La Evolución del Régimen Franquista: Contexto, Consolidación y Transformaciones Sociales

Creación del Estado Franquista

El régimen franquista duró casi 40 años, durante los cuales se produjeron cambios dentro y fuera de España. El régimen no hubiera durado tanto si no hubiese sabido adaptarse a las circunstancias; por ello, las ideologías y las bases sociales variaron. Perdura la voluntad del dictador de mantenerse en el poder hasta su muerte.

Los grupos políticos que apoyaron la sublevación eran amplios, pero pertenecían principalmente a la derecha. Su alianza se basaba en rechazos comunes, como el rechazo de la República. Sus proyectos apenas coincidían, de marcado carácter conservador:

  • La confesionalidad católica.
  • Poder nacionalista fuerte y centralizado, basado en la unidad de España, autoridad y jerarquía.
  • La imposición de un orden social rígido, basado en la defensa de la familia y la propiedad privada.

Franco era un militar de escasa formación política, pero con un fuerte espíritu de mando y habilidad para adaptarse a las circunstancias para mantenerse en el poder y ejercerlo. Nunca tuvo un proyecto claro sobre la forma de organización del Estado, pero rechazaba cualquier forma política liberal o demócrata.

Los monárquicos pertenecían a dos grupos ideológicos:

  • Los carlistas o tradicionalistas, cuya política se integró en el partido creado por Franco mediante el decreto de Unificación (Falange Española Tradicionalista y de las JONS). Carecían de candidato definido y defendían la tradición de los fueros locales.
  • Los partidarios de la restauración, que querían en el trono a Juan de Borbón. Optaban por la continuidad de la línea dinástica y rechazaban cualquier forma de autonomía.

El número e influencia de los falangistas creció durante la guerra. Sus planteamientos estaban próximos a los fascismos, pero la muerte de su fundador, Primo de Rivera, y su fusión con los tradicionalistas bajo el mando de Franco les había hecho perder gran parte de sus señas. Seguían aspirando a un régimen totalitario por un único partido, el Movimiento Nacional, nombre con el que se designaba la Falange.

La Falange logró una gran influencia debido a la implantación popular lograda desde la guerra y era el único grupo con discurso ideológico para llegar a las masas. Controlaron la propaganda con prensa y radio, así como la organización sindical.

Tras la Segunda Guerra Mundial, Franco se fue distanciando de los planteamientos totalitarios. Aunque siguieron ocupando cargos importantes, perdieron influencia a favor de los católicos. Los católicos no pertenecían a ninguna corriente, estaban adscritos a la Asociación Católica de Propagandística o el Opus Dei, que el régimen no tenía problema en reconocer por su naturaleza no política.

La Asociación Católica Nacional de Propagandística tenía el fin de difundir el pensamiento católico. Sus principales frentes de actuación eran la defensa de una enseñanza católica con el aprendizaje del catecismo. Sus miembros se integraron en políticas de derechas y colaboraron con el franquismo; los miembros más destacados fueron requeridos para incorporarse a los Gobiernos del régimen, generalmente en Asuntos Exteriores y Educación.

El Opus Dei se creó en Madrid y se expandió. Su objetivo era la santificación personal de miembros que debían aplicar los valores cristianos en el trabajo. Adquirió importancia por el número de miembros y su cualificación. Las figuras importantes ocuparon ministerios económicos y se denominaron tecnócratas por su eficacia técnica.

En definitiva, se puede calificar la ideología del régimen como nacional-catolicismo. El franquismo gozó del apoyo de sectores sociales identificados por su defensa de los valores tradicionales, bien por su autoridad y el restablecimiento del orden público:

  • Los pequeños y medianos propietarios, de mentalidad tradicional, se concentraban en el medio rural.
  • Las clases medias de las pequeñas y medianas ciudades y capitales de provincia, de mentalidad tradicional y nostalgia de orden público.
  • Oligarquía agraria, industrial y financiera, pequeños y medianos empresarios que buscaban eliminar la conflictividad laboral.

El Ejército y su poder e influencia impregnaban la vida política, social y cultural, asegurando la supervivencia del régimen, y ocupaban cargos políticos importantes. El clero recibió ayudas de un Estado que se declaró católico y que asumió la defensa de la religión y la Iglesia como asunto prioritario. El clero mostró su agradecimiento con permanente propaganda.

Franco quiso participar en la Segunda Guerra Mundial por los fascistas y mantuvo conversaciones con Hitler y Mussolini, pero España, tras la Guerra Civil, estaba débil y las condiciones exigidas eran más inconvenientes que ventajas para el Eje, dejando a España al margen. Sin embargo, aportó la División Azul y la Escuadrilla Azul, cuerpos voluntarios en el frente ruso bajo mando alemán.

