Prosperidad, crisis y depresión
Legado de la Primera Guerra Mundial
Efectos económicos del conflicto: La guerra tuvo graves efectos sobre la economía mundial. El hecho de que el conflicto se desarrollase en territorio europeo debilitó a los contendientes europeos, afectando negativamente a su población, a sus infraestructuras y a su producción agrícola e industrial.
La guerra provocó 30 millones de víctimas entre muertos y heridos y destruyó la décima parte del equipo productivo de Europa. Francia perdió más del 30% de su riqueza nacional, Alemania cerca del 25% y el Reino Unido el 32%, mientras que el potencial agrícola europeo se redujo en un 30% y el industrial en un 40%.
La guerra puso fin a la estabilidad financiera. El recurso a las reservas de oro, a la emisión de deuda pública y a créditos exteriores de origen estadounidense para financiar el gasto de guerra empobreció las arcas de los Estados, que quedaron endeudados. La emisión de papel moneda provocó una fuerte inflación. En muchos países europeos, los precios de los productos de primera necesidad habían aumentado hasta multiplicarse por 3 y sus monedas sufrieron un proceso de pérdida de valor.
La economía europea tuvo que hacer frente a la devolución de los préstamos de la guerra y, en el caso de Alemania, al pago de indemnizaciones a Gran Bretaña y Francia. El problema de la deuda fue motivo de disputa permanente entre países a lo largo de la década de 1920 y la recuperación se vio obstaculizada por la imposibilidad de los vencedores de acordar planes de cooperación para superar los efectos de la guerra.
Reparaciones de guerra: Las condiciones impuestas a Alemania por el Tratado de Versalles condicionaron en gran medida la recuperación de su economía. El mayor problema fue la exigencia de indemnizaciones que debían pagarse a los vencedores tanto en divisas como en productos.
La imposibilidad por parte de Alemania de pagar las reparaciones se demostró desde el principio. En 1923, Francia ocupó el Ruhr para asegurarse del cobro de lo estipulado.
La exigencia de reparaciones tuvo importantes consecuencias políticas: la población alemana las consideró una humillación y la causa principal de sus problemas económicos.
Todo ello estimuló el auge de un nacionalismo radical que contribuyó al ascenso del nazismo.
Deudas interaliadas: Estados Unidos se convirtió en el principal acreedor europeo. Francia y Gran Bretaña, a partir de 1922, condicionaron el pago de su deuda al cobro de las reparaciones que debía pagar Alemania. La dificultad de cobrar indemnizaciones obligó a flexibilizar las condiciones. En 1924, una conferencia aprobó el Plan Dawes, que fraccionaba el importe de los pagos alemanes y proponía el fortalecimiento del marco a partir de préstamos e inversiones estadounidenses.
El plan respondía al interés de EEUU por recuperar la economía de Alemania para que ésta pudiese pagar las reparaciones a los aliados y estos satisfacer las deudas contraídas.
Hegemonía de EEUU: EEUU, durante la década de 1920, se convirtió en la primera potencia económica mundial. La mayor competitividad de su economía lo convirtió en el primer productor y exportador mundial, mientras que su disponibilidad de capital le permitió ser el primer inversor exterior. El aumento de sus exportaciones incrementó su penetración en casi todos los mercados abastecidos hasta entonces por los europeos y también provocó que exportara a Europa mucho más de lo que importaba de ella. Todo creó un superávit en su balanza comercial. El dólar se impuso a la libra como moneda de cambio. Su banca disponía de ingentes capitales y Estados Unidos se convirtió en la única plaza financiera capaz de mantener un sistema de préstamos a largo plazo. De este modo, pasó a ser el primer inversor mundial en sustitución de Gran Bretaña.
Felices años veinte en EEUU
Prosperidad estadounidense: El aumento de la demanda interna fomentó una etapa de prosperidad conocida como los felices años 20. Este crecimiento económico se basó en la mejora de la productividad, la disminución de los costes de producción y en el uso de nuevos productos.
En la década de 1920 se popularizó el uso de nuevos bienes como el automóvil. Todo se podía adquirir gracias al crédito y la venta a plazos, lo que fue llamado la revolución de los consumidores. A finales de la década, el 16,7% de los estadounidenses disponían de su propio automóvil.
La industria del automóvil impulsó el desarrollo de sectores industriales existentes y de otros nuevos.
Otro motor de expansión fue la construcción, un sector intensivo en mano de obra y de creación de empleo. En estos años se empezaron a construir gran parte de los rascacielos de las grandes ciudades. A partir del fuerte crecimiento urbano, las ciudades se expandieron y surgieron nuevos barrios obreros. Entre 1922 y 1929, la economía creció a una tasa próxima al 5% anual y muchos estaban convencidos de que se había entrado en una época de prosperidad permanente.
