9IIINSTITUCIONES REPUBLICANAS:
La República romana abarcó desde el año 509 hasta el 27 a. C. y se sustentó en dos pilares fundamentales:
El Derecho romano
Era el ordenamiento legal y adquirió gran complejidad técnica. La Ley de las Doce Tablas (promulgada en el año 451 a. C.) marcó un hito al definir los derechos y deberes de las personas plebeyas: votar en los comicios, servir en el ejército y pagar impuestos.
La ciudadanía romana
Permitía el disfrute de derechos reservados a los ciudadanos. Los principales fueron el de la propiedad, el de sufragio o voto y el de ser elegible para ocupar cargos públicos.
Principales instituciones de gobierno
Magistraturas: Eran los oficios de gobierno y los desempeñaban los magistrados. Fueron cargos electivos, colegiados y temporales.
Comicios: Eran asambleas públicas en las que los ciudadanos deliberaban, votaban leyes, elegían a los magistrados y la plebe promovía sus intereses.
Senado: Lo componían patricios y algunos plebeyos. Su función era asesorar a los magistrados, ratificar las decisiones de los comicios y dirigir la política exterior. Además, tenía el poder de nombrar dictadores.
Cargos principales
Cónsules: Eran los jefes del gobierno y disfrutaban del imperium, es decir, de la potestad de dirigir al ejército en tiempos de guerra.
Cuestores o ediles: Eran los encargados de la Hacienda y de supervisar pesos, medidas, mercados y juegos, respectivamente.
Pretores: Administraban justicia, convocaban al Senado romano y los comicios públicos, y comandaban tropas.
Tribunos de la plebe: Representaban a la plebe y tenían derecho de veto, es decir, potestad para impedir la votación de una ley.
Censores: Elaboraban el censo de ciudadanos y vigilaban la moral pública.
Dictador: Era un cargo no colegiado con poderes extraordinarios. Lo elegía el Senado en situaciones de extrema gravedad durante seis meses.
LA CRISIS ROMANA:
A finales del siglo 2 a. C., Roma se enfrentó a una gran crisis social y política. La República había forjado un imperio cuya gestión presentó problemas que no habían experimentado anteriormente las instituciones republicanas. En paralelo, el propio sistema político y social se fracturó.
La enorme expansión territorial incrementó las desigualdades sociales. Se capturó a una inmensa cantidad de prisioneros y prisioneras de guerra que fueron esclavizados. La posesión masiva de mano de obra esclava enriqueció a la aristocracia. En cambio, el campesinado y los trabajadores urbanos se arruinaron puesto que no podían competir con esa fuerza de trabajo.
Esta situación generó disputas y tensiones, formándose dos facciones política rivales. Los optimates defendieron la primacía del Senado y los intereses patricios. Frente a ellos, los populares optaron por reforzar poder de los comicios, tomar ciertas medidas redistributivas de la riqueza extender la ciudadanía como forma de favorecer a la plebe. Entre el 83 y 30 a. C. se sucedieron guerras civiles entre optimates y populares.
Además, entre los siglos 2 y 1 a. C. la República romana no solo sostuvo guerras de conquista y civiles, sino que también afrontó conflictos fruto de la explotación de las personas esclavizadas. Fueron las guerras serviles, rebeliones esclavos y esclavas que llegaron a derrotar a las legiones. La guerra servil más conocida fue la tercera y última (73-71 a. C.), liderada por Espartaco, un esclavo de origen helénico.
Debido a estos enfrentamientos se nombraron dictadores para tratar de solucionar los problemas y se instituyeron triunviratos, gobiernos con rasgos dictatoriales. Consistieron en alianzas de tres líderes políticos y militares.
EL IMPERIO Y SUS INSTITUCIONES:
El Imperio fue la tercera forma de organización política de Roma. Octavio, tras vencer al resto de los triunviros, promovió una serie de reformas que supusieron el final de la República y el inicio del Imperio en el año 27 a. C. El régimen imperial, aunque evolucionó con el tiempo, se caracterizó por combinar el Derecho y la ciudadanía romanos con la concentración del poder en manos del emperador.
