La Construcción del Estado Liberal en España (Siglo XIX)
El Reinado de Isabel II: Oposición, Carlismo y Guerra Civil
Entre 1833 y 1868 se consolidan en España las estructuras del Estado liberal y se rompe definitivamente con el absolutismo propio del Antiguo Régimen. La transición del absolutismo al liberalismo está llena de altibajos, de avances muy rápidos que no se consolidan y de retrocesos fulminantes. En todo el periodo se da en España una muy clara preponderancia del poder militar sobre el civil. Una serie de generales van a dirigir la política nacional durante buena parte del siglo. Esto se debió a la debilidad de los partidos políticos recién nacidos y de la clase social de la que emanaban (la burguesía).
El Problema Sucesorio y la Primera Guerra Carlista (1833-1840)
El 29 de septiembre de 1833 moría Fernando VII. Dejaba tras sí un país postrado por el enfrentamiento entre absolutistas y liberales, un país que no se había desarrollado económicamente al unísono con el resto de los países europeos y que, además, estaba en trance de perder completamente su imperio americano y al borde de una guerra civil por el problema sucesorio que se planteaba a la muerte del Rey. El Rey había derogado mediante la Pragmática Sanción la tradicional y discriminatoria Ley Sálica.
Con la Pragmática Sanción en vigor, la Reina María Cristina se convertía en Regente de España y la princesa Isabel en Princesa de Asturias y, por tanto, en heredera del trono y Reina de España en cuanto alcanzara la mayoría de edad. Nada más morir Fernando VII, su hermano, Carlos María Isidro, dejaba bien claro que no aceptaba la Pragmática Sanción, publicando y dando a conocer a todo el país el llamado «Manifiesto de Abrantes», en el que reclama ser el legítimo heredero del trono de España y declara ilegal la Pragmática Sanción.
Las negociaciones del Presidente del Gobierno, Cea Bermúdez, con los enviados del príncipe fracasan, y comienza así una cruenta guerra civil que la Historia conoce con el nombre de Primera Guerra Carlista. Aunque la causa aparente de la guerra fue el problema de la legitimidad dinástica (la sucesión al trono), en el fondo se dirimió un enfrentamiento más entre absolutistas y liberales.
En torno al pretendiente Don Carlos se agrupan los carlistas, que incluían:
- Todos los que se oponían a las reformas liberales que tienen su punto de partida en la Revolución Francesa.
- Los católicos, que pensaban que la religión y la Iglesia estaban amenazadas por estas mismas ideas.
- Los defensores de los fueros vascos y navarros, ya que Felipe V los había respetado al sumarse estas regiones a su bando en la Guerra de Sucesión contra el Archiduque Carlos de Austria.
La Cuestión Foral
La llamada «cuestión foral» es clave para entender las guerras carlistas. Los carlistas defendían el mantenimiento de los privilegios forales frente al centralismo y uniformismo de los liberales. Querían que los territorios forales mantuvieran su autogobierno, su justicia propia, su hacienda foral y su no participación en las levas para el ejército. Contaban con el apoyo de parte del clero, así como de otros núcleos menores. Los carlistas seguían pensando que los monarcas lo eran por derecho divino y que cualquier limitación al poder del rey era prácticamente una herejía.
En el otro bando, el «cristino» o «isabelino», formaban los liberales y los burgueses de las ciudades.
Desarrollo y Fin de la Primera Guerra Carlista
Inicialmente, los carlistas no fueron capaces de oponer a los isabelinos un ejército mínimamente organizado. Tuvieron que contentarse con organizar una guerra de guerrillas en los territorios montañosos del norte. Esta situación cambió cuando apareció en el bando carlista un jefe carismático con grandes dotes organizativas: el general Zumalacárregui, quien organizó un ejército regular muy bien entrenado y bastante eficaz. Zumalacárregui murió en las operaciones carlistas contra Bilbao, pero eso no impidió que unidades militares carlistas realizaran operaciones por toda España, intentando unir unos focos carlistas con otros y sembrando el desconcierto entre la población. Los carlistas, en una de estas «expediciones», llegaron a estar a las puertas de Madrid.
Sin embargo, los carlistas comienzan a flaquear porque sufren en su seno divisiones internas y porque sufren repetidas derrotas a manos de los ejércitos de la Regente, mandados por un jefe carismático con ambición: el general Baldomero Espartero.
