Impacto de la Revolución Industrial en la Economía Británica y Española

Historia examen:

Liderazgo británico: La importancia y transcendencia de la Revolución Industrial surgida en Inglaterra a partir de la segunda mitad del S.XVIII es de sobras conocida por todos nosotros. A pesar del término revolución, hay que destacar que el fenómeno que tuvo como resultado un profundo cambio estructural en la producción de Inglaterra fue un proceso lento y progresivo, nada comparable a la brusca irrupción que destila el concepto de revolución. Como efectos económicos más destacados hay que mencionar el profundo cambio estructural en la distribución de la producción y el importante crecimiento económico (2,5% en el periodo), entre otros. Nos disponemos, pues, a analizar y reflexionar sobre el fenómeno de una de las más importantes revoluciones económicas de la historia, sus causas y consecuencias, y el porqué de su génesis en Inglaterra. Además de los factores poblacionales ya mencionados, cabe destacar la gran importancia – tal y como resalta Pomeranz – de dos factores clave en la Inglaterra del momento: el carbón y las colonias. Estos dos factores, pues, permitieron a Inglaterra dar un paso de gigante en su carrera hacia la industrialización. El factor geográfico fue clave en su distanciamiento con respecto a los países asiáticos analizados: los centros urbanos tenían fácil acceso al carbón, y las colonias (especialmente las Américas) proporcionaban una gran extensión de territorio relativamente cerca de la metrópolis. No hay que olvidar, además, la importancia que tuvo el desarrollo tecnológico en Inglaterra, que fue una clara ventaja respecto a otros países y determinante factor para entender la revolución en los transportes. La preponderante situación cultural, bajo analfabetismo y asentamiento de la burguesía completan las razones de la industrialización en Inglaterra. Cabe destacar que los efectos políticos colaterales de este proceso económico fueron muy destacables. El aumento de ingresos entre las clases medianas y bajas, y el descenso en la desigualdad de riqueza entre la población facilitaron en gran medida la democratización del país. Aunque es cierto que los profundos cambios económicos en la producción y los niveles de industrialización fueron claves en el descenso de la desigualdad, queremos subrayar el crucial papel de la arena política del momento marcando los pasos para que la Revolución Industrial se consumase.

La Revolución Industrial: concepto y cronología

La Revolución Industrial es un proceso de crecimiento económico que, del siglo XVIII hasta mediados del XIX, experimentaron Gran Bretaña y luego Francia, Bélgica y Alemania. Este proceso alcanzó una magnitud superior a cualquier otro anterior en la historia y se convirtió en sostenido. Los países arriba citados elevaron su productividad como consecuencia de varias causas: nuevas tecnologías fueron incorporadas a la producción agraria, industrial y a los transportes. Se trató de sencillos descubrimientos realizados por campesinos y artesanos mediante el método de prueba-error, de manera que la ciencia contribuyó poco al progreso tecnológico durante la Revolución Industrial. Pese a la multiplicidad de innovaciones, el cambio tecnológico puede sintetizarse así: nuevas máquinas movidas primero con energía hidráulica y luego con vapor. Se utilizaron materias primas muy abundantes que reemplazaron otras cuya escasez imponía límites al crecimiento económico. La aparición de nuevas formas de organización del trabajo también contribuyó al aumento de la productividad durante la Revolución Industrial. Hubo una organización más eficiente de la producción por tres razones. La primera fue una mayor división del trabajo. La segunda por la que la productividad creció fue la aparición de una metódica y férrea disciplina laboral que no existía en las pequeñas explotaciones agrícolas y en los talleres. Otra causa fue la mayor especialización económica territorial que originó el aumento del comercio. Finalmente, la productividad creció como consecuencia del cambio estructural que provocó la Revolución Industrial (trasvase de factores productivos desde el sector primario al secundario y desde ambos al terciario). Las razones del cambio estructural fueron la oferta y la demanda. Hasta la década de 1980, la Revolución Industrial fue generalmente interpretada como una rápida ruptura con el pasado. Se pensaba que, tras un período de unos cuarenta años, apareció un intenso crecimiento de unos veinte años que se denominó “despegue”. Durante esta etapa, la población creció y también lo hizo su esperanza de vida. La mayor productividad desembocó en un aumento de la producción y del consumo por habitante que redujo la pobreza en la que vivía la mayoría de la población preindustrial.

El liderazgo británico

Había varias causas por las que el Reino Unido fue la cuna de la Revolución Industrial:

  • Causas geográficas: Las Islas Británicas poseían una buena dotación de recursos naturales; además, eran de fácil acceso al exterior, ya que ningún rincón del país distaba más de 100 km del mar.
  • Causas institucionales: El proceso se inició a fines de la Edad Media y culminó con la revolución liberal de 1688. Se creó un marco institucional que estimuló el crecimiento económico al dar libre movilidad a los factores productivos para que el mercado los asignara de modo eficiente y al establecer leyes favorables a las iniciativas empresariales. Estas medidas crearon en Inglaterra un marco institucional de naturaleza liberal, pero el Parlamento también dictó otras proteccionistas y mercantilistas que, junto con las primeras, impulsaron el crecimiento de la industria y del comercio.
  • Causas económicas: Óptima dotación de recursos y cambios institucionales posibilitaron que Gran Bretaña experimentara durante la Edad Moderna transformaciones económicas que rompieron los círculos viciosos de las economías del Antiguo Régimen. Su agricultura alcanzó una mayor productividad que la europea. Como consecuencia de la entrada de la tierra en el mercado, se produjo una concentración de la propiedad en manos de los landlords y de la gentry. Los cambios experimentados por la agricultura durante la Edad Moderna tuvieron efectos positivos para el conjunto de la economía británica. Liberaron mano de obra agrícola para trabajar en los sectores secundario y terciario. Elevaron la demanda agregada de bienes industriales de capital y de consumo por parte del campo, mientras que también creció la de productos agrarios por parte de ciudades más pobladas.

El crecimiento de la economía británica durante la Revolución Industrial

La población: Durante la Revolución Industrial, el crecimiento de la población británica se multiplicó por 2.3; eso se atribuyó a la caída de la mortalidad y al incremento de la natalidad. La Revolución Industrial conllevó un aumento de la demanda del factor trabajo que creó una situación de pleno empleo. Ello hizo que se adelantara la edad nupcial y que creciera el número de matrimonios. Uno y otro hecho desembocaron en mayores tasas de natalidad. Y cesaron los frenos preventivos maltusianos. Se han utilizado tres hipótesis para explicar el descenso de la mortalidad: progresos de la medicina, mejor alimentación y mayor salubridad. El crecimiento de la población fue acompañado de cambios en su estructura por edades y por sectores productivos que disminuyó el porcentaje en activos en la agricultura en beneficio de la industria y los servicios.

La agricultura: El aumento de la producción agraria exigió cambios tecnológicos e institucionales. Desde las últimas décadas del siglo XVII, los arrendatarios comenzaron a introducir en las tierras de la alta nobleza y de la gentry nuevos sistemas de rotación de cultivos en períodos de tres, cuatro, seis y hasta doce años que suprimían el barbecho y exigían cercar los campos para que el ganado no transitara por ellos. Estos sistemas tuvieron tal éxito que se generalizaron durante el siglo XVIII y principios del XIX. La primera hoja de la tierra se dedicaba al trigo, la segunda a tubérculos y en la tercera se plantaban cereales de primavera y leguminosas. La mayoría de los libros sobre la Revolución Industrial publicados antes de 1980 sostuvieron que los cambios en el sector agrario tuvieron efectos muy importantes para el crecimiento económico. El campo incrementó mucho su demanda de bienes industriales de capital y de consumo al crecer los beneficios de los propietarios de la tierra y de los arrendatarios y los salarios de los jornaleros.

La industria: La industria del algodón, la del hierro y la minera fueron las primeras que utilizaron nuevas tecnologías. Hay tres hipótesis sobre la “chispa” que provocó la eclosión de nuevas tecnologías. La primera sostiene que fue el aumento de la demanda del propio mercado británico. La segunda cree que se trató del mercado exterior, ya que fue una industria exportadora. La del algodón, la primera en mecanizarse, y a estas dos hipótesis de demanda se añade otra de oferta, según la cual el desencadenante provino de los elevados costes de la producción del sistema domiciliario por encargo. En 1733, John Kay inventó una lanzadera volante. La incorporación de la nueva lanzadera a los telares manuales elevó la productividad en la fase de tejer, rompiendo su equilibrio con la de hilar. La máquina de vapor se inventó en 1769 y fue ideada por James Watt. Existen dos teorías sobre el origen de las fábricas. La primera sostiene que se crearon porque la nueva maquinaria era incompatible con el trabajo doméstico. La segunda mantiene que se instalaron para controlar y disciplinar a los trabajadores, evitando de este modo costes inherentes al verlagsystem. Por lo tanto, el factor tecnológico resultó determinante en la creación de fábricas de algodón, donde se concentró una nueva organización del trabajo. El nuevo sistema fabril dio un gran impulso a la productividad, haciendo que los costes y precios descendieran, lo que incrementó la demanda de tejidos de algodón producidos en las factorías y la crisis del verlagsystem en esta rama de la industria. Entre 1760 y 1830, el aumento de la demanda de hierro provino del cambio tecnológico en la agricultura, de la urbanización, de la industria del algodón, de la minería, de los astilleros y de los cuantiosos gastos militares del Estado, habiendo desempeñado un papel mucho más importante el consumo británico que el exterior. El mercado interior desempeñó un papel más importante que el exterior en el crecimiento de la producción industrial; el aumento de la demanda interna se atribuyó a dos hechos: incremento de la población y los salarios al alza.

El comercio y otros servicios: El aumento de la producción agraria e industrial y de las exportaciones e importaciones exigió nuevos medios de transporte, ya que los antiguos imposibilitaban un tráfico abultado, rápido y barato. La primera fue la construcción de una densa red de carreteras de peaje, financiada por terratenientes, mercaderes e industriales. La segunda innovación fue la construcción de una red de canales, también financiada por empresas privadas. Y la tercera afectó al comercio exterior, porque los viejos barcos fueron sustituidos por clippers, buques también de vela, pero con un diseño que permitía doblar la velocidad sin disminuir sustancialmente la carga. La aparición del ferrocarril supuso economías de escala mucho mayores que las alcanzadas hasta entonces en el tráfico por carreteras y canales. Los nuevos medios de transporte contribuyeron notablemente al crecimiento económico. Las mayores economías de escala y la mayor velocidad abarataron los costes y precios del transporte. Ello fomentó el comercio interior y exterior, e incrementó la productividad al originar una mayor especialización de cada región. Por otro lado, las carreteras, canales y clippers generaron efectos de arrastre sobre varias industrias; fue, sin embargo, el ferrocarril el que provocó mayores externalidades sobre la industria al disparar la producción de traviesas, raíles, locomotoras y vagones.

El papel del estado: Algunos historiadores han sostenido que el Estado británico desempeñó un papel mínimo durante la Revolución Industrial porque cumplió con el laissez-faire. Esta tesis se apoya en dos hechos: La Gloriosa creó un marco institucional en el ámbito económico al no subvencionar la construcción de ferrocarriles o la creación de algunas industrias. Por el contrario, otros historiadores han hecho hincapié en que el Estado británico fomentó el crecimiento económico mediante políticas comerciales proteccionistas y mercantilistas, ya que hasta la década de 1840, Inglaterra fue un país liberal pero no librecambista. A finales del siglo XIX, los salarios de los trabajadores ingleses eran mucho más elevados que un siglo antes gracias al aumento de la productividad y al poder sindical. La esperanza de vida en los barrios obreros superaba los cuarenta años por la mejor alimentación y por los mayores gastos públicos en la salubridad. La jornada laboral había bajado de 12 a 9 horas. El trabajo de los niños estaba prohibido y debían asistir a la escuela para alfabetizarse y poder así prosperar con más facilidad. Los obreros disponían de derechos sindicales y políticos y la distribución de la renta era más equitativa. Nadie niega que la industrialización elevara a largo plazo el nivel de vida de los trabajadores. Sin embargo, se discute la idea de si el bienestar de la clase obrera mejoró o empeoró durante la Revolución Industrial.

Viraje nacionalista:

1. La Revolución de los transportes y la gran depresión agraria finisecular:

A partir de 1870, la agricultura europea entra en crisis: la gran depresión. Que se originó por la expansión del área sembrada en los países “nuevos” de colonización europea: EEUU, Canadá, Argentina y Australia. En estas tierras, los costes de producción de los cereales eran muy inferiores. La explotación agrícola y ganadera en estos territorios fue posible por los avances en transporte en la década de 1860.

  • El ferrocarril: La red ferroviaria en países de colonización se produjo después de su implantación en Europa. Además, requería mucho tiempo y fuertes inversiones europeas. Los primeros países fueron: EEUU y Canadá. Después llegó a los países sudamericanos y por último a África.
  • Transporte marítimo: Tres grandes cambios tecnológicos:
    • La adopción de la máquina de vapor.
    • El uso del casco de acero.
    • Invención de la hélice.
    Los “vapores” eran: más fiables, podían navegar sin viento y tenían más capacidad de carga que los veleros. El único problema que planteaban era la necesidad de espacio para el combustible.

Como resultado, a mediados de la década de 1870 ya existían grandes extensiones ultramarinas bien conectadas con Europa con la combinación de ferrocarriles y vapores. A partir de entonces, se redujeron los costes de trasladar los productos agropecuarios ultramarinos a Europa y esto provocó un exceso de oferta estructural, que conllevó una fuerte caída en los precios y, por tanto, dio lugar a una crisis agraria. La depresión afectó a la mayoría de sectores agrícolas y ganaderos. Pero especialmente afectó a un producto en concreto, el cereal. Era, por tanto, una crisis triguera o crisis del sistema del cereal. A partir de 1878-1879 en España, se empezó a consumir cereal extranjero ya que bajaron sus precios por debajo del precio del cereal español. Debido a esto, el campo español experimentó una grave crisis.

Consecuencias:

  • Cierre de explotaciones.
  • Hundimiento de la renta de la tierra.
  • Disminución de la demanda de trabajo en el campo.

En concreto: más de 1 millón de hectáreas de tierra fueron abandonadas, centenares de fincas embargadas por Hacienda y prestamistas, caída de los arrendamientos a más de 50%, aumento de los desocupados y una ola de emigración al extranjero. La crisis triguera ocurrió en la década de los 1880, al tiempo que había una expansión vitivinícola en España. Años antes a esta fecha, los viñedos franceses sufrían la plaga de la filoxera, procedente de América. La solución fue arrancar las vides y replantar con vides americanas inmunes a la plaga. Entonces, Francia era la principal exportadora de vinos y para no perder sus mercados, tuvo que importar caldos principalmente de España e Italia. Pero Francia e Italia se enzarzaron en una guerra comercial e interrumpieron sus relaciones comerciales por un tiempo. Debido a esto, en 1881 Francia firmó un amplio tratado de comercio con España por 10 años. Las exportaciones de caldos se multiplicaron entre 1881-1891. Fue un boom vitivinícola (en Cataluña conocido como “la febre d’or”, por la abundancia de monedas de oro que llegaban a España desde Francia). Las regiones más beneficiadas por la expansión fueron las mediterráneas y La Rioja. Durante unos años convivió una España que sufría la crisis triguera con otra España que gozaba de la expansión de la viña. Pero transcurridos los 10 años, Francia ya había recuperado sus niveles de producción normales, mientras que los viñedos españoles estaban siendo atacados por la filoxera. Entonces la producción vitivinícola entró en crisis. La crisis de la viña se sumó a la crisis del cereal y entramos en una gran depresión. El producto agrario se caracterizaba por la alternancia de buenas y malas cosechas. Tras la muy mala cosecha de 1978, aumentó la producción agraria por las buenas cosechas hasta 1884. A partir de esta fecha hubo 6 años de caída continua hasta 1890.

La emigración transoceánica, fruto de la depresión agraria fue muy relevante:

Los campesinos europeos abandonan los campos para ir a cultivar los campos de ultramar (generalmente a América). La emigración en España (1885-1913) fue masiva, entre un 8-9% de la población. La emigración se concentró en: las regiones del cultivo de cereal (Castilla La Mancha y Castilla y León) y en las de tradición emigratoria (Galicia y Asturias). También emigración de:

  • Las comarcas mineras a Argelia.
  • Las zonas más devastadas por la plaga de la viña hacia América, Argelia o a las ciudades más grandes españolas.

Factores determinantes de la emigración española:

  1. El precio de los cereales: Con precios altos, se emigraba menos. Las medidas proteccionistas del gobierno redujeron la emigración.
  2. El auge inversor en América (Argentina): El aumento de la demanda de trabajo y el aumento de los sueldos favorecieron la emigración española.
  3. Hay que tener en cuenta que el analfabetismo obstaculizaba la emigración (que normalmente coincidía con el oficio de agricultor). Esto frenó la emigración de jornaleros andaluces o extremeños.

En comparación a otros países, la emigración española no fue tan intensa. La explicación puede ser: la fuerte reacción proteccionista española. En España se aprobó el sufragio universal masculino en 1890, lo que obligó a los políticos a ser más sensibles a los intereses y peticiones de sus electores, quienes no deseaban emigrar. Propietarios y cultivadores se organizaron como grupos de presión y se movilizaron para reclamar protección frente a la competencia externa. En Italia se aprobó el sufragio universal masculino en 1914, al final del período de emigración. Resultado: Emigraron el doble de italianos que de españoles.

2. Proteccionismo agrario y proteccionismo industrial:

Con la crisis agrícola, muchos países europeos reformaron sus aranceles en sentido proteccionista. Grupos de presión en defensa de un arancel proteccionista:

  • Los trigueros castellanos.
  • Los algodoneros (industriales textiles catalanes).
  • Los siderúrgicos vascos.

Los siderúrgicos vascos exportaban grandes cantidades a Italia, hasta que se impuso el arancel proteccionista italiano en 1887. A partir de entonces, presionaron para preservar el mercado español. La presión de los 3 grupos, más un gobierno despechado por la negativa francesa a la renovación del tratado, radicalizó el arancel con tarifas muy altas. En 1894, España tiene los niveles de protección de cereales más altos de toda Europa (a excepción de Portugal, que prohíbe la importación de trigo). Medida que adoptaría España 30 años después. En consecuencia, los cereales eran los más caros de Europa. La adopción de una política tan protectora tuvo como consecuencia el mantenimiento de una agricultura ineficiente y atrasada. No solo se mantuvo, sino que se amplió la superficie del cultivo del cereal en un 20%. Los pequeños agricultores y jornaleros pudieron sobrevivir, aunque miserablemente y produciendo alimentos a precios altos, dificultando así el crecimiento de la industria. Por el contrario, los frutales y los productos de huerta crecieron y aumentaron sus exportaciones ininterrumpidamente. El vino y el aceite sufrieron importantes crisis, pero una vez mejorada la calidad de sus productos, volvieron a ser grandes exportadores. La tendencia proteccionista de 1891 se reforzará a finales de década, por la depreciación de la peseta, la cual se mantendrá su depreciación hasta 1896. No recobrará el valor de 1892 hasta 1906. La baja cotización de la peseta será un mecanismo protector importante para los ingresos de agricultura, industriales y asalariados. A medida que la peseta se recupera, todos estos sectores se quejan y presionan para una revisión del arancel. El arancel de 1906 tendrá un fuerte contenido industrial. Muchos sectores de la industria solicitarán y obtendrán un incremento de protección. Se irá configurando un marco cada vez más restrictivo para la competencia extranjera. El proteccionismo integral consiste en la defensa de todos los sectores productivos contra la competencia exterior. Si la política proteccionista no es selectiva y no está orientada a fomentar determinadas industrias, sino que ofrece una protección indiscriminada, entra en una espiral interminable de revisiones de las tarifas al alza. La sobreprotección de los sectores industriales dio lugar a una disminución de la competitividad y a un aumento de los precios de los productos industriales españoles. La política proteccionista fue uno de los varios factores que estimularon el surgimiento de nuevas actividades industriales, como la producción de cemento, de material ferroviario, de industria química y metalúrgica, de material eléctrico y telefónico y de la agroindustria. Además del arancel, también otros factores como: la disponibilidad de electricidad abundante y barata, la repatriación de capital por la pérdida de las colonias y la neutralidad española en la guerra europea. A los industriales españoles se les planteó el problema de cómo mantener unos niveles de beneficios aceptables siendo tan débil y poco dinámica la demanda interior. Solución: ayuda directa del Estado, exenciones y privilegios fiscales, primas y ayudas, compras públicas. Y se proclama la Ley de Fomento de la Industria en 1907. Lo que caracteriza a España es la intensidad y amplitud de las medidas de asistencia a los sectores industriales. Dichas medidas y planes gubernamentales no fomentan en absoluto estructuras de costes más competitivas. En casos como el carbón o el algodón, porque evitan la desaparición de empresas marginales; en otros sectores oligopolizados, como la industria de la siderometalúrgica, porque toleran que los cárteles que han formado las grandes empresas controlen totalmente el mercado, impidiendo la disminución de los precios y la entrada de nuevos competidores y desincentivando la innovación.

