Historia Eclesiástica: Josefismo, Pío X, Syllabus, Concilios y Persecución Religiosa

El Josefismo

Con el término josefinismo nos referimos a la política jurisdiccionalista que el emperador José II aplicó en Países Bajos, Austria y el Milanesado.

En 1765, María Teresa había llevado al trono junto a ella a su hijo José II, quien reinaría en solitario desde 1780 hasta 1790. José era un hombre religioso, intelectual y autodidacta. Desde que se incorporó al reinado junto a su madre participó en las reformas eclesiásticas que se estaban llevando a cabo, como la prohibición en 1770 de la profesión monástica antes de los 24 años o la desamortización de los bienes eclesiásticos. Pero desde 1780, cuando José reina en solitario, aparece el josefinismo que tendrá matices más reformadores, según los principios del despotismo ilustrado.

Suprimió los institutos masculinos y femeninos que no se dedicaban a la enseñanza, a la investigación o a la actividad caritativa. Cambió también los estudios eclesiásticos que hasta ese momento llevaban los jesuitas para buscar una nueva mentalidad en la que premiase la subordinación de la Iglesia al rey. Creó también un consejo de gobierno dedicado a la organización y la fiscalización de la Iglesia.

Entre 1780 y 1784 desarrolló una organización eclesiástica especial para todos los territorios del Imperio, estableciendo un sínodo como órgano supremo de obispos y arzobispos.

Todas estas reformas hicieron que el papa Pío VI fuese a Viena a presentar sus protestas al emperador por todas las reformas que había realizado. El papa preparó un escrito con todas las reclamaciones de la Santa Sede al emperador y José II respondió justificando todas sus reformas e incluso ampliándolas.

También, el emperador intervino en el nombramiento del arzobispo de Milán, a lo que Pío VI lo amenazó con la excomunión y José II fue a Roma a entrevistarse con el papa. Tras varios desencuentros, finalmente el papa cedió para evitar la ruptura de la Iglesia y garantizar sus derechos.

Pío X y el Modernismo

En 1903, Giuseppe Sarto fue elegido papa con el nombre de Pío X. Al poco tiempo dio a conocer su línea programática publicando su encíclica, donde denunciaba el mal que asolaba la sociedad actual llevándola a la ruina. Ante esta sociedad que se olvidaba de Dios, solo quedaba volver a Cristo para alcanzar la paz y la concordia. Y estos fueron los principios en los que Pío X basó la relación con la sociedad. Pero los resultados no fueron los esperados, sino que se produjo una ruptura de relaciones diplomáticas entre la Santa Sede y algunos países, y una profunda crisis modernista.

El modernismo fue una respuesta intelectual y cultural al cambio social y científico que se estaba produciendo en Europa en ese momento. Surgió como un intento de reconciliar la fe católica con los nuevos avances científicos, filosóficos y culturales. Los modernistas creían en la necesidad de reinterpretar la doctrina católica para hacerla más relevante y comprensible en la era moderna.

Pío X habló de los modernistas como personas rebeldes que no se sometían a la Iglesia y que representaban una amenaza para la fe católica. En 1907, emitió la encíclica «Pascendi Dominici Gregis«, en la cual condenó el modernismo como una forma de herejía. El documento está dividido en dos partes: la primera desarrolla los errores atribuidos al modernismo teológico, y la segunda establece medidas para luchar contra estas doctrinas erróneas.

El Syllabus

Las revoluciones vividas en Europa en 1848 y lo vivido en Roma, además de las condenas que Gregorio XVI había hecho del catolicismo liberal, dieron origen al Syllabus. Un documento complejamente teológico que suscitó grandes polémicas en el momento de su publicación y años después al entrar en contradicción con algunos documentos del Concilio Vaticano II.

Este documento condenaba los errores modernos y la definición del dogma de la Inmaculada, además de la negación del orden sobrenatural, que lleva al laicismo, al racionalismo y al naturalismo.

El Syllabus tuvo una larga elaboración, teniendo hasta cuatro proyectos. El primero unía la proclamación del dogma de la Inmaculada con la condena de errores modernos. El segundo era un elenco de proposiciones condenables sobre la raíz filosófica de los errores modernos. El tercero era un conjunto de proposiciones a partir de la pastoral del obispo de Perpignan. Y el cuarto era un texto del padre Bilbo donde había proposiciones que la Iglesia condenaba.

El Syllabus era un documento formado por 80 proposiciones, resumidas en cuatro grupos:

  1. Se referían al panteísmo, el naturismo, el racionalismo y el indiferentismo.
  2. Se refería a la naturaleza de la Iglesia y del Estado y a las relaciones de ambas.
  3. Recogía las tesis referentes a la ética natural y sobrenatural, haciendo referencia especialmente al matrimonio.
  4. Defendía la religión católica como la religión del Estado, condenando la libertad de culto, de pensamiento y de prensa.