La Primera Guerra Carlista finaliza con el Convenio de Vergara (conocido como el «Abrazo de Vergara»), firmado por Baldomero Espartero por los cristinos y el general Maroto por los carlistas. Este pacto, realizado en parte de espaldas al poder político, buscaba poner fin a una guerra que estaba en «punto muerto». Contemplaba la integración al ejército de la Regente de los oficiales carlistas, la disolución de las unidades militares carlistas y el compromiso —por parte de Espartero— de defender ante la Regente y las Cortes el mantenimiento de los fueros del País Vasco y Navarra. Este acuerdo no fue respetado por el general carlista Cabrera, que siguió la guerra en la zona del Maestrazgo hasta que en 1840 el ejército cristino ocupa Morella.
Otras Guerras Carlistas
A lo largo del siglo XIX hubo otras dos guerras carlistas:
- La Segunda Guerra Carlista (1846-1849), también llamada «guerra dels matiners», que se desarrolló fundamentalmente en Cataluña.
- La Tercera Guerra Carlista (1872-1876), que terminó con la llegada de Alfonso XII.
Las Regencias (1833-1843)
La Regencia de María Cristina: Primeras Reformas
El gobierno de la Regente María Cristina de Borbón comienza la transformación liberal de España y la definitiva liquidación del Antiguo Régimen. La Regente no tuvo más remedio que «abrazar» la causa liberal porque los absolutistas se habían decantado por el bando carlista. En un principio, las reformas liberales fueron muy tímidas; buscaron fundamentalmente el centralismo político. El instrumento de esta centralización fue el ministro de Fomento Javier de Burgos, que, entre otras cosas, diseñó e implantó una nueva división administrativa de España basada en la francesa. Lo que en Francia eran los departamentos, en España fueron las provincias; y lo que en Francia eran los prefectos, aquí fueron los gobernadores civiles. Aunque Javier de Burgos pretendía uniformizar España con la división del territorio en 49 provincias, el peso de las antiguas regiones históricas se hizo evidente, pues la adscripción de territorios a una u otra provincia se hizo casi siempre por criterios históricos. Esta división provincial es la que sigue vigente en la actualidad y la que sirvió de base a la creación de las actuales Comunidades Autónomas.
El Estatuto Real de 1834
Como consecuencia de las presiones que ejercieron los políticos liberales sobre la Regente, ésta tuvo que firmar el Estatuto Real de 1834, una Carta Otorgada (una renuncia voluntaria del monarca a algunos de sus poderes) que en teoría suponía iniciar una transición política muy suave hacia el Estado liberal. El Estatuto Real mantenía casi todo el poder en la Regente y dividía el poder legislativo en dos cámaras: la Cámara de los Próceres y la Cámara de los Procuradores. El Estatuto Real se había quedado muy corto en sus «modernizaciones», ya que era un intento de «tercera vía», un paso intermedio entre el absolutismo y el liberalismo. Esto llevó a los liberales más progresistas (frente a los moderados) a rechazarlo y a pedir directamente que se pusiera en vigor la Constitución de 1812.
Mendizábal y la Desamortización
La Regente, para terminar con esta situación, no tuvo más remedio que llamar a formar gobierno a un liberal progresista: Juan Álvarez Mendizábal. Con Mendizábal llegaba al poder el liberalismo en su versión más decidida. Anteriormente, ya José I, las Cortes de Cádiz y los gobiernos del Trienio Liberal habían intentado llevar a cabo una reforma agraria. Básicamente, una reforma agraria debía consistir en quitarles la tierra a los terratenientes (principalmente Iglesia y municipios) y ponerla en el mercado. Esta reforma agraria recibe el nombre de desamortización.
El Motín de La Granja y la Constitución de 1837
Con dos partidos liberales ya constituidos y opuestos entre sí (moderados y progresistas), se produce un intento de golpe de Estado: el Motín de los Sargentos de La Granja (1836). La ideología de los amotinados era radical y obligaron a la Regente a poner en vigor la Constitución de 1812. Los sargentos de La Granja inauguraron así unos decenios en los que los cuartelazos y los golpes de Estado van a ser continuos y van a marcar la política interna de España hasta bien entrado el siglo XX.
