La Sucesión y la Primera Guerra Carlista
Tras el fallecimiento de Fernando VII en 1833, su hija Isabel, de tan solo 3 años, fue proclamada reina bajo la regencia de su madre, María Cristina de Borbón. Sin embargo, la sucesión no estuvo exenta de controversia. La Ley Sálica, establecida por Felipe V, excluía a las mujeres del trono, lo que llevó al hermano del rey fallecido, Carlos María Isidro, a reclamar sus derechos y desencadenar la Primera Guerra Carlista (1833-1840).
Este conflicto representó un enfrentamiento entre el absolutismo, defendido por los carlistas, y el liberalismo, encarnado por los partidarios de Isabel II. La guerra se desarrolló en varias fases, con Tomás de Zumalacárregui como figura destacada del bando carlista. Finalmente, el Convenio de Vergara (1839) puso fin al conflicto, reconociendo a Isabel II como reina y dando inicio a la consolidación del régimen liberal en España.
El Estatuto Real y la Constitución de 1837
Durante la regencia de María Cristina, se promulgó el Estatuto Real de 1834, una carta otorgada que establecía un sistema político basado en la soberanía compartida entre el rey y las Cortes. Sin embargo, la falta de reconocimiento de los derechos fundamentales y la limitación del poder popular generaron descontento entre los liberales, lo que llevó a la promulgación de la Constitución de 1837.
Esta nueva constitución, de carácter progresista, establecía el principio de soberanía nacional, una declaración de derechos y un sistema bicameral con un Congreso de Diputados electivo y un Senado nombrado por el rey. La Constitución de 1837 sentó las bases del régimen liberal en España y se convirtió en un referente para posteriores reformas políticas.
Los Partidos Políticos y la Desamortización
Durante el reinado de Isabel II, surgieron los principales partidos políticos que marcarían la vida política española durante décadas: el Partido Moderado, defensor de un liberalismo conservador, y el Partido Progresista, partidario de un liberalismo más avanzado. Ambos partidos coincidían en la necesidad de la desamortización, un proceso de expropiación y venta de bienes eclesiásticos y municipales que buscaba modernizar la economía y la sociedad española.
La Inestabilidad Política y la Revolución de 1868
A pesar de los avances en la consolidación del régimen liberal, el reinado de Isabel II estuvo marcado por la inestabilidad política, las conspiraciones y los pronunciamientos militares. La exclusión de los progresistas del poder y el descontento popular con la corrupción y la falta de libertades llevaron a la Revolución de 1868, conocida como «La Gloriosa», que puso fin al reinado de Isabel II y abrió un nuevo capítulo en la historia de España.