La crisis de la Restauración (1902-1923)
Con la subida al trono de Alfonso XIII, al ser mayor de edad en 1902, continuaría el sistema político de la Restauración, basado en una monarquía liberal, la Constitución de 1876, la alternancia de los partidos Liberal y Conservador, y las elecciones controladas por los caciques.
A raíz del desastre colonial del 98, el sistema fue criticado por el regeneracionismo inspirado por Joaquín Costa y la oposición política al sistema fue aumentando por parte de los republicanos (Unión Republicana, 1903), el socialismo (PSOE y UGT) y el anarcosindicalismo (CNT, en 1910). El nacionalismo catalán se reforzó con la creación de la Lliga Regionalista (1901) y el vasco con el PNV. El carlismo mantuvo su presencia en zonas del P. Vasco, Navarra y Cataluña
Entre 1902 y 1912, tras unos primeros años de debilidad, los partidos dinásticos se fortalecieron con nuevos líderes: Antonio Maura (conservadores) y José Canalejas (liberales) e intentan reformar el sistema como se reclamaba desde el regeneracionismo. Maura (1907-1909) puso en marcha «Revolución desde arriba», es decir, una serie de reformas políticas sin alterar el sistema: Ley electoral de 1907 (voto obligatorio contra la abstención); algunas reformas sociales y económicas (Instituto Nacional de Previsión, descanso dominical, etc.). Desde la Conferencia de Algeciras de 1906, el protectorado de Marruecos fue el eje de la política exterior española. En 1909 el clima de tensión, agravado por la guerra de Marruecos (Barranco del Lobo), desembocó en la Semana Trágica de Barcelona, que dio lugar a una represión por parte del gobierno de Maura que provocó su caída y a que Alfonso XIII disolviese las Cortes y traspasara el gobierno a los liberales de Canalejas quien emprendió el intento más serio de regeneración. Entre sus medidas destacan: la Ley del candado (limitando el establecimiento de nuevas órdenes religiosas), reducción de la jornada laboral, el establecimiento del servicio militar obligatorio o la Ley de Mancomunidades en 1912 (para satisfacer los intereses de la Lliga).
Con el asesinato de Canalejas en 1912 y el desplazamiento de Maura entre los conservadores, se irán fragmentando las bases del régimen provocando el fortalecimiento de los partidos excluidos del sistema. En el republicanismo destacó la creación del Partido Republicano Radical de Lerroux. Crecieron los partidos nacionalistas, sobre todo en Cataluña y el País Vasco. Al mismo tiempo, el sindicalismo y los partidos obreros crecieron considerablemente hasta convertirse en movimientos de masas debido al impacto de la Primera Guerra Mundial en España, que gracias a su neutralidad pudo convertirse en abastecedora de los países contendientes. El mal reparto social de los beneficios económicos de Guerra y la creciente inflación condujeron a la crisis de 1917 en la que coinciden tres conflictos: crisis militar (el gobierno acabó cediendo ante las Juntas de Defensa), crisis parlamentaria (una Asamblea Nacional de Parlamentarios reunida en Barcelona propone formar un gobierno provisional y Cortes Constituyentes) y crisis social (en agosto CNT y UGT convocaron una huelga general revolucionaria que tuvo un amplio seguimiento en Cataluña, País Vasco, Madrid y Asturias). El gobierno accedió a las reclamaciones de los militares, que reprimieron duramente la huelga y ofreciendo a los nacionalistas de la Liga Regionalista puestos en los gobiernos de coalición.