Con un gobierno liberal progresista en el poder, formado como consecuencia directa del cuartelazo de La Granja, se convocan elecciones a Cortes y de ellas emana la Constitución de 1837. Sus puntos fundamentales son:
- La soberanía recae en la Nación.
- El poder ejecutivo recae en el Rey y en su Gobierno; el Rey tiene iniciativa legal y convoca y disuelve las Cortes.
- El poder legislativo es bicameral: Congreso de los Diputados y Senado; las leyes emanadas de las cámaras son sancionadas por el Rey.
- La forma de elección es el sufragio censitario.
- La religión oficial de España es la católica y el Estado mantiene el culto y a sus ministros (base para futuros Concordatos).
- El Rey es sagrado e inviolable; no es responsable de sus actos, siéndolo sus ministros.
- Se reconoce el derecho a la libertad de expresión sin censura previa.
- Se establece la Milicia Nacional.
La Constitución de 1837 estuvo poco tiempo en vigor. Su entrada en vigor no sirvió para serenar la política española. Una serie de gobiernos moderados se empeñaron en no aplicar algunos de sus puntos. Esta situación originó una revuelta progresista apoyada en los ayuntamientos y organizada en torno a la Milicia Nacional.
La Regencia de Espartero (1840-1843)
La Milicia Nacional aclamó a Espartero y, ante la imposibilidad de llegar a un acuerdo con el general, la Regente María Cristina renunció y abandonó España camino del exilio. Las Juntas Revolucionarias nombraron Regente al general Espartero. Su regencia fue un periodo de gran inestabilidad política. El fin de la regencia de Espartero llegó como consecuencia de la brutal represión que éste ordenó cuando se produjo una revuelta de trabajadores del textil en Barcelona. El general moderado Narváez se hizo con el poder.
El Reinado Efectivo de Isabel II (1843-1868)
La Década Moderada (1844-1854) y la Constitución de 1845
El periodo de gobierno del general moderado Narváez (1844-1854) se conoce como la «Década Moderada». Para evitar más problemas con las regencias, lo primero que hizo Narváez fue declarar mayor de edad a Isabel II, quien subió al trono con 13 años. Después, el Duque de Ahumada fundó la Guardia Civil, cuerpo que terminó con el bandolerismo, un gran problema hasta entonces no erradicado.
Unas Cortes Constituyentes dominadas por los moderados elaboraron una nueva Carta Magna: la Constitución de 1845. Esta nueva Constitución supuso un claro «paso atrás» respecto a la de 1837. La soberanía recaía en la Nación y en el Rey. El Rey recobraba buena parte de sus poderes, sobre todo sobre los Ayuntamientos y las Diputaciones Provinciales, y se recortaban sensiblemente los derechos de los ciudadanos, incluido el de la libertad de expresión. La Hacienda se reorganizó. El otorgamiento de concesiones a empresas ferroviarias y otras acusaciones de corrupción y apropiación de dinero público contra el gobierno y sus principales colaboradores prepararon el terreno a otro pronunciamiento militar: el del también moderado O’Donnell (la Vicalvarada).
El Bienio Progresista (1854-1856) y la Constitución «Nonata» de 1856
Se conoce como «Bienio Progresista» (1854-1856) al gobierno de los generales O’Donnell y Espartero. Lo que empezó siendo un pronunciamiento moderado se radicalizó hacia posturas progresistas cuando se produjeron en varias ciudades revueltas obreras. Con Espartero en la Presidencia del Gobierno y O’Donnell en el Ministerio de la Guerra, los gobiernos del bienio y sus Cortes alumbraron una nueva Carta Magna: la Constitución de 1856, de carácter fuertemente progresista, aunque se mantenían casi todos los poderes del Rey. Esta Constitución no llegó a entrar en vigor, por lo que en la Historia del constitucionalismo español se la denomina «nonata».
Los Gobiernos de la Unión Liberal (O’Donnell)
En 1856, las revueltas obreras llevaron a la dimisión de Espartero, asumiendo la Presidencia del gobierno O’Donnell. Durante los diez últimos años del reinado de Isabel II, la política española estuvo dominada por la figura del general moderado Leopoldo O’Donnell, fundador del partido Unión Liberal (un intento de centro político).
