La Revolución de 1934
provocó una gran polarización y radicalización política, tanto de las derechas como de las izquierdas. Se produjo un endurecimiento de la política del gobierno e incluso se planteó reformar la Constitución con el fin de suprimir las autonomías, un nuevo planteamiento educativo y la supresión de la Ley del divorcio. Pero no hubo acuerdo. El escándalo de corrupción del Estraperlo (juegos de azar autorizados mediante sobornos a algunos políticos salpicaron a Lerroux y al partido Radical), y el asunto Nombela (un escándalo de malversación de fondos públicos), provocaron una crisis política que desembocó en una nueva convocatoria de elecciones en febrero de 1936. Las izquierdas se presentaron a las elecciones generales unidas en una gran coalición, el Frente Popular. Mientras que las derechas se presentaron desunidas, formaron diferentes coaliciones, una de ellas el Bloque Nacional creado por Calvo Sotelo. La victoria del Frente Popular fue muy ajustada, aunque en el reparto de escaños salió beneficiada. El nuevo gobierno del Frente Popular quedó formado sólo por republicanos mientras que el resto de partidos de la coalición se comprometieron a prestarles apoyo parlamentario. Manuel Azaña fue nombrado presidente de la República. Y Casares Quiroga presidente del gobierno. Como primeras medidas, el nuevo gobierno decretó una amplia amnistía para los presos políticos represaliados de octubre de 1934. Se restableció el Estatuto de Autonomía de Cataluña, y se iniciaron las negociaciones para aprobar los del País Vasco y Galicia.
Ubica la cuestión en sus coordenadas espacio-temporales.
Se reanudó el proceso reformista de los primeros años de la República, paralizado y rectificado durante el bienio conservador, como la reforma agraria. La nueva situación provocó en las derechas una fuerte oposición y en aquellos sectores de la sociedad que temían la llegada de una revolución bolchevique. Los partidos con mayor representación en las Cortes como el PSOE y la CEDA, no contribuyeron a dar estabilidad a la República. Se radicalizaron las posturas en el parlamento y en las calles se intensificaron las huelgas y los desórdenes públicos. En el Ejército, un número cada vez mayor de oficiales piensa ya en el golpe de Estado, por lo que el gobierno, para evitar un posible levantamiento militar, opta por dispersar a los altos mandos sospechosos, entre ellos a Francisco Franco (a Canarias), Mola (a Pamplona) y Goded (a Baleares). Entre la milicia armada de Falange Española y los militantes más radicales de izquierda, surgen violentos enfrentamientos. El 13 de julio de 1936 es asesinado el diputado conservador de Renovación Española, José Calvo Sotelo como venganza por el asesinato del teniente Castillo, miembro de la Guardia de Asalto. El 17 de julio de 1936 se produce una sublevación militar en el protectorado de Marruecos y un día después en diferentes puntos de España. El fracaso del alzamiento militar en una parte del país y la incapacidad del Gobierno para sofocar la sublevación, derivó en una Guerra Civil.
Señala las causas de la formación del Frente Popular.
La Guerra Civil fue el episodio más traumático que vivió la sociedad española durante el siglo XX. Durante tres años, conciudadanos, e incluso miembros de una misma familia, luchaban entre sí; el odio entre los españoles se acrecentó, resultando inevitable el deseo de aniquilación del contrario. Los que vencieron excluyeron y persiguieron a quienes no se habían sumado de manera entusiasta a su bando. El dolor de la mayoría y el rencor de muchos era el denominador común de la España de los años posteriores a la contienda. En los últimos meses de la guerra, millares de combatientes republicanos y de familias enteras que habían defendido públicamente al gobierno legal tuvieron que abandonar España de manera precipitada, dejando atrás todas sus pertenencias y propiedades. Miles de combatientes, intelectuales, militantes de partidos y sindicatos se agolpaban en el puerto de Alicante, última ciudad en ser tomada por los franquistas, esperando tener plaza en uno de los barcos que los llevarían a algún país que los quisiese acoger. La frontera catalana con Francia era un río de personas que tuvieron que sufrir las penalidades del exilio, muchos jamás regresaron. En resumen, casi medio millón de muertos, de los que una buena parte corresponde a los asesinatos de las retaguardias o en las cárceles de los vencedores. Acabada la guerra, más de 250000 personas ingresaron en prisiones o en campos de trabajo forzado. Decenas de miles de españoles exiliados se concentraron en campos de internamiento en el sur de Francia, más tarde se dispersaron por países europeos, por el norte de África y sobre todo en Latinoamérica; México fue la nación que acogió mayor número de personas y su capital se convirtió en la sede política de la República en el exilio. Las consecuencias en la cultura española fueron importantísimas. Quedó destruido todo el esfuerzo de regeneración cultural y educativa de la Edad de Plata de la cultura española (1898-1936). Fueron ejecutados o destituidos por el franquismo más del 60% de los maestros y profesores. Prácticamente la totalidad de los intelectuales de la generación del 27 y los más notables científicos y artistas murieron o marcharon al exilio: figuras señeras como García Lorca, Buñuel, Antonio Machado, Alberti, Picasso, Américo Castro son buen ejemplo de esta desertificación cultural. Las consecuencias en el terreno económico fueron desastrosas para el país: la pérdida de reservas, la disminución de la población activa, la destrucción de infraestructuras viarias y fabriles, así como de viviendas -todo lo cual provocó una disminución de la producción- y la caída del nivel de renta. La mayoría de la población española hubo de sufrir a lo largo de las décadas de 1940 y 1950 los efectos del racionamiento y la privación de bienes de consumo. Las consecuencias políticas fueron el inicio de un período de represión, de falta de libertad política y la supresión de derechos. En el ámbito internacional, España inició veinte años de aislamiento político, con España llegaba a la mitad del siglo XX sin haber solucionado sus problemas de convivencia política y sin conseguir la participación de todos sin exclusión.
