La Revolución de 1868: «La Gloriosa»
En septiembre de 1868, dos años después del Pacto de Ostende, con el objetivo de derrocar a Isabel II, la armada española atracada en Cádiz y dirigida por el almirante Topete se sublevó contra la monarquía isabelina, que se mostraba inflexible. La insurrección se extendió rápidamente por Valencia, Andalucía y Cataluña. Se crearon las Juntas Revolucionarias en las ciudades, transformando lo que inicialmente era un pronunciamiento militar en un movimiento revolucionario, en el que sectores populares ocuparon plazas al grito de “¡Mueran los Borbones!”. A los pocos días, la revolución triunfó, siendo conocida como «La Gloriosa», poniendo fin al régimen liberal moderado que había gobernado España durante 25 años. Isabel II y su familia abandonaron España y se exiliaron en Francia.
La primera medida tomada por los revolucionarios, liderados por los generales Francisco Serrano y Juan Prim, fue convocar elecciones a Cortes constituyentes, que elaborarían y aprobarían la Constitución de 1869, de inspiración demócrata. Esta establecía como forma de estado la monarquía, pero, ante la ausencia de un monarca en España, se inició la búsqueda de uno en las cortes europeas. El general Prim, jefe de Gobierno, ofreció el trono al príncipe Amadeo de Saboya, un hombre de inclinación liberal, democrático, poco intervencionista, culto y refinado.
Reinado de Amadeo de Saboya (1871-1873)
Poco después de su llegada, un grupo terrorista asesinó a Prim. Amadeo I asumió el papel de monarca constitucional, reinando pero no gobernando. Se encontró con un país con graves problemas políticos:
- La mayoría de los partidos políticos le ignoraron y se enfrascaron en una lucha despiadada por el poder en el Congreso, impidiendo la estabilidad del gobierno.
- Los carlistas protagonizaron insurrecciones en Cataluña, Valencia, Navarra y el País Vasco.
- Se produjeron revueltas urbanas protagonizadas por sectores populares que se sentían traicionados en sus expectativas por el Gobierno.
- En Cuba, hubo insurrecciones contra el Gobierno, ya que los propietarios de las plantaciones de caña se negaban a aplicar los decretos de abolición parcial de la esclavitud.
En 1873, Amadeo I abdicó y los sectores republicanos, surgidos de los demócratas, convencieron a los diputados de que la alternativa era la república. El 11 de febrero de 1873, las Cortes, con el Congreso y el Senado, votaron la constitución de una república, nombrando como primer presidente a Estanislao Figueras.
La Primera República Española (1873-1874)
La Primera República fue un período caótico y de corta duración, debido a la falta de convicción republicana entre sus votantes. Los principales problemas fueron:
- La falta de políticos convencidos del republicanismo.
- La desconfianza de los sectores populares (extrema izquierda, obreros y campesinos).
Además, tuvo en contra a políticos autoritarios y conservadores, parte de los eclesiásticos, los carlistas y sectores del ejército.
Los principales conflictos fueron:
- El resurgimiento de las Juntas Revolucionarias, que buscaban reemplazar a los ayuntamientos gobernados por políticos monárquicos.
- Las demandas de los campesinos por el reparto de las tierras de los latifundios.
- Las movilizaciones obreras en las calles, reivindicando el derecho a huelga y el aumento salarial.
- El intento de crear un Estado catalán dentro de la República Federal Española, al que se opusieron los republicanos centralistas o unitarios que gobernaban la República.
El país se sumió en un caos en el que grupos sociales y políticos actuaban sin coordinación.
Los unitarios (partidarios de un estado con las mismas leyes para todos los territorios) y los federalistas (partidarios de que cada territorio tomara sus propias decisiones) se enfrentaron militarmente tras el movimiento cantonalista, en el que las ciudades se declaraban independientes y no obedecían las leyes. A esto se sumó la Tercera Guerra Carlista, haciendo imposible la consolidación de la República.
Se sucedieron cuatro presidentes: Estanislao Figueras, Francisco Pi i Margall (federalista), Nicolás Salmerón (unitario) y Emilio Castelar. Las luchas entre partidos y la falta de apoyo provocaron inestabilidad, impidiendo que ningún presidente consolidara su poder. Un nuevo pronunciamiento militar puso fin a la República: el 3 de enero de 1874, el general Pavía, capitán general de Madrid, entró con sus tropas en el Congreso, lo disolvió y entregó el poder al general Serrano, quien se proclamó presidente vitalicio de la República y gobernó de forma dictatorial.
Consecuencias Políticas del Sexenio
El final del Sexenio se produjo con un golpe de Estado del general monárquico Martínez Campos, quien proclamó rey a Alfonso XII, restaurando la monarquía. Se inauguró un período de estabilidad bajo el sistema canovista. España perdió las últimas colonias, lo que llevó a la crisis de 1898, y se abolieron los fueros vascos y navarros tras la Tercera Guerra Carlista.
El sistema canovista era más conservador que la etapa anterior, buscando la estabilidad política a costa de un país marcado por la corrupción política, la alteración del sistema constitucional por el caciquismo (que manipulaba el voto popular), y un sistema de desigualdades sociales y económicas. Cánovas se puso de acuerdo con Sagasta para alternarse en el poder, amañando las elecciones.