Durante el denominado Gobierno breve de O’Donnell, volvió a entrar en vigor la Constitución de 1845 y se continuó aplicando la serie de reformas liberales. Este gobierno termina con la asunción de la Presidencia del Gobierno por parte de Narváez y el consiguiente retroceso.
El llamado Gobierno largo de O’Donnell (1858-1863) comienza cuando la Reina Isabel II le vuelve a llamar para formar gobierno. Comienza así un periodo de relativa estabilidad, paz social y crecimiento económico. La alternancia en el poder de los partidos liberales (moderados y unionistas) se estaba dando de forma más o menos pacífica y constitucional, sin «cuartelazos» y pronunciamientos.
Durante el Gobierno largo de O’Donnell, la contención de la conflictividad interna permitió a España asumir una activa política exterior. En este periodo se consolida la presencia española en el norte de África (Marruecos), presencia que traería consigo una larga sucesión de guerras de desgaste hasta los años 20 del siglo XX. España interviene militarmente en México (junto a Francia y Reino Unido) y en Indochina (Vietnam, junto a Francia). Estas intervenciones imperialistas hacen que España recupere momentáneamente cierto prestigio internacional.
Crisis Final del Reinado y la Revolución de 1868
El Gobierno largo de O’Donnell entra en crisis cuando se producen una serie de sublevaciones campesinas instigadas por grupos republicanos y demócratas. La Reina llama otra vez a Narváez a formar gobierno. Con Narváez como Presidente del Gobierno comienza por enésima vez el retroceso en las libertades individuales y en los logros más modernizadores. La represión y la falta de alternancia real en el poder llevaron a la oposición (progresistas, demócratas, republicanos) a unirse. Los militares liberales volvían a recurrir al golpe de Estado. En 1868, los generales Prim, Serrano y el almirante Topete dan un nuevo golpe de Estado: la «Revolución Gloriosa de 1868». Esta vez, el golpe iba a ir más allá del mero cambio de gobierno.
El Sexenio Democrático (1868-1874)
La Revolución «Gloriosa» de 1868
El precedente de la Revolución de 1868 se da dos años antes, con el llamado Pacto de Ostende (1866), por el cual los liberales progresistas, demócratas y republicanos planificaron acabar con lo que ellos consideraban una Monarquía decadente y corrupta y con el riesgo de una involución autoritaria. Como toda revolución, la de 1868 tuvo un «caldo de cultivo» previo que la explica. Los historiadores piensan que en su origen, además del Pacto de Ostende, los deseos de medro personal de Prim y la represión de Narváez, está una crisis económica especialmente dura. Esta crisis tuvo dos caras (financiera por un lado y de subsistencia por otro) y afectó tanto a la burguesía como al proletariado y a los campesinos. La Revolución de 1868 fue propiciada por la baja burguesía y amplios sectores del campesinado y de los obreros contra la gran burguesía y la élite moderada, que hasta entonces se había destacado por defender sólo sus propios intereses y por no haber sido capaz de estabilizar el país.
El resultado de esa combinación explosiva fue el pronunciamiento del almirante Topete en Cádiz y de los generales Prim y Serrano al frente de sus unidades militares. Rápidamente se formaron Juntas Revolucionarias en diferentes capitales. La Reina Isabel II cruzó la frontera y se exilió en Francia en cuanto supo que las tropas leales al gobierno habían sido derrotadas por los sublevados en la Batalla del Puente de Alcolea. La revolución había triunfado y la consecuencia más trascendental era el destronamiento de la Casa de Borbón en España. Se abría así un horizonte de libertad y de consolidación del sistema liberal con serias reformas democráticas.
Gobierno Provisional y la Constitución de 1869
El Sexenio Democrático comienza con un Gobierno Provisional en el que se reparten el poder los generales Prim (progresista) y Serrano (unionista). Se convocan Cortes Constituyentes por sufragio universal masculino y se elabora la Constitución de 1869. Esta Constitución es, con mucho, la más democrática de todas las que se elaboraron en España durante el siglo XIX. Establecía:
- El régimen político del Estado es la Monarquía Constitucional.
- La soberanía reside esencialmente en la Nación.
- Una amplísima carta de derechos individuales (asociación, reunión, sufragio universal masculino, libertad de cultos aunque el Estado mantenía el culto católico).
- División de poderes: ejecutivo en el Rey (a través de sus ministros), legislativo en las Cortes (Congreso y Senado electivos).
