La Península Ibérica en la Baja Edad Media: Crisis y Transformación (siglos XIV-XV)

La Baja Edad Media. La Crisis de los Siglos XIV y XV

Introducción

La plenitud económica de la Península Ibérica, que se había desarrollado desde finales del siglo XII y principalmente en el siglo XIII, se truncó a mediados del siglo XIV con el impacto de una crisis general que se inició con la Peste Negra. En Castilla, la crisis reforzó el desarrollo ganadero de los grandes propietarios. La Corona de Aragón fue el territorio más afectado por la crisis, y la próspera economía comercial catalana entró en una profunda decadencia.

La crisis económica acentuó las tensiones políticas, y todos los reinos peninsulares se vieron afectados por múltiples conflictos y guerras civiles: los campesinos frente a los señores, la monarquía contra la nobleza a la que intentaba someter, los choques entre bandos nobiliarios y motines protagonizados por las clases populares urbanas.

Pese a la época de crisis, casi todos los reinos de la Península Ibérica (Castilla, Aragón y Portugal) desarrollaron su sentido más transgresor al lanzarse al descubrimiento y conquista de nuevos territorios. Esto fue el resultado de un intento de expandir el comercio como solución a la crisis económica del momento.

Organización Política e Instituciones de Gobierno

En el siglo XIV, la situación política de la Península Ibérica estaba compuesta por cinco reinos: Castilla, Aragón, Navarra, Portugal y Granada. Cada uno de ellos con sus particularidades e idiosincrasias.

En general, la Edad Media fue un período de reforzamiento del poder de los nobles frente a los reyes, institucionalizado en las monarquías feudales. Sin embargo, en la Castilla de los siglos XIV-XV se fue imponiendo un nuevo principio político que anteponía el poder del monarca sobre cualquier otro poder del estado: la Monarquía Autoritaria. En ésta, el soberano sólo era responsable de sus actos ante Dios y no reconocía ninguna otra autoridad igual a la suya, por lo que se iba a querer imponer a toda la nobleza y someterla.

Uno de los primeros reyes que se decantó claramente por la Monarquía Autoritaria fue Alfonso XI (1310-1350) (Ordenamiento de Alcalá de 1348). Sin embargo, a causa de las frecuentes minorías reales y los conflictos civiles, sus descendientes, Pedro I el Cruel (1350-1369) y Enrique IV (1454-1474), tuvieron que mantener una pugna continua con la nobleza para imponer sus principios autoritarios. La pérdida de las rentas feudales por la crisis enfrentó a nobles con campesinos, que sufrieron nuevas cargas económicas, y con los reyes. Enrique II de Trastámara, apoyado por parte de la nobleza, depuso a su hermano Pedro I el Cruel tras una cruenta guerra civil. Este conflicto tuvo repercusiones internacionales a través de la Guerra de los Cien Años, que enfrentó a Francia e Inglaterra. Con los Trastámara, dinastía que reinó en Castilla entre 1368 y 1504 y en Aragón desde 1412 a 1516 (desde Enrique II hasta los Reyes Católicos), Castilla estuvo del lado francés.

La muerte de Enrique IV en 1474 abrió el conflicto sucesorio entre su hermana Isabel y su hija Juana la Beltraneja, lo que provocó una guerra civil que venció Isabel I, la reina católica.

La Monarquía Autoritaria exigía el desarrollo de unos instrumentos de gobierno que permitían al rey centralizar el poder y gobernar de una forma más efectiva. Estas instituciones constituyen las bases del estado moderno.

Instrumentos de la monarquía autoritaria en Castilla:

  • El Consejo Real (1385): Era un órgano de gobierno de carácter técnico, formado por juristas. Su principal función era asesorar al rey y ayudarle en funciones de gobierno y legales.
  • La Audiencia (1371): Ejercía funciones judiciales en nombre del rey. En principio era itinerante, pero en el siglo XV se estableció en la Chancillería de Valladolid.
  • Los Corregidores: Eran los representantes del rey en los municipios y jueces en primera instancia. En éstos, el antiguo Concejo Abierto había sido sustituido por el Regimiento, un organismo de gobierno controlado por oligarquías locales.

Las Cortes de Castilla no tenían ninguna función legislativa ni control del gobierno, solamente votaban impuestos y servicios para el rey, y solamente él tenía el poder para convocarlas. Estaban compuestas por tres brazos (Nobleza, clero y burguesía).

Los municipios tenían autonomía y jurisdicción propia, regidos por cabildos o concejos abiertos. Pero el desarrollo de las ciudades en el siglo XIII supuso que los monarcas quisieran hacerse con el control de las ciudades, imponiendo un gobierno centralizador al imponer la figura del corregidor.

Al contrario que en Castilla, el Pactismo se impuso en Aragón. El Pactismo establecía que el rey debía negociar con las cortes de los tres reinos (Aragón, Cataluña, Valencia) las decisiones más importantes.

La debilidad de los monarcas de Aragón se debía a que, en realidad, eran los reyes de una confederación de tres reinos que mantenían sus propias leyes y cortes independientes. Para gobernar estos reinos, así como otras conquistas del Mediterráneo, la Corona de Aragón se valía de los virreyes o lugartenientes.

