de pedir la abolición del Consejo y la supresión de toda autoridad en la Internacional; pero la mayoría respaldó al Consejo General y decidió excluir a Bakunin, para evitar nuevas disputas. Junto a las peleas internas, otros factores contribuyeron al ocaso de la AIT. La mayoría de los gobiernos de los países europeos adoptaron medidas de persecución contra los miembros de la AIT. En 1876, la AIT se disolvió formalmente.
El Reparto Colonial de África
La presencia europea en África anterior a 1880 se limitaba a algunas posesiones costeras de antiguos imperios coloniales. Sin embargo, se abrieron dos grandes ejes de penetración: en el norte de África y en Senegal. Además, se produjo la entrada de Gran Bretaña en el continente. Hacia 1898, todo el territorio africano estaba sometido. El reparto fue consecuencia de la lucha entre las potencias occidentales, que competían tanto por apropiarse de territorios como por evitar que sus rivales lo hicieran.
La Conferencia de Berlín (1884-1885)
Para evitar conflictos entre las grandes potencias, Bismarck convocó la Conferencia de Berlín en 1884, donde se sentaron las bases de la política que se seguiría en el continente africano.
Principales Acuerdos de la Conferencia de Berlín
- Libertad de navegación en los ríos Congo y Níger.
- Libertad de comercio en el África central.
- Establecimiento de una nueva doctrina de ocupación territorial: la ocupación efectiva, y no solo la reclamación, otorgaba el derecho a la posesión.
- El territorio del Congo quedó adjudicado a la asociación privada del rey belga Leopoldo II.
Potencias Coloniales y sus Dominios
El reparto del continente africano se caracterizó por la aparición de nuevas potencias coloniales:
- Italia: Logró Somalia y, años más tarde, Libia.
- Bélgica: Consiguió el dominio del Congo.
- Francia: Argelia y Senegal.
- Gran Bretaña: Egipto (El Cairo).
La Unificación Alemana
Las ideas nacionalistas surgidas en Alemania no se correspondían con la realidad política centroeuropea. El Sacro Imperio Romano Germánico, una creación del siglo X, tenía a su frente un emperador cuyo título apenas le confería poder real. Los príncipes eran soberanos que no admitían la intervención en los asuntos internos de sus Estados.
Simplificación del Mapa Imperial y Congreso de Viena
Las iniciativas del Directorio y de Napoleón simplificaron el mapa imperial al favorecer la absorción de los pequeños principados por los Estados mayores, integrando a algunos de estos en la Confederación del Rin, una experiencia que puso fin a la existencia del Sacro Imperio.
En 1815, las potencias europeas reunidas en el Congreso de Viena reorganizaron el Imperio Alemán sin tener en cuenta las promesas de libertad que habían hecho a los pueblos para combatir a los franceses. Las únicas formas de integración que funcionaron fueron las uniones aduaneras, cuyas raíces se encuentran en el periodo posterior a Napoleón.
La Revolución de 1848 y la Asamblea de Frankfurt
La revolución de 1848 tuvo un desarrollo similar en los diferentes estados alemanes: los manifestantes forzaron a los príncipes a asumir un programa de reformas de carácter liberal y nacionalista. La iniciativa de mayor interés fue la convocada por un grupo de nacionalistas liberales, que aprovecharon el desconcierto de los gobiernos para convocar una Asamblea Nacional Alemana en Frankfurt. Esta Asamblea trató de crear un Estado Federal, pero acabó desapareciendo debido al abandono de las sesiones por parte de los diputados. Los príncipes, mientras tanto, habían recuperado el poder gracias al ejército.
El Camino hacia la Unificación: Prusia y Bismarck
La unidad alemana se lograría a través del desarrollo de una federación en torno a Prusia, la mayor potencia de Alemania del norte. La consolidación de Bismarck en el poder y la creación de un poderoso ejército fueron las bases que llevaron a la creación del Imperio Alemán.
Bismarck aprovechó una oscura cuestión sucesoria en el seno de la Confederación para provocar la guerra con Austria. La victoria sobre los austriacos fue explotada por Bismarck para llegar a un acuerdo con el Imperio Austriaco, por el que este renunciaba a toda intervención en Alemania a cambio de no sufrir pérdidas territoriales.
Napoleón III entendió que su neutralidad durante el conflicto debía ser recompensada con algún territorio y puso sus ojos en el Gran Ducado de Luxemburgo. Bismarck declaró que su gobierno no contribuiría a entregar ningún territorio alemán a Francia. Una conferencia internacional, reunida en Londres, decidió la independencia de Luxemburgo y acordó que sería considerado como un Estado neutral.
La Guerra Franco-Prusiana y la Proclamación del Imperio Alemán
Se llegó a un conflicto abierto cuando Bismarck utilizó la oferta del trono español a un príncipe alemán para provocar un conflicto armado: la guerra franco-prusiana. La nueva victoria prusiana puso fin al Segundo Imperio Francés y fue la ocasión para un reajuste político en Alemania.
El Imperio Alemán representaba una solución nacional y política muy diferente de la de los países occidentales. La Constitución de 1871 fue una simple adaptación de la Constitución de la Confederación Germánica del Norte. Esta constitución creó una Cámara Alta, formada por representantes de los gobiernos, y una Cámara Baja, formada por representantes elegidos por sufragio universal. Lograda la unificación, Bismarck fue nombrado canciller y hasta su retirada mantuvo una política nacionalista y conservadora.