El Reinado de Amadeo I (1871-1873)
Con la Constitución aprobada, fue nombrado Regente el general Serrano y Presidente del Gobierno el general Prim. Quedaba ahora por resolver un problema fundamental: buscar un Rey que ocupara el trono de España. Tras barajar varias candidaturas, se optó por el príncipe italiano Amadeo de Saboya, hijo del Rey de Italia Víctor Manuel I. Las Cortes aprobaron su candidatura y, al aceptar la corona, se convirtió en Rey de España con el nombre de Amadeo I. Quedaba así entronizada en España la Casa de Saboya en sustitución de la Casa de Borbón.
El principal valedor de la candidatura de Amadeo de Saboya fue el general Prim. Sin embargo, poco antes de la llegada del nuevo rey, el general Prim fue víctima de un atentado terrorista en Madrid y murió. El reinado de Amadeo I no podía empezar peor. El Rey tenía una oposición fuerte y variada:
- Los legitimistas pro-borbónicos (alfonsinos, partidarios del hijo de Isabel II).
- Los republicanos, que pensaban que debería haberse cambiado el régimen político de España.
- Los carlistas, que lo consideraban un usurpador e iniciaron la Tercera Guerra Carlista.
A esto se sumaba la inestabilidad política (continuos cambios de gobierno), la guerra en Cuba (Guerra de los Diez Años) y la falta de apoyo popular. Amadeo I abdica de la corona de España el 11 de febrero de 1873, lo que llevó a las Cortes a proclamar la Primera República Española.
La Primera República Española (1873-1874)
La Primera República Española no nació con mucho mejor pie que el reinado de Amadeo I. Su único apoyo eran los partidos republicanos, que pronto se dividieron en dos ramas: los que querían un estado unitario y centralista, y los que propugnaban el federalismo entre las distintas regiones históricas de España. Al mismo tiempo:
- El anarquismo se iba asentando firmemente como una poderosa ideología de la clase obrera.
- Continuaba la guerra de Cuba.
- Empezaban revueltas internas de origen obrero y campesino.
- Nacía el cantonalismo (sublevaciones que proclamaban cantones independientes, especialmente en el Levante y Andalucía).
- Continuaba la Tercera Guerra Carlista.
La inestabilidad fue extrema, con cuatro presidentes en menos de un año (Figueras, Pi i Margall, Salmerón, Castelar).
La Constitución Federal de 1873 (Nonata)
Con este enorme grado de inestabilidad, las Cortes Constituyentes de la República elaboraron un proyecto de Constitución Federal de 1873. Según este proyecto:
- España se constituía como una República Federal integrada por 17 Estados.
- Se mantenían los derechos básicos recogidos ya en la de 1869.
- El poder ejecutivo recaía en el Gobierno y el legislativo en el Congreso de los Diputados y en el Senado (cámara de representación de los Estados).
- Como novedades, recogía la total separación entre Iglesia y Estado y el matrimonio civil en pie de igualdad con el eclesiástico.
Esta Constitución nunca llegó a aprobarse ni a entrar en vigor.
Inestabilidad y Fin de la República
La sublevación cantonalista hubo de sofocarse con el ejército. La nueva guerra carlista comenzó mal para el ejército republicano, ya que los carlistas dominaron rápidamente buena parte de las provincias de Vizcaya y Guipúzcoa, pusieron sitio a Bilbao y proclamaron el Estado Carlista en el territorio que dominaban.
Mientras los alfonsinos conspiraban ya abiertamente contra la República, el 3 de enero de 1874, el general Pavía se «pronunciaba» en Madrid y, al frente de sus guardias civiles, disolvía las Cortes sable en mano. El general Serrano formó un Gobierno Provisional autoritario. Finalmente, en diciembre del mismo año, el general Martínez Campos se pronunciaba en Sagunto al frente de sus tropas y proclamaba a Alfonso XII (hijo de Isabel II) como Rey de España. Terminaba así el periodo de la Primera República y empezaba el periodo de la Restauración.
La Restauración Borbónica (Desde 1874)
El Reinado de Alfonso XII y el Sistema Canovista
La historiografía española conoce como Restauración al periodo que abarca el reinado de Alfonso XII completo (1875-1885) y la regencia de María Cristina (1885-1902), extendiéndose durante la primera parte del reinado de Alfonso XIII. La Restauración fue también el proceso político de transición que puso fin al periodo de inestabilidad del Sexenio Democrático.