Las Cortes de la Corona de Aragón tenían mucho más poder que las de Castilla. En 1283, los nobles aragoneses habían arrancado a Pedro III el Grande los Privilegios de la Unión, según los cuales las cortes tenían derecho a ser convocadas periódicamente (y no sólo cuando el rey lo desease). Además, las cortes mantenían las Diputaciones Permanentes, que no se disolvían, sino que gestionaban el cobro de impuestos. Una de estas diputaciones, la Generalitat de Cataluña, llegó a adquirir ciertas funciones de gobierno. Otra institución particular de estos territorios era el Justicia de Aragón, defensor de los fueros del reino.

En Aragón sobresalió un hecho en 1410: el rey Martín I el Humano murió sin descendencia, lo que fue aprovechado por la nobleza para aumentar su poder, hasta que en 1412, por el Compromiso de Caspe, los representantes de Aragón, Valencia y Cataluña eligieron a Fernando I el Trastámara como su rey, quien se enfrentó a Jaime de Urgel por la corona.

Respecto al gobierno municipal, en la Corona de Aragón, los principales municipios tenían amplia autonomía. Así le ocurría a Barcelona, que se gobernaba por una asamblea abierta dominada por la oligarquía urbana: el Consell de Cent (Consejo de Ciento). Esta asamblea nombraba periódicamente a los magistrados de la ciudad: los consellers.

En Navarra hubo una sucesión de casas dinásticas: Champaña, Évreux y posteriormente la de Foix, con Blanca I de Navarra, quien se casó con Juan II de Aragón. Al morir Blanca en 1441, hubo un conflicto sucesorio porque Carlos, el príncipe de Viana, fue despojado de sus derechos sucesorios. Desde este momento, Navarra se vio envuelta en una guerra civil donde dos bandos se despedazaban, debilitando al reino navarro. Finalmente, Fernando II de Aragón (el Católico) aprovechó la inestabilidad para ocuparla en 1512 y anexionarla a Castilla en 1515.

Crisis Demográfica, Económica y Política

En el siglo XIV se produjo una grave crisis demográfica y económica que afectó especialmente a Castilla. Ya a principios del siglo XIV se produjeron frecuentes crisis agrícolas. Sobre esta población subalimentada recayó la Peste Negra hacia 1348. La Peste provocó un fuerte descenso de la población y movimientos de población importantes del campo a la ciudad.

Los factores de la crisis demográfica fueron:

  • Crisis de subsistencia agrícola al no roturar nuevas tierras y centrarse en el comercio de los productos agrícolas.
  • Ciclo climático negativo, agravado por la debilidad de la población.
  • Enfermedades y epidemias, en especial la Peste Negra.
  • Constantes guerras, tanto internacionales como internas.

El despoblamiento de ciertas zonas rurales hizo disminuir la producción agrícola, con el consiguiente aumento de los precios. La economía señorial sufrió así un duro golpe. Los señores perdieron muchos de sus campesinos feudatarios y, por tanto, se arruinaron. Los nobles llevaron a cabo una intensa reacción señorial, tanto contra el rey como contra sus propios campesinos, a los que impedían salir del señorío y se les sometía a nuevas cargas señoriales (por ejemplo, los payéses de remensa en Cataluña). Los campesinos iniciaron, a su vez, movimientos antiseñoriales muy violentos (por ejemplo, los forans de Mallorca en 1450), y la conflictividad social fue la norma de toda la Baja Edad Media (Guerras Remensas, donde los campesinos exigían la anulación del régimen señorial; conflictos urbanos como la Biga contra la Busca en Barcelona; pogroms contra los judíos, etc.). En Galicia se desarrollaron las rebeliones Irmandiñas, demandando lo mismo que la remensa, entre 1467 y 1469, pero enfrentándose con las armas contra la nobleza; finalmente fueron sometidos. En las ciudades se atacaron las juderías, principalmente en Andalucía.

En el siglo XV se invirtió la tendencia, y Castilla se recuperó demográfica y económicamente. Esta recuperación se vio vinculada al desarrollo de la ganadería ovina (oveja merina) y al comercio de lana con Flandes. Por el contrario, la Corona de Aragón, y especialmente Cataluña, sufrió una terrible crisis en el siglo XV, debido en parte al hundimiento del comercio mediterráneo.

En las ciudades, el comercio disminuyó de forma radical: los talleres artesanos bajaron la producción y los banqueros sufrieron la quiebra de los establecimientos de cambio. En Aragón, las ciudades marítimas se colapsaron por la crisis comercial.

La crisis política fue otra de las constantes de la Baja Edad Media. La crisis política tuvo su origen en la resistencia de los grupos nobiliarios frente a los intentos de imponer la Monarquía Autoritaria. Así, en Castilla se produjo una constante lucha de la alta nobleza contra los reyes. Por un lado, éstos aprovechaban la minoría de edad del rey (de Alfonso XI o Juan II) para imponer sus intereses, o bien provocaban una guerra civil al oponer otro candidato al trono (Guerra Civil entre Pedro I el Cruel y Enrique de Trastámara, 1366-1369; Farsa de Ávila y enfrentamiento entre Enrique IV y su hermanastro Alfonso, 1465).

