Isabel II: De la Guerra Carlista a la Revolución Gloriosa

Isabel II: Auge y Caída de un Reinado (1833-1868)

Contexto Histórico y Ascenso al Trono

Para estudiar y comprender la vida política durante el reinado de Isabel II, hay que tener en cuenta los acontecimientos que le permitieron llegar al trono y que condicionaron en gran medida este período de la historia de España. Durante los últimos años del reinado de Fernando VII, los más fanáticos de los ultrarrealistas o realistas puros se fueron agrupando alrededor de su hermano Carlos, quien, ante la falta de descendencia del monarca, era considerado el futuro heredero del trono. Pero en 1829, Fernando VII se casó con María Cristina de Borbón, y de su matrimonio nacieron dos hijas, Isabel y Luisa Fernanda. La ley sálica impedía la sucesión en el trono a las mujeres, por lo que el rey derogó esta ley en 1830 y proclamó a su hija Isabel como heredera. Esta decisión originó un grave problema dinástico, pues Carlos y los realistas puros se opusieron. En 1833 murió Fernando VII y Carlos reclamó la corona de España, al mismo tiempo que la reina viuda, María Cristina, lo hacía para su hija Isabel. Esto propició el estallido de la Guerra Carlista y la oportunidad de que los liberales recuperasen el poder.

Recordemos que los realistas puros eran defensores de que el rey era quien debía tener la plena soberanía y estaban en contra de todas las reformas de las Cortes de Cádiz, incluida la Constitución de 1812. Prueba de esto es el Doc. 1, que expone algunas de las ideas del carlismo enunciadas por María Teresa de Braganza y Borbón, mujer del Infante Don Carlos, en contra del liberalismo y de la idea de soberanía nacional, entendida como soberanía popular, ya que defendía que el poder real venía de Dios. Esta idea de usar la religión en beneficio propio siempre había sido hábilmente utilizada por los absolutistas, aprovechándose de los sentimientos de los más débiles, haciéndoles creer que las ideas liberales iban en contra de Dios.

La Regencia de María Cristina (1833-1840)

A pesar de la oposición, en 1833, a la muerte de Fernando VII, su mujer María Cristina se convirtió en la regente del reino en nombre de su hija Isabel II, menor de edad. Para asegurar el trono, tuvo que buscar apoyos entre los sectores más moderados, tanto de los realistas como de los liberales. Desde el inicio tuvo que enfrentarse a los carlistas en una guerra civil que finalizó en 1840. Durante la primera parte de la regencia fue decretada la reforma provincial. España fue dividida en 49 provincias. En 1834 se firmó el Estatuto Real, que podía considerarse una carta otorgada, por medio de la cual la corona renunciaba a mantener en exclusiva el poder, admitiendo una ampliación de la participación política en beneficio de las clases poseedoras (la vieja nobleza y la alta burguesía).

Entre julio y agosto de 1835 se produjeron numerosas revueltas, motines y pronunciamientos. Se formaron juntas locales que asumieron el gobierno y restablecieron la Constitución de 1812. Ante esta situación, María Cristina confió el gobierno a Mendizábal, político liberal con un pasado radical que realizó numerosas reformas socioeconómicas en 1835, como el restablecimiento de las diputaciones provinciales, la supresión de todos los conventos y la exclaustración de sus miembros, a excepción de las que prestasen servicios de auxilio social, la desamortización eclesiástica y la reforma del reclutamiento militar para derrotar a los carlistas. Ante las protestas de un llamamiento masivo a filas, Mendizábal recurrió a las exenciones de alistamiento mediante pagos, lo que se conoce como redención de quintas.

La Constitución de 1837 y la Regencia de Espartero (1840-1843)

Esto originó desconfianza en la reina regente, siendo sustituido en mayo de 1836 por Istúriz, liberal moderado. Pero la parálisis de las reformas acentuó de nuevo las protestas de los radicales, se produjeron nuevos levantamientos populares, se crearon nuevas juntas y el pronunciamiento de las tropas encargadas de la protección de la reina (motín de los sargentos de La Granja), lo que obligó a la reina regente a jurar y restaurar la Constitución de 1812. Confió de nuevo el poder a los progresistas, nombrando a Calatrava jefe del gobierno, y se convocaron Cortes para reformar la Constitución. El Antiguo Régimen desaparecería definitivamente y se consolidaba el liberalismo.