Las proposiciones del Syllabus están redactadas de manera afirmativa, pero hablan de condenas de la Iglesia. Sus afirmaciones son descontextualizadas porque son textos sacados de documentos pontificios. Esto, junto con otras cuestiones, generó conflictos con el Concilio Vaticano II, ya que son incompatibles y entre ellos hay discontinuidad. Por eso es necesario situar cada proposición en su contexto original y hacer una hermenéutica de la continuidad del documento.

El Concilio Vaticano I

Pío IX se empeñó en promover la restauración social, luchando contra el laicismo, la corrupción del pecado original y la necesidad de una ayuda sobrenatural. Pero tras publicar el Syllabus y la encíclica Quanta Cura, no le era suficiente y convocó un concilio, para dar continuidad a las condenas del Syllabus.

La preparación de este concilio fue compleja además de controvertida, ya que hubo debate sobre a quién debía invitarse a participar de este concilio. También en las comisiones preparatorias se elaboraron unos esquemas que no tenían en cuenta algunas de las cuestiones más fundamentales.

Antes del comienzo del concilio, un artículo abrió un debate sobre la infalibilidad pontificia que dividió a los obispos entre los maximalistas, que pretendían conceder al papa un poder absoluto, y los minimalistas, que pedían que la infalibilidad tuviera condiciones concretas y no fuese absoluta.

Durante el concilio se abordaron cuestiones como la discusión del primer esquema en torno a los errores del racionalismo. Pero fue devuelto a la comisión ya que era considerado oscuro y prolijo. Este esquema fue corregido y fue presentado nuevamente, llamado Dei Filius, que define la existencia de un solo Dios personal, que puede ser conocida por la razón. También afirmaba la necesidad de la revelación para la verdad sobrenatural y explicaba la naturaleza de la fe. Además, condenaba tres errores: racionalismo, fideísmo y tradicionalismo.

El Concilio Vaticano I definió cuestiones relativas a la fe y a la autoridad del papa, pero dejó otras cuestiones en el aire, debido a que se tuvo que suspender en el momento en el que las tropas italianas entraron en Roma por la guerra franco-prusiana. Pero esto también supuso que los sucesores de Pío IX pusieran en rumbo a la Iglesia y poco a poco recuperase su presencia en la sociedad.

El Concilio de Trento

Uno de los acontecimientos eclesiales más importantes de la época moderna fue la celebración del Concilio de Trento, donde se definieron y desarrollaron cuestiones doctrinales que no estaban definidas dogmáticamente. En este concilio se aborda la reforma de la iglesia que hasta entonces no se había llevado a cabo.

Este concilio venía dado por unas circunstancias históricas que rodeaban su celebración, como es la presencia detrás de este acontecimiento de Lutero, que tenía su propia idea de lo que quería que fuera un concilio, aludiendo que el magisterio de los concilios se podía equivocar, como en el concilio de Constanza donde, según él, se condenó erróneamente a Juan Hus, entre otras cosas.

Este concilio consta de tres etapas:

  • Primera etapa: Trento y Bolonia

Pablo III se empeñó en llevar a cabo la celebración de este concilio en una ciudad preferentemente del Imperio, Mantua, para que fuera considerado como concilio alemán en el que pudieran participar protestantes. Pero esto levantó muchas suspicacias en el seno de la iglesia e hizo que esta sede se trasladase a otra ciudad, primero fue propuesta Venecia, pero tampoco convencía y finalmente se decidió trasladar a Trento, otra ciudad del imperio. Este concilio comenzó y se llevaron a cabo algunas cuestiones como las cuestiones doctrinales y la reforma de la Iglesia.

Nuevamente la guerra se interpuso en medio y generó división en dos bandos, y tras unas largas disputas se decidió trasladar de nuevo la sede del concilio, esta vez a Bolonia, donde siguieron los debates teológicos sobre los sacramentos entre otros. Poco más tarde el papa Pablo III murió y se tuvo que suspender el concilio indefinidamente.

  • Segunda etapa: regreso a Trento

El nuevo papa, Julio III, reanudó el concilio, que volvió a Trento. Durante esta etapa se retomaron los debates que habían quedado suspendidos en la etapa anterior. Se aprobó el decreto sobre la eucaristía, se presentaron algunos decretos sobre la reforma del clero y se aprobaron los decretos sobre la penitencia y la extremaunción.

Esta segunda etapa no avanzó ni en la doctrina ni en la reforma. La muerte de los papas, las exigencias de los protestantes y las guerras entre Francia y España obstaculizaron la marcha del concilio.