3. La pérdida de los últimos mercados coloniales y la hacienda pública:

También las colonias antillanas sufrieron las consecuencias de la crisis agrícola y pecuaria y el desasosiego español. Mientras que el mercado colonial es un mercado libre y protegido para los productores peninsulares, los productores coloniales deben pagar aranceles para acceder al mercado peninsular. Esta Ley de Relaciones Comerciales con las Antillas (1882) acabará provocando la revuelta independentista en Cuba. Por un lado, Cuba no podía comprar barato a EEUU, pues el arancel español encarecía las importaciones cubanas, pero tampoco podía vender masivamente en España porque debía pagar el nuevo arancel español. Por otro lado, los industriales manufactureros peninsulares sacaron partido de la situación vendiendo sus excedentes a Cuba, Puerto Rico y Filipinas. Las tensiones entre la metrópoli y colonias aumentaron desde entonces hasta el estallido de la siguiente guerra cubana. La oferta americana de comprar la isla de Cuba por unos 2.500 millones de pesetas de la época fue rechazada, a pesar de ser generosa, debido a que era políticamente inaceptable. Cuando EEUU acabó implicándose directamente en el conflicto, los gobernantes prefirieron perder con “honra” que vender con “deshonra”. La guerra se financió con: la emisión de deuda y con el recurso al Banco de España. Aprovechando que España no estaba en el patrón oro, sino en el sistema bimetálico o patrón plata, el cual era fácilmente depreciable, decidieron emitir más dinero. El tipo de cambio de la peseta cayó ante las negativas expectativas de ganar la guerra de Cuba. La guerra se produce en una época de bonanza económica, de manera que las necesidades económicas se cubrieron con facilidad, ya que el público estaba dispuesto a comprar deuda. La liquidación de la derrota: el endeudamiento de la guerra pesó sobre Cuba. El gobierno español desplazó, tanto como pudo, el endeudamiento sobre la misma Cuba. El gobierno español de Silvela, junto al entonces Ministro de Hacienda, Villaverde, aprovechando: 1) Abundancia internacional de capitales, reflejada en unos tipos de interés muy bajos. Emitió deuda con éxito. Con esta emisión canceló toda la deuda existente. 2) Sensibilidad nacional ante la pérdida de las últimas colonias. Aumentó los impuestos: sobre el sueldo de funcionarios, intereses de obligaciones y deuda pública, beneficios de las empresas, luz, gas, electricidad y azúcar. La reforma de Villaverde fue muy impopular, principalmente en Cataluña, y provocó el movimiento del “tancament de caixes”: negativa de los comercios y empresas a pagar los nuevos impuestos. En el resto de España, donde la crisis económica resultante de la pérdida de Cuba fue menos importante, la subida de impuestos se aceptó mejor. Los sectores y regiones que podían, se lanzaron a las nuevas tecnologías: siderurgia, cementos, electricidad, química, azúcar, etc. No sufrieron crisis, sino un auge inversor.

4. El auge intersecular. La formación de la gran empresa moderna y el arranque de la segunda revolución industrial

“El desastre del 98”, no lo fue tanto, desde el punto de vista económico. La pérdida de las colonias supuso la entrada masiva de capitales procedentes de las Antillas y de otros países americanos, de españoles que retiraron sus capitales. La entrada de una cantidad ingente de capitales buscando nuevas oportunidades de inversión fue muy positiva. Hubo entonces un “gran ciclo inversor” entre 1898-1903 conocido como “auge finisecular”. Resultado: se crearon un importante número de sociedades hasta la década de 1960. Es cuando se forma la gran empresa moderna en España, sobre todo en sectores industrial, eléctrico y financiero. Durante este auge finisecular, hubo una oleada de fusiones entre empresas, ante el exceso de competencia para la obtención de economías de escala. Las bolsas van a enriquecerse con un conjunto de valores industriales. La rentabilidad financiera de la gran empresa alcanzará su máximo en 1899, siendo la mayor tasa de crecimiento. Lo que singulariza España (en las primeras décadas del siglo XX) es que las empresas industriales españolas ocupaban posiciones importantes en el ranking mundial. También nace y se desarrolla la gran banca. Se crean gigantes entidades bancarias que participarán activamente de la promoción y financiación de empresas industriales y de servicios. El boom finisecular genera un nuevo capitalismo español. La emergencia de nuevos empresarios comprometidos con la economía española y en conjunto con la opinión pública exigirá a las autoridades una mayor modernización de España partiendo de los recursos españoles. El nacionalismo económico es una de las herencias del 98. La aceleración industrial tiene que ver con la difusión de las nuevas tecnologías, al aumento y abaratamiento de la oferta energética. España adopta rápidamente la nueva tecnología eléctrica (1880-1882). Irán emergiendo centrales eléctricas cercanas a puestos y estaciones de ferrocarril. La demanda forzará la rebaja del precio de motores eléctricos, permitiendo a pequeñas empresas y talleres poseer tecnología eficiente para abaratar su producción. La lucha por el control del mercado eléctrico provocará una fuerte competencia entre empresas eléctricas. El dinamismo eléctrico se extenderá al transporte urbano y la iluminación eléctrica atraerá mucha población a la ciudad, que estimulará indirectamente el crecimiento económico. En un país como España, donde el carbón es tan caro, tenía que decantarse por la energía eléctrica. Era tan barato, ya que las condiciones naturales eran relativamente favorables: pendientes y saltos de los ríos españoles tienen gran potencial de generación de hidroeléctrica. Los motores eléctricos revolucionaron los procesos productivos. Éstos tenían ventajas claras respecto a la máquina de vapor, por ser pequeños, ligeros y flexibles. Las importaciones de maquinaria y material eléctrico se disparan.

La edad de plata de la economía española: impacto guerra economía neutral:

La gran guerra transformó profundamente toda la economía mundial. El impacto económico de la guerra, en primer lugar, hizo que aumentara la demanda de algunos bienes manufacturados que producían los países neutrales, para abastecer a las naciones beligerantes como para satisfacer las demandas de países terceros. Ello se debe a que la industria de éstos estaba volcada en atender las necesidades bélicas; el alza de los precios dio oportunidades a industrias relativamente atrasadas. En segundo lugar, disminuyó la oferta de muchos de los productos industriales que antes se adquirían en el extranjero; los contendientes redujeron sus exportaciones de materias primas, de bienes intermedios básicos y de bienes de equipo. En tercer lugar, se contrajo radicalmente la demanda exterior de dos tipos de bienes, aquellos que tradicionalmente compraban las naciones contendientes, como las frutas, los productos más sensibles a las dificultades de transporte derivadas del bloqueo naval y de la guerra submarina. A la industria se le abrieron oportunidades de exportación desconocidas en el pasado. Se planteó una situación inédita de virtual demanda ilimitada; por mucho que aumentasen la producción, no estarían en condiciones de atender todos los pedidos. La primera guerra mundial constituyó un poderoso impulsor de la sustitución de importaciones. Algunos sectores salieron perdiendo por la falta o por el encarecimiento de materias primas; la gran guerra tuvo un impacto muy desigual en las distintas ramas de actividad. La agricultura creció entre 1913 y 1917, pero la agricultura moderna se enfrentó a una sensible retracción de la demanda. Las exportaciones de minerales metálicos se hundieron espectacularmente. En la industria manufacturera, la guerra favoreció efectivamente la sustitución de importaciones y fomentó las exportaciones. En el terreno de la química, los avances fueron parciales y desiguales; los progresos fueron más notables en artículos manufacturados, incluyendo los primeros electrodomésticos. La guerra insufló una prosperidad extraordinaria en algunas actividades terciarias; el aumento de la producción conjunta del sector fue superior al que experimentó la industria. Al finalizar el ciclo bélico, el sector terciario había reforzado su peso dentro del PIB. En la bonanza bancaria confluyeron dos factores: la afluencia del ahorro empresarial y la prosperidad de las empresas industriales. La producción agregada aumentó muy poco, puesto que el impulso expansivo de las actividades beneficiadas por la coyuntura fue contrarrestado por el retroceso de las ramas productivas que se vieron perjudicadas por ella. Con la gran guerra apareció un fenómeno: la inflación. En España, como país no beligerante, sufrió subidas de precios menos violentas que las experimentadas por los países participantes; la tasa media de inflación anual se elevó, además de ser muy intensa, fue totalmente imprevista por los agentes económicos. La guerra no comportó una redistribución irreversible de la renta a favor del capital; las estimaciones sobre la participación de los beneficios empresariales en la renta nacional se deduce que el ciclo bélico fue un recorrido completo de ida y vuelta. Los obreros, tanto industriales como agrícolas, consiguieron apropiarse de una parte de la renta adicional que la economía nacional había sido capaz de generar. Las movilizaciones de los trabajadores se caracterizan por su enorme amplitud y combatividad. Esta coyuntura marcó el momento de mayor contestación obrera registrado en el último siglo. Diversos factores confluyeron a inflamar extremadamente el espíritu reivindicativo. Primero, el recorte sufrido en el poder de compra de los salarios; en segundo lugar, las noticias del éxito de una supuesta revolución proletaria en Rusia; y en tercer lugar, en España, el descontento popular y la radicalización obrera. La movilización obrera impelió a las autoridades a una mayor regulación de las relaciones laborales. Se aprobó la reducción de la jornada de trabajo y el seguro de retiro obrero obligatorio. La renta de tierra aumentó como consecuencia de la revalorización de los alimentos. En cambio, las rentas de la propiedad urbana tendieron a estancarse. El destino que se dio a los beneficios extraordinarios, los saldos, fueron gastados, esencialmente de tres maneras distintas. La primera consistió en el atesoramiento de reservas de oro por parte del Banco de España. Cambió por pesetas las divisas y con ellas se dedicó a adquirir masivamente oro en el mercado internacional. Una segunda dirección fue la adquisición de activos financieros españoles en manos de extranjeros. Se naturalizó la mayoría de la deuda exterior viva y de las acciones y obligaciones de las compañías ferroviarias. La cantidad restante no encontraba colocación; había en el país grandes stocks de moneda extranjera depositados en cuentas corrientes bancarias o en papel moneda, con los cuales no se sabía qué hacer. Esta riqueza financiera se mantenía inactiva o cambiaba de manos en transacciones puramente especulativas. Por lo tanto, desde el punto de vista financiero, no se puede decir que los beneficios de la guerra fueran bien utilizados. Una fracción sustancial fue inmovilizada en el Banco de España; otra se aplicó a la adquisición de activos financieros de baja rentabilidad, dando satisfacción. Una parte no insignificante se perdió atesorando divisas cuyo valor se hundió. Los exportadores que acudieron al banco a cambiar por pesetas las divisas recibidas en pago de las mercancías que habían vendido, dispusieron, como es natural, de unos recursos líquidos que podían destinar a consumir, ahorrar o invertir.