Así, en 1837 fue promulgada la nueva Constitución, cuyo preámbulo consta en el Doc. 2. Con ella gobernaron tanto los moderados bajo la regencia constitucional de María Cristina como los progresistas en la regencia de Espartero. Esta Constitución adopta principios del liberalismo doctrinario como la soberanía compartida entre el rey y la nación. El rey ejercía el poder ejecutivo y compartía con las Cortes el legislativo, convocaba y suspendía las Cortes. Estas eran bicamerales: Congreso y Senado. Elección popular de los ayuntamientos y de sus alcaldes, restablecimiento de la Milicia Nacional, declaración explícita de derechos y libertades individuales y cierta tolerancia religiosa. El Estado no se declaraba explícitamente confesional, aunque se comprometía al mantenimiento del culto católico.

En los inicios del gobierno constitucional, gobernaron los progresistas, pero la predilección de la reina regente por los moderados hizo que fuesen desplazados del poder. El intento de estos de modificar la ley de los ayuntamientos y restringir la autonomía municipal provocó motines y levantamientos en 1840. Liderados por el general Espartero, los progresistas pretendieron establecer una corregencia, pero la negativa de María Cristina provocó su renuncia y su exilio a Francia. Baldomero Espartero, líder de los progresistas, se convirtió en regente, pero su autoritarismo provocó el descontento general, acentuado tras el bombardeo de Barcelona para reprimir la sublevación de la ciudad, lo que debilitó su posición. El triunfo de diversos pronunciamientos obligó a Espartero a renunciar a la regencia y a exiliarse en Londres.

La Década Moderada (1843-1854)

El nuevo gobierno estuvo dominado por el general Narváez, líder moderado. Sus primeras medidas fueron la disolución de la Milicia Nacional, la renovación de los mandos militares y el adelanto de la mayoría de edad de Isabel, quien a los trece años inició su reinado personal en noviembre de 1843, dando su apoyo a los moderados, que se establecieron en el gobierno dirigidos por Narváez. Comenzaba así la Década Moderada, que durará hasta 1854. Las nuevas Cortes elaboraron la Constitución moderada, que fue aprobada en 1845, y una parte de su preámbulo consta en el Doc. 3. Las diferencias más destacadas de esta con la de 1837 fueron las restricciones de las libertades individuales, la censura previa de la prensa, la muy limitada participación política de los ciudadanos, el sufragio fuertemente censitario y la confesionalidad católica del Estado.

Como puede verse, desde el comienzo del reinado de Isabel II, los moderados actuaron de acuerdo con sus intereses, que no eran otros que los de la burguesía y la aristocracia, tratando de reservarse los beneficios del control político del Estado, con medidas derivadas de la puesta en práctica de la Constitución de 1845 y otras como la creación de la Guardia Civil, bajo las órdenes directas del gobierno, sustituyendo a la Milicia Nacional. Elaboraron una nueva Ley de Ayuntamientos, que imponía el nombramiento de los alcaldes por el gobierno, y la Ley Electoral, fuertemente restrictiva. Realizaron la reforma tributaria de 1845, que perjudicó principalmente a las clases populares con los impuestos indirectos, especialmente sobre los consumos, lo que provocó protestas y motines. Otra medida fue el Concordato que se firmó con Roma en 1851, en el que la Iglesia aceptaba las ventas de su patrimonio realizadas por la desamortización a cambio de mantener la religión católica como oficial y única del Estado, que la educación estuviese conforme con su doctrina y de una dotación para el culto y el clero.