Desequilibrios y desigualdades: Las ganancias no se distribuyeron por igual entre la población. Los beneficios empresariales y los dividendos de acciones crecieron a un ritmo mucho más elevado que los salarios, y las industrias tradicionales entraron en crisis ante la disminución de la demanda. Los trabajadores tuvieron que desplazarse a las áreas urbanas y cambiar de empleo, casi siempre con un salario inferior. La capacidad adquisitiva de muchos estadounidenses no era suficiente para absorber el aumento de la producción, resultado de la fabricación masiva y en serie y del aumento de la productividad. Los agricultores que se habían endeudado obtenían menos ingresos debido a la disminución de las exportaciones y de los precios a partir de 1922. Todo ello provocó la ruina de millones de granjeros que tuvieron que malvender sus tierras y emigrar a las ciudades.
Fiebre bursátil: En pocos años, la sobreproducción empezó a ser un problema para la economía estadounidense, ya que las ventas de las empresas no podían seguir aumentando porque la demanda crecía más lentamente que los beneficios. A partir de 1926, una parte creciente de las ganancias empezó a dirigirse hacia la compra de acciones en la bolsa. La buena situación de las empresas y la continua demanda de acciones provocaron un aumento de su precio en la bolsa, pero el alza del valor de las acciones generó una burbuja especulativa en la que el precio de las acciones aumentó sin tener relación con el valor real de la empresa. El continuo aumento del valor de las acciones hizo que muchos pequeños inversores se endeudaran para invertir en bolsa, convencidos de que podrían devolver los créditos vendiendo parte de sus acciones. Mientras el precio de las acciones mantuvo su tendencia al alza, la euforia continuó y los préstamos pudieron devolverse sin problemas.
Crac bursátil de 1929: Algunos inversores empezaron a poner sus acciones a la venta para obtener buenos beneficios. El resultado fue un efecto en cadena que llevó a lamentar el número de acciones a la venta. El jueves negro de la historia financiera de Estados Unidos fue el 24 de octubre de 1929. El pánico se apoderó de los inversores; durante ese día, 13 millones de títulos fueron puestos a la venta sin que encontrasen un comprador, lo cual provocó una caída en picado de su valor y, apenas en unas horas, el mercado perdió 10.000.000 de dólares.
Fue la quiebra de la bolsa de Nueva York y, a partir de ahí, la euforia por comprar lo antes posible para ganar más dio paso a la necesidad de vender cuanto antes para perder lo menos posible. La mayor oleada de ventas tuvo lugar el día 29 de octubre, llamado martes negro, cuando los bancos exigieron el pago de los préstamos, forzando las ventas a cualquier precio porque los inversores no podían hacer frente a sus deudas. El mercado de valores se desplomó y las cotizaciones no dejaron de bajar hasta mediados de 1932.
¿Cómo se genera una burbuja especulativa? Como la economía está sujeta a ciclos de expansión y recesión, los precios al alza dan paso al hundimiento del valor del activo, por lo que las acciones de bolsa pueden ser una propiedad inmobiliaria. Cuando esto sucede, el especulador pierde gran parte o toda su inversión. Todo ello acaba creando una recesión económica.
La gran depresión: De la crisis bursátil a la generalizada: El hundimiento de la bolsa de Nueva York condujo a una depresión económica. Una serie de factores contribuyeron a desencadenar una crisis económica. Hay que señalar la sobreproducción industrial, cuyas primeras muestras eran evidentes antes del hundimiento de la bolsa. Diversos indicadores de la actividad industrial muestran que el crecimiento se había desacelerado antes de 1929. La crisis de liquidez, que es la falta de recursos monetarios para hacer frente al pago de las deudas, fue consecuencia del hundimiento bursátil. La falta de dinero llevó a que muchas empresas no pudieran pagar a sus acreedores y estos a los suyos, creando una espiral de endeudamiento. La necesidad de liquidez forzó la retirada de inversores en Europa y la cancelación de muchos créditos a países exportadores de alimentos. La necesidad de vender a cualquier precio los bienes aceleró el descenso de los precios (deflación), que redujo todavía más las ganancias. La caída del consumo fue provocada por la reducción de la riqueza de los inversores, la disminución de la capacidad adquisitiva de los compradores y el temor al desempleo. La crisis en la agricultura fue agravada por tormentas de polvo (Dust Bowl) que provocaron un periodo de sequía y el éxodo de cientos de miles de agricultores. Una vez iniciada la caída de precios, se redujo aún más el consumo, por lo que no se producía y aumentaba el paro, deprimía más el consumo.
Quiebras bancarias y recesión industrial: La sobreproducción, la falta de dinero y el hundimiento del consumo hicieron que, en pocos meses, la crisis de la bolsa se extendiera a todos los sectores de la economía. El sistema bancario fue uno de los primeros afectados.