Crisis reordenación:

La gran guerra desembocó en una crisis económica internacional. No fue duradera, pero sí muy severa; España la sufrió intensamente. La producción española perdía a gran velocidad las posiciones adquiridas en los mercados exteriores; la expulsión de los productos españoles en el mercado internacional también estuvo ocasionada por las grandes depreciaciones de las monedas de la mayoría de esos países que figuraban entre los más industrializados. La crisis económica se manifestó en distintos planos: en primer lugar, en la desaparición masiva de empresas; en segundo lugar, se produjeron quiebras en bancos; en tercer lugar, una manifestación de la recesión fue la deflación; y en cuarto lugar, el desempleo aumentó considerablemente. En cuanto a la depresión de España en los años 30, en primer lugar hubo un canal financiero: la gran depresión comenzó con el hundimiento de la Bolsa de Nueva York. Muchos préstamos se los concedieron a países que después fueron devastados por la guerra, siendo países de la unión europea. El segundo canal de difusión de la crisis fue el comercio exterior; de la crisis bursátil se derivó un sentimiento de empobrecimiento general en Estados Unidos, que acabó materializando en la destrucción de puestos de trabajo. Se cerraron empresas que no estaban en condiciones de devolver los créditos que les exigían los bancos. Todo esto llevó a la caída de la demanda norteamericana de importaciones. El endurecimiento comercial de la primera potencia mundial dio lugar a un encadenamiento de represalias comerciales en un ambiente de reducción de comercio internacional. En España se producían causas específicas que generaban una crisis económica; la ley de la reforma agraria establecía que las tierras afectadas serían expropiadas mediante indemnización, a excepción de las propiedades de la alta nobleza. Las tierras expropiables eran las fincas, explotaciones sistemáticamente arrendadas, las tierras manifiestamente arrendadas. La ley ignoraba cualquier contrato distinto al arrendamiento, con lo que las fincas cedidas en régimen de apariencia no eran expropiables. El número de tierras expropiables fue bastante alto, alcanzando 880.000. Como el gobierno no dotó al Instituto de Reforma Agraria de los recursos financieros para llevar a cabo las expropiaciones, el régimen republicano creó todo un ejército de enemigos sin conseguir ganarse todo el apoyo de los que tenían que ser beneficiarios de la reforma. El campesinado pobre predominante en España formó la base social del ejército que se alzó en armas contra la República.

Crisis, reordenación económica y políticas públicas

La Gran Guerra desembocó en una crisis económica internacional. No fue duradera, pero sí muy severa; España la sufrió intensamente, aunque el hecho de no haber sido beligerante ahorró al país los problemas y costes de la reconstrucción. Sin embargo, no debemos olvidar que España afrontaba una guerra en Marruecos que tenía efectos desestabilizadores sobre sus finanzas públicas y en el ámbito político. La crisis se transmitió por la vía del comercio exterior. Las exportaciones españolas cayeron en picado: disminuyeron un 39% entre 1919 y 1922. La producción perdía las posiciones adquiridas en los mercados exteriores tan pronto como el aparato industrial de los países beligerantes volvía a funcionar. La expulsión de los productos españoles del mercado internacional también estuvo ocasionada por las depreciaciones de las monedas de esos países, que figuraban entre los más industrializados. Obviamente, y en la misma proporción que los bienes del país se encarecían para los consumidores extranjeros, los productos de fuera se abarataban. Las importaciones aumentaron un 33% entre 1919 y 1921. Al combinarse esta alza con la caída de las ventas al exterior surgió un déficit en la balanza comercial. La tasa de cobertura cayó en 1921 a un mínimo histórico. La crisis económica se manifestó en distintos planos:

  1. Desaparición masiva de empresas: muchas de las empresas marginales que habían aparecido durante la guerra tuvieron que cerrar. Entre 1919 y 1923 se disolvieron más de empresas, la mitad de las creadas durante el conflicto.
  2. Quiebra de bancos (Banco de Barcelona, Banco de Terrassa, etc.): como acostumbra a suceder cuando no existe un esquema de seguros de depósitos, la caída de los bancos comerciales representó un duro golpe para el sistema económico.
  3. Deflación: a medida que se fue normalizando la oferta productiva internacional, se desplomaron los precios que más habían subido durante el conflicto. El precio del carbón asturiano cayó el 50% y el del lingote de hierro el 60%. La caída de los precios presionó sobre los márgenes empresariales, ya que no fue seguida de una rebaja de los salarios nominales. Al contrario, la fortaleza de los sindicatos aseguró la rigidez salarial.
  4. Aumento del desempleo: un número considerable de trabajadores de la industria textil (principal sector industrial) fue despedido. En el sector metalúrgico se perdieron alrededor de la mitad de los puestos de trabajo.
  5. Recesión en la producción industrial: se estancó al final del armisticio. En 1921 se situaba al mismo nivel que en la crisis económica de posguerra, que fue de naturaleza industrial. La agricultura, predominante, aminoró el impacto de la recesión. La crisis industrial no tuvo un alcance general. Resultaría incomprensible que simultáneamente hubiera habido una recuperación de la inversión. El año 1921 fue en el que se importó más maquinaria de toda la primera mitad del siglo. El ciclo expansivo de la inversión, iniciado en 1919, continuaría sin cesar una década.

Debemos distinguir entre dos tipos de industrias:

  1. Actividades perjudicadas por las condiciones económicas de la posguerra.
  2. Actividades emergentes, sectores industriales nuevos que disfrutaban de oportunidades de crecimiento.

Los sectores golpeados por la crisis fueron los más maduros, los de la primera industrialización: la minería del carbón, la industria textil, la siderurgia, etc. Frente a este grupo hubo otro, las actividades sustitutivas de importaciones que habían arraigado durante el conflicto y que no habían podido desarrollarse plenamente debido a las dificultades para dotarse del equipo necesario. Ahora tendrán la posibilidad de hacerlo, sobre todo existiendo capitales ociosos que buscaban oportunidades de inversión. A este conjunto de sectores habría que añadir otros que eran nuevos, que producían o aplicaban las tecnologías de la segunda revolución industrial (especialidades que fabricaban maquinaria y material eléctrico). Si el panorama estuvo dominado por la crisis fue porque el primer grupo tenía un peso muy grande en la estructura industrial. Por ello, los rasgos que definían el panorama industrial en los años de posguerra fueron la caída de los precios y los volúmenes de producción, el cierre de empresas, el despido de trabajadores y el activismo sindical. Este contexto pareció tan amenazador a las organizaciones empresariales que decidieron actuar:

  1. Ofensiva contra las fuerzas sindicales más radicales.
  2. Campaña de presión al gobierno y la clase política para la instauración de un marco protector de los productores nacionales.

