La pérdida del imperio de ultramar y sus consecuencias
La pérdida del imperio de ultramar fue considerada un desastre tanto militar como diplomático, sobre todo porque desde la prensa y algunos partidos políticos se había propagado desmedidamente la creencia en la superioridad militar española.
Una regeneración que habría de acometerse en todos los órdenes, desde el político al social, pasando por el económico e intelectual.
Dentro de las consecuencias económicas vemos como la economía española no fue muy perjudicada, aunque la industria catalana perdió un mercado para sus productos y materias primas baratas; la repatriación contribuyó al desarrollo industrial de nuevos sectores económicos y financieros; y el fin de la guerra permitió al ministro Fernández Villaverde abordar reformas urgentes para sanear la Hacienda, lo que provocó un superávit a principios del siglo XX.
Las consecuencias políticas fueron múltiples: el fortalecimiento de los nacionalismos y el republicanismo que se postularon como la otra vía alternativa de la identidad española tras la pérdida del imperio.
Desprestigio del sistema político de la Restauración, Maura y Canalejas (nuevos líderes de los partidos turnistas), intentaron renovar el sistema, democratizando “desde arriba”, desde el poder, pero sin dar voz a los opositores al Régimen, Canalejas realizó una serie de reformas sociales en beneficio de las clases trabajadoras, la ley de reclutamiento o la ley del candado que iban en la buena dirección, pero no fueron suficientes.
En el ámbito ideológico, se produjo una auténtica crisis de la conciencia nacional, que se manifestó de forma muy especial en el Regeneracionismo, destacando la figura de Joaquín Costa que defiende la regeneración total del sistema político y de la sociedad española de la Restauración, pues lo considera una lacra para el progreso del país.
Asimismo, el desastre produjo un hondo pesimismo plasmado por la Generación del 98, un grupo de literatos y pensadores (Pío Baroja, Unamuno, Valle Inclán, Antonio Machado, …) quienes intentaron analizar el problema de España y declararon la necesidad de una regeneración moral, social y cultural del país.
La industrialización en España
El algodón y el hierro fueron los dos sectores que iniciaron la industrialización en España, como en el resto de Europa, estas industrias fueron sectores dinámicos para el naciente sector secundario.
El camino hacia la industrialización fue iniciado por el textil a pesar de la escasez de carbón como fuente de energía y la debilidad del mercado español.
Esta actividad se centró en Cataluña, debido a la existencia desde el siglo XVIII de una industria manufacturera, con presencia de empresarios dispuestos a invertir los capitales procedentes de la agricultura y del comercio en la industria textil.Esto facilitó el paso de una industria manufacturera a una producción industrial, complementada con una abundante mano de obra, la mentalidad empresarial de una burguesía emprendedora, la creación de colonias industriales en los cursos de los ríos para aprovechar la fuerza hidráulica y las medidas proteccionistas que reservaron el mercado nacional para nuestros productos frente a la competencia textil inglesa, aunque esta medida significó la parálisis del comercio y de la innovación tecnológica que a largo plazo supuso un lastre para la industria española.
Finalmente, a finales de siglo sufrió una recesión por la desviación de capitales a otras inversiones, al impacto de la guerra de secesión estadounidense de donde procedía la mayoría del algodón y por la pérdida de las últimas colonias españolas en 1898, donde se concentraba el monopolio mercantil.
En el País Vasco la industria siderúrgica se afianzó también gracias a la consolidación del eje comercial Bilbao-Cardiff, basado en la exportación de hierro a Gran Bretaña y la importación del carbón galés para los hornos vascos.El resultado de todo ello fue un desarrollo industrial limitado y con graves deficiencias: la escasez de capitales nacionales fue la causa de que la moderna industria española se originara con predominio de capital extranjero, salvo en Cataluña.Concluyendo cabe decir que el proceso industrializador español, fue lento en comparación a otros países, como Gran Bretaña, Francia, Bélgica y Alemania, y a esto se unió la construcción del ferrocarril que con la Ley General de Ferrocarriles de 1855, se acudió a capital extranjero, fueron compañías francesa y belgas las que habían logrado del Estado amplias concesiones para la importación de maquinaria y la exportación ulterior del tráfico.Otras industrias de gran relevancia de este siglo fueron la industria metalúrgica y la química, que se desarrolló sobre todo para la agricultura.
En cuanto a Canarias, gracias a la industria textil europea se desarrolló la exportación de la cochinilla como pigmento, mercado impulsado gracias a la Ley de Puertos Francos de 1852 que promulgó el ministro Bravo Murillo.
Comparativa con otros países
Holanda y Reino Unido destacan en los sectores secundarios y terciarios.
EEUU, Francia y Alemania son mayoritariamente agrarios, aunque sin tener un déficit enorme respecto a los otros sectores, mientras España basa su economía y por tanto ocupa a más del 65% su población activa en el sector primario, Con respecto al sector primario, observamos como España triplica a Reino Unido y dobla a Holanda en P.A. en España frente a USA, Francia, Alemania y Holanda, y la tercera parte frente a Reino Unido.
Respecto al sector terciario (servicios en color negro) las mayores diferencias, del 16%, se da entre España y Reino Unido y Holanda.
Todos los datos evidencian el bajo nivel de desarrollo industrial y económico de España respecto al resto de países, especialmente frente a Reino Unido, cuna de la Revolución Industrial.
España pues, aparece como un país agrario, rural, pobre en el sector Las causas de estas diferencias se encuentran en que mientras el resto de países entraban en el siglo XIX con una acelerada industrialización y firmes instituciones liberales tanto en lo político, como en lo económico con una clara apuesta por el sistema capitalista, España se refugiaba en el despotismo ilustrado anacrónico de la primea mitad de la centuria.
La inestabilidad política del siglo XIX español fue un factor negativo.
Este atraso industrial se agravó por la falta de poder adquisitivo de una población mayoritariamente rural que no demandaba productos industriales, una elevada deuda pública que no permitió las inversiones necesarias en el sector industrial, los escasos capitales españoles se invirtieron en tierras e inmuebles desamortizados, en la bolsa y en la deuda pública, esto supuso que el desarrollo industrial fuera fuertemente dependiente del exterior, las malas comunicaciones terrestres que impedían vertebrar el mercado interno agravado con las perdidas coloniales, la escasez de fuentes de energía y por último las políticas proteccionistas que a la larga no ayudaron a ser competitivos respecto a otros mercados.
Algunos de estos problemas se resolvieron en el siglo XIX, pero de todas formas la industrialización española, comparada con la europea, fue lenta, débil y tardía, conformándose en un país de la periferia industrial y dependiente de capitales extranjeros.