Por un lado, el hundimiento bursátil hizo que los deudores no pudieran devolver préstamos y la mayoría de los bancos había aceptado acciones de la bolsa como garantía de los préstamos. Ante el temor de que los bancos quebraran, la población acudió a retirar los efectivos de sus cuentas. La crisis bancaria supuso la quiebra de miles de bancos y millones de familias y miles de empresas perdieron sus depósitos. Para superar las dificultades, los bancos redujeron la concesión de créditos a la industria, lo que agravó más la situación. El subconsumo, la caída de inversiones y la falta de crédito indujeron la crisis industrial. Entre 1920 y 1933, la producción industrial cayó un 40%, la siderurgia un 80% y la de automóviles casi un 70%. La caída de la actividad industrial supuso un gran aumento del desempleo. Entre 1929 y 1930, el desempleo aumentó de 1.6 millones a 4.3 millones y, a finales de 1933, a casi 13 millones en todos los sectores económicos. La demanda se contrajo aún más, ya que las personas sin trabajo dejaron de consumir y los que conservaban su empleo ahorraban en prevención de un empeoramiento de la situación. La disminución de la demanda hizo descender de nuevo la producción industrial y agraria. La ausencia de expectativas de que la coyuntura pudiera mejorar llevaba a los empresarios a no invertir, con lo cual no se creaba empleo.
¿Cómo se expandió la crisis al resto del mundo? Los factores de la expansión de la crisis fueron: el descenso de precios de los productos estadounidenses puso en serias dificultades a las empresas del resto del mundo que no podían competir con ellos. El retroceso de la demanda redujo las importaciones de EEUU, lo cual perjudicó a países exportadores. Los problemas de la banca comportaron un descenso de los préstamos e inversiones estadounidenses en el exterior. La imposición de aranceles por parte de EEUU a las importaciones para estimular la producción nacional fue seguida por otros países. La caída del comercio internacional afectó a los países exportadores de alimentos y materias primas de América Latina y Asia. La disminución de ingresos obligó a reducir la demanda y la caída de la producción industrial, las quiebras bancarias y el aumento de paro se extendieron por el resto del mundo.
Propuestas de recuperación de la crisis: New Deal de Roosevelt: El New Deal fue una política que puso en práctica Roosevelt a partir de 1933 para superar la crisis económica y paliar sus efectos sociales. Su programa abogaba por la intervención pública, considerada necesaria para salir de la depresión. Sus principales líneas de actuación fueron:
- Creación de la Works Progress Administration para fomentar la construcción de obras públicas que creasen empleo y aumentasen la demanda.
- National Recovery Administration para impulsar los acuerdos de precios entre empresas y evitar su quiebra.
- Ley de Ajuste Agrario, cuya finalidad era reducir la producción agraria y recuperar los precios.
- Ayudas para el pago de hipotecas y la regulación del mercado hipotecario.
- La nueva ley de relaciones laborales que reconoció la libertad de sindicación y el derecho a la negociación colectiva de salarios, y se estableció un salario mínimo y uno máximo de horas de trabajo semanales.
- La creación de un seguro de desempleo y subvenciones a los ancianos y personas dependientes.
- Para impedir una nueva crisis especulativa y bancaria, estableció un rígido control estatal sobre los bancos y se creó un seguro federal para garantizar los depósitos en caso de quiebra bancaria.
- También se formó una comisión de valores y cambio encargada de supervisar las emisiones de acciones y velar por el buen funcionamiento del mercado bursátil.
- En 1934, y para favorecer las exportaciones, se devaluó el dólar más de un 40%.
Propuesta keynesiana: Para el economista Keynes, el problema principal era la falta de demanda y la caída de la inversión. Así, la reactivación de la economía debía sustentarse sobre tres pilares: el aumento del gasto público, la reactivación del consumo y el incremento de la inversión privada. Sostenía que el Estado debía invertir aumentando el gasto público, aunque ello creara déficit; este gasto aumentaría el empleo y, con ello, el consumo y la demanda. Al aumentar la renta, el Estado podía aumentar los ingresos fiscales, reduciendo y anulando a medio plazo el déficit público inicial. Para incentivar la demanda, propuso la mejora de los salarios de los trabajadores y una reducción de la presión fiscal. Para estimular la inversión, defendía penalizar fiscalmente el ahorro y bajar los intereses para facilitar el crédito a las empresas. Para Keynes, el papel de los capitalistas era invertir, el de los trabajadores consumir y el del Estado incentivar la economía.
Vida cotidiana durante la Gran Depresión: La Gran Depresión tuvo graves consecuencias sociales y la pobreza se extendió entre amplias capas de la población. Miles de obreros, empleados y campesinos se vieron abocados al paro y a unas miserables condiciones de vida, hacinados en barracas o sin hogar, dependiendo de las ayudas públicas o de la caridad privada. Una buena parte de la clase media se proletarizó al perder sus ahorros y negocios. En las ciudades proliferaron los suburbios construidos con maderas viejas y planchas metálicas. Fueron bautizados de manera irónica con el nombre de hoovervilles, haciendo referencia al optimismo del presidente Hoover. La falta de confianza en una mejora de la economía y la ineficacia de las instituciones para hallar soluciones a los problemas de los ciudadanos comportaron tensiones políticas y protestas sociales.