La acción de algunos sindicatos patronales contra los sindicatos obreros extremistas fue brutal y dio lugar a una escalada de violencia. El clima social en áreas industriales y urbanas se deterioró debido a los atentados terroristas contra obreros y empresarios. El gobierno contribuyó al empeoramiento de la situación practicando una política de represión muy dura que simpatizaba con la patronal. Este entorno serviría de pretexto a Primo de Rivera, capitán general de Cataluña, con la connivencia del empresariado local y del rey, para dar un golpe de Estado e imponer una dictadura militar en 1923. La protección comercial fue considerada una solución a diversos problemas: la crisis industrial, la crisis fiscal por la guerra de Marruecos y el desequilibrio de la balanza exterior. Un arancel alto corregiría el déficit exterior, incrementaría los ingresos del Estado y desviaría la demanda de mercancías extranjeras hacia las producidas en el interior. Hacia 1920, el nivel de precios doblaba al de preguerra, y como las tarifas arancelarias eran específicas (una cantidad en pts. fija por unidad física importada), la protección había quedado reducida a la mitad. Para corregir esta pérdida de capacidad protectora y recaudadora, en los años 1920 y 1921 se aprobaron medidas que incrementaron los derechos aduaneros. Estas medidas se completaron con nuevos dispositivos protectores (recargos como compensación por la depreciación de los cambios de las monedas, contingentes a la importación, etc.). En los cereales, en 1922 se llevó al extremo la protección al reemplazar el arancel por la prohibición mientras los precios interiores no superasen un nivel. La defensa de la agricultura más tradicional y atrasada impulsó a los políticos a dar un paso atrás que colocaba a España en la situación previa al arancel de 1869. En 1922 se aprueba el arancel Cambó (ministro de Hacienda), que consolida las medidas precedentes y configuraba un marco protector global. No supuso una elevación de las barreras a la entrada existentes antes de la guerra. En el caso de las materias primas y maquinaria eléctrica, las barreras se rebajaron (impulso para la industria transformadora). Los productos elaborados (tanto de equipo como de consumo) no cambiaron de protección. En cambio, los productos de los sectores más afectados por la crisis (carbón y siderurgia) fueron gravados con tarifas superiores a las de antes de la guerra. La Ley de Autorizaciones que acompañó a la Ley arancelaria flexibilizó la aplicación de ésta: en la negociación de tratados comerciales, el gobierno quedaba facultado para conceder rebajas sobre la tarifa a cambio de contrapartidas para los productos españoles. Los gobernantes (de la Restauración y del Directorio militar) estuvieron dispuestos a negociar reducciones arancelarias para asegurar mercados para la agricultura de exportación. Eran conscientes de lo indispensable que era conseguir divisas para financiar las compras de productos que necesariamente tenían que importarse. La configuración de una estructura institucional protectora y reguladora fue más allá de la promulgación de una nueva legislación arancelaria.

Regulación bancaria

La primera actividad sometida a regulación fue la bancaria. Las relaciones entre la banca privada, el Banco de España y el Ministerio de Hacienda se habían estrechado desde 1917, al introducir una innovación para colocar la deuda pública. La condición de pignorabilidad automática de los títulos en el Banco de España incentivaba a los bancos a suscribir deuda pública, ya que:

  • El banco podía obtener liquidez sin desprenderse del activo.
  • Retenía el derecho a cobrar el cupón.
  • Los bancos tenían derecho a recibir crédito automático del Banco de España a tipos de interés preferenciales.

En 1921 se aprobó la Ley de Ordenación Bancaria, que establecía un nuevo régimen legal que definía y regulaba las funciones de la banca privada y del Banco de España. Éste desarrollaría el papel de banco central:

  • Banco de bancos.
  • Regulador de la política monetaria.
  • Abandonaría el negocio tradicional de banca comercial y se retiraría del trato directo con el público.

El nuevo régimen establecía la integración de la banca privada en el Consejo Superior Bancario. Las entidades que no contasen con una ficha bancaria reconocida por el Consejo no podrían recibir financiación del Banco de España.

Regulación de los mercados

Las políticas de protección y ordenamiento de la producción y los mercados fueron uno de los ejes de la Dictadura de Primo de Rivera. El régimen, tanto en su fase de Directorio Militar (1923-1925) como Civil (1925-1930), se inspiró en el modelo totalitario de las políticas fascistas emergentes en la Europa de entreguerras.

  1. El Estado debe ser el organizador y el impulsor de la producción nacional.
  2. Reforzamiento de las barreras a la entrada de productos extranjeros y despliegue de políticas de protección administrativa para las empresas autóctonas. El Consejo de Economía Nacional (1924) sugería al gobierno las directrices para la defensa de la producción nacional. Se decretaron revisiones arancelarias parciales al alza y se cancelaron las rebajas otorgadas sobre las tarifas. La economía se fue cerrando al exterior. Con todo, no se produjo un viraje radical en la política comercial.

En cuanto al proteccionismo administrativo, se tomaron tres tipos de medidas:

  1. Favorecer la creación y desarrollo de industrias nacionales (decreto de 1924). El gobierno podía conceder subsidios, desgravaciones y contratos públicos. Este decreto constituía una reedición de la Ley de Protección y Fomento de la Industria. No fue tan eficaz como ésta porque la Dictadura ejecutó un programa de inversiones públicas.
  2. Consejo Regulador de la Producción Nacional y otros organismos encargados de realizar propuestas para regular la producción de todo tipo de productos. Un control administrativo tan exhaustivo generó cantidad de normativas, pero es dudoso que consiguiera condicionar la producción.
  3. Barreras de entrada en los mercados. El Comité Regulador de la Producción Industrial (1926) autorizaría la fundación de empresas industriales y la ampliación o traslado de las instalaciones. Sin embargo, esta política desbordó el sector industrial. Se aplicó al sector bancario para evitar la sobreproducción y una competencia “excesiva”.

El resultado de estas políticas fue el aumento del grado de monopolio y de rigidez del sistema económico. Hay que tener en cuenta que por aquellos años los gobiernos de muchos países se orientaban en la misma dirección. La política de restricción de la competencia no era privativa de los regímenes autoritarios. El rasgo más distintivo y de mayor impacto de la política económica de la Dictadura fue el programa de obras públicas. La modernización de las infraestructuras de transporte y comunicaciones fue vista por el régimen como una tarea que tenía que asumir el Estado. Se pensaba que de esta política dependía el crecimiento futuro de la economía. El Estado asumió un papel activo como agente inversor que no había jugado desde 1875. Las realizaciones previstas por el ministro de Fomento (conde de Guadalhorce) se basaban en cuatro componentes del capital social fijo:

  • Ferrocarriles (2.600 millones de pts.)
  • Carreteras (800 millones de pts.)
  • Embalses y Confederaciones Hidrográficas (1.100 millones de pts.)
  • Puertos (600 millones de pts.)

Aunque las sumas gastadas fueron inferiores, las cantidades fueron muy considerables. Las fuertes sumas invertidas en el ferrocarril se destinaron a resolver la situación de descapitalización del sector, que revertía en un mal servicio de transporte. Las compañías no invertían a causa de la próxima caducidad de las concesiones y la baja rentabilidad del negocio. El gobierno decidió establecer un nuevo marco de relaciones entre el Estado y las compañías ferroviarias (el Estatuto ferroviario de 1924). El Estado, a través de un nuevo organismo (la Caja Ferroviaria), aportaría el capital necesario para los gastos de inversión. Las compañías tendrían reservada la gestión. A la hora de la verdad, los fondos se destinaron a gastos corrientes y a financiar la renovación del material móvil y la mejora de la red. La ampliación de la red fue modesta, pero la mejora de la existente fue muy importante. En el plan de construcción y renovación de carreteras, los resultados y el impacto fueron más espectaculares. El aumento y mejora de la red ferroviaria ascendió a más de 2.000 km. de carreteras y 1.000 km. de caminos. España pasó de tener una red viaria deficiente a disponer de otra extensa y de alta calidad. Este programa tuvo efectos económicos de gran alcance al estimular la difusión del automóvil. El parque automovilístico se multiplicó por 8 a lo largo de la década (se pasó de 50.000 unidades en 1920 a 400.000 en 1930). La inversión pública en las Confederaciones Hidrográficas fue muy cuantiosa. Se crearon con el objetivo de incrementar la generación de energía eléctrica y de extender el regadío. Pero la ampliación de las zonas irrigadas en tierras de secano no tuvo éxito: los dos millones de ha. de nuevos regadíos proyectados quedaron en 200.000 ha. En lugar de para el riego, la construcción de embalses se destinó en gran parte a la producción de energía eléctrica debido a:

  • Intereses de las compañías eléctricas.
  • Intereses de los grandes propietarios (temerosos de la asociación de los pequeños cultivadores en comunidades de regantes).
  • Inclinación de los gobernantes por políticas industrialistas antes que agraristas.

Todo esto supuso un gran volumen de obra civil. A la inversión estatal se unió por primera vez la promovida por los ayuntamientos, que con el Estatuto Municipal de 1924 tuvieron por primera vez la posibilidad de endeudarse (además, se funda el Banco de Crédito Local para darles facilidades). El programa de inversión pública benefició a las industrias que suministraban los bienes requeridos (cemento, materiales de construcción, productos siderometalúrgicos, carbón, electricidad, material ferroviario, etc.). Esta política de inversión pública fue el motor del fuerte crecimiento industrial, sobre todo de los sectores que forman la industria básica. Esta tesis es difícil de defender por dos razones:

  1. El gasto público tenía un peso muy pequeño en la demanda interna. La inversión pública representaba menos del 2% de la misma.
  2. Las tasas de crecimiento interanual de la industria revelan que no existió una conexión estrecha entre el gasto en obras públicas y el progreso del sector. Incluso el nexo es débil en las industrias básicas, que reunían los sectores favorecidos por la política presupuestaria. Cuando más crecieron fue entre 1922 y 1925, antes de las grandes obras, mientras que en los años de presupuestos extraordinarios (1926-1929) crecieron menos. Esto no desmiente que la inversión pública influyese sobre algunos sectores como el material ferroviario. El activismo del sector público contribuyó a la aceleración del crecimiento industrial, pero no fue el único causante.

