Identidades Nacionales, Fundamentalismo y el Futuro de la ONU: Un Panorama Global

El Debate de las Identidades Nacionales

Francis Fukuyama, sociólogo y analista, generó un debate significativo con su artículo ¿El final de la historia?, seguido por su libro El fin de la historia y el último hombre (1992). Fukuyama argumentaba que la democracia y el capitalismo marcaban el fin del debate ideológico sobre la forma ideal de gobierno. Tras los conflictos del siglo XX y la caída del Muro de Berlín, se había iniciado un proceso que conduciría a la victoria del liberalismo económico y político, marcando el ‘final de la historia’.

Fukuyama aclaró que este ‘fin de la historia’ no implicaba que todas las sociedades se convertirían en liberales, sino que cesarían las pretensiones ideológicas de representar formas superiores de sociedad. Este proceso trascendía lo político, evidenciado por la expansión de la cultura consumista occidental. Inicialmente, Fukuyama restó importancia a la religión, pero con el tiempo modificó su pensamiento, apoyando a figuras como Barack Obama y Hillary Clinton.

En su obra posterior, Los orígenes del orden político y decadencia de la política (2012), Fukuyama tomó a Dinamarca como modelo de democracia. Señaló el aumento de democracias entre 1970 y 2010, impulsado por la organización y participación ciudadana, el acceso a la educación, la tecnología de la información, comunicaciones de bajo costo y una mayor prosperidad que fomentaba la demanda de protección de derechos.

Por otro lado, S.P. Huntington, en su artículo The Clash of Civilizations, predijo que tras la Guerra Fría surgirían tensiones geopolíticas basadas en ‘conjuntos normativos cerrados’ y ‘culturas activas con memoria’. Los enfrentamientos entre civilizaciones se intensificarían hasta que una prevaleciera sobre las demás.

Huntington identificó varias grandes civilizaciones, incluyendo:

  • Occidental (Europa occidental, América del Norte y Australia)
  • Cristiana Ortodoxa
  • Latinoamericana
  • Chino-japonesa
  • Islámica
  • Hindú
  • Africana
  • Budista

Según Huntington, el poder mundial se estructura en torno a potencias de diferentes civilizaciones. El mundo seguiría siendo multicultural y multifocal, sin garantizar la tolerancia ni la paz, ya que las civilizaciones continuarían compitiendo. Huntington consideraba que la civilización islámica era la más problemática para Occidente debido a factores demográficos y culturales, aunque también instaba a prestar atención a China e India.

En 2004, Huntington publicó ¿Quiénes somos? Los desafíos de la identidad nacional estadounidense, donde argumentaba que existía una crisis generalizada de las identidades mundiales que socavaba las bases de la idea de nación. Criticó las ideologías multiculturalistas y señaló que las nuevas tecnologías y la capacidad de mantener contacto con los lugares de origen dificultaban la asimilación de los inmigrantes. En particular, destacó que la prevalencia del español en las nuevas corrientes migratorias hacia Estados Unidos podría llevar al bilingüismo, lo que consideraba una amenaza para la identidad nacional estadounidense.

El tema de la identidad es un debate central del siglo XXI. El capitalismo se ha convertido en el único punto de convergencia, no en un discurso de ética universal. Occidente se ha transformado en una cultura más, defendiendo sus esencias de manera tradicional.

El Fundamentalismo Islámico y el 11S

En varios países de mayoría musulmana, existen sistemas políticos democráticos y derechos individuales, aunque de forma más limitada que en Occidente. Se han observado avances, como la participación de mujeres como predicadoras en mezquitas. En países como Pakistán, Indonesia, Turquía y Bangladesh, las mujeres desempeñan un papel político creciente. En Kuwait, las mujeres han logrado acceso a la universidad y el derecho al sufragio. Sin embargo, en estados como Arabia Saudí, las mujeres no tienen representación en el parlamento ni en el gobierno, ni se les permite conducir, aunque existen movimientos liderados por mujeres que buscan el cambio.

