La Expansión de la CEE: Ratificación y Desafíos en la Europa de los Nueve

Todo parecía dispuesto para la ampliación a la Europa de los Diez, pues no había dudas acerca de la ratificación de los acuerdos. Pero, para sorpresa general, quedaría reducida a la Europa de los Nueve al descolgarse Noruega en este trámite.

Francia

Apartándose de la opinión general, Pompidou prefirió no someter la decisión al debate parlamentario, acudiendo a la fórmula del referéndum, que era una vía de ratificación nunca ensayada con anterioridad. Ello provocó el desarrollo de una fuerte polémica en la que se mezclaron consideraciones de política interna que condicionaron negativamente el resultado de la consulta. Celebrada el 23 de abril de 1972, ésta se demostró poco beneficiosa para la causa europea, arrojando un resultado de un 68,3 % de voto favorable, un 31,7 % en contra, y un elevado índice, 39,5 %, de abstención. Por ello, Pompidou fue criticado por los demás países miembros, que le reprocharon que hubiese perseguido un éxito personal en los planos nacional e internacional.

Reino Unido

La petición de la oposición laborista para la celebración de un referéndum fue rechazada tajantemente por el conservador E. Heath, afirmando que era una práctica totalmente contraria a la tradición británica. Con anterioridad, ya se habían producido dos votaciones favorables en la Cámara de los Comunes con ocasión de los acuerdos de adhesión, la segunda de las cuales solo se había ganado por ocho votos. En la votación para la ratificación aumentó ligeramente la mayoría favorable, mientras que en la Cámara de los Lores la victoria fue mucho más holgada.

Los laboristas manifestaron su oposición a las condiciones en que se planteaba el ingreso, por entender que no garantizaban un adecuado equilibrio dentro de la comunidad. Por ello, anunciaron que cuando llegasen al poder exigirían su revisión y que no enviarían a sus representantes al Parlamento Europeo.

El posterior triunfo laborista en las elecciones de marzo de 1974 supuso el planteamiento de nuevo del problema. Sus principales quejas afectaban a las consecuencias de la política agrícola común, la participación del Reino Unido en el presupuesto comunitario, el mantenimiento de los poderes del Parlamento británico sobre la economía y la atención a los intereses de los países de la Commonwealth. En el fondo, seguían latentes las discrepancias sobre los proyectos de Unión económica y monetaria y la propuesta laborista de una mayor colaboración con Estados Unidos.

Los Estados miembros se manifestaron contrarios a renegociar, pero admitieron la posibilidad de discutir algunos pequeños reajustes en el Tratado de Roma. Por fin, en 1975 se llega a un acuerdo de modificación que la Cámara de los Comunes aprobó por una amplia mayoría: 396 votos frente a 170, si bien menos de la mitad de los diputados laboristas votaron a favor. Además fue convocado un referéndum, celebrado el 6 de junio de 1975, para el que el gobierno decidió recomendar el voto favorable. Su resultado fue de 67,2 % en favor de la ratificación del tratado y un 32,8 % en contra. Al día siguiente los diputados laboristas ocuparon sus escaños en el Parlamento Europeo.

Irlanda

Fue el país donde el respaldo popular fue más amplio, a pesar de que existió una intensa campaña de propaganda en contra de la integración. La participación fue de un 71,1%, la más alta registrada en una consulta de este tipo. El resultado fue de 83 % de votos a favor y un 17 % en contra.

Noruega

El referéndum se celebró en un clima de gran expectación y preocupación tras una dura y apasionada campaña electoral. El alto índice de participación electoral, un 77,7 %, demuestra la enorme importancia cobrada por el tema. Los resultados fueron: un 53,5 % de votos contrarios al ingreso y un 46,5 % a favor. Votaron en contra, tradicionalistas, nacionalistas, neutralistas, comunistas, agricultores, trabajadores del sector pesquero y jóvenes contrarios a la industrialización. El fracaso del referéndum provocó la dimisión del presidente del gobierno Trygue Bratelli.

Dinamarca

Existía un gran temor a que lo sucedido en Noruega tuviese una influencia negativa en el referéndum danés, celebrado en octubre de 1972. Sorprendentemente, el resultado fue muy amplio a favor de la integración: un 63,5 % de votos a favor frente al 36,5 % en contra. La participación total fue de un 89,9 %. Esta victoria supuso un gran alivio frente a la conmoción provocada por el rechazo noruego. Pero es probable que este hecho animase a votar a muchos posibles abstencionistas o a cambiar el voto de los opositores al gobierno.

La no entrada de Noruega tuvo además el efecto positivo de generar una reflexión más profunda sobre la naturaleza de la construcción europea, sus fines y dimensiones e hizo tomar conciencia de la necesidad de prestar mayor atención a las demandas político-sociales de las poblaciones, evitando convertirse en una construcción puramente económica.

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