La Regencia de María Cristina y el Turno de Partidos en España

Contexto Histórico

Tras la muerte de Alfonso XII, María Cristina de Habsburgo, su viuda, asumió la regencia hasta la mayoría de edad del futuro Alfonso XIII, del que estaba embarazada a la muerte de su esposo. Esta etapa comenzó con un gobierno del Partido Liberal de Sagasta, que otorgó al sistema una orientación más progresista mediante la promulgación de una serie de leyes como la Ley de Asociaciones, la Ley del Jurado y la Ley de Sufragio Universal.

El Turno de Partidos

A partir de 1890, Cánovas y Sagasta se turnaron en el poder. Sin embargo, en 1897, Cánovas murió víctima de un atentado y el régimen sufrió un golpe. La verdadera crisis se produjo a raíz de la pérdida de las últimas colonias españolas en 1898.

El Sistema Canovista

El régimen político de este periodo continuó siendo el ideado por Cánovas, tomando como modelo el sistema británico: una monarquía parlamentaria en la que dos partidos se turnaban pacíficamente en el poder.

El sistema canovista se basaba en el turno de dos partidos: el Conservador y el Liberal. En un primer momento, solo estos dos partidos participaban del juego político.

  • Partido Conservador: Creado por el propio Cánovas, integraba a los miembros del antiguo Partido Moderado y de la Unión Liberal.
  • Partido Liberal: Formado por Sagasta en 1880, aglutinaba a los progresistas y radicales. Difería muy poco del Conservador, ya que representaba los intereses de la misma clase social, la burguesía, aunque su base social era más amplia. Defendían la soberanía nacional.

La alternancia pacífica en el poder de los dos partidos se convirtió en cambios de gobierno pactados de antemano entre ellos. Una vez acordado el cambio de gobierno, se convocaban elecciones y se amañaban para que arrojaran resultados favorables al nuevo partido. Era la práctica del caciquismo. Los dos partidos tenían su propia red organizada para asegurarse los resultados electorales adecuados. En las capitales de provincia, la figura clave era el gobernador civil, y en las comarcas y pueblos eran los caciques locales. Cuando un partido consideraba que había llegado el turno de pasar el gobierno, lo pactaba con el otro partido y con el rey. Entonces, este disolvía las Cortes y convocaba elecciones. Desde Madrid, los oligarcas transmitían instrucciones a los gobernadores y a los caciques para que se encargaran de manipular los resultados mediante extorsiones, amenazas y cambios de urnas.

La Oposición al Sistema

Los demás partidos constituían la oposición al sistema. Durante los primeros años de la Restauración, tuvieron poco protagonismo, pero después, a medida que la corrupción era más evidente, el descontento creció en la sociedad española y los partidos de la oposición fueron ganando fuerza, provocando la crisis del sistema canovista, especialmente a partir de 1898. El partido más representativo fue el Partido Republicano Progresista, al que pertenecían hombres como Salmerón o Ruiz Zorrilla. Posteriormente se dividieron; algunos optaron por la vía del catalanismo, otros por el regeneracionismo y otros por la vía revolucionaria.

Los partidos obreros se organizan legalmente a partir de la promulgación de la Ley de Asociación. En España, el partido socialista más importante era el PSOE, fundado en 1879 por Pablo Iglesias, que seguía la corriente marxista, que defendía el fin de la sociedad capitalista y de la propiedad privada. En 1888, Pablo Iglesias fundó el sindicato UGT, que centró su lucha en la mejora de las condiciones de trabajo. Los anarquistas carecían de una única doctrina, pero tenían en común el rechazo de toda forma de organización social. La CNT, fundada en 1911, fue el sindicato anarquista más importante.

Regionalismo y Nacionalismo

Desde la Guerra de la Independencia, aparece en España una tendencia revolucionaria de carácter centrífugo, denominada federalismo o cantonalismo, que ponía el acento más en la cuestión del autogobierno y el desarrollo de las libertades que en el desarrollo cultural de una nacionalidad. A partir de mediados del siglo XIX, en toda Europa se desarrolla un sentimiento nacionalista, entendiendo la nación como una entidad con vida propia (cultura, límites territoriales). En este sentido, el nacionalismo podía ser políticamente tanto conservador como revolucionario.

En Cataluña se inicia este movimiento. Su primer impulsor fue Valentí Almirall, procedente del Partido Republicano Federal de Pi y Margall (Renaixença). El movimiento político se escindiría en dos grandes corrientes: una conservadora (La Lliga) y otra (Esquerra Republicana).

El nacionalismo vasco fue más tardío y, hasta la II República, fue muy minoritario. En 1895, Sabino Arana fundó el PNV, muy conservador e independentista, que buscaba el mantenimiento de la raza y la nación vasca en cuanto a lengua, tradiciones y cultura.

La Crisis del 98

Desde el desastre de 1898, el aparente equilibrio político se vio ensombrecido por la emergencia política y social de las organizaciones obreras, el republicanismo y el ascenso del nacionalismo.

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