1.3 El Reino de Navarra
La historia del reino de Navarra en la Baja Edad Media está marcada por su situación geográfica de frontera entre tres grandes potencias que tratarán de asimilarla: Castilla, la Corona de Aragón y Francia. En los siglos XIII y XIV, el reino estará bajo la influencia de diferentes dinastías francesas. Esta situación cambiará cuando en el siglo XV Juan II, rey consorte de la reina navarra Blanca I, se convierta en rey de Aragón y posteriormente reclame la corona del reino de Navarra a la muerte de su esposa. Esta situación llevó a una guerra civil entre Juan II y su hijo Carlos por el trono. La guerra debilitó al reino, y esta debilidad fue aprovechada por Fernando el Católico, hijo de Juan II, para conquistar el reino de Navarra en 1512 anexionándolo a la Corona de Castilla.
2. La Crisis Demográfica y Económica: Las Tensiones Sociales en la Baja Edad Media
En el siglo XIV se frena la expansión económica del periodo anterior. Europa y los reinos hispánicos vivirán, hasta bien entrado el siglo XV, una grave crisis demográfica, económica y social.
2.1 Crisis Demográfica
Desde principios del siglo XIV, la población de los reinos cristianos se vio afectada por una serie de malas cosechas por causa de unas condiciones meteorológicas adversas. El descenso de la producción agrícola hizo aparecer el hambre entre la población que, malnutrida y con pocas defensas biológicas, fue presa fácil de las epidemias. En este contexto, procedente de Asia, hizo su aparición en Europa la peste negra. En 1348 la peste llegó a los reinos hispánicos provocando la desaparición de un 30% de la población y la despoblación de muchas zonas.
2.2 Crisis Económica y Conflictos Sociales
Al descender la población, muchos campos quedaron sin cultivar por falta de campesinos, y la escasez de productos provocó un encarecimiento de éstos. En las ciudades, la subida de los precios agrícolas disminuyó la demanda de productos artesanales, con la consiguiente ruina de muchos comerciantes y artesanos. Al mismo tiempo, ante la crisis económica y demográfica, los señores feudales reaccionaron con dureza para no ver bajar sus rentas: presionaron sobre los reyes buscando nuevas concesiones, se apropiaron de tierras de los concejos y endurecieron las condiciones de los campesinos (malos usos). Los campesinos, ante las duras condiciones que les imponían, respondieron con revueltas antiseñoriales. En la Corona de Castilla destaca la revuelta de los irmandiños, una asociación de labriegos y pequeños artesanos que se rebelaron contra los abusos de los señores, y que fue duramente reprimida. En la Corona de Aragón, el conflicto más importante se dio en Cataluña con los payeses de remensa, campesinos adscritos a la tierra de forma hereditaria que no podían abandonarla sin pagar un dinero (remensa). Los remensa crearon un movimiento de emancipación contra los señores para defender no sólo su libertad, sino también la propiedad de las tierras que habían ocupado al quedarse vacías a causa de la peste negra. Además, contaron con el apoyo de los monarcas aragoneses en su lucha contra el poder de la nobleza. La solución al problema llegó con la Sentencia arbitral de Guadalupe promulgada por Fernando II el Católico (1486), por la cual los campesinos se liberaron de los malos usos y adquirieron libertad para vender sus tierras y bienes.
En el mundo urbano la crisis económica también provocó conflictos sociales. El más destacado fue el que se dio en Barcelona entre la Biga, asociación formada por los grandes mercaderes importadores y rentistas, que dominaban los altos cargos municipales, y la Busca, que integraba a los maestros artesanos y pequeños mercaderes. Los intereses de la Biga y la Busca eran incompatibles, ya que las medidas que fomentaban la exportación e importación favorecían a los grandes mercaderes, pero perjudicaban a los pequeños artesanos que buscaban proteger sus productos, y esto llevó a una lucha por el control del gobierno de la ciudad. Esta crisis hizo que Barcelona cediese a Valencia el puesto de capital financiera de la Corona de Aragón.
Otra consecuencia de la crisis económica que afectó a todos los reinos cristianos peninsulares será la persecución contra los judíos. Los judíos se localizaban principalmente en núcleos urbanos. El antisemitismo ya estaba muy arraigado en la población, primero porque la Iglesia los consideraba asesinos de Dios, pero también porque jugaban un papel destacado como prestamistas. En momentos de crisis, como el de la peste negra, la hostilidad de las masas populares cristianas hacia ellos aumentaba, y se les señalaba como responsables. La población atacaba las juderías causando destrozos materiales y asesinatos (pogromos). Algunos judíos, ante el temor de ser perseguidos se convirtieron al cristianismo, aunque como conversos, siempre estaban bajo sospecha.