Desarrollo de la Guerra Civil
El golpe de estado militar provocó una revolución social en parte de los territorios controlados por la República. La defensa del Estado quedó en manos de las milicias armadas de los partidos políticos y sindicatos. El gobierno apenas controlaba política y militarmente Madrid y la zona centro, mientras País Vasco, Cataluña, Asturias y Santander organizaban la defensa por su cuenta.
La batalla de Madrid (agosto 1936 – marzo 1937)
El principal objetivo de los rebeldes era la rápida conquista de Madrid. Mola inició las primeras operaciones. Desde Burgos y Valladolid partieron las primeras tropas hacia Madrid, donde el general Fanjul esperaba sus refuerzos. El avance quedó detenido en la sierra de Guadarrama.
Ante este fracaso, el protagonismo recayó en el ejército de África al mando de Franco. En agosto de 1936, comenzó el traslado de las tropas a la península. Una columna de legionarios y regulares inició una marcha hacia Madrid. Franco decidió aplazar la conquista de Madrid y dio instrucciones para liberar el Alcázar de Toledo, donde los militares sublevados resistían el asedio republicano. Su liberación supuso un triunfo para Franco, a quien la Junta de Defensa de Burgos designó generalísimo de las fuerzas golpistas.
Este retraso permitió a los republicanos organizar la defensa y contar con las primeras armas compradas a la URSS. Largo Caballero inició la formación de un ejército regular de la República. A finales de octubre, las tropas de Franco se hallaban en las defensas de Madrid. El 6 de noviembre, el gobierno republicano abandonó la capital y dejó en la capital una Junta de Defensa de Madrid dirigida por José Miaja. El teniente coronel Vicente Rojo ideó un dispositivo para frenar el avance hasta la llegada de refuerzos.
La superioridad militar de las tropas golpistas hacía temer la caída de Madrid. Los sindicatos y partidos obreros alentaron el espíritu de resistencia del pueblo con el grito de «¡No pasarán!», que se convirtió en el lema de la España republicana. La llegada de carros de combate soviéticos y de la columna anarcosindicalista de Ángel Durruti, liberaron violentos combates en la Casa de Campo, en la Ciudad Universitaria y en el puente de los Franceses, mientras la ciudad era bombardeada por los aviones alemanes. El desgaste de ambos bandos fue intenso, pero las tropas republicanas resistieron.
En diciembre, Franco renunció al asalto frontal a la ciudad. El fracaso demostró el fracaso de la táctica de columnas. Decidió completar el cerco de la ciudad mediante ofensivas por los flancos norte, noroeste y este. La batalla de Madrid se prolongó en febrero y marzo de 1937 con la Batalla de Guadalajara, en la que el Ejército Popular de la República derrotó al cuerpo del ejército italiano (CTV), lo que obligó a Franco a abandonar la toma de Madrid. Franco decidió reducir el frente andaluz; las tropas de Queipo de Llano ocuparon la provincia de Málaga en febrero de 1937, seguida de una represión.
La caída del norte (abril – octubre de 1937)
El fracaso de Madrid hizo que Franco modificara su estrategia, instaló su gobierno en Burgos e inició una guerra de desgaste, de ocupación sistemática del territorio y de aniquilamiento del ejército y población republicana. Contaba con el apoyo de Alemania e Italia y de tropas extranjeras.
Por razones estratégicas y económicas, Franco se dirigió contra el norte industrial y minero bajo el dominio republicano. Desde que las tropas navarras de Mola ocuparon Irún, el norte republicano comprendía Vizcaya, Santander y Asturias. Era una zona aislada del resto de la España republicana y fragmentada políticamente. Contaba con el ejército del norte, pero carecía de combate, de artillería y de cobertura aérea, y el bloqueo de la flota nacional impedía el abastecimiento por mar.
La ofensiva de los rebeldes contra Vizcaya se inició con el apoyo artillero y los bombardeos de la Legión Cóndor. El llamado «Cinturón de Hierro» de Bilbao no impidió que el ejército de Mola ocupase el País Vasco el 19 de junio de 1937.
La grave situación en el norte decidió al gobierno republicano a emprender la ofensiva, pero la crisis política originada por la caída del gobierno de Largo Caballero y la formación del gobierno de Negrín la retrasó. El preparó una operación militar en Brunete, para salvar Asturias los republicanos intentaron conquistar Zaragoza y lanzaron la ofensiva en Belchite. El nuevo fracaso no impidió que las tropas entrasen en Gijón.
La conquista del norte tuvo graves consecuencias para la República: las minas de hierro y carbón y las grandes industrias siderúrgicas cayeron en manos de los sublevados. Además, la flota de Franco se desplazó al Mediterráneo para cortar el tráfico de los buques soviéticos.
Ofensiva sobre Teruel y batalla del Ebro (diciembre 1937 – noviembre 1938)
Tras tomar el norte, Franco volvió sobre Madrid. El gobierno de Negrín decidió una ofensiva en Teruel. En diciembre, el Ejército Popular inició un ataque que permitió entrar en Teruel. Franco no podía aceptar una derrota que levantase la moral enemiga, renunció de nuevo a Madrid y ordenó la contraofensiva para recuperar Teruel. La derrota tuvo resultados desastrosos para la República por las pérdidas de hombres y armamento, el agotamiento de las tropas y el hundimiento de la moral, y por las tensiones políticas que se desataron. Negrín y los comunistas acusaron de derrotismo a Prieto.
Franco optó por una ofensiva general en el frente de Aragón. El avance del Cuerpo del Ejército de África fue arrollador. Las tropas de Franco alcanzaron el Mediterráneo y la España republicana quedó partida en dos zonas, aislando Cataluña. En junio de 1938, Negrín decidió desencadenar una ofensiva en el Ebro. El general Rojo preparó una ofensiva que inició la batalla del Ebro, la más encarnizada de la guerra. El rápido avance inicial republicano quedó frenado por la contraofensiva franquista.
El fin de la guerra (diciembre 1938 – abril 1939)
A finales de 1938, se produjo la ofensiva franquista sobre Cataluña, que fue el golpe decisivo contra la República. A finales de enero de 1939, Barcelona fue ocupada y pocos días después, Gerona. Negrín regresó a España e instaló su gobierno en Elda, defendiendo una política de resistencia ante el estallido de la guerra mundial, que permitiría a la República encontrar aliados. El Ejército Popular del Centro, Extremadura y Levante contaba con soldados, mitad de la flota y la base naval de Cartagena, pero no se podían conseguir suministros extranjeros.
Otro golpe para la República fue el reconocimiento del gobierno de Franco por Reino Unido y Francia en febrero de 1939. Al día siguiente, Azaña dimitió. En Madrid, el coronel Casado, junto a los dirigentes socialistas de la UGT, Unión Republicana e Izquierda Republicana, se sublevaron contra el gobierno de Negrín. Mientras Negrín y los principales dirigentes del PCE abandonaban el país, Madrid fue escenario de una guerra dentro de la guerra civil. Tras la derrota de los comunistas, Casado reanudó las negociaciones con Burgos, pero Franco mantuvo una postura intransigente y exigió una rendición incondicional. A finales de marzo, los franquistas reanudaron su ofensiva, entraron en Madrid y ocuparon el resto del país. El 1 de abril, Franco firmó en Burgos su último parte oficial de guerra.