La Emancipación de las Colonias Americanas
Contexto Histórico
En el siglo XVIII, la política de los Borbones en América propició una etapa de prosperidad económica basada en el comercio y las plantaciones. Surgieron los criollos, un nuevo grupo burgués influenciado por las ideas ilustradas. Este grupo desarrolló programas de independencia motivados por la discriminación en los cargos coloniales, los altos impuestos y el control económico ejercido por España. El ejemplo de EE. UU., que logró su independencia, fue crucial, mostrando la posibilidad de vencer a la metrópoli. Además, contaban con el apoyo de Gran Bretaña, que buscaba controlar el mercado americano.
El Inicio del Movimiento Independentista
A partir de 1808, España, debilitada por la invasión napoleónica, no pudo controlar los intereses divergentes en sus territorios ultramarinos. Los criollos, negándose a someterse a José Bonaparte, crearon Juntas que, si bien se mantenían teóricamente fieles a Fernando VII, rechazaron la autoridad de la Junta Suprema Central. Hacia 1810, muchas de estas Juntas se declararon autónomas.
Líderes de la Independencia
En el Virreinato de la Plata, José de San Martín proclamó la independencia de la República de Argentina en Buenos Aires. Simón Bolívar hizo lo propio en Venezuela y el Virreinato de Granada. En México, Morelos e Hidalgo lideraron el movimiento independentista. Las Cortes de Cádiz, que consideraban a las colonias como territorio español, intentaron reconocer los derechos de los criollos, pero fueron incapaces de frenar el movimiento.
Consolidación de la Independencia
Tras la Guerra Hispano-Francesa (1819), Fernando VII intentó restablecer el control enviando un ejército de 10.000 hombres. Logró pacificar Nueva Granada y México, pero Paraguay (1811) y Argentina (1816) ya se habían declarado independientes. La intransigencia de la monarquía española frente a la autonomía colonial y la expansión del movimiento libertador continuaron.
San Martín y Bolívar
San Martín cruzó los Andes, derrotó a los españoles en Chacabuco (1817) e impulsó la independencia de Chile (1818). Bolívar, por su parte, venció al ejército español en Boyacá (1819) y Carabobo (1821), sentando las bases para la Gran Colombia (Venezuela, Colombia, Ecuador y Panamá). México, liderado por Iturbide, logró su independencia en 1822. La derrota española en Ayacucho (1824) y la independencia de Perú y Bolivia marcaron el fin de la presencia española en América.
Consecuencias y Legado
La independencia trajo consigo la dependencia económica de los nuevos estados. El sueño de Bolívar de una América unida no se materializó. Los criollos, además, no atendieron los intereses de la mayoría de la población, lo que generó convulsiones sociales. El dominio español fue reemplazado por el de Gran Bretaña y EE. UU. Los británicos controlaron el comercio sudamericano, mientras que EE. UU. formuló la Doctrina Monroe (1823), que establecía que América debía ser para los americanos, instando a los europeos a abandonar sus intereses en el continente.
El Reinado de Fernando VII (1814-1833)
La Vuelta al Absolutismo
En 1813, el Tratado de Valençay puso fin a la Guerra Hispano-Francesa y reconoció a Fernando VII como rey. El monarca, que había partido como absolutista, debía regresar a un país con una Constitución liberal. Los absolutistas (nobleza y clero) vieron la oportunidad de restaurar el Antiguo Régimen, apoyando incondicionalmente al rey (Manifiesto de los Persas) y movilizando al pueblo. Fernando VII, al llegar a España, declaró nulos la Constitución y los decretos de Cádiz (Real Decreto del 4 de mayo de 1814), restaurando el absolutismo. Se persiguió a los liberales, se restauraron las antiguas instituciones (régimen señorial e Inquisición) y se contó con el apoyo internacional del Congreso de Viena (1815) y la Santa Alianza.
Oposición y el Trienio Liberal (1820-1823)
La burguesía liberal reclamó la vuelta al régimen constitucional, el campesinado se negó a pagar rentas y tributos, y el ejército se dividió entre conservadores y liberales. Se produjeron pronunciamientos militares (Mina, Lacy) y revueltas campesinas y urbanas, a lo que el gobierno respondió con represión. En 1820, el coronel Riego lideró un pronunciamiento en Cabezas de San Juan (Sevilla) con tropas destinadas a América. La presión del ejército, la neutralidad del campesinado y la oposición liberal obligaron a Fernando VII a aceptar la Constitución de 1812.
Reformas del Trienio Liberal
El nuevo gobierno, surgido de elecciones, implementó reformas liberales: liquidación del feudalismo, libertad de industria, abolición de gremios y señoríos, disminución del diezmo, venta de propiedades del clero, reformas fiscales y del código penal, liberalización del comercio e industria, y creación de la Milicia Nacional.
La Década Ominosa (1823-1833)
Fernando VII, utilizando su derecho a veto, paralizó las reformas y conspiró contra el gobierno, buscando el apoyo de potencias absolutistas europeas. La incapacidad de los campesinos para pagar impuestos, la oposición de la nobleza y el clero, y las divisiones entre liberales (moderados y exaltados) debilitaron al gobierno. En 1823, la Santa Alianza envió los»Cien Mil Hijos de San Lui» para restaurar el absolutismo.