Las magistraturas republicanas no desaparecieron. En los comicios los ciudadanos elegían magistrados y votaban leyes, y el Senado ratificaba las decisiones de gobierno y escogía a los procónsules de determinadas provincias. Sin embargo, las instituciones estaban sometidas a la voluntad del emperador, que asumió poderes extraordinarios: el Imperium Maius, la máxima autoridad.
GUERRAS DEL ALTO IMPERIO:
Octavio Augusto trató de acabar con las guerras de conquista de Roma. Deseaba establecer unas fronteras o limes que coincidieran con accidentes geográficos para centrarse en la administración y explotación económica de los territorios del Imperio.
En cumplimiento de sus objetivos, Augusto completó la conquista de Hispania, del norte de África y Anatolia, y llevó los dominios romanos hasta el Danubio en los Balcanes y el río Rin en el centro de Europa. En esta última zona, habitada por los pueblos germanos, fue donde encontró más problemas.
A pesar de las intenciones de Augusto, tras su muerte no acabaron las conquistas. Con el emperador de origen hispano Trajano (98-117), Roma alcanzó su mayor expansión. Incorporó Dacia, más allá del Danubio, y, en Asia, Armenia y Mesopotamia, aunque las conquistas mesopotámicas fueron poco duraderas.
Las fronteras del Imperio se defendieron mediante el establecimiento de legiones y, en algunos casos, la construcción de grandes murallas. El muro del emperador Adriano, al norte de Britania, estaba formado por una sucesión de fortificaciones unidas por una muralla. El mantenimiento de un ejército inmenso y de costosas defensas para preservar unas fronteras tan amplias constituía el principal gasto de la eficiente administración romana.
La época del Alto Imperio fue conocida como la de La Pax o paz Roamana. La expresión hacía referencia a que el dominio romano había acabado y con las guerras entre pueblos que antes eran independientes. Sin embargo, resulta una denominación engañosa, porque durante esa etapa tuvieron lugar diversos conflictos civiles por motivos sucesorios.
EL CRISTIANISMO:
Roma tuvo una religión oficial y aceptó el culto a otras deidades. A los emperadores rechazaron religiones monoteístas como el judaísmo y el cristianismo porque negaban el politeísmo y el culto a la figura del emperador.
El cristianismo nació en Judea en el siglo 1 y se fue extendiendo principalmente entre las clases humildes del Imperio.
Los emperadores pasaron de reprimir violentamente a los cristianos y cristianas a aprovecharse de la creciente popularidad de su fe:
• En el año 313 el emperador Constantino estableció la libertad religiosa mediante el Edicto de Milan.
• En 380, con el Edicto de Tesalónica, el emperador Teodosio I proclamó el cristianismo como religión oficial del Imperio.
Probablemente la intención de Constantino con el Edicto de Milán fuera aprovechar la fuerza del cristianismo entre las clases populares para ganarse su simpatía y asentar la absoluta autoridad del emperador. Sin embargo, esta decisión no trajo automáticamente la paz en las cuestiones religiosas. La posterior oficialización del cristianismo provocó la rebelión de sectores sociales que seguían practicándote el tradicional culto romano.
RUPTURA DE LA UNIDAD MEDITERRÁNEO
El fin del Imperio romano de Occidente supuso la desaparición del concepto de Mare Nostrum, expresión latina que connotaba el dominio romano de todas las orillas del Mediterráneo. Se abrió un período caracterizado por el fin de la unidad política, cultural y económica. Al terminar dicha etapa (siglos v-lv) varias civilizaciones ocupaban la cuenca mediterránea.
GRUPOS SOCIALES
Los grupos sociales en la antigua Roma evolucionaron a lo largo de su historia, aunque la distinción entre personas libres y esclavas se mantuvo invariable. A los esclavos y esclavas se les negaba cualquier derecho y se llegaba a la esclavitud por haber contraído deudas, por ser descendiente de esclavos o por haber sido capturado en una guerra. Se les consideraba «cosas» y el poder de los amos sobre ellos era ilimitado.
Las personas esclavizadas podían obtener su libertad o manumisión como recompensa a sus servicios o porque se la compraban a su dueño con sus ahorros. Las personas manumitidas pasaban a denominarse libertos y gozaban de derechos limitados, ya que debían guardar fidelidad a su antiguo dueño, por lo que este se convertía en su patrono y les podía exigir algunas obligaciones. La libertad plena no se conseguía hasta la tercera generación.
