La Guerra Civil Española (1936-1939): Un Conflicto Fratricida

La Guerra Civil Española (1936-1939)

El Golpe Militar y el Inicio de la Guerra

El 18 de julio de 1936, militares conservadores del Ejército Español se alzaron en armas contra la II República, poniendo fin al experimento democrático iniciado en abril de 1931. El descrédito de la Monarquía había permitido la proclamación de la República, vista como la esperanza para sacar al país de su atraso. Sin embargo, el periodo entre 1931 y 1936 reflejó las contradicciones de la sociedad española. Mientras muchos pedían un cambio social y económico que acabara con el poder oligárquico, este, apoyado por el ejército y la iglesia, luchaba por mantener su posición. Las elecciones de febrero de 1936, con el triunfo del Frente Popular, dividieron aún más al país, llevando a la oligarquía a confiar en una intervención militar.

La Sublevación Militar

La sublevación del 18 de julio de 1936 fue precedida por episodios de violencia y conspiraciones tras la victoria del Frente Popular. Anarquistas ocupaban tierras, un sector del ejército preparaba la sublevación y los asesinatos políticos eran frecuentes. La situación internacional, con el enfrentamiento entre fascismo y democracias, radicalizó el panorama español. El General Mola preparó la sublevación desde Navarra, con apoyo de militares en Marruecos, Franco en Canarias, partidos monárquicos, carlistas, falangistas y financiación de Juan March. Iniciada en Marruecos el 17 de julio y en la Península al día siguiente, la sublevación triunfó en el Marruecos Español, Canarias, parte de Andalucía Occidental, Cáceres, Galicia, Castilla y León, Álava, Navarra, La Rioja, Aragón occidental y Mallorca. Fracasó en centros industriales como Madrid, Barcelona, Bilbao y Asturias. El golpe fracasó, pero la República no pudo controlarlo, dando inicio a una guerra de tres años.

El Desarrollo de la Guerra

El Avance de los Sublevados

Clave para la victoria final de los nacionales fue el «puente aéreo» organizado con aviones alemanes e italianos, que trasladó al Ejército de África a la península. Legionarios y regulares, fuerzas profesionales superiores a las milicias obreras y campesinas, avanzaron hacia Madrid. El general Yagüe desvió sus columnas hacia Badajoz, donde la brutal represión tras la toma de la ciudad causó numerosas víctimas y escandalizó al mundo. Las tropas continuaron hacia Madrid, pero Franco las desvió para liberar el Alcázar de Toledo, un triunfo propagandístico.

La Batalla de Madrid

En octubre de 1936, los sublevados llegaron a Madrid. Ante la inminente caída de la capital, partidos y sindicatos obreros movilizaron al pueblo. El grito de «¡No Pasarán!» se hizo mundialmente famoso. La llegada de las Brigadas Internacionales, voluntarios, tanques, aviones rusos y la columna de Durruti elevó la moral. La resistencia republicana obligó a Franco a detener el asalto frontal.

Las Batallas del Jarama y Guadalajara

Tras el fracaso en Madrid, Franco intentó cercar la capital, dando lugar a las batallas del Jarama, una de las más encarnizadas, y de Guadalajara, donde las tropas italianas de Mussolini fueron derrotadas. El fracaso ante Madrid llevó a Franco a optar por la guerra de desgaste.

La Campaña del Norte

Entre la primavera y el otoño de 1937, los nacionales conquistaron la zona norte republicana (País Vasco, Cantabria y Asturias). Durante esta campaña, la Legión Condor alemana bombardeó Guernica, ciudad sin interés militar, causando un escándalo mundial e inspirando el famoso cuadro de Picasso. La conquista del norte dio a los franquistas fábricas de armas y municiones.

De Teruel a la Batalla del Ebro

En diciembre de 1937, una ofensiva republicana en Teruel fracasó, permitiendo a Franco atacar Aragón y llegar a Vinaroz en abril de 1938, dividiendo la zona republicana. La Batalla del Ebro, en julio de 1938, con más de 15.000 muertos, fue la más cruenta y agotó a los republicanos.

El Final de la Guerra

La ofensiva nacionalista contra Cataluña, con la toma de Barcelona y la llegada a la frontera francesa en febrero de 1939, precedió al fin de la guerra. Más de 500.000 personas huyeron a Francia. El gobierno de Negrín, con apoyo comunista y socialista, proponía la resistencia, esperando la integración del conflicto en la inminente guerra mundial. El coronel Casado, defendiendo la negociación, dio un golpe contra Negrín. Franco exigió la rendición incondicional. El 28 de marzo, las tropas franquistas entraron en Madrid, finalizando la guerra el 1 de abril de 1939.

La Dimensión Internacional del Conflicto

Las potencias internacionales contribuyeron a recrudecer y alargar la guerra. Italia y Alemania apoyaron a los sublevados con financiación y material militar, a pesar del Comité de No Intervención. Portugal también apoyó a Franco, al igual que el Vaticano desde julio de 1937. La República recibió ayuda militar de la URSS, a cambio de las reservas de oro y un papel importante para el Partido Comunista en el gobierno. México también apoyó a la República. Las Brigadas Internacionales, con más de 60.000 voluntarios, fueron cruciales, sobre todo en Madrid. Francia, Inglaterra y EEUU mostraron una actitud ambigua. Francia, inicialmente a favor de la República, se vio obligada a la no intervención por presiones inglesas. Inglaterra simpatizaba con Franco, pero evitó intervenir. Ambos países promovieron el Comité de No Intervención, al que se unieron Alemania e Italia. EEUU no apoyó a ningún bando, pero mantuvo relaciones comerciales con los sublevados.

La Evolución Política

El 18 de julio de 1936, ningún bando esperaba un conflicto tan largo. La capacidad de organizar un mando unificado fue clave para el éxito, y en este sentido, el bando sublevado tuvo más éxito que el republicano.

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