Principios de la Restauración
Los principios políticos de la Restauración fueron:
- El fracaso de la Primera República y del Sexenio en general.
- El ideal político de Antonio Cánovas del Castillo, político conservador que pensaba que el mejor sistema político era la monarquía constitucional de tipo británico y quería restaurarlo en España con algunos retoques.
- La actitud del príncipe Alfonso, que estaba muy bien preparado y aceptó reinar como un rey constitucional, cediendo parte de sus poderes al gobierno y al parlamento (recogido en el Manifiesto de Sandhurst).
- El ansia de estabilidad y orden que tenían casi todos los españoles, hartos de guerras civiles y de sistemas políticos fracasados.
Cánovas había planificado el proceso de Restauración como una transición política pacífica, pero esta transición se vio alterada en el último momento por el pronunciamiento del general Martínez Campos en Sagunto. No obstante, no hubo gran inestabilidad y en poco tiempo las Cortes proclamaron rey a Alfonso XII. Cánovas recibió el encargo del rey de convertirse en el primer presidente del gobierno de la Restauración.
La Constitución de 1876
Las Cortes elaboraron una nueva constitución, la Constitución de 1876, que tenía los siguientes puntos clave:
- El sistema político de España es la Monarquía Constitucional.
- La soberanía es compartida entre el Rey y las Cortes.
- Se reconoce una serie de derechos básicos de los ciudadanos, aunque su desarrollo se deja a leyes posteriores (lo que permitió restringirlos).
- Se pone en práctica el principio de separación de poderes, pero con un fuerte poder moderador del Rey (nombrar gobierno, disolver Cortes).
- Cortes bicamerales: Senado (parte electivo, parte vitalicio/por derecho propio) y Congreso (elegido por sufragio, inicialmente censitario, luego universal masculino desde 1890).
- Confesionalidad católica del Estado, pero con tolerancia hacia otros cultos en privado.
La Constitución de 1876 estaba diseñada para que diferentes partidos liberales pudieran gobernar sin necesidad de cambiarla. Fue una constitución moderada y que duró mucho tiempo (hasta 1923 de facto, y formalmente hasta 1931 con la Segunda República).
El Turno de Partidos (Turnismo)
Durante la Restauración, el juego político estuvo en manos principalmente de dos grandes partidos dinásticos:
- Partido Conservador: Liderado por Cánovas del Castillo. Agrupaba a moderados, unionistas y sectores católicos.
- Partido Liberal: Liderado por Práxedes Mateo Sagasta. Agrupaba a progresistas, demócratas monárquicos y algunos republicanos moderados.
Otros partidos quedaban fuera del sistema o con representación mínima:
- Partido Republicano: Dividido en varias facciones (como la de Lerroux), antimonárquico.
- PSOE: Fundado por Pablo Iglesias en 1879, de ideología marxista y republicano. Fundó también el sindicato UGT (1888).
Sólo los dos primeros partidos (Conservador y Liberal) se turnaban pacíficamente en el gobierno. Los republicanos y socialistas sacaban pocos votos y el rey nunca les llamaba para formar gobierno. Este sistema de alternancia se conoce como Turno Pacífico o Turnismo.
Mecanismos del Turnismo (Caciquismo y Pucherazo)
El sistema del Turno seguía estos pasos:
- El rey nombraba presidente del gobierno al jefe de uno de los dos partidos dinásticos (el que estaba en la oposición).
- El nuevo presidente nombraba a sus ministros y convocaba elecciones generales.
- El partido del presidente «ganaba» las elecciones gracias a la manipulación electoral, asegurando que el pueblo «ratificara» la decisión del rey.
- Después de las elecciones, se constituía el Parlamento (con mayoría para el partido en el gobierno) y comenzaba la legislatura.
- Pasado un tiempo (variable, no necesariamente 4 años), por desgaste del gobierno o acuerdo entre líderes, el rey disolvía el parlamento y nombraba presidente de gobierno al jefe de la oposición, repitiéndose el ciclo.
Para conseguir la victoria en las elecciones, el partido que estaba en el poder utilizaba estos mecanismos:
- Encasillado: Acuerdo previo entre los partidos sobre qué diputados debían salir elegidos en cada distrito.