El Bienio Progresista (1854-1856) y la Década Moderada-Unionista (1856-1868)

En 1854, los progresistas y los moderados descontentos ante un gobierno cada vez más ultramoderado protagonizaron un pronunciamiento militar conocido como la Vicalvarada, encabezado por el general O’Donnell y con un programa, el Manifiesto de Manzanares, en el que se recogían las aspiraciones de reformar el sistema vigente. La reina, atemorizada y sin apoyos, nombró a Espartero jefe de Gobierno y a O’Donnell Ministro de Guerra, poniéndose así fin a lo que se conoce como Década Moderada e iniciándose el Bienio Progresista, que finalizaría en 1856. En este período destaca la Ley de Desamortización General (1855), la Ley de Ferrocarriles (1855) y una nueva Constitución (1856) que, como no llegó a promulgarse, pasó a la historia como la non nata.

En este año se inicia el último período del reinado de Isabel II, conocido como la Década Moderada-Unionista, ya que entre 1856 y 1866 se alternaron en el poder los moderados, presididos fundamentalmente por Narváez, y los miembros de la Unión Liberal, formación política fundada y dirigida por O’Donnell, en la que participaban miembros de la izquierda moderada y de la derecha progresista, así como numerosos militares. Las restantes fuerzas políticas (progresistas radicales, demócratas y republicanos) quedaron marginadas del sistema. Sin embargo, existían, y así podemos ver en el Doc. 4 que las tendencias políticas más importantes de esos momentos eran los moderados, que dicen que el rey es soberano pero el pueblo también tiene derecho a intervenir en la gestión de los públicos intereses; los progresistas, que, en cambio, subordinan el poder del rey a la soberanía nacional; y los demócratas, de estos una parte cree que es posible conjugar monarquía con soberanía nacional y libertad individual, y otra parte, la republicana, contraria a la monarquía, quiere en el lugar del rey un consejo o junta federal, una sola cámara y sufragio universal.

El Bienio Ultramoderado (1866-1868) y la Revolución Gloriosa

En 1866, las discrepancias entre la reina y el jefe de gobierno O’Donnell terminaron con su expatriación a Francia. Narváez asumió la presidencia y gobernó de forma casi dictatorial para contener la oposición, por esto se conoce el período que va desde 1866 hasta 1868 como Bienio Ultramoderado. En el exilio, progresistas y demócratas, dirigidos por Prim, acordaron unir sus fuerzas para derrocar a Isabel (Pacto de Ostende, 1866, y Pacto de Bruselas, 1867). Tras la muerte de O’Donnell, los unionistas, encabezados por Serrano, contactaron con las fuerzas antiborbónicas. Poco después falleció Narváez (23-4-1868). La reina quedaba sola.

En septiembre de 1868, unionistas, progresistas y demócratas, asociados en la revolución y contando con el apoyo del ejército y de las masas populares, destronaron a Isabel II. Esta revolución es conocida como la Gloriosa o Setembrina. Se inició en Cádiz el 19-9-1868 con un pronunciamiento de las tropas de la marina, del que puede leerse una parte en el Doc. 5, y en el que se dejaba constancia del malestar general y de la unión de todos los grupos políticos, siendo también un llamamiento a las armas. Poco después, los sublevados vencieron a las tropas leales a la reina en la batalla de Puente de Alcolea (Córdoba). El triunfo revolucionario obligó a Isabel II a abandonar España hacia el exilio en París.

Conclusión

Como conclusión, se puede decir que Isabel II gobernó apoyándose, salvo muy breves períodos de tiempo, en políticos moderados o ultramoderados, entre los que se destacaron los espadones Narváez y O’Donnell. La Constitución de 1845 y la Ley de Ayuntamientos incrementaron el poder de la Corona, implantaron la centralización y el sufragio censitario. La frecuente suspensión de las garantías constitucionales, la fuerte represión de las divergencias y el recurso a la corrupción electoral como medio para ganar las elecciones y dominar las Cortes hizo que la oposición política no tuviese más salida que recurrir a la violencia y al pronunciamiento. Estas alteraciones políticas permiten diferenciar tres períodos: la Década Moderada (1843-1854), el Bienio Progresista (1854-1856) y el período Moderado-Unionista (1856-1868). En 1868, la acción de la oposición expulsó a Isabel II del trono de España.

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