El fundamentalismo islámico surgió con el wahabismo, como reacción a la pérdida de tradiciones religiosas en el Imperio Otomano. El wahabismo se convirtió en un símbolo de identidad en la lucha contra el dominio europeo, logrando conquistar la península Arábiga y proclamar el reino de Arabia Saudí.

A mediados del siglo XIX, nacieron en India el movimiento Yihad Islámica y en Egipto el movimiento de Hermanos Musulmanes. Su objetivo inicial era abolir la constitución laica inspirada por los británicos. Un líder egipcio redefinió la lucha, enfocándola no solo en la implantación de la sharia en Egipto, sino también contra el imperialismo occidental, los comunistas rusos y chinos, y los musulmanes defensores del laicismo, buscando la unificación y purificación del mundo musulmán en una sola república islámica. El peso de la religión en el mundo islámico ha impedido que los movimientos revolucionarios de tipo occidental prosperen, llevando a que los movimientos revolucionarios miren al pasado del islam.

Tras los atentados del 11S, fundamentalismo islámico y terrorismo se han asociado estrechamente. La organización paramilitar, terrorista y yihadista Al Qaeda fue responsable de dichos atentados, aunque no era la primera vez que atacaba a Estados Unidos. Fundada para luchar contra los soviéticos en Afganistán, Al Qaeda se alió con el régimen talibán y comenzó una lucha internacional en apoyo a las posiciones musulmanas a nivel mundial. En 1993, Al Qaeda intentó destruir las Torres Gemelas por primera vez. En 1998, atacó embajadas estadounidenses en África, causando 200 muertes. En 2000, perpetró un ataque con bomba contra el buque de guerra estadounidense USS Cole en Yemen.

El 11 de septiembre de 2001, aviones secuestrados impactaron contra las Torres Gemelas del World Trade Center en Nueva York, símbolo del poder económico de Estados Unidos. Un tercer avión impactó contra el Pentágono en Washington. Los atentados causaron cerca de 3000 muertes.

Durante las sesiones del Consejo de Seguridad Nacional, se exigió la entrega de Bin Laden por el gobierno afgano. Donald H. Rumsfeld propuso atacar Irak. El presidente decidió que el primer paso de la guerra contra el terrorismo debía ser el derribo del gobierno talibán en Afganistán y la eliminación de Al Qaeda.

Años después, la situación en la región sigue siendo convulsa. El Pentágono anunció el fin de las operaciones en Irak, pero el incremento del terrorismo islámico y la brutalidad del ISIS obligaron al presidente Obama a implicarse nuevamente en la lucha en septiembre de 2013, aprobando intervenciones aéreas. En total, permanecen 4600 militares en Irak.

La ONU del Futuro

Desde 2011, la ONU cuenta con 193 miembros, siendo Sudán del Sur el último en unirse. La organización ha sido garante de la paz mundial y ha realizado un trabajo destacable en pro de los derechos humanos, la alimentación, la demografía y el medio ambiente.

Actualmente, la organización enfrenta una crisis (estancamiento ideológico, situación financiera, falta de control en los grandes conflictos). Es cada vez más importante plantear una reforma en profundidad de la ONU. La reforma del Consejo de Seguridad es una de las más necesarias, ya que no refleja la estructura real de poder del mundo y debido a la utilización del veto.

Entre 1992 y 1997, se realizaron los primeros intentos de reforma, dirigidos por el egipcio Boutros-Ghali, quien propuso un nuevo orden internacional basado en:

  • Cooperación para prevenir conflictos
  • Intervención militar preventiva en los posibles focos de conflicto
  • Abandono de la doctrina de la no injerencia en los asuntos internos de los Estados que amenacen la paz y la seguridad internacionales
  • Ampliación de los recursos para las operaciones de mantenimiento de la paz
  • Reducción de los armamentos convencionales y nucleares

En el cincuentenario de la creación de la ONU, los estados miembros debían 3700 millones de dólares a la organización, y menos de la mitad estaban al corriente de sus cuotas.