- Caciquismo: El poder e influencia de los «caciques» (personas notables e influyentes en el ámbito local o rural) para dirigir el voto de la población a cambio de favores o mediante coacción.
- Pucherazo: Fraude electoral directo (manipulación de censos, compra de votos, falsificación de actas, etc.).
El sistema de la Restauración no era democrático en la práctica, aunque formalmente tuviera una Constitución y elecciones. Se basaba en un pacto entre las élites políticas y económicas para garantizar la estabilidad, excluyendo a otras fuerzas políticas. El sistema funcionó mientras los dos partidos dinásticos mantuvieron su cohesión y los partidos excluidos no tuvieron fuerza suficiente para desafiarlo.
La Regencia de María Cristina de Habsburgo (1885-1902)
El Pacto del Pardo y la Continuidad del Turnismo
En 1885, Alfonso XII enfermó de tuberculosis y murió prematuramente. Su esposa, María Cristina de Habsburgo, estaba embarazada del futuro Alfonso XIII. Ante el temor a la inestabilidad, Cánovas y Sagasta firmaron el Pacto del Pardo, por el que los dos jefes se comprometían a respetar el turno de partidos y a mantenerlo durante la regencia para consolidar el régimen.
Reformas y Crisis Finisecular
Durante la regencia, especialmente bajo gobiernos liberales de Sagasta, se pusieron en funcionamiento algunas leyes importantes:
- Ley de Asociaciones (1887), que permitió la legalización de sindicatos como la UGT.
- Abolición definitiva de la esclavitud en Cuba (1886).
- Implantación del sufragio universal masculino (1890), aunque en la práctica el fraude electoral continuó.
- Reformas administrativas y judiciales.
Sin embargo, el final del siglo fue un periodo de crisis. En 1897, durante su turno como presidente del gobierno, fue asesinado Cánovas del Castillo por un anarquista. Sagasta tuvo que afrontar la Guerra de Cuba (1895-1898) contra los independentistas cubanos y la posterior guerra contra Estados Unidos, que supuso la pérdida de Cuba, Puerto Rico y Filipinas (el «Desastre del 98»). Al llegar a la mayoría de edad en 1902, fue proclamado rey Alfonso XIII.
La Oposición al Sistema de la Restauración
Durante toda su existencia, la Restauración sufrió la oposición de partidos políticos, colectivos y asociaciones que no estaban de acuerdo con la falta de democracia real y el sistema de turnismo. Los principales opositores eran:
- Partidos Republicanos: No querían al rey. Estaban divididos en diversas facciones y no tenían fuerza suficiente para poner en serios apuros al sistema durante gran parte del periodo, aunque ganaron influencia a principios del siglo XX.
- Carlistas: Salían de perder la Tercera Guerra Carlista (1876). Los supervivientes se integraron parcialmente en el sistema (partidos católicos) o pasaron a una oposición minoritaria. El carlismo poco a poco dejaba de ser un problema militar importante, aunque mantuvo cierta base social en Navarra, País Vasco y Cataluña rural.
- Nacionalistas: A finales del siglo XIX surgen movimientos políticos que reivindican el reconocimiento de las identidades y derechos de Cataluña (Lliga Regionalista), País Vasco (PNV fundado por Sabino Arana) y, en menor medida, Galicia. Basaban su ideología en la necesidad de que una nación tuviera autogobierno o independencia.
- Socialismo: Funcionaba con dos grandes asociaciones: el partido PSOE y el sindicato UGT. El PSOE se presentaba a las elecciones, pero obtenía escasa representación. Querían participar en el sistema para transformarlo desde dentro, pero los reyes Alfonso XII y Alfonso XIII nunca los llamaron para formar gobierno. Su influencia creció entre la clase obrera urbana e industrial.
- Anarquistas: Nació en Rusia de las ideas de Kropotkin y Bakunin. Querían sustituir el Estado y todas sus estructuras sociales, políticas y económicas por una sociedad basada en la libre asociación de individuos iguales. Tuvieron gran influencia en el movimiento obrero español, especialmente en Cataluña y Andalucía, a través de sindicatos como la CNT (fundada en 1910). Una parte del anarquismo optó por la «propaganda por el hecho» (atentados terroristas).