La República en Guerra: Conflictos Internos y Resistencia
Tras el inicio de la guerra, el poder en la zona republicana recayó en los comités y juntas de defensa organizados por partidos y sindicatos. El gobierno de Casares Quiroga dimitió y fue nombrado primer ministro José Giral, quien tomó la decisión de entregar armas al pueblo y disolver el ejército para reorganizarlo y regularizar las milicias.
En septiembre de 1936, Largo Caballero asumió la presidencia del gobierno, donde estaban presentes republicanos, socialistas y comunistas. A principios de noviembre, se incorporaron varios ministros anarcosindicalistas. Su objetivo era crear una alianza antifascista frente a los sublevados y formar un Ejército regular.
Simultáneamente, el gobierno de la República decidió trasladarse a Valencia ante el inminente ataque a Madrid. Sin embargo, una serie de fracasos militares desencadenaron enfrentamientos entre las diferentes fuerzas republicanas.
Un sector, formado por comunistas y sindicalistas, abogaba por poner orden en la retaguardia, controlar las experiencias revolucionarias, reforzar los vínculos con las clases medias y reconstruir un Estado fuerte y concentrado en la guerra.
Otro sector, integrado por anarquistas y comunistas del POUM, insistía en afianzar la revolución social, profundizando en la obra colectivizadora. Además, se negaban a integrar sus milicias en el ejército regular.
Estos conflictos culminaron en enfrentamientos en el edificio de la Telefónica, donde CNT y POUM se enfrentaron por el poder en Cataluña.
Con la entrada de Juan Negrín en el gobierno, se formó un nuevo gabinete sin la UGT y CNT. Indalecio Prieto, como ministro de guerra, se centró en el esfuerzo militar. Para ello, se unificó la dirección de la guerra y se integraron todas las milicias en el Ejército Regular.
El gobierno de Negrín basó su política en una resistencia a ultranza contra los sublevados y en buscar una salida negociada a la guerra a partir del programa de los Trece Puntos en mayo de 1938 (cese de la lucha armada y elecciones democráticas). Sin embargo, Franco solo aceptaba una rendición sin condiciones.
En marzo de 1938, Negrín solo contaba con el apoyo del PCE, que insistía en la resistencia con la esperanza del estallido de la guerra europea y la ayuda internacional.
En marzo de 1939, tras la sublevación del coronel Casado contra Negrín y los comunistas, este último fue derrotado y se negoció la “paz honrosa” con Franco, que nunca llegó.
El Ascenso de Franco: Consolidación del Régimen
En la zona sublevada, el ejército fue la columna vertebral del nuevo régimen, encargado de organizar el nuevo Estado en base a una dictadura.
La muerte de Sanjurjo (jefe del movimiento golpista) y el golpe fallido plantearon el problema del liderazgo. El 24 de julio, se creó en Burgos la Junta de Defensa Nacional, integrada por militares y dirigida por Cabanellas.
La junta prohibió los partidos políticos y sindicatos, suspendió la Constitución de 1931 y paralizó las reformas. La idea de un mando único se planteó.
Franco (jefe del ejército de Marruecos) fue nombrado el 1 de octubre Jefe del Estado Mayor y Generalísimo. La Junta de Defensa Nacional desapareció y se estableció una Junta Técnica del Estado.
Entre sus primeras medidas destacó la militarización de las milicias carlistas y de Falange.
Después de esto, faltaba lograr la unidad política de los partidos que apoyaban el golpe. Franco promulgó el Decreto de Unificación, por el que se consiguió la creación de un partido único (Falange Española Tradicionalista y de las JONS).
En 1938, se formó el primer gobierno de Franco, adquiriendo el título de Caudillo. Se promulgó el Fuero del Trabajo, se prohibieron todo tipo de reivindicación social y colectiva, se suprimió la libertad de imprenta, se promulgaron leyes favorables a la Iglesia y se promulgó la Ley de Responsabilidades Políticas (inicio de la represión).
Consecuencias de la Guerra Civil
La Iglesia jugó un papel importante en este proceso de guerra.
Uno de los aspectos más destacados es el de las pérdidas humanas, con 500.000 muertos y 400.000 heridos. Los presos superaron los 300.000, de los cuales fueron ejecutados entre 35.000 y 50.000. Los depurados o expulsados de la Administración también se contabilizan por miles.
Hubo además consecuencias psicológicas y traumas durante el conflicto. Los exiliados y refugiados políticos se encaminaron a Francia y México, y en menor grado a la URSS y otros países de Iberoamérica.
Mientras los refugiados en Europa se enfrentarían a otra guerra, a los campos de concentración nazis. Todo ello afectó a la productividad en el país y la vida cultural, científica, etc.
Los gastos ocasionados por la guerra y la pérdida de infraestructuras fueron incalculables, y la ayuda de los alemanes e italianos se pagó a crédito.
Finalmente, los terratenientes, el ejército y la Iglesia se convertían en los grupos de poder de la sociedad franquista.