La entronización de los Trastámara en Aragón por el Compromiso de Caspe (1412) también extendió este tipo de enfrentamiento civil a estos territorios (conflicto entre Juan II de Aragón y la Generalitat de Cataluña, 1462-1472). Esta guerra estuvo también determinada por la crisis económica que existía en este territorio y se mezcló con el conflicto de las Remensas y las luchas entre la Biga y la Busca en la ciudad de Barcelona.

Todos estos conflictos se reproducirán al principio del reinado de los Reyes Católicos (1474-1479), pero éstos vencerán a la nobleza, triunfando por fin los principios de la Monarquía Autoritaria.

La Expansión de la Corona de Aragón en el Mediterráneo

Mientras Castilla se hundía en una profunda crisis económica durante la primera mitad del siglo XIV, Cataluña se defendía mejor de la crisis gracias al desarrollo del comercio por el Mediterráneo durante el siglo XIV.

Ya desde finales del siglo XIII había desarrollado parte de su expansión por intereses comerciales, especialmente catalanes y valencianos: los barcos transportaban sedas, especias, tejidos de lujo, etc.

Esta expansión comercial de la Corona de Aragón se vio acompañada por un rosario de conquistas en el Mediterráneo. La expansión militar acompañaba al comercio catalán.

Los principales capítulos de la expansión de la Corona de Aragón por el Mediterráneo fueron:

  1. Sicilia: (Se inicia en 1282), conquistada por Pedro III el Grande aprovechando la rivalidad de los aragoneses con los franceses para controlar el Rosellón y la Cerdaña. En 1301 se incorpora a Aragón.
  2. Cerdeña: Por Jaime II (1324), enfrentados con Francia en 1420, mientras que Córcega queda en manos francesas.
  3. Expansión de los Almogávares en los ducados griegos de Atenas y Neopatria.
  4. Conquista de Nápoles por Alfonso V el Magnánimo (1443), donde instaló su residencia.

Esta expansión política marcó la supremacía marítima de Cataluña en el siglo XIV y enfrentó a la Corona de Aragón con Francia y el Papado.

La expansión política ayudó a la expansión comercial. Barcelona exportaba hierro e importaba cereales y tejidos de Sicilia y Cerdeña, pieles y cuero del norte de África, y seda y especias del Mediterráneo Oriental.

La irrupción de los turcos en Bizancio en 1453 cortó las rutas de comercio con Asia y perjudicó el comercio catalán, que entró en crisis en el siglo XV. Valencia adquirió en este período un papel más importante que Barcelona.

Las Rutas Atlánticas: Castellanos y Portugueses. Las Islas Canarias.

Al tiempo que decaían las rutas del Mediterráneo en el siglo XV, se reforzaban las rutas atlánticas, más relacionadas con el comercio castellano.

La marina castellana empezó a adquirir protagonismo en la conquista de Sevilla. Sin embargo, la expansión por el Atlántico se veía dificultada porque los benimerines y granadinos controlaban la navegación por el estrecho de Gibraltar. La Batalla del Estrecho la terminó ganando Alfonso XI (Batalla del Salado, 1340). Desde este momento, Castilla intensificó el comercio con Génova.

Paralelamente, los intereses económicos de Castilla se vinculaban cada vez más al comercio de lana desde los puertos cantábricos hasta Flandes. Castilla se vio obligada a intervenir en la Guerra de los Cien Años (alternando alianzas con Inglaterra y Francia) para defender las rutas del Cantábrico.

A principios del siglo XV, Portugal inició su expansión marítima en torno a la Escuela de Sagres, actividad promovida por el infante Enrique el Navegante. La pretensión portuguesa era llegar al Asia Oriental circunnavegando África. Así, se expandieron por la costa africana y ocuparon las islas de Madeira, Azores y Cabo Verde, o la ciudad de Ceuta.

El caso de Canarias fue distinto. Los castellanos ya estaban interesados por ellas en el siglo XIV, aunque la ocupación efectiva se produjo en el siglo XV en dos fases:

  1. En la primera fase (principios del siglo XV) se ocuparon Lanzarote, Fuerteventura, La Gomera y El Hierro. Fue una expansión nobiliaria dirigida por Jean de Bethencourt en nombre de Enrique III de Castilla.
  2. En la segunda fase (1475-1496), durante el reinado de los Reyes Católicos, y por iniciativa real, se conquistaron Gran Canaria, La Palma y Tenerife.

Por supuesto, los portugueses disputaron a los castellanos el dominio sobre las Canarias, y finalmente el conflicto se solucionó por el Tratado de Alcaçovas (1479), que reservaba estas islas para Castilla a cambio de que los portugueses mantuvieran la exclusividad de la expansión por la costa africana.

La conquista de Canarias fue el precedente directo de los viajes de Colón y la conquista de América por Castilla.

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