Restauración del Absolutismo
Se reprimió a los liberales, se depuró la Administración y el Ejército, y se crearon comisiones de vigilancia. La crisis de la Hacienda y la pérdida de las colonias americanas llevaron a Fernando VII a colaborar con los liberales moderados, lo que generó la oposición de los privilegiados y el surgimiento de los carlistas, partidarios de Carlos María Isidro (hermano del rey).
La Sucesión y el Problema Carlista
En 1830, nació Isabel, hija de Fernando VII y María Cristina. La Ley Sálica, que impedía reinar a las mujeres, fue derogada por la Pragmática Sanción. Esto generó una lucha entre dos opciones políticas: Carlos María Isidro, defensor del Antiguo Régimen, y María Cristina, que se apoyó en los liberales para asegurar el trono de su hija. En 1833, Fernando VII murió, Isabel heredó el trono y María Cristina asumió la regencia. Carlos María Isidro se proclamó rey, iniciando la Primera Guerra Carlista.
La Constitución de 1812
Contexto y Elaboración
La Constitución de 1812, conocida como»La Pep», fue la primera Constitución española que estableció el modelo liberal en el país. Fue promulgada el 19 de marzo de 1812 por las Cortes de Cádiz, representantes de la Nación española, incluyendo a los territorios americanos. Su elaboración se produjo en plena Guerra de la Independencia, con la península ocupada por las tropas francesas. Ante el vacío de poder, la Junta Suprema Central convocó a las Cortes para organizar la resistencia. Los diputados, provenientes de la burguesía, el clero y la nobleza, se reunieron en una cámara única y proclamaron la soberanía nacional.
Principios Fundamentales
El preámbulo y los tres primeros artículos establecen los conceptos de Nación y Soberanía, inspirados en la Ilustración y la Revolución Francesa. La Nación está formada por los ciudadanos. El artículo 4 y el 13 definen las obligaciones de la Nación (representada por las Cortes) y del Gobierno, que deben garantizar la libertad y prosperidad de los ciudadanos a través de las leyes. El artículo 8 establece la desaparición de los privilegios, con la obligación de todos los españoles de pagar impuestos. El artículo 12 declara la religión católica como la única oficial, reflejando el compromiso entre liberales y absolutistas. Los artículos del 14 al 17 establecen la monarquía limitada y la separación de poderes: legislativo (Cortes y rey), ejecutivo (monarca) y judicial (tribunales).
Influencia y Legado
La Constitución de 1812, influenciada por la Revolución Francesa, estableció un modelo liberal que sería anulado por Fernando VII a su regreso del exilio. Sin embargo, su importancia radica en ser la primera Constitución española que estableció la soberanía nacional, la separación de poderes y los derechos individuales, sentando las bases para el desarrollo del liberalismo en España.
La Guerra de la Independencia (1808-1814)
Invasión Francesa y Resistencia Española
En 1807, Napoleón obtuvo el consentimiento de Carlos IV para que sus tropas atravesaran España para invadir Portugal (Tratado de Fontainebleau). En 1808, el Motín de Aranjuez, instigado por la nobleza y el clero, forzó la abdicación de Carlos IV en favor de su hijo Fernando VII. Napoleón, aprovechando la debilidad española, obligó a ambos a abdicar en Bayona y nombró a su hermano José Bonaparte como rey de España. Esto desencadenó un levantamiento popular y militar contra los franceses.
Dos Modelos Políticos
En España coexistieron dos modelos políticos: el de José Bonaparte, apoyado por los afrancesados (ilustrados y alta nobleza), que implementó reformas para desmantelar el Antiguo Régimen (desamortización, abolición de la Inquisición, etc.), y el de las Juntas, formadas por la mayoría de la población. El clero y la nobleza buscaban la vuelta al absolutismo con Fernando VII, mientras que los burgueses e intelectuales veían la oportunidad de instaurar un sistema liberal. La población en general se unió en la defensa contra el invasor. Surgieron Juntas locales, provinciales y, finalmente, una Junta Central para coordinar la resistencia.
Desarrollo de la Guerra
El ejército español, incapaz de frenar el avance francés, recurrió a las guerrillas y los sitios. Los sitios consistían en la resistencia de ciudades para desgastar al enemigo, mientras que las guerrillas eran grupos de campesinos y burgueses que atacaban por sorpresa. Napoleón, enfrentado a la resistencia popular y a derrotas como la de Bailén, tuvo que enviar refuerzos. En 1812, con la guerra en Rusia y el apoyo británico a España, Napoleón decidió retirar tropas de la península.
Consecuencias de la Guerra
La Guerra de la Independencia tuvo graves consecuencias para España: descenso demográfico (guerra, epidemias, hambre, exilio), daños materiales (ciudades destruidas, monumentos dañados, expolio artístico), crisis económica (estancamiento industrial, interrupción del comercio colonial, crisis de la Hacienda). Sin embargo, la victoria española contribuyó a la derrota de Napoleón en Europa y, paradójicamente, impulsó los procesos de independencia en América, donde las colonias se autogobernaron ante el vacío de poder en la metrópoli.