Crecimiento y cambios estructurales durante la dictadura

El año 1922, la recesión de posguerra estaba acabando. De 1923 a 1929, España vivió una etapa de prosperidad y bienestar económico. El PIB aumentó el 4,1% anual y el PIB per cápita el 3,2%. En esta expansión sobresalió la inversión. De 1919 a 1929, la FBCF se incrementó a una tasa anual del 10%. Nunca había mantenido un ritmo de crecimiento similar, lo que implicó que una parte cada vez más grande de la renta generada fuera destinada a la inversión. En 1919, ésta absorbía el 10,5% del PIB, y en 1929 el 21%, un máximo que no volvería a alcanzarse hasta 30 años después. Un proceso de capitalización del sistema productivo tenía que convertirse en una fuerza propulsora del crecimiento económico. El progreso económico distó de ser equilibrado. Es preciso distinguir entre agricultura e industria. Por otra parte, la agricultura de exportación se comportó de manera distinta a la agricultura tradicional. En cuanto a la industria, hubo un contraste entre los sectores de bienes de capital y los de bienes de consumo. El sector agrario en su conjunto mostró un escaso dinamismo, creciendo a la mitad de la renta nacional (1,6% entre 1922 y 1929). Este avance es imputable al estancamiento de la cerealicultura, a la que se dedican más y más tierras. Muy diferente fue la agricultura más competitiva de frutas y huerta y elevada elasticidad renta. Estos cultivos (naranjas, almendras, vino y aceite) conocieron una notable expansión al acceder a más consumidores y mercados, tanto urbanos como exteriores. Los agricultores supieron aprovechar la coyuntura internacional y vendieron al extranjero cantidades crecientes. Los productos agropecuarios aportan en estos años el 56% del valor total de las exportaciones (11 puntos más que antes de la guerra). Hicieron una contribución muy relevante al aumento de las exportaciones en un momento en que éstas aumentaron notablemente (tasa anual del 7,5% entre 1922 y 1928/1930). La capacidad del sector agrícola moderno de vender al exterior cantidades crecientes de productos servía para financiar las compras crecientes de energía y bienes de capital necesarios para el desarrollo de la industria. Las exportaciones agrícolas cubrieron ¾ de las importaciones netas de inputs industriales. Sin embargo, el retraso de la agricultura tradicional era tan grande que, a pesar de la política comercial prohibicionista, no pudo garantizar el autoabastecimiento. Las importaciones de alimentos (cereales) redujeron la cobertura de la balanza agrícola respecto de los inputs industriales a la mitad.

La industria fue la protagonista del boom de la década de 1920. No toda la industria, sino la básica, productora de bienes intermedios (siderometalurgia, cemento, química) y de bienes de producción, más la generación de electricidad. La producción industrial creció a una tasa anual del 5,5% entre 1922 y 1929. La industria europea progresó exactamente al mismo ritmo. Sin embargo, hay que remontarse al segundo tercio del siglo XIX para encontrar otro periodo anterior en el que la industria se haya expandido tanto como la europea. Hay que retroceder hasta las décadas de 1840 y 1850 para encontrar un ciclo expansivo comparable. Bajo un crecimiento globalmente fuerte, los sectores avanzaban a velocidades diferentes. La más rápida correspondía a las industrias de bienes de capital. La minería y las industrias de bienes de consumo tuvieron una velocidad más lenta. Fueron ganando importancia las industrias de bienes intermedios y las de bienes de producción, que doblan su peso relativo (en 1929 representan el 20%). Lo pierde la minería no energética, en declive desde la Gran Guerra, y la industria de bienes de consumo. La estabilidad del sector energético oculta una evolución contrastada entre las dos actividades que la componen: la producción de electricidad creció el doble que la minería del carbón. En resumen, la expansión del sector secundario en los años veinte estuvo dominada por la industria pesada. Hubo diversificación y modernización del aparato industrial. El cambio en la estructura industrial fue lo suficientemente importante como para que el país entrara en un nuevo estadio del proceso de industrialización. El paso adelante queda reflejado en el índice de Hoffmann: en 1920, España aún no había superado el primer estado industrializador, y en 1929 ya ha ingresado en el segundo estadio. ¿A qué se debe este salto? Las fuerzas impulsoras fueron:

  1. La expansión de los años veinte fue un movimiento de recuperación. España invierte en el equipamiento de la industria una vez restablecida la normalidad en el comercio internacional. La inversión en nueva maquinaria e instalaciones fue de gran envergadura debido a que las empresas habían tenido que aplazarla durante algunos años. Recordemos que la inversión se contrajo durante la guerra por causas que no tenían nada que ver con las expectativas de los negocios. La demanda de inversión insatisfecha acumulada se materializó en compras masivas de bienes de producción a partir de 1920.
  2. El boom de la construcción residencial se originó por el débil ritmo productivo durante los años del conflicto (escasez de materiales y costes de producción) y por la urbanización de la población. La construcción de viviendas es una de las actividades que genera una demanda más grande y más amplia a otras industrias. Durante los años del conflicto se produjeron fuertes expansiones en algunos sectores y contracciones en otros. La disparidad de trayectorias tuvo una contrapartida regional. Cataluña, Asturias y el País Vasco se vieron muy beneficiados, mientras que las regiones de agricultura y minería exportadora salieron perjudicadas. En el sureste, el hundimiento de las actividades ligadas a la exportación puso en marcha un ciclo emigratorio de gran intensidad. Las grandes ciudades industriales crecieron rápidamente. La urbanización progresó desde la guerra hasta 1930 y las ciudades se modernizaron. El régimen apostó por esas tendencias y apoyó la Exposición Universal de Barcelona o la Interamericana de Sevilla.
  3. Electrificación: creación de nueva capacidad de generación de energía eléctrica a gran escala y la adopción de la nueva tecnología por la industria. Desde la finalización de la primera guerra mundial hasta la guerra civil, el país se vio inmerso en una oleada de construcción de grandes centrales hidroeléctricas que requirieron embalses, extensión de líneas de transporte de electricidad, estaciones transformadoras, etc. La rápida ampliación de la producción de electricidad exigió un esfuerzo inversor descomunal en obra civil y bienes de equipo. La magnitud de los capitales fue comparable a la inversión en el ferrocarril durante la primera revolución industrial. Simultáneamente, se produjo el paso a la nueva tecnología por parte de la mayoría de sectores industriales, lo que comportó la renovación de maquinaria e instalaciones.
  4. El crecimiento industrial aprovechó las oportunidades de sustitución de importaciones que brindó el arancel de 1906 y la primera guerra mundial. Estos desarrollos generaron un nivel de especialización industrial y un nivel de aglomeración en algunas localidades o distritos que permitió autoalimentar el crecimiento de la industria. Se alcanzaron economías de escala y de aglomeración para impulsar nuevas actividades y sectores. El comercio intraindustrial se desarrolló, pero más aún el interindustrial. La electrificación ayudó a que el proceso se acelerara hasta romper el origen del círculo vicioso del atraso: la falta de demanda. Fueron las industrias de bienes intermedios (eléctricas, químicas, electrometalurgia, transformados metálicos, cementeras, fibras artificiales, etc.) las que, incorporando nueva tecnología, transfirieron al resto de la industria importantes ganancias de productividad. El proceso tuvo un componente de creciente especialización territorial. Los elementos mencionados desaparecieron con la regresión económica de la autarquía, y el crecimiento industrial se suspendió durante dos décadas.

El ciclo inversor y el ciclo político

El modelo de crecimiento de los años veinte, basado en la expansión de las industrias básicas y en la acumulación de capital, se agotó al final de la década:

  1. Cambio en el contexto internacional: la economía mundial fue sacudida en 1929 por una crisis extremadamente grave que se manifestó y transmitió a través del hundimiento de la demanda y de los precios.
  2. Factores endógenos: el ciclo inversor se agotó porque la renovación y modernización tecnológica se fue completando, extinguiéndose una de las fuentes de la aceleración industrial. Las compañías eléctricas no interrumpieron sus planes inversores, pero el resto del aparato industrial sí. Además, el programa inversor del Estado fue cancelado.
  3. Quiebra del régimen político: caída de la Dictadura (dimisión de Primo de Rivera en enero de 1930). Se abre un periodo de grandes incertidumbres y tensiones.