Entre 1917 y 1923, se agudizó la descomposición de los partidos dinásticos y empeoró la inestabilidad política ya que se sucedieron breves gobiernos de concentración con medidas excepcionales (cierre de las Cortes, suspensión de las garantías constitucionales,) desprestigiando el sistema. La crisis económica y social tras la Gran Guerra aumentó la conflictividad social como muestra el Trienio Bolchevique (1918-1920) en el campo andaluz y el elevado número de huelgas, como la de la Canadiense (1919 en Barcelona). El sindicalismo fue en aumento, creciendo los afiliados en CNT y UGT y la patronal responde con el cierre de fábricas y la aparición de los sindicatos libres. La escalada de violencia entre sindicatos y patronal se manifestó en el pistolerismo, especialmente en Barcelona, que alcanzó su apogeo en 1921 con el asesinato del presidente Eduardo Dato, la aplicación de la ley de fugas…
El Desastre de Annual (Marruecos, 1921) con la muerte de más de 10.000 soldados españoles y las tensiones políticas derivadas hicieron caer al gobierno y apuntaron al rey Alfonso XIII como culpable de la situación. En estas circunstancias, el capitán general de Cataluña, Miguel Primo de Rivera dio un golpe de Estado en 1923 al que no se opuso Alfonso XIII, dando paso a la solución militar que eliminaba el sistema de la Restauración, que no había sido capaz de renovarse ni de democratizarse.
LA RESTAURACIÓN BORBÓNICA (1874-1902)
Durante el inestable Sexenio Democrático, una parte de la oposición monárquica se agrupó en torno a Antonio Cánovas del Castillo que planeaba la vuelta de la dinastía Borbón en el hijo de Isabel II, Alfonso. Las ideas del proyecto restaurador se difundieron en el manifiesto de Sandhurst y el 29 de diciembre el pronunciamiento del general Martínez Campos en Sagunto acabó con el orden republicano y proclamó rey de España a Alfonso XII iniciando la Restauración. Este periodo se caracterizó por la estabilidad política debido a la creación de un sistema político compartido por todos los sectores burgueses, en el que predominaban los valores conservadores de orden, propiedad y monarquía, y que garantizaba la exclusión de las clases populares de la vida política.
Las bases institucionales y jurídicas del sistema, ideadas por Cánovas, se concretaron en una nueva Constitución (1876), reflejo del liberalismo doctrinario: sufragio censitario, la soberanía compartida entre las Cortes y el rey; papel moderador de la Corona con amplios poderes (derecho de veto, nombramiento de ministros, potestad de convocar, suspender o disolver las Cortes…); Cortes bicamerales (Senado y Congreso); confesionalidad católica del Estado, aunque toleraba otras creencias; declaración de derechos que, como otros aspectos polémicos, debía ser concretada en leyes posteriores.
Para garantizar la estabilidad política, se creó un sistema bipartidista en el que el partido Conservador de Cánovas y el partido Liberal de Práxedes Mateo Sagasta se alternaban en el poder (turnismo) de forma pacífica gracias al fraude electoral dirigido desde el ministro de gobernación a través del encasillado y ayudado por los gobernadores provinciales y caciques locales mediante la compra de voto o coacción. Este sistema fue criticado por Joaquín Costa en “Oligarquía y Caciquismo”.
La oposición al sistema restaurador se reflejó en el carlismo derrotado militarmente en 1876; los republicanos continuaba divididos entre posibilistas, federales y radicales; Los nacionalismos periféricos ganaron fuerza en Cataluña dónde se creó la Lliga Regionalista y en País Vasco, el PNV; El movimiento obrero se dividió en la tendencia socialista con el PSOE y el sindicato UGT y la anarquista, que optó por la acción directa haciendo que el movimiento obrero fuese perseguido de forma intermitente.
