La Belle Époque: Auge y Crisis del Liberalismo (1800-1914)

Al final del siglo XIX, Europa se situó a la cabeza del mundo reforzando el liberalismo político, el capitalismo industrial y los avances científicos. Esto dio lugar a la Edad Contemporánea y, a su vez, desaparecieron las epidemias, miserias y guerras. La sociedad era más libre pero más conflictiva debido a las reivindicaciones de mujeres, trabajadores, grupos nacionales… El capitalismo industrial creó riqueza pero también conflictos entre razas y entre potencias. La mentalidad europea era de confianza y eso llevó a la “Belle Époque” (1800-1914), periodo basado en la superioridad y en el desarrollo ilimitado cuyo símbolo eran “las luces de la civilización”.

En este periodo surgieron transformaciones económicas como la fase de industrialización: la edad de la electricidad, petróleo, siderurgia… La sociedad sufrió una transformación: crecimiento demográfico, industrialización, revolución de transportes, difusión de la enseñanza… A pesar del desarrollo económico, existieron grandes desigualdades sociales. La distancia entre ricos y pobres desencadenó revueltas y conflictos. La clase obrera actuó como mediador social, y se convirtió en un factor de modernización de la sociedad exigiendo los derechos para los trabajadores. El estallido de la Gran Guerra puso fin a este periodo.

LA CULMINACIÓN DEL PROCESO DE EXPANSIÓN IMPERIAL: “EL REPARTO DE ÁFRICA”

África se dividió en territorios entre las potencias europeas tras la celebración de la Conferencia de Berlín de 1884, pero el momento en el que se gestaron las fuerzas que iban a llevar al reparto del continente fue entre 1830 y 1880. A partir de entonces se comienza a explorar y a ocupar el continente de manera acelerada y a esto se le llamó la “rapiña” por África.

Antes de 1880 África tenía territorios costeros pertenecientes a Europa (portugueses y holandeses). Durante el siglo XIX, esta presencia se amplió, en África del norte y en Senegal, y por los territorios de África del sur entró Gran Bretaña. El dominio europeo más destacado en África del norte fue en Argelia por los franceses, y Egipto por Francia e Inglaterra, ya que era un lugar estratégico al estar situado el Canal de Suez.

El reparto del territorio africano fue una consecuencia de la lucha entre las potencias occidentales ya que ser fuerte en este continente era sinónimo de poderío en Europa. La ocupación inglesa de Egipto propició el expansionismo francés en el África subsahariana y tropical. El hecho de que Alemania fuera una gran potencia y la demanda de colonias propias aceleró los acontecimientos. Para evitar conflictos entre potencias, Leopoldo II y Bismarck convocaron la Conferencia de Berlín (1884-1885), donde se decidió la política a seguir en el continente africano.

En esta conferencia, cuyo origen fue en los ríos Níger y Congo, se decidió la libertad de navegación por éstos, la libertad de comercio por el continente y se estableció una nueva doctrina de ocupación territorial. Estos resultados del reparto del continente se deben, primero, a la aparición de nuevas colonias como el II Imperio alemán que construye un imperio colonial, Italia que logra instalarse en Eritrea y Somalia, y Bélgica que hereda el dominio del Congo por el rey Leopoldo II. Y segundo, a Francia e Inglaterra que desarrollan su política colonial según se decidió a mitad de siglo. Francia desde Argelia y Senegal avanza hacia el centro de África, su ambición expansiva está en la expedición de Marchand desde el Congo francés en dirección hacia Sudán, pero se tuvo que detener por el ejército inglés de Kitchener en 1898, y esto llevó a un grave conflicto anglo-francés conocido como la “crisis de Fashoda”. Gran Bretaña, quiere dominar El Cairo y Ciudad del Cabo, para ello conquista Sudán, que lo logra Kitchener en la batalla de Omdurman en 1898, para que Portugal no una Angola y Mozambique. Pero como Alemania estaba en África oriental, impidió que el imperio británico consiguiera un territorio continuo.

DINAMISMO INDUSTRIAL Y RENOVACIÓN DEL CAPITALISMO LIBERAL

A principios del siglo XX, la industrialización es el hecho económico predominante en los territorios occidentales. A partir de 1896, tras superar la “gran depresión”, la economía occidental comienza una expansión a escala mundial con la que se aumentan los consumidores e inversores y aparecen nuevas tecnologías, creando la primera fase de la industrialización. Esto llevó al desarrollo de acero, electricidad, petróleo y química, haciendo que las empresas actualizadas y las del viejo sistema dejaran de lado los conflictos. Alemania, Italia, EEUU y Japón se unieron y asumieron positivamente las nuevas tecnologías, mientras que Rusia, Bélgica y Francia se adaptaron peor por su desfasada estructura industrial.