En enero de 1997, Ghali fue sustituido por el ghanés Kofi A. Annan, quien trató de potenciar el multilateralismo. Bajo su mandato, se creó el Tribunal Penal Internacional, especializado en la persecución de los delitos de genocidio y crímenes contra la humanidad.

En 2004, cuatro países (India, Alemania, Japón y Brasil) solicitaron ser miembros permanentes del Consejo de Seguridad, y se propuso añadir un país africano, pero no hubo acuerdo sobre cuál debía ser.

Es incuestionable la necesidad de reforma, que debe girar en torno a cinco líneas prioritarias:

  • Mayor democratización de la Organización
  • Aumento de la legitimidad y de la fuerza moral
  • Incremento de los medios de coacción armada para hacer valer sus resoluciones
  • Mayor eficacia burocrática
  • Dotación de más recursos económicos por parte de los estados miembros

Además, se propone la creación de una red de salud por internet en 10.000 hospitales y clínicas de los países en vías de desarrollo y la creación de nuevos equipos para afrontar las catástrofes naturales o las crisis humanitarias. En definitiva, los mecanismos de la ONU para la paz apenas funcionan. La ONU parece haberse especializado en la ayuda humanitaria y en la organización de conferencias internacionales en las que se lanzan propuestas de creación de riqueza sin destruir el medio ambiente.

El Tribunal Penal Internacional

La Resolución 260 de la ONU, en 1948, Convención para la Prevención y la Represión de Genocidio, definió este delito y estipuló que ‘las personas acusadas de genocidio deberían ser trasladadas ante los tribunales competentes del estado cuyo territorio se cometieron tales actos, o ante la Corte Criminal Internacional que fuera competente’. La asamblea general aprobó la creación de un comité encargado de elaborar propuestas para el establecimiento de dicho tribunal.

Antes de dar este paso, Naciones Unidas, a través del consejo de seguridad, había creado tribunales penales ad hoc, encargados de enjuiciar cuestiones concretas, como el creado para la ex Yugoslavia (TPIY) y el Tribunal Penal Internacional para Rwanda (TPIR). En mayo de 1993, a instancias de su consejo de seguridad, la ONU creó un Tribunal Penal Internacional, con sede en La Haya.

El cometido inicial fue investigar, juzgar y castigar los crímenes cometidos en el territorio de la antigua Yugoslavia. Este tribunal recibió un amplio respaldo de países europeos y de EEUU y fue dotado del personal necesario, incluidos jueces, lo que hizo posible la detención y procesamiento de varios de los responsables de matanzas de bosnio-musulmanes, croatas, serbios y kosovares.

La creación de estos tribunales ponía de manifiesto que existía la voluntad de ir avanzando en la consolidación de un tribunal internacional, aunque los obstáculos para su consolidación eran importantes. La ONU elaboró un proyecto de estatuto de un tribunal penal internacional permanente. La idea central era juzgar, bajo el principio de justicia universal, a los autores de determinada categoría de crímenes cuando su propio país no pueda o no quiera juzgarlos por su propia jurisdicción territorial.

En julio de 1998, la asamblea general de la ONU convocó en Roma la Conferencia Diplomática de plenipotenciarios de las Naciones Unidas para el establecimiento de una Corte Penal Internacional. El proyecto fue aprobado por 120 países, entre estos España. Siete países se opusieron (EEUU, Israel, China, India, Turquía, Filipinas y Sri Lanka). En diciembre del 2000, EEUU firmó el estatuto. Lo decidió así el presidente Clinton unos días antes de abandonar la Casa Blanca, con la oposición del pentágono y del partido republicano. Por fin, el tribunal tuvo su acta de nacimiento en abril del 2002, al anunciarse que 66 estados habían depositado en la ONU las ratificaciones para la entrada en vigor.

Es importante aclarar que este tribunal no resuelve conflictos entre estados, sino crímenes cometidos por personas.

