1.- La Guerra de Sucesión y el Sistema de Utrecht
Al carecer de descendencia, Carlos II dejó como heredero a Felipe de Borbón, duque de Anjou, sin embargo había otro candidato al trono, Carlos de Habsburgo. La mayoría de los países europeos recelaban de que los borbones ocuparan el trono de España y Francia al mismo tiempo, por lo que intentaron evitar esta situación. Felipe de Anjou llegó a Madrid en 1701 para tomar posesión del trono con el nombre de Felipe V; los Habsburgo, las Provincias Unidas e Inglaterra formaron la Gran Alianza de la Haya contra los borbones, con el apoyo de Portugal, Prusia y el ducado de Saboya. El enfrentamiento de ambos bandos dio inicio a la Guerra de Sucesión de España (1701-1715) que tendrá varios escenarios: las fronteras de Francia, los territorios españoles de Milán y Flandes, las posesiones franco-españolas de ultramar y la Península. Pero la guerra, que había comenzado siendo internacional, pronto se convirtió en una guerra civil ya que Castilla se alineó con Felipe V, mientras que los reinos orientales apoyaron a Carlos de Habsburgo ya que pensaban que respetaría sus fueros e instituciones, aunque en Valencia, en medio de una rebelión de marcado carácter antiseñorial, la nobleza y las oligarquías de las ciudades se proclamaron pro-borbónicas en contraposición a los campesinos. En Cataluña, las élites comerciales de las ciudades encabezaron el apoyo a los Habsburgo y atrajeron a comerciantes, artesanos y a la baja nobleza a su causa (para estos sectores, el reinado de Carlos II había sido favorable, pues les había proporcionado mayor autonomía). Las Islas Baleares, aisladas y cercadas por la flota aliada, no tuvieron más opción que apoyar a Carlos de Habsburgo. Carlos de Habsburgo llegó a ocupar Madrid en dos ocasiones, pero chocó con la hostilidad de las clases populares. Por este motivo, convirtió Barcelona en su centro de operaciones dentro de la Península. Por su parte, las tropas de Felipe V contraatacaron y derrotaron a la Gran Alianza, y solo Cataluña y Baleares quedaron fuera del control de Felipe V. Finalmente, ambos bandos firmaron la Paz de Utrecht en 1713 y Rastadt en 1714 por la que los aliados reconocen a Felipe V como rey de España a cambio de concesiones territoriales. Los aliados abandonaron Cataluña y Baleares, que se negaban a aceptar a Felipe V y siguieron la guerra por su cuenta. Barcelona cayó tras un duro asedio en 1714, y las islas de Mallorca e Ibiza lo hicieron en 1715.
2.- La Nueva Dinastía y sus Ministros
La Guerra de Sucesión supuso el fortalecimiento de la monarquía absoluta, instalándose en España el modelo del absolutismo francés. Felipe V (1700-1746) comenzó el reinado empleando validos extranjeros pero tras los fracasos en la política exterior los sustituyó por una burocracia española absolutista y reformista, entre cuyos miembros cabe destacar a José Patiño. Tras la muerte de Felipe V, Fernando VI (1746-1759) no intervino en el gobierno, sino que dejó actuar a la siguiente generación de burócratas, destacando el marqués de Ensenada, el político español más importante de la primera mitad del siglo XVIII. Estos políticos procedían, por lo general, de la baja nobleza y dependían totalmente del favor del monarca y de sus partidarios en la corte. Sus reformas tuvieron como finalidad consolidar el poder absoluto de la monarquía a través de una política centralizadora, el control de la Iglesia y el intervencionismo en la economía.
3.- La Política Centralizadora
La reforma del Gobierno se basó en la centralización (medidas tomadas por el rey y sus ministros) y en la uniformidad (para todos sus súbditos por igual) para lograr el aumento del poder del rey e implantar el modelo absolutista francés en España. Ambos principios tenían como objetivo eliminar los privilegios locales y forales, para lo que se van a emprender una serie de reformas: el sistema de consejos fue relegado, quedando el Consejo de Castilla como el de todo el reino; los secretarios, precedente de los actuales ministros, se convertirán en funcionarios de gran importancia y poder de decisión.
La Supresión de los Derechos de los Reinos Orientales
Como los reinos orientales se habían puesto de parte de Carlos de Habsburgo, Felipe V ordenó la supresión de sus instituciones y privilegios, aplicando para ello los Decretos de Nueva Planta en los reinos de Valencia y Aragón (1707), Mallorca (1715) y Cataluña (1716) por los que se suprimían los fueros, las Cortes y sus diputaciones, incluida la Generalitat, los tradicionales concejos municipales, el cargo de Justicia Mayor, el sistema fiscal y monetario propio de cada reino, y el Consejo de Aragón. Los virreyes fueron suprimidos y la lengua catalana quedó recluida a la esfera privada, prohibiéndose en los actos oficiales y en los tribunales. En su lugar se imponían las leyes, instituciones y cargos de Castilla, todo ello como castigo. A pesar de esto, el reclutamiento de tropas en estos reinos no pudo llevarse a cabo debido a la oposición popular. Por su parte, el País Vasco y Navarra, que habían apoyado al Borbón, conservaron sus fueros y sus aduanas (establecidas a la altura del río Ebro). Navarra mantuvo, además, sus Cortes y su virrey.