Los sectores antiguos eran un gran apoyo en las nuevas tecnologías hasta la Primera Guerra Mundial, tras este acontecimiento la industria textil y la explotación de minas perdieron importancia pero eran el sistema básico de la industria. La siderurgia era el motor de la industria ya que dependían de ello los sectores con mayor vitalidad. En Reino Unido crecían los viejos sectores pero la competencia de otros países era notoria y estos fueron desapareciendo.

El viejo sistema no perdió su carácter básico pero sufrió cambios con nuevos inventos derivados de la electricidad. Esta fuente era práctica por lo que las pequeñas fábricas se rentabilizaron y se creó maquinaria precisa, lo cual provocó un movimiento renovador en el trabajo industrial. La unión de la electricidad, la mecánica y los descubrimientos tecnológicos marcaron un punto del nuevo siglo.

Antes de empezar la Guerra Mundial, los nuevos sectores industriales eran inferiores a los viejos, pero los cambios introducidos fueron tan destacables que se notaba un nuevo tiempo. El exponente destacable era el sector del automóvil debido a los inventos tecnológicos y a las nuevas fuentes de energía y ello mostró la nueva forma de organización del trabajo en fábrica y su capacidad de expansión. Otros sectores fueron la química, la mecánica, la electricidad que dieron lugar a nuevas actividades como la fotografía y el cine o transformaron viejos sectores.

El proceso de modernización de la industria favoreció los movimientos migratorios, el incremento del comercio y la movilidad de capitales, por ello las naciones firmaron acuerdos para reducir las tarifas de las aduanas. La modificación del sistema de intercambios fue favorable para las concentraciones empresariales pero desfavorables para las pequeñas empresas. El descubrimiento del oro en Sudáfrica hizo que se adoptara un patrón que favoreció la “mundialización”.

Los primeros años del siglo XX fueron de expansión económica situándose como favorecidos Alemania, Reino Unido, Holanda y Bélgica ya que acumulaban más de la mitad del comercio mundial, mientras que EEUU estaba al frente de las nuevas tecnologías. El crecimiento de los países de Europa más industrializados era dispar. El de Reino Unido era inferior al de Alemania y Francia, aun así, Londres era el centro comercial mundial. Por el contrario, Alemania era el país más dinámico por los sectores metalúrgico y químico, además era el país que mejor se adaptó a la nueva economía mundial. En Francia el sector decisivo seguía siendo la agricultura y abundaban las pequeñas empresas pero con la implantación de nuevas industrias prosperó levemente.

La prosperidad de Europa se fundamentó en:

  • El crecimiento demográfico, doblando la población. La mayor densidad demográfica se encontraba en Europa noroccidental. La emigración de europeos por todo el mundo fue importante y creciente hasta 1914 y sirvió de apoyo a los movimientos internacionales, facilitando la apertura de mercados.
  • El avance intelectual y tecnológico fue un fenómeno europeo porque los artistas y los creadores literarios aun vivían en Europa.
  • La potencia industrial ya que dominaba el mercado internacional.
  • El sistema monetario internacional se basaba en el patrón oro y beneficiaba a las monedas europeas.

El proceso hacia la mundialización de la economía llevó consigo la transformación del capitalismo liberal. Las grandes empresas incorporaron nuevas tecnologías, renovaron maquinaria y técnicas de producción y abarataron los precios en el mercado. Así en los países desarrollados se constituyeron monopolios y oligopolios que fueron la base del liberalismo clásico. En las fábricas se demostró que la producción en cadena aumentaba la productividad y reducía costes, con lo que cambió el papel del obrero.

El dinamismo industrial se dio en la época denominada “segunda revolución industrial”. Esto fue desconocido en América Latina, África y en Asia porque aun dominaba una economía atrasada, pero la escasa industria satisfacía las necesidades de la población. En conclusión, la mayor parte del mundo vivió una situación de desequilibrio económico que le impidió incorporarse a la industrialización.

El dinamismo industrial no fue exclusivo en Europa. En EEUU y Japón el crecimiento industrial alcanzó grandes cifras pero no alcanzó las cotas europeas.

LA CONSOLIDACIÓN DEL LIBERALISMO POLÍTICO

El liberalismo político, a principios del siglo XX, se convirtió en el modelo político a imitar. En 1914, Reino Unido, Francia y EEUU eran el prototipo del modelo, además de las nuevas posesiones británicas consideradas dominios. A finales del siglo XIX se generalizó la idea de democratizar la política. Una nación no era moderna, en condiciones de alcanzar prestigio internacional, si no disponía de instituciones políticas de la democracia liberal. Esta tendencia favoreció la implantación de la democracia en Alemania y Japón, en Rusia se intentó pero fue un fracaso, y los países de América Central y Sur siguieron con sistemas autoritarios.

A pesar del éxito del modelo, la democracia liberal quedaba limitada a los países que habían vivido la revolución industrial. Las exigencias de los sectores sociales obligaron a profundizar en la democratización de las instituciones y a ampliar los cauces de la participación popular. El sistema manifestó desequilibrios y signos preocupantes sobre su evolución futura.