Durante el reinado de Alfonso XII (1875-1885) empezó gobernando el Partido Conservador de forma autoritaria y con recortes de libertades. Se solucionaron algunos conflictos como la tercera guerra carlista (1876) y la sublevación cubana (Paz de Zanjón de 1878). En 1881 empezó a gobernar el Partido Liberal de Sagasta y se repusieron los derechos y libertades que el Partido Conservador había eliminado. En 1885 murió Alfonso XII y empezó la regencia de su esposa María Cristina de Habsburgo (1885-1902). Durante la regencia y gracias al Pacto de El Pardo se consolidó el sistema canovista. El Partido Liberal (1885 y 1890) emprendió reformas como: La Ley de Asociaciones de 1887 que permitió legalizar sindicatos y partidos obreros; Ley de sufragio universal en 1890; Ley del Jurado de 1898; Código Civil de 1889; abolición de la esclavitud, 1888; proyecto de reforma del ejército, etc.A partir de 1890 se alternaron gobiernos conservadores y liberales en un ambiente de crisis ya que coincidieron las guerras de Cuba y Filipinas, la cuestión social y el auge de los regionalismos convertidos en nacionalismos. En 1897 fue asesinado Cánovas y se empezó a producir la descomposición de ambos partidos debido a los personalismos y disputas internas.
En 1895 se inició la última guerra cubana con la insurrección nacionalista liderada por José Martí (Grito de Baire). En 1896 se produjo otra sublevación en las Filipinas y en febrero de 1898 el estallido del acorazado americano Maine en la Habana provocó la guerra hispano-norteamericana. La derrota española contra Estados Unidos fue muy rápida (batalla de Santiago de Cuba y batalla de Cavite en Filipinas). La paz se firmó en París en diciembre de 1898 supuso la pérdida de las últimas colonias españolas provocando la crisis política y moral de la Restauración que rompió los fundamentos del sistema y planteó la necesidad de realizar reformas que modernizaran la vida social y política del país (Regeneracionismo).
EL SEXENIO DEMOCRÁTICO (1868-1874)
A partir de la Revolución de 1868 se suceden seis años de gran actividad e inestabilidad política que se pueden dividir en cuatro etapas: gobierno provisional (1868-1870), reinado de Amadeo de Saboya (1871-1873), I República (1873-1874) y el gobierno presidencialista de Serrano hasta diciembre de 1874.
En los últimos años del reinado de Isabel II (1863-1868) se produjo una crisis generalizada (económica, social y política) que explican la descomposición del sistema isabelino. La crisis económica se agudizó por la crisis financiera internacional de 1866. A nivel político, debido al autoritarismo de los gobiernos moderados, los progresistas de Juan Prim y demócratas firmaron el Pacto de Ostende (agosto 1866) para acabar con el régimen isabelino. A este pactó se unirá la Unión Liberal de Francisco Serrano. En septiembre de 1868 triunfó la revolución llamada “La Gloriosa”, encabezada desde Cádiz por el almirante Topete, el general Serrano y Juan Prim, que supuso la salida de Isabel II de España. Esta revolución tuvo una amplia participación popular al constituirse Juntas revolucionarias que pedían la supresión de las quintas, el sufragio universal, el reparto de la tierra o incluso la separación de la Iglesia y el Estado o la proclamación de la república.
Se formó un gobierno provisional (1868-1870), con protagonismo de Serrano y Prim, que disolvió las juntas y promulgó algunas medidas para satisfacer las demandas populares y convocó elecciones a Cortes constituyentes por sufragio universal masculino (varones mayores de 25 años).
- En 1869 se aprobó una nueva Constitución que recogía principios democráticos: derechos y libertades individuales garantizados por el Estado (libertad de expresión, de asociación, inviolabilidad del domicilio y de la correspondencia), soberanía nacional, sufragio universal masculino, monarquía parlamentaria, separación de poderes, etc.
- Este gobierno provisional tomó medidas económicas librecambistas como el Arancel de 1869, la creación de la peseta mientras buscaba un rey para el trono español entre las familias reales europeas, eligiendo a Amadeo de Saboya a finales de 1870.
Durante su breve reinado (1871-1873), Amadeo I tuvo que hacer frente a diversos problemas: el asesinato de Prim, que fue su principal apoyo; El desgaste de la alianza entre progresistas, demócratas y unionistas que le mantenían en el poder; La oposición de grupos políticos (republicanos, carlistas, alfonsinos…) y de sectores del Ejército; La continuación de la guerra de Cuba (1868-1878) e inicios de la tercera guerra carlista (1872-1876).
