Las Cortes culminaron su labor creando la primera constitución española en 1812 (cuarta del mundo después de las de EE. UU. 1787, Polonia 1791, Francia 1791). Fue publicada el 19 de marzo de 1812 (tuvo el apelativo de la Pepa, porque el 19 es el día de San José). Constaba de 384 artículos que desarrollaban: el principio de soberanía nacional (el pueblo delegaba en los diputados la representación de la nación), la separación de poderes, la igualdad ante la ley, la abolición de privilegios feudales, la creación de un ejército nacional, el fomento de la educación primaria en todos los pueblos y ciudades, la instauración de libertades sociales. Atendía a la división administrativa, estableciendo los límites de las provincias y los municipios. En cuanto a las relaciones Iglesia-Estado, la Constitución declara la confesionalidad católica. En resumen, convierte a España en una monarquía liberal y parlamentaria, aunque definía al estado como confesional y católico. Se trató de un texto moral y político admirable que acabó convirtiéndose en símbolo y marco de referencia de las libertades españolas.
Los Reyes Católicos y la Unificación de España
Durante el siglo XV, la unión dinástica de Castilla y Aragón se consolidó con el matrimonio secreto (1469) entre Isabel I de Castilla y Fernando II de Aragón. Tras la muerte de Enrique IV, estalló una guerra civil entre Isabel y Juana la Beltraneja, que concluyó con el Tratado de Alcaçovas (1479), reconociendo a Isabel como reina. Aunque ambos monarcas gobernaban juntos, cada reino mantuvo sus propias instituciones, leyes y moneda.
En su reinado, los Reyes Católicos fortalecieron la monarquía mediante la creación de Consejos con funciones legislativas, la figura del corregidor en ciudades y la Santa Hermandad como cuerpo policial. También establecieron la Inquisición, con jurisdicción en ambos reinos, y el virreinato en los territorios de Aragón.
La Guerra de Granada (1482-1492) marcó la conquista del último territorio musulmán en la península, culminando con la rendición de Boabdil. Otros eventos clave de su reinado incluyen la anexión de Canarias, la expansión en el Mediterráneo (Nápoles, Sicilia y Cerdeña), la expulsión de los judíos (1492), la conquista de Navarra (1512) y el descubrimiento de América, que inició la expansión colonial española.
La Guerra de Sucesión y el Ascenso de los Borbones
Carlos II, último rey de la Casa de Austria en España, murió sin descendencia en 1700, nombrando en su testamento a Felipe de Anjou (nieto de Luis XIV de Francia) como su sucesor. Esto generó recelo en las potencias europeas, dando inicio a la Guerra de Sucesión (1701-1714) entre Felipe, apoyado por Francia, y el archiduque Carlos de Habsburgo, respaldado por Austria, Gran Bretaña, Holanda y otros países. En España, la guerra tuvo un componente civil: Castilla apoyó a Felipe, mientras que Aragón, Valencia y Cataluña respaldaron a Carlos, temiendo el centralismo francés. La victoria borbónica en la batalla de Almansa (1707) consolidó el dominio de Felipe en Valencia y Aragón, mientras que Cataluña resistió hasta 1714. La contienda cambió en 1711 cuando el archiduque Carlos fue proclamado emperador de Alemania, lo que llevó a Gran Bretaña y Holanda a retirar su apoyo. Finalmente, la Paz de Utrecht (1713) y la de Rastatt (1714) reconocieron a Felipe V como rey de España, pero renunciando a sus derechos sobre Francia y cediendo territorios europeos a Austria, Saboya y Gran Bretaña, que además obtuvo Gibraltar y Menorca.
Posteriormente, los Pactos de Familia con Francia involucraron a España en conflictos europeos. Felipe V participó en las guerras de sucesión de Polonia y Austria, mientras que Carlos III apoyó a Francia en la Guerra de los Siete Años, perdiendo Florida ante Gran Bretaña, aunque luego la recuperó tras ayudar a los americanos en su independencia. Gibraltar, sin embargo, nunca fue recuperado.
Reformas Borbónicas y Centralización del Estado
Tras la Guerra de Sucesión, Felipe V (1700-1746) instauró la dinastía borbónica en España. Abdicó en 1724 en favor de su hijo Luis I, pero retomó el trono tras su muerte. Su sucesor, Fernando VI (1746-1759), continuó la centralización, fortaleció la Hacienda y la armada, y mantuvo una política de paz. Sin descendencia, le sucedió su hermano Carlos III (1759-1788).
Decretos de Nueva Planta
Felipe V impuso estos decretos para unificar el reino según el modelo centralista francés. Aplicados en Aragón, Valencia (1707), Mallorca (1715) y Cataluña (1716), eliminaron las leyes locales y establecieron el castellano como idioma oficial en la administración. Solo Navarra y el País Vasco conservaron sus fueros por su lealtad a Felipe V.
Modelo de Estado y Administración
Se pasó de una monarquía autoritaria a un absolutismo centralizado inspirado en Luis XIV. Se redujeron las Cortes, se eliminaron los virreinatos (excepto en Navarra) y se suprimieron la mayoría de los Consejos. El poder recayó en los Secretarios de Estado (ministros), con intendentes encargados de la administración local y las reformas económicas. Se implantó un nuevo sistema fiscal con impuestos unificados.
La Ilustración en España
Aunque se promovieron ideas ilustradas basadas en la ciencia y la razón, estas fueron impulsadas desde el poder sin participación popular, reflejado en la frase “todo para el pueblo, pero sin el pueblo”.