La Caída del Imperio Colonial Español y la Crisis del 98
Desde el siglo XIX, Cuba proveía a España de azúcar y tabaco, productos de plantaciones trabajadas por esclavos. A mediados del siglo XVIII, este comercio fue monopolizado por la Real Compañía de Comercio de la Habana. Tras la pérdida del imperio americano, el imperio colonial español se limitó a Cuba, Puerto Rico, Filipinas y algunos islotes en el Pacífico, concentrando la inversión en estas islas.
El Inicio del Declive
En Cuba, el Capitán General ostentaba la máxima autoridad. Desde el Trienio Liberal, los cubanos exigieron el fin de la esclavitud y la independencia, lo que se manifestó en la Guerra de los Diez Años (reanudada en 1895 ante la falta de reformas prometidas por España). Debido a la situación peninsular, España ignoró los problemas coloniales, iniciándose el proceso de separación de estos territorios.
Cuba y Puerto Rico: Economías Agrarias
Cuba y Puerto Rico tenían economías agrarias de exportación (azúcar y tabaco), generando grandes beneficios para España por los altos aranceles impuestos. Constituían un «mercado cautivo», obligados a importar productos españoles y a exportar solo a España, sin autogobierno.
Filipinas: Escasa Presencia Española
En Filipinas, la población española era escasa y la inversión limitada. La dependencia se mantuvo por tres siglos gracias a la fuerza militar y la presencia religiosa.
Las Guerras de Independencia
Las independencias de Cuba, Puerto Rico y Filipinas ocurrieron simultáneamente. En Puerto Rico, los levantamientos independentistas comenzaron en 1868, liderados por Emeterio Betances, influenciado por José Martí. Tras el «Grito de Lares», España abolió la esclavitud y en 1897 otorgó autonomía a la isla. En 1898, durante la guerra hispano-norteamericana, Estados Unidos ocupó Puerto Rico.
La Guerra en Cuba
En 1868, comenzaron los movimientos independentistas en Cuba, liderados por Manuel Céspedes, buscando el fin de la esclavitud y la autonomía política. La insurrección fue influenciada por el ejemplo norteamericano y el proyecto estadounidense sobre el Caribe. La guerra fue liderada por Céspedes, Gómez y Maceo, con apoyo popular al proponer el fin de la esclavitud. En 1869, Céspedes fue elegido presidente de la República en armas y se liberó a los esclavos en territorio rebelde. Durante el reinado de Amadeo de Saboya, la opinión en Cuba y Puerto Rico se dividió entre abolicionistas y antiabolicionistas. Amadeo intentó abolir la esclavitud y dar autogobierno, pero no lo logró. Estas divisiones permitieron la victoria española con la Paz de Zanjón (1878), que prometía autogobierno a Cuba.
Consecuencias en España
La derrota en la guerra tuvo consecuencias en la sociedad española, que cayó en desencanto y frustración. La prensa extranjera presentó a España como un país moribundo. La crisis fue principalmente ideológica y moral, con repercusiones inmediatas menores a las esperadas. El sistema de la Restauración sobrevivió, adaptándose a la situación. No hubo crisis económica y en los primeros años del siglo XX se produjo baja inflación, reducción de deuda e inversión. Surgieron movimientos nacionalistas en el País Vasco y Cataluña, reivindicando autonomía. También surgieron movimientos regeneracionistas, como el de Joaquín Costa, que criticaban el sistema y proponían modernización. La Generación del 98 expresó pesimismo y crítica al atraso español. La derrota militar cambió la mentalidad de los militares, que actuaron con más autoritarismo. Estos factores llevaron al desgaste del gobierno de Sagasta. En 1899, el poder pasó a Francisco Silvela, cuyo gobierno reformista intentó la descentralización administrativa y una nueva política presupuestaria. Esto provocó una huelga de contribuyentes y la dimisión de ministros. El gobierno se mantuvo hasta 1901. Las promesas de regeneración no influyeron en la política española. El sistema de la Restauración, aunque golpeado, sobrevivió.