Ante el giro a favor de los aliados, Franco empezó a distanciarse de las potencias fascistas para inclinarse hacia los vencedores. Los aliados sometieron al franquismo a una condena política y aislamiento internacional con la resolución de la ONU de 1946, que tachaba de fascista al régimen de Franco y prohibía a España pertenecer a los organismos relacionados con la ONU, retirando a sus embajadores.

Contaba con el apoyo de Portugal y Argentina, que tenían regímenes profascistas, aunque había más países que declararon su condena, como EE.UU. o Gran Bretaña. Con el final de la guerra, la situación cambió y se pasó a la guerra fría contra el comunismo. El bloque capitalista, encabezado por EE.UU., relegó a un segundo plano el régimen de Franco ante su carácter anticomunista y el valor estratégico militar de la Península Ibérica. La ONU revocó en 1950 la resolución de bloqueo contra España y retornaron los embajadores.

Los éxitos llegaron en 1953:

  • Se firmó el Concordato con el Vaticano, y el Estado hacía a la Iglesia concesiones a cambio de su apoyo.
  • Se firmó un tratado con EE.UU. que autorizaba a este país a establecer bases militares en la Península, a cambio de ayuda económica, la mayor parte destinada a los gastos americanos en España.

El objetivo era la aceptación internacional, y el mejor valedor era EE.UU. En 1955, la admisión de España en la ONU culminaba una fase de política exterior orientada al reconocimiento del régimen, y España se pudo integrar en organizaciones como el Banco Mundial o el Fondo Monetario Internacional.

El objetivo prioritario de Franco era un nuevo Estado que sería autoritario, nacionalista y católico, y él ejercería la autoridad con el apoyo del Ejército. La imagen exterior debía girar en torno a la defensa de la religión y el anticomunismo. Para ganarse el apoyo de las potencias vencedoras de la Segunda Guerra Mundial, la propaganda franquista calificó el nuevo régimen como democracia orgánica.

Para reforzar la imagen, se relegó en parte a los falangistas para dar mayor protagonismo político a miembros de la Asociación Católica Nacional de Propagandistas, como presencia de garantía de apertura política. Se elaboraron Leyes Fundamentales que pretendían proporcionar una imagen democrática; era una fachada para ocultar la dictadura militar de Franco. Se definía como monarquía católica, social y representativa, cuya jefatura recaía en Franco, quien nombraba al sucesor.

Para controlar el aparato productivo del país, se estableció el Movimiento Nacional, que encuadró a empresarios, técnicos y obreros agrupados en sindicatos verticales. Su fundamento era que no debía haber conflictos entre trabajadores, sino intereses comunes para levantar la economía. Los altos cargos sindicales estaban ocupados por falangistas.

Consolidación del Régimen Franquista

Con el final de la guerra, la situación cambió y se pasó a la guerra fría contra el comunismo. El bloque capitalista, encabezado por EE.UU., relegó a un segundo plano el régimen de Franco ante su carácter anticomunista y el valor estratégico militar de la Península Ibérica. La ONU revocó en 1950 la resolución de bloqueo contra España y retornaron los embajadores.

Los éxitos llegaron en 1953:

  • Se firmó el Concordato con el Vaticano, y el Estado hacía a la Iglesia concesiones a cambio de su apoyo.
  • Se firmó un tratado con EE.UU. que autorizaba a este país a establecer bases militares en la Península, a cambio de ayuda económica, la mayor parte destinada a los gastos americanos en España.

El objetivo era la aceptación internacional, y el mejor valedor era EE.UU. En 1955, la admisión de España en la ONU culminaba una fase de política exterior orientada al reconocimiento del régimen, y España se pudo integrar en organizaciones como el Banco Mundial o el Fondo Monetario Internacional.

La política económica estuvo condicionada por la Guerra Civil, que dejó al país ruinoso. La Segunda Guerra Mundial privó a España de abastecerse del exterior, y el bloqueo internacional prolongó la situación. La política económica se basaba en la autarquía, impuesta por la necesidad de autoabastecerse y la decisión del régimen para reforzar la independencia.

El objetivo era la industrialización, dirigida desde el poder y apoyada económicamente por el Estado. El resultado fue que la producción industrial apenas aumentó, la producción agraria fue insuficiente, se estableció un sistema de racionamiento de alimentos y la renta per cápita no recuperó los niveles anteriores. La escasez y el racionamiento propiciaron la aparición de un mercado negro con precios superiores.