Sin apoyos y ante un país ingobernable, Amadeo abdicó en febrero de 1873, por lo que las Cortes proclamaron la I República (1873-1874). La debilidad del régimen republicano provocó una enorme inestabilidad política: cuatro presidentes de la República en un año (Figueras, Pi y Margall, Salmerón y Castelar). En este contexto de inestabilidad, los gobiernos republicanos emprendieron reformas como: la supresión del impuesto de consumos, la eliminación de las quintas, la reglamentación del trabajo infantil o la abolición de la esclavitud en Cuba y Puerto Rico. Se debatió una nueva Constitución: amplios derechos y libertades, Cortes bicamerales, libertad de culto, estructura federal del Estado que no llegó a aprobarse.
La I República tuvo que enfrentarse a graves problemas: el enfrentamiento entre republicanos federalistas y unionistas, la oposición de los monárquicos, escaso reconocimiento internacional, las amplias movilizaciones populares (campesinos sin tierras en Andalucía, primeros conflictos obreros), la guerra carlista y la guerra en Cuba. Los republicanos federales más extremistas proclamaron cantones, pequeños estados regionales casi independientes, en Valencia, Murcia y Andalucía, sublevándose contra el gobierno. El ejército consiguió reprimir la insurrección cantonal.
En enero de 1874, el general Pavía encabezó un golpe de Estado iniciando la República unitaria bajo el gobierno personal o dictadura del general Serrano mientras los alfonsinos con Cánovas del Castillo planeaban la restauración de la monarquía borbónica. Según el Manifiesto de Sandhurst, firmado por Alfonso el 1 de diciembre, la nueva monarquía sería un régimen conservador y católico que garantizaría el funcionamiento del sistema político liberal (burguesía) y restablecería el orden y la estabilidad. El 29 de diciembre de 1874, el pronunciamiento del general Martínez Campos proclamó rey de España a Alfonso XII iniciando el período de la Restauración.
2. LA CONFLICTIVA CONSTRUCCIÓN DEL ESTADO LIBERAL (1833-1868)
Durante el reinado de Isabel II (1833-1868) se produjeron profundas transformaciones y la modernización de España al establecerse una monarquía constitucional con principios liberales, una economía capitalista y una sociedad de clases. Diferenciam
os una etapa de minoría de edad con las regencias de María Cristina (1833-1840) y de Espartero (1840-1843) y una mayoría de edad (1844-1868) con los periodos de la década moderada (1844-1854), Bienio Progresista (1854-1856) y la alternancia de los gobiernos de la Unión Liberal (1858-1863) y moderados hasta el final del reinado.
En el origen de la monarquía isabelina tiene lugar el conflicto sucesorio tras la muerte de su padre Fernando VII, entre los partidarios liberales de Isabel y los partidarios absolutistas de Carlos María Isidro (hermano de Fernando). Las victorias de los liberales tanto en la primera guerra carlista (1833-1840) como en la segunda (1846-1849) hicieron posible la transformación de la antigua monarquía absoluta en una monarquía constitucional.