Expone las principales actuaciones del nuevo Gobierno.
Estamos ante un fragmento de texto histórico, político y público a modo de discurso que Juan Negrín, el jefe de Gobierno de la Segunda República, ofreció ante el Council of Foreign Relations (Nueva York) el 8 de mayo de 1939. Ya en el exilio, Juan Negrín relató la tragedia que acababa de vivir España para una audiencia formada por personalidades de la política, la abogacía y el periodismo, entre otros ámbitos. En el texto se resumen los principales acontecimientos históricos que tuvieron lugar desde abril de 1931 hasta 1936. El primer párrafo hace referencia a las elecciones de 1931 ganadas por la coalición republicano-socialista, dando comienzo al bienio reformista. A este le sucedió el bienio conservador con la victoria derechista en las elecciones de 1933, donde Negrín hace especial hincapié en la escasa o nula representación del PCE pues su presencia política era mínima (“…pero sin un solo comunista en el Parlamento […] un solo comunista de un total de cuatrocientos sesenta y siete” ). En otra parte del texto, el autor resalta en el segundo párrafo que, en contra de lo que suele suceder, el gobierno (derechista) que celebró las elecciones generales de 1936 no obtuvo la victoria y, como resultado, se produjo la formación de un nuevo Parlamento dominado por la centroizquierda. Entre mayo y julio, el deterioro de la vida política era palpable, con un ambiente social cada vez más tenso: la derecha buscaba poner fin al sistema democrático, ante lo que la izquierda adoptó una postura revolucionaria. La “plaga de actos de violencia, sabotajes y persecuciones […]” a la que Juan Negrín hace referencia en el tercer párrafo era una realidad diaria, fruto de la incapacidad del gobierno de controlar a los grupos radicales por “exceso de tolerancia”. Mientras, la conspiración militar contra el gobierno del Frente Popular avanzaba. El asesinato del teniente Castillo el 12 de julio (omitido por Negrín en el discurso), a manos extremistas de la derecha y la respuesta de sus compañeros al día siguiente con el asesinato de Calvo Sotelo, fueron “el pretexto y justificación” utilizados por los golpistas de la rebelión militar de julio, que ya estaba en marcha. El 17 de julio se sublevó el ejército en África y el 18 comenzó el golpe de Estado que desembocaría en la contienda civil. El contexto internacional de los años 30, con una crisis económica (crack de 1929) y social creciente (paro, huelgas, etc.), unos tratados que pusieron fin a la Primera Guerra Mundial pero que no trajeron la paz y el temor de determinados sectores sociales al comunismo ruso, propiciaron la crisis de las democracias occidentales y la extensión del totalitarismo fascista, nazi y comunista. Además, la política de apaciguamiento llevada a cabo por Francia y Gran Bretaña propició la creación del Comité de No Intervención, que buscaba evitar la intervención extranjera en la Guerra Civil Española y la internacionalización del conflicto en un momento de máxima tensión entre las democracias y dictaduras europeas, lo que dejó a la República sin apenas apoyos políticos y militares. Los compromisos adquiridos no fueron respetados por la Alemania nazi, la Italia fascista ni la de Salazar en Portugal, que apoyaron desde el inicio de la contienda al bando sublevado, y tampoco por la Unión Soviética, que ayudó a la República a partir de octubre de 1936. Corrían malos tiempos para la democracia republicana que no podía sostenerse ante una radicalización creciente y la polarización ideológica de la política española. El Gobierno del Frente Popular salido de las elecciones de febrero de 1936, reanudó las reformas interrumpidas durante el bienio derechista, pero los sectores más conservadores de la sociedad (terratenientes, empresarios industriales, Iglesia Católica) reaccionaron negativamente a esas reformas. La derecha buscó el apoyo del ejército, mientras que el terrorismo de extrema derecha desestabilizaba mediante atentados. La Falange Española de la JONS fomentó un clima de enfrentamiento civil y crispación política (“dialéctica de los puños y las pistolas”). Por su parte, los trabajadores iniciaron una gran movilización huelguística que acrecentó la tensión social. Durante la primavera del 36 España vivió un clima de radicalización política y social que se manifestó en violentos enfrentamientos, verbales en las Cortes y físicos en las calles, entre la derecha y la izquierda totalmente polarizadas. La idea de golpe de Estado militar como única solución que “había sido preparada con muchos meses de anticipación”, empezó a extenderse cada vez más entre los sectores conservadores. De este modo, el levantamiento (Alzamiento Nacional) comenzó el 17 de julio en Melilla partiendo de Canarias, y tras el fracaso inicial de los sublevados y la incapacidad del gobierno republicano para derrotarlos durante las primeras horas convirtieron el golpe militar en una larga y sangrienta Guerra Civil.
Plantea el momento final a partir de los asesinatos de José del Castillo y José Calvo Sotelo.
El fracaso del alzamiento militar en una parte del país y la incapacidad del Gobierno para sofocar la sublevación, derivó en una Guerra Civil.