Se Diseñó una Nueva Administración Territorial
Creándose nuevos cargos representantes de la autoridad real como los intendentes con poderes administrativos, fiscales y judiciales; y los capitanes generales que reemplazaron a los virreyes en los reinos orientales, con funciones militares y judiciales y presidían la Audiencia territorial. Los borbones sometieron las Cortes a su poder y establecieron unas cortes únicas que representaban a todos los territorios, a excepción de Navarra. Durante el XVIII las Cortes se convocaron muy poco, sólo tres veces y para el juramento del heredero al trono. En las Cortes de 1789 fue derogada la Ley Sálica. Las peticiones de los procuradores solían caer en el olvido o eran denegadas.
Se Emprendieron Reformas en el Ejército y la Armada
Ya que la monarquía absoluta precisaba un ejército profesional poderoso y al servicio del rey. Se recurrió a realizar un reclutamiento triple: voluntarios (generalmente extranjeros), vagos y maleantes, y las quintas (quinta parte de los varones de cada población). Se creó la Guardia Real para controlar las revueltas populares. Una Armada poderosa protegía la ruta hacia América. Aunque la aristocracia continuó monopolizando los cargos de oficiales, con estas medidas se inició la creación de un auténtico ejército nacional que Carlos III dotó de una única bandera que después se convertirá en la bandera nacional.
Para Controlar a la Iglesia
Los Borbones aplicaron en España el regalismo, que culmina con la firma del Concordato con la Santa Sede en 1753, vigente hasta el XIX. Éste permitía al rey proponer al Papa los obispos e ingresar las rentas de los obispados vacantes. Además se expulsó a los jesuitas en 1767 e incluso se presionó al papado para que se disolviera la Compañía de Jesús (hubo una oposición intelectual a la Ilustración, ya que los miembros de la Compañía de Jesús controlaban la enseñanza); las universidades de los jesuitas también fueron reformadas y la Inquisición quedó limitada.
4.- Las Reformas Económicas y Sociales
La intervención del estado en la economía El pensamiento económico desde el siglo XVI y hasta buena parte del XVIII, fue el mercantilismo, doctrina que concedía al Estado un importante papel como impulsor de la economía. El objetivo de la política económica era incrementar los recursos, especialmente fiscales. Los mayores gastos estatales eran los militares, a excepción del reinado de Fernando VI. Les seguía el coste de la burocracia y el mantenimiento de la corte, como la construcción de los costosos palacios de Aranjuez y La Granja de San Ildefonso y la reforma del Palacio Real de Madrid. Para mejorar la economía en general y solucionar el déficit estatal, los Borbones llevaron a cabo reformas fiscales, crearon manufacturas reales y promovieron la construcción de obras públicas. Reformas fiscales como las de Ensenada, que intentó crear una única contribución sobre la renta aplicable a todos los estamentos en Castilla, elaborando un censo, el Catastro de Ensenada, de los recursos y riquezas, pero los privilegiados se opusieron. Se crearon las manufacturas estatales o Reales Fábricas, donde se elaboraban artículos de lujo destinados al rey y a la corte, o bien a productos que eran monopolio del Estado, como la Real Fábrica de Tabacos de Sevilla. Con ellas se intentó cubrir el vacío económico que no cubría la iniciativa privada. Se emprendió la construcción de obras públicas con el objetivo de fomentar el comercio y la industria y comunicar la periferia con el interior de Castilla. Para ello inició tres grandes construcciones: el Canal de Castilla, la carretera de Guadarrama y el camino de Reinosa.
5.- Carlos III y la Práctica del Despotismo Ilustrado
Durante los primeros años del reinado de Carlos III, la política reformista impulsada por extranjeros suscitó la oposición de privilegiados y del pueblo que las percibían como medidas que alteraban costumbres tradicionales españolas. En 1766 el incremento de los impuestos y del precio del trigo, tuvo como consecuencia una revuelta popular en Madrid conocida como motín de Esquilache. Como consecuencia, las reformas que se emprendieron serán más prudentes aunque menos impopulares: expulsión de los Jesuitas; limitar la actuación de la Inquisición; declarar honesta todas las profesiones manuales y el comercio; el libre comercio de cereales provocando una subida los precios que benefició solo a los propietarios; aumentar la producción y lograr un mercado libre (librecambismo); elevar los ingresos del Estado con una contribución sobre la renta agraria; la modificación de la estructura de la propiedad para lo que se plantearon las desamortizaciones aunque no se abordaron; se limitó los intereses ganaderos de la Mesta; se emprendió la colonización de nuevas tierras en Sierra Morena y en el valle del Guadalquivir (fisiocracia)…