Invasión Francesa y Guerra de Independencia Española: Claves y Fases

La Invasión Francesa y la Guerra de Independencia Española

Rasgos de la Guerra

La salida de la familia real española hacia Francia enfureció tanto a los madrileños que el 2 de mayo de 1808 se levantaron contra las tropas francesas ocupantes de la capital. Al conocerse la noticia de las abdicaciones de Bayona y los acontecimientos de Madrid, los levantamientos antifranceses se extendieron por toda España.

Los levantamientos de mayo de 1808 degeneraron en guerra, dejando un trágico balance de pérdidas humanas, más de 300,000 muertos, destrucciones y saqueos. Fue una guerra nacional y popular, guerra española y, al mismo tiempo, internacional. La lucha contra los franceses acrecentó el sentimiento de pertenencia a una misma comunidad y conformó una nueva mentalidad de los españoles, por encima de las adscripciones regionales o de reinos. El ideario que hizo posible el levantamiento partió de la defensa de la religión y la monarquía. El discurso ideológico de la guerra lo proporcionó el bajo clero, que convenció al pueblo de que, mediante la guerrilla o el acatamiento a las autoridades provisionales de resistencia, colaboraban en una verdadera cruzada. Sólo la Iglesia disponía de una organización nacional centralizada, capaz de llegar a todos los rincones del país y erigirse en motor del levantamiento.

El Gobierno de José I y los Afrancesados

Así como el clero conseguía movilizar al pueblo contra los franceses, José Bonaparte no lograba un apoyo suficiente de las minorías ilustradas. José I trataba de emprender las reformas que el Estatuto de Bayona había proyectado, contando para ello con la ayuda de los afrancesados, partidarios del reformismo ilustrado pero contrarios a la revolución.

Muchos afrancesados fueron funcionarios del Estado, que por interés siguieron fieles a quien ejercía el poder; otros eran eclesiásticos ilustrados. La mayoría de los afrancesados lo fueron porque quisieron realizar reformas en la enseñanza, el derecho, la religión, etc.

Pero, odiada por la población, la minoría afrancesada pagó caro su colaboracionismo, siendo víctima de las venganzas que toda guerra genera y, más tarde, del exilio.

Las Juntas

Con los levantamientos y abdicaciones de Bayona se produjo un gran vacío de poder y la ruptura del territorio español. Para controlar la situación, los ciudadanos más prestigiosos establecieron un nuevo poder: las juntas provinciales, que asumían la soberanía y la autoridad en nombre del rey ausente. Hombres de la aristocracia y el clero, militares y burgueses, componían estas juntas que enseguida sintieron la necesidad de superar la división provincial y establecer una junta nacional. De esa forma, con delegados de las tres juntas provinciales, quedó constituida en Aranjuez, bajo la presidencia del viejo Conde de Floridablanca, la Junta Central Suprema, que tomó para sí todos los poderes y empezó la lucha contra el invasor.

Las Fases de la Guerra

En junio de 1808, con el doble objetivo de reprimir los levantamientos e instaurar el régimen de José I, un ejército de 170,000 hombres llegó a España, confiando desplegarse en abanico y controlar así los centros neurálgicos del país. Pero la inesperada resistencia de los españoles desbarató, en un primer momento, los planes de Napoleón. Varias ciudades resistieron el ataque, como Zaragoza o Gerona, pero a los invasores todavía les esperaba lo peor: el ejército de Dupont fue derrotado por el general Castaños en Bailén (19 de julio). La derrota tuvo una gran repercusión internacional, pues era la primera derrota en tierra de Napoleón. José I tuvo que dejar Madrid y huir a Vitoria, y las tropas francesas retrocedieron hasta el Ebro.

Acompañado de sus más prestigiosos generales, el emperador entró en España en noviembre de 1808 al frente de un ejército de 250,000 hombres. El avance francés fue tan contundente que en pocas semanas José I volvía a la capital, mientras que la Junta Central abandonaba la meseta y buscaba refugio en Sevilla y luego en Cádiz. Sólo algunas zonas de la periferia y las zonas montañosas permanecían libres después de un año de guerra, en la que también se había comprometido Gran Bretaña.

Dada su inferioridad militar ante el ejército invasor, los españoles adoptaron una nueva forma de combate: la guerrilla, pequeños grupos formados por antiguos soldados, voluntarios y hasta bandoleros que atacaban por sorpresa al enemigo en acciones rápidas. De manera espontánea surgieron en los pueblos y ciudades grupos guerrilleros. Los franceses dominaron las ciudades, pero el campo era de las guerrillas. Los objetivos de la guerrilla solían ser pequeñas guarniciones, caravanas de abastecimiento y soldados rezagados. Nunca consiguieron los franceses liquidar las guerrillas, y la represión indiscriminada no hizo sino aumentar el apoyo de la población a las guerrillas.

A medida que la guerra causaba grandes destrozos, el rey se sentía más identificado con el ideario pacifista de los afrancesados que con el de conquista de Napoleón. Al no hallar éste en su hermano la sumisión esperada, en 1810 creó cuatro gobiernos militares en el norte de España, separándolos del gobierno de Madrid.

En la primavera de 1812 la guerra dio un giro definitivo. Lo que en un principio parecía un paseo militar se había convertido en un atolladero que obligaba a Napoleón a mantener un gran número de tropas, cada vez más necesarias al frente ruso. La retirada de tropas podía llevar a Francia al desastre, lo que ocurrió en julio de 1812 cuando el general Wellington, al frente de tropas inglesas, portuguesas, españolas y ayudado por la guerrilla, derrotó a los franceses en los Arapiles, los expulsó de Andalucía y entró en Madrid, aunque una nueva contraofensiva francesa devolvió la situación anterior, pero la estrategia de Wellington se había revelado efectiva. En la primavera de 1813 el general inglés lanzó un nuevo ataque, los franceses se replegaron hacia Vitoria donde sufrieron una grave derrota en la batalla de San Marcial. Vencido también en Rusia y Alemania, Napoleón llegó a un acuerdo con Fernando VII, al que devolvió la corona de España por el Tratado de Valençay.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *