Las Brigadas Internacionales
Estas tropas no fueron de vital importancia en la contienda debido a su escaso número a comparación de las tropas del ejército popular, pero sirvieron de apoyo moral a la España republicana al encontrar apoyos en voluntarios del mundo con un ideal común en contraposición por la falta de apoyos de la Sociedad de Naciones.
Las Brigadas participaron en la defensa de Madrid en 1936, las batallas del Jarama, Guadalajara, Brunete, Belchite, Teruel, Aragón y el Ebro, siendo retiradas a partir del 23 de septiembre de 1938, a fin de modificar la posición del Comité de No Intervención ante la intervención extranjera. Llegaron a participar un total de 59.380 brigadistas extranjeros.
La Iglesia y la Guerra Civil
La eliminación de la Iglesia de la vida pública fue una continua reivindicación de los partidos republicanos de izquierdas. La quema de conventos cuando triunfó la República en 1931 se repitió en 1936 con cifras estremecedoras: solo en julio de 1936 se quemaron 500 templos en España. Si a ello se añade el asesinato de 12 obispos y un administrador apostólico; 4.184 sacerdotes (uno de cada siete), 2.365 religiosos (uno de cada cinco) y 283 religiosas, se entiende que parte de la jerarquía católica, al menos, mirara con buenos ojos al Alzamiento y que algunos prelados, como Marcelino Olaechea (Pamplona), Rigoberto Doménech (Zaragoza) y Tomás Muniz (Santiago), se refirieran a este como cruzada. Aunque, todo sea dicho, el primero que utilizó el término fue el general Mola en una alocución del 15 de agosto de 1936.
Pero esta no fue la postura oficial ni de la Santa Sede ni de la jerarquía española. En julio de 1937, la jerarquía católica emitiría un comunicado, conocido como Pastoral Colectiva del Episcopado Español, en la que establecería su posición sobre la guerra y en la que en ningún momento se hace alusión a una supuesta cruzada. La suscribieron todos los prelados que seguían vivos y en zona segura. La pastoral era concebida como la exposición de unos hechos “que caracterizan nuestra guerra”. Los obispos aprovechan para desligarse de haber impulsado el Alzamiento o estar en conocimiento del mismo y muestran su rechazo a la contienda: en la pastoral quieren dejar claro que una de las dos partes en conflicto “iba a la eliminación de la religión católica en España”, lo cual no implicaba que la Iglesia se hubiera puesto incondicionalmente al servicio del otro bando.
El Nuevo Estado y la Iglesia
El nuevo Estado Nacional trató de aprovechar a su favor el efecto que tuvo la carta vinculando dos cuestiones distintas: por un lado, la realidad de la persecución religiosa y, por otra, los proyectos de restauración de un nuevo régimen. De la unión de estos dos hechos se procuró deducir que la reconstrucción era una tarea católica. La posición papal aparece claramente en una alocución de Pío XI en Castelgandolfo en septiembre de 1936. En primer lugar, reconoció sin atenuantes el martirio que muchos españoles estaban sufriendo; además, el Papa conocía la dureza del enfrentamiento y por eso hizo una llamada al entendimiento de las fuerzas políticas. Esta alocución no fue muy del gusto de las autoridades del Alzamiento, que maquillaron sus palabras acordes a sus intereses.
Cuando se produjo el triunfo de los «nacionales» en la guerra, en 1939, la Iglesia española, que se había adherido masivamente al alzamiento, se volcó con entusiasmo en las fiestas de la victoria. Y la misma Santa Sede, que durante la mayor parte del conflicto se había mostrado tan reticente, al final se sumó también a las celebraciones.
El nuevo régimen franquista decidió aprovechar la colaboración de los sacerdotes católicos y la información de sus archivos parroquiales para llevar a cabo su represión contra simpatizantes republicanos. La Ley de Responsabilidades Políticas de 9 de febrero de 1939 requería, para poder dar por concluidas sus investigaciones contra sospechosos de ser «izquierdistas», informes de las fuerzas policiales, la Falange, el alcalde y, además, el párroco de la localidad del acusado.
Conclusión
El empleo del cartel callejero como medio de comunicación de masas, de propaganda ideológica y moral, por los dos bandos fue muy empleado, aunque los carteles republicanos fueron más numerosos y de mayor calidad y libertad artística que los nacionales. Las diferentes organizaciones sindicales y políticas de los dos bandos (CNT, FAI, PCE, PSOE, UGT, FET-JONS…) realizaban diferentes carteles con mensajes de revolución social, defensa de ideologías, también carteles de apoyo al gobierno y a dirigentes políticos y, sobre todo, de normas cotidianas de guerra.
Las brigadas internacionales fueron un apoyo internacional que reforzó la moral de las tropas republicanas en uno de los peores momentos de la guerra y su intervención paralizó la ofensiva de Franco sobre Madrid.
El apoyo de la iglesia al nuevo Estado representado por la figura de Franco fue claro desde los inicios de la guerra y potenció la creación de una voluntad santa en Franco como salvador de los católicos del ateísmo, comunismo y masonería.