Represión Política
Para el régimen franquista la victoria en la Guerra Civil no era definitiva, sino que esta debía consolidarse con una política de represión sistemática del enemigo interno, lo que el régimen consideraba la «anti-España». La máxima expresión de este espíritu de aniquilamiento y revancha fue la Ley de Responsabilidades Políticas de 1939, que declaraba “rebeldes” a todos cuantos se hubieran apoyado la “subversión roja” y castigaba severamente cualquier manifestación u organización en contra del régimen franquista. Además, la ley tenía un carácter retroactivo, ya que también penalizaba a las personas que habían participado activamente en la República. El Tribunal de Responsabilidades estaba integrado por militares, miembros del partido único y jueces, y cuyas sentencias podían ser de cárcel, destierros, económicas, trabajos forzados o penas de muerte.
Se estima que se encarcelaron a 300.000 presos políticos. Muchos de ellos murieron a causa de las malas condiciones de su reclusión. Alrededor de 60.000 personas fueron fusiladas en la década de los cuarenta. También hubo condenados a trabajos forzados en duras condiciones para realizar obras faraónicas como el Valle de los Caídos. A esto se añadió la depuración de los funcionarios públicos sospechosos de haber simpatizado con la República, afectando especialmente a los docentes. El clima de revancha y de imposición de los valores de los vencedores marcaría a varias generaciones de españoles.
Las Primeras Manifestaciones de la Oposición Política
La gran represión franquista y las elevadas cifras de exiliados dificultaron la reconstrucción de una oposición en el interior de España. En 1945, desde Suiza, el hijo de Alfonso XIII, D. Juan de Borbón, publicó el “Manifiesto de Lausana” pidiendo la dimisión de Franco y reivindicando la restauración de la monarquía en su persona. D. Juan aceptó que su hijo, el príncipe Juan Carlos, realizara sus estudios en España bajo la tutela del dictador, buscando que se convirtiera en el sucesor de Franco. También, desde el exilio mexicano, José Giral, presidente de Gobierno, y Martínez Barrio, presidente de la República, intentaban mantener viva la República y aprovechar la coyuntura internacional favorable al antifranquismo que se dio tras la Segunda Guerra Mundial.
La oposición popular en el interior de España estuvo protagonizada por los “Maquis” entre 1944 y 1949. Era un movimiento de resistencia guerrillero organizado en zonas rurales y montañosas e integrado por anarquistas, comunistas y socialistas, que en gran parte habían participado en la resistencia francesa frente a la ocupación alemana durante la Segunda Guerra Mundial. Pretendían aplicar esa misma estrategia para desgastar y destruir al franquismo, y esperaban el apoyo internacional y una sublevación popular. Este apoyo no se llegó a dar, y la presión de la Guardia Civil y el Ejército limitaron su capacidad de actuación a núcleos aislados hasta su desaparición a principios de los cincuenta.
En la década de los 50 se dio una nueva orientación de la oposición interna con el impulso de huelgas obreras, que protestaban por las duras condiciones de vida y los bajos salarios, junto con el inicio de protestas de estudiantes universitarios. El régimen respondió con una dura represión, y en ningún caso estas protestas fueron un peligro para su continuidad.
La Creciente Oposición a Franco
En los años 60 la oposición en el exilio pasó a un segundo plano, mientras que la oposición política y social interna fue creciendo como consecuencia de los profundos cambios que estaba experimentando la sociedad española:
– El Congreso de Múnich – Los Representantes del Exilio y la Oposición Interna
El régimen franquista y la oposición interna al franquismo comenzaron a agruparse en torno al Movimiento Europeo, una asociación de varios países que buscaba fortalecer la unidad europea, y que celebró el Congreso de Múnich. Al Congreso fueron invitados 100 políticos españoles de casi todas las tendencias de la oposición al franquismo: monárquicos, democristianos liderados por Gil Robles, junto con socialistas, nacionalistas, pero sin la participación de comunistas por su vinculación soviética. Los allí congregados elaboraron un manifiesto reivindicando la democracia en España como condición necesaria para el ingreso de España en la CEE y rechazando la solicitud del régimen de entrar en este organismo. La respuesta franquista fue la de calificar el encuentro como “el contubernio comunista”, y los participantes fueron acusados de conspiradores, reprimidos u obligados al exilio.
– Diferentes Grupos de Oposición: Obreros, Universitarios, Intelectuales y Católicos
Las protestas obreras alcanzaron importancia en Asturias, Barcelona, Madrid y País Vasco. A las reivindicaciones laborales se incorporaron reivindicaciones políticas, como el derecho de huelga y de libre sindicación. Desde la clandestinidad se creó el sindicato Comisiones Obreras, y cuyos militantes se infiltraron dentro de los propios sindicatos verticales franquistas. Líderes de CC.OO. como Marcelino Camacho sufrieron penas de cárcel.