El sufragio universal masculino y el movimiento sufragista

La participación política se amplió mediante el establecimiento del sufragio universal masculino, pero no era una representación clara ya que había manipulaciones múltiples. La universalidad del sufragio era muy relativa ya que parte de la población masculina quedó privada de este derecho y las mujeres no podían votar, excepto en Finlandia, Noruega y los dominios británicos. Esto creó el movimiento sufragista que era la lucha de las mujeres por lograr el derecho a voto. A principios del siglo XX el sufragismo empezó a ser de carácter relevante en los países avanzados. El movimiento fue objeto de una dura represión policial y muchas mujeres activistas fueron a la cárcel. El sufragismo era consecuencia del desarrollo de la sociedad de masas y se sustentaba en teorías surgidas en la segunda mitad del siglo XIX, como la que negaba todo fundamento racional para establecer diferencias legales por razón de sexo.

El mantenimiento de la discriminación de la mujer y la negación de los derechos políticos a las poblaciones son razones para limitar el avance democrático. Pero en los países desarrollados permitieron la libertad de expresión, la creación de asociaciones y partidos socialistas, que facilitaron la incorporación de los obreros a la vida política, y sus representantes entraron en los parlamentos. La vida parlamentaria se hizo más democrática y se ampliaron las funciones sociales y económicas del Estado.

Intervención del Estado y el»Estado de bienesta»

Los Estados impulsaron el sistema público de educación primaria y alcanzó notable extensión social pero seguían las discriminaciones porque la enseñanza secundaria pertenecía a empresas privadas. Por ello a las universidades solo llegaban hijos de ricos, y los cargos políticos eran ocupados por la alta burguesía. Antes de la Guerra Mundial no hubo renovaciones en el personal dirigente y por ello había conflictos entre las exigencias de las masas y los gobernantes.

El temor de los dirigentes era la clase obrera, que estaba cada vez más organizada, por ello los gobiernos optaron por atraer a la clase obrera mediante políticas sociales. Alemania fue pionera en esto. Bismarck estaba obsesionado con los socialistas y les acusaba de los problemas económicos, por ello prohibió las publicaciones y grupos socialdemócratas llegando a disolver las organizaciones socialistas. Pero como esto no le funcionó, creó una legislación social basada en los seguros de enfermedad, accidentes, invalidez costeados por el gobierno, empresarios y los propios obreros. Pero tampoco le funcionó y solo hizo que aumentara el Partido Socialdemócrata Alemán y los sindicatos.

La intervención del Estado fue un avance en la democratización social, y junto con la educación primaria, se convirtió en la base del “Estado de bienestar” (Welfare State). El Estado participó activamente en las infraestructuras para las ciudades.

Hasta 1914, la exigencia de las masas forzó a los políticos a atender a las clases sociales menos favorecidas; los funcionarios del Estado y los presupuestos estatales aumentaron debido a las nuevas leyes aumentando las cargas sobre las rentas de las clases pudientes.

Transformación de los partidos políticos y auge del socialismo

Los partidos políticos sufrieron transformaciones, teniendo que captar el máximo número posible de adhesiones. Gracias a los periódicos, la población se informaba adecuadamente y se dieron cuenta que los partidos no les representaban de manera correcta, por lo que los más activos en esta denuncia fueron los obreros. Así surgieron en Europa y EEUU los “movimientos radicales”.

La transformación política más destacable fue en el movimiento obrero, a pesar de las diferencias que hicieron terminar con la Asociación Internacional de los Trabajadores. Una vez superada la represión del movimiento obrero tras la Comuna de París, la clase obrera reaccionó a las nuevas condiciones económicas y laborales con mayor conciencia en la lucha por la defensa de sus intereses. Todos los socialistas protagonizaron una movilización política y esta favoreció la unificación de grupos y fortaleció a los partidos políticos.

Los partidos socialistas se vieron obligados a organizarse de manera diferente a los tradicionales, porque sus candidatos no podían hacer frente a los gastos de las campañas y no recibían ayudas. Por ello, convirtieron el partido en una agrupación de masas, tratando de integrar el mayor número de personas para que aportasen una cuota regular para su funcionamiento.

En vísperas de la Guerra Mundial el ascenso político del socialismo era considerable en toda Europa. Alemania en 1912 se convirtió en la principal fuerza política.

El éxito electoral y la capacidad de organización del socialismo durante los primeros años del siglo XX fue relativo. No resultó fácil a los socialistas ganar el voto por diversas razones. Así los gobiernos de los países con democracia liberal intentaron adaptarse a las exigencias de la sociedad de masas e incidieron en la satisfacción de las demandas sociales. Todos los partidos fortalecieron su organización, transformándose en organizaciones con más afiliados.

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