Política fiscal y financiera

La política expansiva del gasto público llevada a cabo por el Directorio con el despliegue del programa extraordinario de obras públicas se hizo incompatible con la política tributaria y monetaria Los dos objetivos en estos ámbitos eran el presupuesto equilibrado y la estabilidad del tipo de cambio de la peseta en torno a la paridad teórica con el oro establecida en 1868 Estos objetivos se revelarían contradictorios con los planes de fomento económico Un aumento del gasto público se podía financiar por tres vías: 1. Aumentando los impuestos 2. Apelando al crédito del Banco de España (creando dinero) 3. Emitiendo Deuda pública Las repercusiones que habría de tener la política presupuestaria podían ser muy diferentes según la vía elegida La segunda vía quedó descartada – Los ministros de Hacienda de la dictadura tuvieron el mérito de evitar la financiación del presupuesto por la vía más fácil – La oferta monetaria M2 aumentó a lo largo del periodo a la misma tasa que el PIB y por eso los precios (y los tipos de interés) se mantuvieron estables – El gobierno no buscó estimular la economía mediante una política monetaria expansiva La política fiscal que se hubiera tenido que seguir tendría que haber sido la de aumentar los impuestos – Calvo Sotelo intentó introducir nuevos impuestos, a la vez que intentaba mejorar la gestión tributaria de cara a combatir el fraude y la evasión fiscal – Pero la oposición de los grupos sociales que tendrían que haber soportado el aumento de la carga tributaria hizo fracasar el objetivo de aumentar la recaudación En el cuatrienio de (el de grandes inversiones) el déficit público ascendió a millones, financiados con la emisión de Deuda pública por millones – El déficit real fue mayor porque el gobierno camufló parte del déficit rompiendo la unidad presupuestaria del Estado – Se crearon “Cajas” con la función de suministrar fondos a sectores o actividades concretas (Caja Ferroviaria del Estado) – Como los recursos de estos organismos autónomos no formaban parte del Presupuesto, se conseguía saldar éste sin déficit – Pero queda claro que era una ficción contable ¿Cómo se liquidó el déficit no declarado con que se financió el gasto extraordinario? Los gobernantes confiaban en que la Deuda emitida por los organismos públicos absorbería el ahorro acumulado que se mantenía ocioso Esto ocurriría sin que se produjera el efecto crowdingout ni habría tensiones inflacionistas El planteamiento se mostró acertado, ya que los bancos suscribieron gran parte de los préstamos públicos manteniendo los valores en cartera sin que esto fuese un obstáculo a la provisión de crédito bancario al sector privado La banca estaba dispuesta a adquirir grandes cantidades de valores públicos porque el gobierno garantizaba su pignoración automática y porque las entidades podrían movilizar bastantes recursos porque los depósitos del público crecieron deprisa y llegaron a grandes magnitudes La banca ganó centralidad en el sistema económico gracias al desarrollo de las redes de sucursales, la difusión de los cheques con la constitución de las Cámaras de Compensación y la mayor confianza que inspiraban al público El esquema de financiación funcionó bien hasta 1929, pero no se pudo mantener porque los medios económicos de fuera del país y la opinión pública tomaron conciencia de que se fundamentaba en un endeudamiento de grandes proporciones La quiebra del modelo se hizo evidente cuando Calvo Sotelo, antes de ser cesado a finales de 1929, presentó un presupuesto (aprobado siendo ministro Argüelles) que cortaba el gasto público renunciando al plan de obras públicas aprobado en 1926 con una duración de 10 años El recorte de los pedidos públicos llegó en el peor momento, cuando las industrias de bienes de capital se enfrentaban a una inminente recesión POLÍTICA COMERCIAL Y CAMBIARIA El descrédito de la política económica de la dictadura fue ocasionado igualmente por la política cambiaria El problema de fondo era el déficit por cuenta corriente La balanza comercial presentaba un saldo desfavorable de gran cuantía que presionaba el tipo de cambio de la peseta a la baja Las otras partidas de la balanza por cuenta corriente no podían compensar el saldo negativo En ausencia de entradas netas de capital exterior, la balanza se saldaba con posición deudora Si a esto le añadimos los importantes movimientos de capital a corto plazo que se desplazaban de unos mercados financieros a otros en la Europa de los años veinte, se entiende la inestabilidad de la cotización de la peseta El año 1926, con la estabilización de los cambios en Europa y una circunstancial mejora de la balanza de pagos, la peseta pudo sostener una valoración elevada en los mercados de divisas La euforia llevó al gobierno a declarar que tenía la intención de incorporar la peseta al patrón oro El anuncio tuvo el efecto de atraer el capital especulativo internacional, que al comprar masivamente pesetas, provocó la alteración del cambio hasta la paridad teórica El gobierno, en vez de intervenir comprando divisas para frenar el movimiento especulativo, presentó la evolución del cambio como la confirmación de las excelencias de la dictadura Pero como no se decidió a cumplir la promesa y los círculos financieros percibieron que la actuación presupuestaria del gobierno era heterodoxa y no tenía base financiera sólida, el capital extranjero se retiró El gobierno intentó frenar el declive creando el Comité Interventor de Cambios (1928) con la tarea de comprar pesetas para sostener su valor exterior Fue inútil y el tipo de cambio se depreció el 9,7% respecto al de 1927, y en 1929 cayó el 11,4% con respecto a 1928 En 1930 la peseta se depreció el 21,6% Las víctimas políticas fueron el ministro de Hacienda Calvo Sotelo y el presidente del gobierno Primo de Rivera La campaña propagandística que éstos habían desplegado cuando la peseta subía se volvió en su contra Se generó una crisis de confianza en la solvencia del régimen cuando se evidenció que había perdido apoyos políticos (desde los sindicatos moderados a los militares y la burguesía) La dimisión del dictador dio paso a un periodo de interinidad del sistema político en 1930 y 1931, cuando España recibía el impacto de la Gran Depresión El ciclo político se cerró de forma muy inestable con la II República Además, el nuevo régimen se verá condicionado por la crisis económica

LA DEPRESIÓN DE LOS AÑOS TREINTA EN ESPAÑA Cuando se repasan las series de las variables económicas más significativas se aprecia que la crisis económica de 1929 se manifestó en España a través del hundimiento de las exportaciones y de la inversión Ambas se contrajeron a la mitad en tres o cuatro años ( a 1933) Las ventas al exterior disminuyeron en un 38% en valores corrientes, un 54% en pesetas oro El hundimiento de la demanda exterior sumió en una recesión a los sectores que la servían y, de rebote, al resto de la economía por el consumo y la inversión Las importaciones disminuyeron con igual brutalidad, de modo que persistieron las tensiones que planteaba un déficit de la balanza comercial Se produjo un desequilibrio en las cuentas exteriores al registrar también un saldo negativo la balanza de capitales El retroceso de la FBCF no fue menos violento Queda limitado al sector privado La inversión pública, después del gran paso atrás de 1930 recuperó los altos niveles de los años finales de 1920 La producción industrial en 1933 era casi el 17% más baja que tres años antes (descenso el 5,9% anual) El retroceso del PIB fue muy suave: en 1933 era el 99% del de 1929, y en 1935 ya se había superado un 3,7% el nivel máximo de 1929 El periodo , el PIB se mantuvo prácticamente estancado (0,6% de tasa anual media) EN ESPAÑA El PIB per cápita decreció ligeramente (- 0,1% anual) a causa del ritmo de incremento vegetativo de la población y la paralización de la corriente migratoria al exterior Algunos autores han sostenido que España no sufrió una auténtica depresión comparable a la del resto de países industrializados La renta nacional y per cápita de muchas economías sufrió un enorme descalabro EEUU fue el país en el que se originó la crisis y donde su impacto fue mayor La crisis en España vista en perspectiva comparada, fue de las menos intensas No se debe despreciar la caída de 6 puntos del PIB en , pero España no sufrió nada en comparación a los demás países europeos La trayectoria de España es similar a la griega, la italiana y la británica Como Italia, recuperó los niveles de 1929 en 1935, una recuperación poco brillante pero que no desentona con el resto Se ha discutido si la II República fracasó por la crisis o si ésta no afectó a la economía española La Gran Depresión se difundió a nivel mundial por dos cauces: 1. Canal financiero – La Gran Depresión comienza con el hundimiento de la Bolsa de Nueva York – Obligó a los bancos americanos, que habían prestado mucho dinero para invertirlo en acciones, a recuperar sus créditos – Muchos préstamos los habían concedido a empresas, bancos o a administraciones públicas europeas de Europa Central – Estos países habían sido devastados por la guerra y, después de las crisis hiperinflacionarias de los primeros años veinte, habían puesto en marcha una reconstrucción de sus economías y la construcción de sus nuevos Estados independientes – Algunos préstamos se habían concedido a empresas, bancos o administraciones públicas de Bélgica, Francia o Gran Bretaña, que esperaban cobrar las indemnizaciones de Alemania – Cuando los bancos estadounidenses reclamaron los préstamos, el entramado financiero centroeuropeo se derrumbó – Esto sucede en 1931 y afectó a muchos países – La crisis bancaria arrastró a la industria (receptora última del crédito bancario) – España no estuvo afectada por este mecanismo de difusión de la crisis – España había salido de la primera guerra mundial sin deudas y con una sólida posición frente al resto del mundo – Disponía de las cuartas reservas mundiales de oro y su sistema bancario no estaba vinculado al entramado de la reconstrucción de Europa Central – Tampoco el patrón oro, que resultó ser un eficaz propagador de la crisis por inducir políticas contractivas, afectó a España (no formaba parte de él) 2. Comercio exterior – De la crisis bursátil se derivó un sentimiento de empobrecimiento en EEUU, que se acabó materializando en la destrucción de puestos de trabajo – Cerraron empresas que no estaban en condiciones de devolver los créditos que les exigían los bancos – Todo esto produjo la caída de la demanda de importaciones norteamericana – Simultáneamente a la crisis bursátil, EEUU había aprobado un arancel proteccionista – La crisis bursátil, seguida de crisis industrial, de cierre de empresas y de paro masivo, convenció a los estadounidenses de que debían aferrarse al arancel protector para conservar sus puestos de trabajo – No consideraron que el arancel podía agravar el la crisis al deprimir las exportaciones de sus socios comerciales y deprimir las exportaciones americanas – El endurecimiento comercial dio lugar a un encadenamiento de represalias comerciales – Durante cuatro años el comercio internacional se contrajo mes tras mes hasta quedar reducido a un tercio de lo que era – España no escapó a esta espiral contractiva: las exportaciones primero y las importaciones después, se redujeron fuertemente – Por este mecanismo la crisis sí afectó a la economía españolaEspaña pudo sufrir algo menos la crisis por ser más atrasada: más dependiente de un sector agrario orientado al mercado interior y una economía menos abierta al comercio internacional En España se producían causas específicas que aumentaron la crisis económica: – El cambio de régimen fue visto con gran aprensión por el empresariado – Las empresas productoras de bienes intermedios y de bienes de inversión acogieron muy mal el nuevo régimen republicano – Los grandes propietarios de tierras temieron ser expropiados – Los bancos no estaban seguros de no correr el riesgo de una nacionalización – Muchas fortunas decidieron poner parte de lo que tenían a buen recaudo fuera de España – Todo ello, unido al propio efecto depresivo que tuvo la coyuntura económica internacional y el propio cambio (a contractiva) de la política presupuestaria del general Berenguer, originó una crisis económica con analogías a la crisis bursátil de Nueva York – Los valores bursátiles cayeron, las rentabilidades empresariales también, la constitución de sociedades se estancó y la inversión privada esperó mejores momentos Contra estas tendencias depresivas se alzaban unos factores expansivos: – Los salarios tuvieron, por causas políticas, un comportamiento contra-cíclico – Desde 1930 hasta el final de 1933 las retribuciones salariales registraron alzas continuas y muy fuertes – En términos reales las de la industria crecieron a una tasa media anual del 7% – En el campo las subidas fueron mayores – Esta elevación de la remuneración de los asalariados tuvo un efecto macroeconómico positivo, ya que aumentó la propensión al consumo de la economía en un momento en que se estaba derrumbando la demanda – La subida salarial no pudo evitar que la demanda agregada cayera, ya que el colapso de la inversión y de las exportaciones provocaron un aumento del paro – Al disminuir la ocupación el valor agregado de las rentas del trabajo (la masa salarial) se incrementó menos que los salarios – Pero fue suficiente para dar impulso a la industria de bienes de consumo, cuya discreta prosperidad contrapesó la caída de la industria de bienes de capital – El consumo privado de bienes manufacturados se extendió a los productos agrarios – La parte de la agricultura y la ganadería españolas que estaba orientada al mercado interior gozó de un incremento de la demanda – Los incrementos salariales se trasladaban a un mayor consumo de alimentos – La mayor demanda de productos agrarios estuvo acompañada por una climatología favorable y por una sucesión de buenas cosechas¿Por qué a España le costó años recuperarse? La explicación en sociopolítica Durante toda la República se vivió en un clima de gran conflictividad que se transformó en un enfrentamiento entre sectores sociales Obreros contra fabricantes, jornaleros contra propietarios, nacionalistas contra centralistas, católicos contra laicos, etc. Este ambiente suscitó una falta de confianza entre los empresarios e inversores, que no tuvieron una actitud neutral o pasiva, sino que se mostraron hostiles hacia las políticas públicas de la izquierda La pregunta es su el estancamiento económico de la República fue causado por las medidas de política económica Algunas políticas sectoriales no ayudaron a disminuir el impacto de la crisis y la agravaron: política cambiaria, monetaria y laboral Otras fueron acertadas: política presupuestaria Hay que destacar que pesaron más las creencias económicas de los ministros de Hacienda y de Fomento que los principios ideológicos 1. Política cambiaria y monetaria – Fue un ejemplo de subordinación a un ideario económico (respeto al patrón oro) que en España se reveló contraproducente para luchar y superar la crisis – Con la República la depreciación de la peseta (que venía produciéndose desde 1928) se intensificó – Al déficit comercial venían a sumarse las exportaciones masivas de capital por la fuga de los inversores extranjeros como por la evasión de capitales nacionales por la desconfianza – Las autoridades republicanas estuvieron tan obsesionadas con la estabilidad del valor exterior de la peseta como los gobiernos precedentes – El objetivo fue mantener un cambio de la peseta sobrevaluado, frente al déficit de la balanza de pagos y la evolución de los precios relativos (estables en España mientras se desplomaban en el extranjero) – Los republicanos adoptaron primero una política restrictiva, y cuando a partir de 1933 se mostró incapaz de frenar la desvalorización del signo monetario, implantaron el control de cambios – El endurecimiento de la política monetaria practicado en 1931 y 1932 se concretó en un alza del tipo de interés – Se buscó atraer capital de fuera para equilibrar la balanza de pagos, estabilizando el cambio – Pero como el sistema financiero internacional se desintegró, los capitales exteriores no acudieron – Era ilusorio que lo hicieran cuando la cartera de Hacienda estaba en manos de un socialista (Indalecio Prieto) – Las cuentas exteriores no se equilibrarían, mientras que el alza de los tipos de interés tendría el efecto de deprimir la inversión al encarecer el coste del capital – El fracaso hizo desistir de continuar endureciendo las condiciones crediticias, pero se mantuvo como objetivo la defensa del valor exterior de la peseta – En 1933 quedó estabilizada de facto al vincularse al llamado “bloque del oro” – Fue sorprendente, porque España pasó a formar parte del último reducto de países fieles al patrón oro sin haber adoptado nunca este régimen monetario – Esta defensa de la ortodoxia monetaria (los gobernantes buscaban adquirir una imagen de respetabilidad en los medios financieros) tuvo grandes costes económicos – Las rebajas en los tipos de interés y las devaluaciones competitivas fueron descartadas, perdiéndose la posibilidad de estimular la inversión – Efectos más graves se derivaron de la excesiva cotización de la peseta (mantenida mediante el control de las transacciones en las divisas por el Centro Oficial de Contratación de Moneda) – Las exportaciones no se recuperaron 2. Política laboral – El gobierno de izquierdas ( ) tomó medidas innovadoras con resultados muy negativos: a) Fijación del salario mínimo b) Regulación de la jornada máxima legal c) Creación de jurados mixtos de trabajadores y empresarios con el objetivo de crear un marco regulador de las relaciones laborales que fortaleciera el poder negociador de los sindicatos – En el sector industrial hubo un proyecto que imponía la participación de los trabajadores en la gestión de la empresa (el “control obrero”) – En el campo las medidas se completaron con otras que tenían como finalidad la reducción del desempleo: a) Ley de términos municipales que establecía la obligatoriedad de contratar a los jornaleros del mismo municipio b) Creación de bolsas de trabajo e imposición por los sindicatos de un orden en la contratación (“turno forzoso”) c) Prohibición de utilizar maquinaria mientras hubiera braceros en paro – Las iniciativas del Ministerio de Trabajo (Largo Caballero, PSOE) acentuaron la desconfianza y oposición de los empresarios y propietarios y arrendatarios agrícolas – La crisis se agudizó con una política que provocaba un incremento de los costes laborales en un momento en que las empresas se enfrentaban a una caída de las ventas y los beneficios 3. Política fiscal – Los gobernantes siguieron una política continuista respecto a la de la Dictadura: política expansiva – Entre 1930 y 1933 el gasto público se incrementó a una tasa del 7% en unos años en los que la renta nacional tendía a disminuir – Como la presión fiscal no aumentó, se produjo un déficit presupuestario que fue financiado con grandes emisiones de Deuda – Los gastos de inversión crecieron contrarrestando un poco el hundimiento de la inversión privada – La acción fiscal de estos gobiernos tuvo un carácter contra-cíclico compensatorio de la demanda – No dio más frutos porque el sector público tenía poco peso en la economía Las políticas económicas republicanas (abril de 1931 a julio de 1936) no consiguieron librar al país del ambiente de crisis económica Esto sucedió en parte por las expectativas y reacciones que suscitaron entre empresarios, propietarios y asalariados los proyectos de reformas estructurales