FIN DEL IMPERIO DE OCCIDENTE:
Los descendientes de Teodosio I recibieron la herencia imperial dividida. Arcadio (395-408) reinó en la parte oriental, con capital en Constantinopla, y su hermano Honorio (395-423) en la de Occidente, con capital en Roma. Mientras que la autoridad de los emperadores occidentales fue decayendo, el Imperio romano de Oriente, más poblado y económicamente muy dinámico, mantuvo su vigor. Estas diferencias se manifestaron en el éxito a la hora de afrontar la presión de los pueblos germanos sobre el limes.
Desde el siglo 1 los pueblos germanos se habían establecido cerca de la frontera imperial. Formaban confederaciones de tribus de procedencia germánica y no germánica, e incluso acogían a personas de origen romano. Practicaban el paganismo, es decir, no eran cristianos, y estaban dirigidos por una nobleza militar que escogía en asamblea a un caudillo o líder para dirigirlos. A partir del siglo II la llegada de nuevos pueblos procedentes de los confines de Europa y cierto enfriamiento del clima llevó a los germanos a buscar tierras dentro del imperio aprovechando la situación de crisis interna de Roma.
Las relaciones entre Roma y la población germana oscilaron entre el conflicto la paz. Los emperadores les entregaban dinero y alimentos para evitar sus ataques, o les otorgaban tierras en zonas fronterizas en las que asentarse para contribuir a su defensa. Los pueblos que lograban estas ventajas obtenían el estatus de foedus o aliados. Fue el caso del pueblo franco y el visigodo. En ocasiones la falta de recursos y los desacuerdos llevaron a que los pueblos germanos realizaran expediciones de saqueo.
En el año 406 tropas vándalas, suevas y alanas atravesaron el Rin derrotando a los federados francos. Con ayuda visigoda, pueblo también aliado de Roma, la situación se recondujo pero de forma precaria. Odoacro, rey de los hérulos, depuso en el año 476 al último emperador de Roma, Rómulo Augusto, lo que supuso el fin del Imperio romano de Occidente.
EL IMPERIO ROMANO DE ORIENTE O BIZANTINO
La pervivencia del imperio de oriente se consolidó y mantuvo la identidad romana hasta el final de su historia. Así lo atestigua su nombre, «Imperio romano». Sin embargo, el peso de la cultura griega condujo a conocerlo posteriormente como bizantino, término derivado de Bizancio, la denominación griega de la capital imperial, Constantinopla.
La continuidad imperial se reforzó durante el reinado del emperador Justiniano I (527-565) que propugnó la Renovatio Imperii, es decir, el intento de recuperar los territorios que habían formado parte del Imperio romano de Occidente. Esta ofensiva derivó en la conquista del norte de África, Cerdeña, Córcega, Baleares, la península Itálica y parte del sur de Hispania. Además, aseguró las fronteras orientales frente al Imperio sasánida de Persia.
Un aspecto clave del reinado del emperador de Oriente fue la elaboración del Código de Justiniano. Consistió en la recopilación y actualización de todas las leyes de la antigua Roma, lo que permitió la transmisión del Derecho romano a la posteridad.
El expansionismo militar del reinado de Justiniano supuso un colosal esfuerzo económico que repercutió en los siguientes reinados. A ello se unieron otros factores que agravaron la situación del Imperio, como la aparición de epidemias de peste, las disputas internas por motivos religiosos y las amenazas sobre sus fronteras, que se tradujeron en la pérdida de territorios e ingresos fiscales. Se abrió así un período de decadencia que se prolongó hasta el siglo x.
La mayor debacle del Imperio romano de Oriente se produjo en el siglo vI con la pérdida de Egipto, Palestina y Siria, las provincias más ricas y con mayor desarrollo agrícola, artesanal y comercial. Supuso la privación de la mitad de la población y del territorio, que pasó a manos del conocido como califato perfecto, dirigido por los califas herederos de Mahoma, fundador del islam, religión monoteísta surgida en Arabia.