  • Tercera etapa: la reanudación

Tras la muerte del papa Pablo IV, fue elegido Pío IV, quien retomó el concilio. Esta tercera etapa, a pesar de los problemas internos y externos, fue más fructífera ya que se consiguió sacar adelante decretos doctrinales, de gran relevancia, sobre los sacramentos. Y al mismo tiempo, se abordaron cuestiones de la reforma que serían fundamentales para la vida de la Iglesia.

La Constitución Civil del Clero

En plena Revolución Francesa y después de que la Asamblea legislase contra las órdenes monásticas contemplativas por no considerarlas de utilidad para la sociedad, se preparó el terreno para la gran obra revolucionaria a la que se enfrentaría la Iglesia francesa: la constitución civil del clero.

Tras meses de discusiones en la Asamblea Nacional, en 1790 se aprobó la constitución civil del clero, basada en los principios galicanos y en las tesis jansenistas. Estaban completamente convencidos de que era el Estado quien tenía la autoridad sobre la Iglesia. Pensaban que la iglesia estaba corrompida e intentaron crear una iglesia galicana independiente y una reforma según el modelo de la Iglesia primitiva, desde su punto de vista.

Esta constitución reestructura la diócesis, además la creación o suspensión de parroquias dependía del número de habitantes, quedando solo una parroquia por cada 6000 habitantes. También modifican los cargos eclesiales, limitándolos a siete, y regulaba el modo en que se hacían los nombramientos eclesiásticos.

El papa Pío VI reaccionó enviando una bula donde condenaba todas estas decisiones que habían tomado en la Asamblea Nacional, ya que la Asamblea no tiene ningún derecho a votar leyes sobre asuntos eclesiásticos. Y un mes más tarde publicó otro documento, llamado Caritas, dirigido al clero y a los obispos franceses, para que se negasen a jurar la constitución y siguiesen unidos a la Santa Sede.

Muchos de ellos aceptaron y no juraron la constitución, pero fueron apartados y en su lugar nombraron a otros obispos. El pueblo francés no aceptó el clero constitucional y apoyó a los que estaban a favor de la Santa Sede para que pudiesen seguir celebrando los sacramentos. Y como consecuencia de esto, la Asamblea prohibió la asistencia al culto celebrado por los refractarios.

El Jansenismo

El galicanismo fue una corriente política y religiosa que surgió en Francia durante los siglos XVII y XVIII. Se caracterizó por defender la autonomía de la Iglesia Galicana, es decir, la Iglesia en Francia, frente a la autoridad papal y el poder centralizado del papado.

Los galicanos sostenían que el rey de Francia tenía una autoridad superior a la del papa en asuntos temporales y eclesiásticos dentro del territorio francés. En su Declaración de los derechos de la Iglesia galicana, defendían la idea de que la Iglesia en Francia debía ser gobernada por la autoridad civil, defiende el conciliarismo, y que las decisiones papales solo debían ser aceptadas si estaban de acuerdo con las leyes y tradiciones de Francia.

El galicanismo tuvo un impacto significativo en la relación entre la Iglesia y el Estado en Francia. Fue apoyado por los reyes franceses, que veían en él una forma de mantener el control sobre la Iglesia y limitar la influencia papal. Sin embargo, también encontró resistencia por parte de la Santa Sede y de aquellos que defendían la autoridad papal como suprema en todos los asuntos de la Iglesia.

A medida que avanzaba el siglo XVIII, el galicanismo perdió fuerza debido a los cambios políticos y sociales, así como a la influencia del pensamiento ilustrado. Finalmente, con la Revolución Francesa en 1789, la relación entre la Iglesia y el Estado experimentó una transformación radical, y el galicanismo perdió su relevancia como corriente de pensamiento.

La Persecución de la Iglesia en la Guerra Civil

A partir de las elecciones de 1936, donde el Frente Popular salió victorioso con Manuel Azaña a la cabeza, la campaña contra la iglesia se fue agravando progresivamente hasta el golpe de estado donde la persecución religiosa se hizo sistemática, pero no con leyes que limitasen la libertad de los católicos, sino mediante una persecución sangrienta, quemando y saqueando iglesias y asesinando a sacerdotes y religiosos.

Al inicio de la guerra civil hubo una fortísima campaña contra el clero, los obispos y la Iglesia. El culto público fue interrumpido y se hacía todo lo posible por impedir el privado. En las zonas de España que estaban bajo el gobierno de la república los obispos, sacerdotes y religiosos tuvieron que huir o esconderse o de lo contrario eran hechos prisioneros o asesinados.

El balance final de las víctimas de la persecución religiosa fue cerca de siete mil, y si algo caracterizó a los que entonces murieron en la persecución, como a los que sobrevivieron a ella, fue la llamada al perdón, a la paz y a la reconciliación.

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