En los 50, finalizó el aislamiento internacional y la economía se fue abriendo al exterior. Aumentaron las importaciones más que las exportaciones y disminuyó la reserva de divisas. Era inaplazable un reajuste económico. El transvase de población del campo a núcleos urbanos fue constante, cuyo destino era Madrid, Barcelona, Valencia y Vizcaya, donde buscaban trabajo y mejores condiciones.

Los inconvenientes fueron el despoblamiento del campo y el chabolismo en las ciudades, que no estaban preparadas. El sector primario disminuyó al 40% y aumentó el secundario y el terciario. España continuaba retrasada y agraria. La importancia de las clases medias era baja; la sociedad se dividía en una rica oligarquía y la población rural y urbana. Existía una línea entre vencedores y vencidos.

Militares y falangistas implantaron una vida con intolerancia religiosa, disciplina militar, superioridad masculina y obediencia ciega a cualquier superior en jerarquía. El Gobierno formado en 1957 incorporó en ministerios económicos a miembros del Opus Dei, que ocuparon cargos progresivamente, calificados de tecnócratas por su labor hacia la eficacia técnica y económica.

Los ministros cambiaron la orientación económica con el Plan de Estabilización, que perseguía la estabilidad de los precios, la flexibilización económica y la liberación con el exterior. El Plan incluía medidas de reajuste que tuvieron resultados traumáticos, necesarios para encaminar la economía al desarrollo.

La economía estaba debajo de la media de los países europeos y se pusieron en marcha los Planes de Desarrollo de modelo francés, que consistían en iniciar un desarrollo acelerado con objetivos comunes entre Estado y empresas. Se crearon polos de desarrollo en zonas atrasadas con posibilidades económicas para distribuir la riqueza, y se concedieron ayudas a las empresas que invertían.

La economía experimentó entre 1960 y 1973 un crecimiento acelerado con indicadores próximos a los de Europa:

  • La renta per cápita aumentó más del doble y la tasa de crecimiento anual del producto nacional solo fue superada por Japón.
  • Se modernizaron todos los sectores económicos, basados en nuevas tecnologías.
  • El sector más desarrollado fue el secundario, y el automovilismo fue un símbolo de mejora.
  • Destaca el crecimiento del turismo y la mejora de la productividad agrícola.

Se produjeron grandes desequilibrios regionales entre las zonas industriales y los nuevos polos con otros territorios. El crecimiento acelerado desaprovechó la mano de obra disponible; así, se aumentaba la productividad, pero no generaba empleo, y parte de la población activa emigró.

Las importaciones eran caras pero imprescindibles, y se pudo compensar el déficit con la inversión de capitales extranjeros, la recepción de divisas de los emigrantes a sus familias y el turismo. Las migraciones interiores fueron enormes debido a la atracción por sectores en crecimiento. Más de 3 millones emigraron a zonas industriales, polos de desarrollo o focos turísticos.

El crecimiento de las ciudades originó ciudades dormitorio carentes de infraestructuras adecuadas y de servicios básicos. La emigración exterior era elevada y España no generaba empleo suficiente, mientras Europa occidental podía absorber más mano de obra. Más de 1,5 millones de españoles emigraron a Europa, como Alemania, Francia o Suiza, la mayoría de forma temporal. Esto resultó vital para la economía y evitó un sector de población en paro potencialmente conflictivo.

El crecimiento económico modificó la estructura ocupacional con características de un país desarrollado. La industria y los servicios atrajeron mano de obra sobrante de la agricultura, y la población activa del sector secundario y terciario superaba al primario. España había pasado de ser un país agrario a industrializado y moderno, pero aún retrasado con respecto a Europa.

Partiendo de una sociedad rural y polarizada, se evolucionó hacia una sociedad con predominio de clases medias urbanas. El aumento de la renta per cápita y los salarios mejoró el nivel de vida y las pautas del consumo:

  • Mejoró la alimentación y se enriqueció la dieta anterior, caracterizada por la escasez y el racionamiento.
  • Aumentaron las viviendas, pero el ritmo de construcción fue insuficiente para las necesidades de las oleadas de personas del medio rural. Se hizo con fines especulativos y no resolvió el chabolismo. Muchos edificios de baja calidad no contaban con estructuras ni equipamientos adecuados.
  • Mejoraron la dotación de los hogares con teléfonos, frigoríficos o televisores.
  • Aumentó la demanda de automóviles. El Seat 600 fue un símbolo y una imagen habitual de las carreteras españolas.

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