La Asamblea Legislativa (1791-1792)
Al terminar sus labores, la Asamblea Constituyente convocó a elecciones para nominar a los representantes que, por disposición de la Constitución de 1791, habrían de integrar la Asamblea Legislativa. Salieron elegidos 745 diputados, todos ellos «gente nueva», animados de la más pura ideología y del pensamiento y espíritu sincero de trabajar por una Francia acorde con los «principios inherentes a todo ser humano».
La labor fundamental de la Asamblea Legislativa fue la de dar leyes y normas jurídicas para gobernar mejor el país. Iniciaron sus trabajos el 1 de octubre de 1792 y, bien pronto, pudo apreciarse que los asambleístas estaban divididos en dos bandos:
Dos Facciones Enfrentadas
- Los Constituyentes o Fuldenses: Sostenían la aplicación estricta de la Constitución y el mantenimiento integral de los poderes del rey, pese a las más adversas circunstancias.
- Los Jacobinos: Integrados por la mayor parte de los diputados de la región de la Gironda, se inclinaban por el establecimiento del gobierno republicano, reduciendo, en consecuencia, en todo lo que fuera posible, los poderes y atribuciones del rey.
Al margen de los ardientes debates que tenían en el seno de la Asamblea Legislativa, dos hechos de singular trascendencia tuvieron lugar durante este periodo de la Revolución Francesa:
- Guerra contra Austria
- La Revolución del 10 de agosto
1. Guerra contra Austria
Desde el comienzo del proceso revolucionario francés, muchos nobles se habían refugiado en el exterior, constituyendo el grupo de los «emigrados». Asimismo, algunas potencias, como Austria y Prusia, cuyos monarcas eran parientes de Luis XVI, tenían vivo interés en intervenir con sus ejércitos en territorios de Francia. La situación se tornó más grave cuando los diputados girondinos, debido a su predominio en la Asamblea Legislativa, se mostraron partidarios de la guerra, ya que veían en ella un medio de asegurar el triunfo y de propagar por el Viejo Continente (Europa) los ideales revolucionarios: Igualdad, Libertad y Fraternidad.
En esas circunstancias, los reinos de Prusia y Austria, en la Convención de Pilnitz, realizada en noviembre de 1791, acordaron enviar un ejército que, bajo el mando del arrogante duque de Brunswick, debería invadir a Francia y salvar, de esta manera, a Luis XVI. Ante esta situación, la Asamblea Legislativa presionó al rey, quien pese a la resistencia y a la serie de dilaciones que opusiera, no tuvo más remedio que declarar la guerra a Austria el 20 de abril de 1792. Por entonces, el duque de Brunswick enviaba un insolente manifiesto, anunciando que «París sería destruida y arrasada» en caso de que peligrara la vida del monarca francés. La reacción popular no se hizo esperar. Se declaró la «Patria en peligro» al influjo de las ideas del ilustre orador Jorge Danton, quien afirmaba: «Cuando la patria está en peligro, nadie puede negarse a prestarle sus servicios… para vencer a nuestros enemigos necesitamos valor, más valor, siempre valor… y Francia será salvada».
Así se formaron cuerpos de milicianos en las diferentes regiones del país que, después agrupados, fueron colocados bajo la excelente dirección del General Doumouriez. Francia, pues, vivía momentos de zozobra e inquietud ante el peligro que se cernía, ya que el ejército invasor había penetrado hasta la ciudad de Verdún. Sin embargo, ante el asombro del mundo europeo, el ejército austro-prusiano fue derrotado en la batalla de Valmy, el 20 de septiembre de ese año (1792). Pudo más el valor, el esfuerzo y el heroísmo francés que la técnica y la táctica del que, hasta entonces, había sido catalogado como el mejor ejército del Viejo Continente.
2. La Revolución del 10 de agosto (1792)
Mientras los ejércitos marchaban al campo de batalla, en París tenían lugar acontecimientos que precipitaron la caída del Rey. Al conocerse el manifiesto del duque de Brunswick, grandes protestas y agitaciones contra Luis XVI y contra Austria se produjeron en las principales ciudades de Francia. En París, el pueblo marchó y asaltó el Palacio de las Tullerías, poniendo en peligro la vida del monarca, quien se salvó colocándose al amparo de la Asamblea Legislativa. En estas jornadas, se descubrió la complicidad del rey con las potencias extranjeras, al encontrarse numerosa correspondencia que incitaba a la intervención. Por tal circunstancia, la Asamblea Legislativa acordó el cese de las funciones de Luis XVI, quien fue encerrado en prisión, suprimiéndose, de esta manera, la Monarquía Constitucional.