LUCHA DE CLASES Y REFORMISMO SOCIAL Desde la proclamación de la II República (14 de abril de 1931) los gobiernos izquierdistas intentaron llevar a cabo políticas de reforma de la sociedad española Los posicionamientos y las luchas de los sectores sociales se polarizaron en torno a una reforma económico-social: la reforma agraria Tan virulentas fueron las reacciones que suscitó que desencadenó una abierta lucha de clases Al combinarse con otros focos de conflictividad, la tensión en torno a la reforma agraria condujo al país a la guerra civil La reforma agraria consistía en la expropiación de tierras y su reparto en pequeños lotes a los agricultores sin tierras Éstos eran los mismos jornaleros que cultivaban las grandes propiedades que había que expropiar La operación se convirtió en un problema político y social de la máxima trascendencia Cuando realmente hubo reforma agraria fue durante la guerra, en el territorio controlado por la República Hasta febrero de 1936 (triunfo del Frente Popular) sólo se habían expropiado ha. Entre febrero y julio de 1936 se expropiaron ha. En el periodo bélico la cifra se elevó a los ha. Si la reforma agraria se convirtió en el problema más grave durante la República fue por las actitudes de las fuerzas políticas y los grupos sociales ante la cuestión Capas de la población rural tenían depositadas aspiraciones muy profundas en la modificación de la estructura de la propiedad En una parte del país la propiedad estaba muy concentrada, mientras que los que no tenían tierras propias vivían en la subsistencia Además, muchos latifundios se explotaban ineficientemente La presión de determinados grupos sociales a favor de la reforma se hizo incontenible al proclamarse la República Los jornaleros tenían grandes esperanzas en los partidos de izquierdas Éstos tuvieron que asumir la demanda social de reforma agraria Pero entre los partidos del gobierno provisional había divisiones sobre el tema que alargaron la aprobación del proyecto al someterlo a continuos retoques La propuesta se convirtió en ley el 9 de septiembre de 1932 impulsada por el intento de golpe de Estado del general Sanjurjo La Ley de Reforma Agraria establecía que las tierras afectadas serían expropiadas mediante indemnización, excepto: a) Las propiedades de la alta nobleza b) Aquéllas que en 1811 fuesen señoríos jurisdiccionales Estas tierras serían incautadas Las tierras expropiables eran aquellas que entraban en alguna de las siguientes categorías: a) Las fincas que, dentro de cada municipio, excedían de determinadas dimensiones, según el tipo de cultivo (entre 100 y 750 ha.) b) Los antiguos señoríos jurisdiccionales y las tierras de los grandes de España c) Las explotaciones sistemáticamente arrendadas d) Las tierras manifiestamente mejorables (las no irrigadas en zonas de regadío) e) Las situadas en un radio de corta distancia de los pueblos La Ley no preveía ningún sistema de financiación de la reforma, por lo que su realización estaba condicionada a la aplicación de ingresos ordinarios del Estado Entre otras deficiencias, destacan: 1. Como se partía de la estructura de la propiedad a escala municipal, la gran propiedad no concentrada territorialmente escapaba de la reforma 2. Sólo computaba las tierras de cultivo 3. No consideraba pastos, eriales o bosques 4. Ignoraba contrato distinto al arrendamiento, con lo que las fincas cedidas en régimen de aparcería no eran expropiables 5. Deficiencia crítica en la definición de las tierras expropiables que rodeaban a los pueblos: quedaba afectada una gran cantidad de pequeñas parcelas en tierras de latifundios Sobretodo esta última deficiencia puso en contra de la reforma a una masa considerable de agricultores El número de fincas expropiables ascendía a Como el gobierno no dotó al Instituto de Reforma Agraria de los recursos financieros para las expropiaciones, el régimen se creó todo un ejército de enemigos sin conseguir ganarse el apoyo de los beneficiarios Los propietarios, los partidos conservadores (CEDA) y los partidos de extrema derecha (Falange) aglutinaron a los pequeños y medianos propietarios, descontentos e inquietos Los propietarios oscilaban entre el soliviantamiento por la posibilidad de ser expropiados y la frustración de ser las víctimas de una política agraria centrada en el problema del latifundio y despreocupada por la pobreza generada por el minifundio Este campesino pobre, predominante en la España interior del norte y del centro, formaría la base social del ejército que se alzó en armas contra la República

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