La consolidación de un sistema parlamentario representativo tuvo grandes dificultades debido a varios factores: La división del liberalismo en moderados y progresistas: El partido moderado que era partidario de un poder central fuerte, soberanía compartida entre rey y Cortes, sufragio muy restringido, derechos limitados. El partido progresista, era partidario de la soberanía nacional, un sufragio menos restringido y mayor amplitud de derechos individuales. Hacia 1850 aparecieron el partido demócrata (que reivindicaba el sufragio universal) y el partido republicano. En 1856 se creó la Unión Liberal que pretendía ser un “partido de centro” pero su ideología apenas se diferenciaba de la moderada. La reina tendía inclinarse a favor de los moderados. El intervencionismo de los militares en política: Al originarse el reinado en medio de una guerra, el estamento militar tuvo un gran protagonismo y participación en política frente a la sociedad civil. Algunos militares liberales fueron lideres de los partidos políticos (los espadones): el general Narváez fue líder de los moderados, Espartero de los progresistas, el general O’Donnell de la Unión Liberal…Muchos cambios en el gobierno se produjeron mediante pronunciamientos militares: el de los sargentos de la Granja (1836), el de Espartero (1840), Narváez en 1843, la Vicalvarada de O´Donnell en 1854 y la Gloriosa con Prim como protagonista en 1868. Otro factor fue la manipulación en las elecciones y la influencia de las camarillas en la reina (la influencia de la monja Sor Patrocinio por ejemplo).
Para articular el Estado liberal se van a realizar diferentes constituciones: El periodo se inició con la carta otorgada del Estatuto Real de 1834. Para recuperar el espíritu de Cádiz, los progresistas realizaron la Constitución de 1837: soberanía nacional, separación de poderes, derechos individuales amplios, pero tenía elementos moderados como Cortes bicamerales y refuerzo del poder de la corona al compartir el poder legislativo con las Cortes y derecho de veto y disolución de las Cortes. En la Constitución de 1845, de corte moderado, se estableció la soberanía compartida (reina-Cortes), el catolicismo como religión del Estado, el sufragio censitario restrictivo, fin de la Milicia Nacional y Senado formado por designación real. En 1856 se intentó una nueva constitución más progresista que no salió adelante (non-nata).
Los distintos gobiernos del período presentaron leyes y reformas que tuvieron como objetivo modernizar el país, consolidar el liberalismo y acabar con algunos de los problemas estructurales de España. Durante la regencia de María Cristina se realizó la división provincial de Javier de Burgos (1833) aunque se mantuvieron los fueros de País Vasco y Navarra. Los progresistas abolieron los gremios, el diezmo eclesiástico, los señoríos y realizaron las desamortizaciones de Mendizábal (1837) y de Madoz (1855). También realizaron la Ley de Ferrocarriles (1855) y la Ley Bancaria (1856). Los moderados realizaron la Guardia Civil (1844), la reforma fiscal (1845), un código penal (1848) y la primera ley de Educación (Ley Moyano, 1857). Estas y otras reformas pretendían crear un Estado centralista, uniforme, con un conjunto unitario de leyes.
En los últimos años del reinado hubo una crisis generalizada (económica, social y política). En 1866 progresistas y demócratas firmaron el Pacto de Ostende para acabar con el régimen isabelino, al que se unió después la Unión Liberal. En septiembre de 1868 la revolución “La Gloriosa”, otra muestra del intervencionismo militar que supuso la salida de Isabel II de España y el inicio de una esperanza democrática.
TEMA 1: LA CRISIS DEL ANTIGUO RÉGIMEN (1808-1833): LIBERALISMO FRENTE A ABSOLUTISMO
En 1788 cuando llegó al trono Carlos IV, el modelo del Antiguo Régimen permanecía casi intacto en España. La invasión francesa de España en 1808 hizo irreversible la crisis del Antiguo Régimen y la implantación del liberalismo, pero la monarquía borbónica ya estaba en crisis antes de 1808. Las conspiraciones y enfrentamientos en la familia real eran frecuentes ya que el valido Manuel Godoy, que ejercía influencia sobre el rey, tuvo una gran impopularidad e hizo aumentar la dependencia española respecto a Francia, especialmente con la llegada al poder de Napoleón. Aumentó la oposición política contra el valido, personificada en el príncipe Fernando (la conspiración del Escorial, 1807), sobre todo tras la firma del Tratado de Fontainebleau permitiendo la entrada de tropas francesas en España para atacar Portugal.