La oposición universitaria fue creciendo debido a la incorporación a las aulas de un nuevo tipo de profesor por méritos intelectuales y no políticos, lo que hacía que el régimen fuera perdiendo el control de la Universidad. Las nuevas generaciones de universitarios empezaron a oponerse al régimen no reconociendo al sindicato oficial del régimen y realizando protestas estudiantiles, que derivaban en enfrentamientos con grupos de ultraderecha. El Gobierno expulsó de sus cátedras a prestigiosos profesores por apoyar las manifestaciones estudiantiles.
En el terreno cultural surgió la generación literaria del realismo social, que usaban la literatura como instrumento de crítica social y política. Destacaron autores como Miguel Delibes, Ana María Matute, Luis Martín Santos. La limitada apertura del régimen con la Ley de Prensa e Imprenta, que eliminaba la censura previa, permitió libertad de expresión escrita, siempre limitada.
Algunos sectores de la Iglesia Católica, influidos por el espíritu modernizador del Concilio Vaticano II, se mostraron críticos con el régimen franquista: miembros de la jerarquía eclesiástica, como Tarancón, sacerdotes y asociaciones de base católicas vinculadas al movimiento obrero. El régimen aplicó penas de cárcel a algunos miembros de la Iglesia y las relaciones con el Vaticano se fueron tensando cada vez más.
– Los Partidos Políticos de Oposición
En los años 60 también fue creciendo la actividad de los partidos políticos de oposición que actuaban desde la clandestinidad. Destacaron los siguientes:
- El Partido Comunista de España (PCE), dirigido desde el exilio por Dolores y Santiago Carrillo, fue el partido antifranquista más organizado dentro del país y el que más vivió la represión del régimen, como la ejecución de Julián Grimau en 1963. La estrategia del PCE evolucionó hacia el “eurocomunismo”, movimiento revisionista que rompía con el comunismo soviético. El PCE se convirtió en un foco de atracción para numerosos intelectuales y personas de la cultura antifranquistas.
- El Partido Socialista Obrero Español (PSOE) empezó a tomar importancia a partir del Congreso de Suresnes, en el que fue nombrado secretario general Felipe González. El PSOE promovió en España una coalición de partidos de oposición al franquismo, en la que no entró el PCE.
- Surgieron nuevos partidos de extrema izquierda que canalizaron el descontento de la juventud más radical y que eran partidarios de una revolución marxista. Algunos de ellos derivaron hacia el terrorismo, como los dos grupos que se crearon en 1975: el FRAP y los GRAPO, que asesinó a cuatro policías en Madrid.
- Los partidos nacionalistas se revitalizaron con los históricos Partido Nacionalista Vasco y Esquerra Republicana de Catalunya, junto con partidos como Convergencia Democrática de Cataluña liderada por Jordi Pujol. Su actividad mezclaba las reivindicaciones políticas con las culturales.
- En 1958 nacía ETA, una organización vasca nacionalista, marxista y revolucionaria, cuyo principal objetivo era la construcción de un Estado socialista en el País Vasco y su independencia de España y Francia. ETA, a partir de 1968, adoptó la táctica terrorista basada en la lucha armada contra el régimen franquista, siendo el atentado contra el presidente de Gobierno Carrero Blanco en 1973 el que más impacto tuvo. La represión indiscriminada del régimen sobre la población vasca favoreció los fines de ETA, que además alcanzó una gran repercusión internacional cuando en 1970 fueron condenados a muerte 16 de sus militantes. La presión internacional llevó al dictador a indultar a los condenados.
La respuesta del régimen franquista ante la oposición política fue la represión, creando el Tribunal de Orden Público en 1962. Los encarcelamientos, torturas, consejos de guerra y ejecuciones practicados por el régimen se convirtieron en escándalos en el ámbito internacional y sirvieron para difundir la propaganda antifranquista dentro y fuera de España. En septiembre de 1975 tuvieron lugar las últimas ejecuciones llevadas a cabo durante el franquismo. Mientras tanto, la extrema derecha organizó constantes provocaciones y atentados presionando para que el régimen no cediese en absoluto a las reivindicaciones políticas de la oposición.
El 20 de noviembre de 1975 fallecía el Dictador y le sucedía en la Jefatura del Estado Juan Carlos de Borbón, que inició movimientos para una transición del régimen franquista hacia una democracia en un clima de incertidumbre respecto al futuro político del país.