Según la página oficial del TPI, se han presentado 23 casos ante el tribunal. Se han emitido 29 órdenes de arresto, algunas de ellas (8) han terminado con personas detenidas en la cárcel del TPI.

Terrorismo Internacional

El terrorismo puede definirse como una forma de guerra no convencional en la que se busca causar daño indiscriminadamente con el fin de obtener algún tipo de cambio político. Se considera que los primeros terroristas de la historia fueron los sicarii, que lucharon contra el poder de Roma en la región de Palestina.

Existen diversos tipos de terrorismo, desde el terrorismo de estado, ejercido desde los poderes públicos, hasta el revolucionario o separatista. En la actualidad, también es relevante el terrorismo religioso, que no deja de ser un tipo de terrorismo político. El terrorismo internacional ha ganado protagonismo gracias a las nuevas tecnologías, que utiliza para comunicar sus pretensiones, organizar redes de actuación y difundir sus acciones.

La página web del Ministerio de Asuntos Exteriores español explica que ‘los grupos terroristas van modificando sus métodos de organización y funcionamiento, intentando aprovechar las debilidades de los Estados y recurriendo a las tecnologías de la información modernas para aumentar el impacto en sus atentados. Estos vínculos han llevado a que la lucha contra el terrorismo vaya ligada también a la lucha contra el comercio ilegal de donde obtienen financiación los terroristas’.

Los atentados terroristas han aumentado significativamente, concentrándose el 57% de los mismos en cinco países: Irak, Pakistán, Afganistán, Nigeria y Siria. El 60% de los atentados corresponden al Estado Islámico (ISIS), Boko Haram, los talibanes, Al Qaeda y Al Shabab.

Turquía ha sido uno de los últimos focos de atención al terrorismo, sufriendo una ola de atentados desde principios de año que ha puesto al país en máxima alerta. Las autoridades acusan a grupos relacionados con el PKK (Partido de los Trabajadores del Kurdistán). En el primer semestre de 2016 se contabilizaron 12 atentados, tres de los cuales se atribuyeron al ISIS y los demás a los kurdos.

La Tendencia Demográfica

La población del mundo rico envejece y los gobiernos no tienen la voluntad de afrontarlo, ni de forma individual ni colectiva. La expectativa de vida a nivel mundial era, en 1950, de 48 años, y en 2050 será de 77 años. Europa es la región más afectada, dado que su población descenderá durante las próximas 3 décadas; si no hay cambios sustanciales, el crecimiento económico, que ya es bajo, descenderá aún más.

La sostenibilidad de los sistemas públicos de pensiones y el aumento del gasto sanitario son los principales efectos económicos del envejecimiento de la población. Otros efectos incluyen un menor crecimiento potencial, la caída de la productividad, el cambio de hábitos y las posibilidades de crecimiento de las compañías farmacéuticas y las del mundo del ocio. Entre las opciones para resolver el problema económico planteado por el envejecimiento destacan dos: abrir más las puertas a la inmigración, lo que afectaría a la cultura europea, o intentar reformas estructurales que mejoren la productividad. El problema no solo afecta a España, sino también a EEUU y a Japón.

España es uno de los países más afectados por el envejecimiento. Nuestro país tiene una de las más altas esperanzas de vida del mundo, de 80 años para los hombres y 85 para las mujeres.

Otro cambio es la convivencia formal en pareja, que significa que, por los cambios generales en las prioridades vitales, decrecen los matrimonios religiosos y civiles y también la apuesta por una relación libremente acordada. Este cambio tiene que ver con la toma de conciencia de una larga esperanza de vida: al crecer la seguridad de seguir vivo más tiempo, más gente, entre la que tiene suficientes recursos para llevar una vida acomodada sin ninguna colaboración relacional, considera razonable dedicar sus esfuerzos a construir una vida en la que la independencia respecto a los demás sea el soporte en el que asentar el ejercicio de la libertad concreta.

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