Con el motín de Aranjuez de marzo de 1808 se iniciaron las disputas por el trono entre Carlos IV y su hijo Fernando, que se resolvieron en las abdicaciones de Bayona, donde ceden el trono español a Napoleón y este a su hermano José I. Tras conocerse las abdicaciones se produjo el levantamiento del 2 de mayo en Madrid iniciando la guerra de independencia.
La guerra de independencia (1808-1814) fue una guerra internacional dentro de las guerras napoleónicas, fue una guerra civil (afrancesados contra patriotas) y tuvo un carácter revolucionario al formarse Juntas de defensas que asumieron las tareas de gobierno reconociendo a Fernando VII como rey legítimo. La primera fase de la guerra (mayo-noviembre 1808) refleja la resistencia popular mediante las juntas de defensa y las guerrillas. El único éxito español fue Bailén. En la segunda fase (noviembre 1808-diciembre 1812) el dominio francés fue aplastante e incluso el propio Napoleón se puso al mando de las tropas. La tercera fase (diciembre de 1812-1814) destacó por el debilitamiento francés que envió tropas a Rusia y por el despliegue de una gran ofensiva de británicos, portugueses y españoles (liderados por Wellington) que consiguieron una serie de victorias (Arapiles, Vitoria, San Marcial) hasta expulsar a los franceses con la firma del Tratado de Valençay.
Durante la guerra, en 1810 el Consejo de Regencia convocó una reunión de Cortes Constituyentes en Cádiz. Los diputados se dividieron ideológicamente en tres tendencias (liberales, reformistas y absolutistas) y se impondrá la tendencia liberal. El liberalismo es el sistema político y económico que se caracteriza por la división de poderes, igualdad de derechos políticos, el sufragio universal masculino, la aparición del concepto de nación (conjunto de ciudadanos con los mismos derechos, sede de la soberanía), la libertad económica y comercial, la defensa de la propiedad privada, un estado unitario y centralizado y una monarquía constitucional y todo ello recogido en una Constitución frente a la monarquía absoluta, la sociedad estamental, el régimen señorial, las actividades gremiales, los bienes vinculados y el predominio de la Iglesia que caracteriza al Antiguo Régimen.
La labor legislativa de las Cortes de Cádiz significó la ruptura con el Antiguo Régimen y el primer paso del liberalismo en España. La medida más importante fue la aprobación de la Constitución de 1812, la primera constitución española, que reflejó la soberanía nacional, separación de poderes, Cortes unicamerales, sufragio universal masculino, monarquía parlamentaria, reconocimiento de derechos individuales, confesionalidad católica del Estado, etc. Se aprobaron otras medidas como la supresión de los señoríos jurisdiccionales, disolución de los mayorazgos, desamortización de tierras comunales, abolición de la Inquisición, libertad de trabajo, anulación de los gremios, etc. Estas reformas apenas se pudieron aplicar debido a la Guerra.
El reinado de Fernando VII (1814-1833) se debatió entre el absolutismo y el liberalismo: Entre 1814-1820, restaura el absolutismo anulando todas las reformas de las Cortes de Cádiz y persiguiendo a afrancesados y liberales, que recurrieron a los pronunciamientos. En 1820 triunfó el pronunciamiento de Riego iniciando el Trienio Liberal y Fernando VII se vio obligado a restablecer la Constitución de 1812 hasta que las tropas de los cien mil hijos de San Luis, enviadas por la Santa Alianza, restablecen el poder absoluto del rey en 1823. Durante la Década Ominosa (hasta 1833), se produce la vuelta al absolutismo, la supresión de toda la legislación liberal, la persecución de los liberales, pronunciamientos frustrados, una grave crisis hacendística relacionada con la pérdida de las colonias americanas y el problema dinástico, entre los absolutistas que defienden los derechos al trono del hermano del rey Carlos María Isidro (carlistas) y los liberales que apoyaran a Isabel (hija del rey). A la muerte de Fernando VII (1833) se inicia la primera guerra carlista entre estos dos bandos enfrentados.