La Repoblación Cristiana en la Península Ibérica: Siglos IX-XI

Zona Pirenaica (Pamplona y Aragón, siglos IX-X)

La situación de origen en este caso es distinta de la registrada en el reino asturleonés. En el territorio del reino de Pamplona no hay amplios espacios vacíos, pues la frontera con los musulmanes está perfectamente definida. Aquí la idea de reconquista entra más tardíamente y está propiciada por la dinastía Jimena. Antes de ésta existieron relaciones muy cordiales por parte de los Arista con los Banu Qasi. Con los Jimenos se inicia una expansión hacia el sur promovida por el monasterio de Leire y los de La Rioja de San Martín de Albelda y San Millán de la Cogolla106. Los repobladores de esta zona son de distinta procedencia. Así, en la zona más occidental se instalan vascos, mientras que en La Rioja predomina gente de habla romance y mozárabes. Esa repoblación que sale de las montañas hacia el sur propicia un desarrollo importante de la agricultura. En este caso, las formas de repoblación son parecidas a las del reino astur-leonés. La labor repobladora continuará durante el siglo XI de la mano de Sancho III el Mayor.

Respecto al condado de Aragón, donde se ha producido un repliegue de población hacia la montaña, no será hasta fines del siglo IX cuando se inicie una acción repobladora traspasando el río Aragón. En el siglo X, con la unificación de Aragón y Pamplona por el matrimonio entre García Sánchez y Andregoto Galíndez, crece el ritmo repoblador. Aún será más intensa la repoblación en esta zona en el siglo siguiente con Sancho III el Mayor.

La Marca Hispánica (siglos IX-X)

En la relación a la ocupación musulmana de este territorio, hay que destacar que a consecuencia de la misma buena parte de la población que lo ocupaba, que en las fuentes aparecen como hispanii, huyó a la Galia. Otros lo hicieron a las montañas y el resto permaneció en el mismo. Este último grupo se mostró frecuentemente en rebeldía contra los musulmanes, como en el caso de Gerona y Barcelona, y facilitaron la intervención carolingia. Con la llegada de Carlomagno a principios del siglo IX se inicia la primera etapa de repoblación de la Marca Hispánica. Ésta se produce a partir de los citados hispanii, que regresan al territorio de origen y usan como fórmula jurídica de asentamiento la aprisio. Se repuebla sobre todo la zona costera, en tanto el interior queda poco ocupado. Esta zona, conocida como la Cataluña Vieja, será repoblada por Wifredo el Velloso en el último cuarto de siglo, quien la impulsa al tiempo que pretende unificar dos núcleos como Urgell y Barcelona, que están bajo su control. La última zona repoblada será la frontera con Al-Andalus, cuya ocupación se llevará a cabo a fines del siglo X y principios del XI.

Respecto a los modos de asentamiento hubo se dieron tanto la forma pública u oficial y popular o privada. La primera estuvo promovida por condes, obispos y grandes abades, mientras que la popular debía ser refrendada por el conde. Aunque hubo repoblación espontánea, en su mayor parte tuvo carácter oficial. La fórmula jurídica utilizada fue siempre la aprisio diferenciándose de la presura castellana en que para que alguien obtuviese la propiedad de un terreno debía ponerlo previamente en cultivo. La aprisio podía obtenerse tanto por los campesinos como por gente de mayor nivel social; estuvo a menudo acompañada por la carta-puebla, de aplicación también distinta de la zona occidental. El destinatario en este caso era un individuo, generalmente un noble, que a continuación reunía a un grupo de gente para repoblar.

La Batalla de Covadonga: Un Mito Fundacional

Siempre que se habla de la inicial resistencia cristiana frente a los musulmanes en la península Ibérica se hace mucho hincapié en la batalla de Covadonga, considerada generalmente como el inicio de la llamada Reconquista. No se sabe exactamente cuándo pudo haberse producido este acontecimiento; a medida que se han ido conociendo las fuentes musulmanas, el significado de Covadonga ha ido perdiendo valor histórico, y actualmente ningún historiador que se precie le asigna la importancia anterior, llegándose incluso a afirmar que tal batalla no es más que un invento de los cristianos a efectos propagandísticos para su lucha contra los musulmanes81. Pudo tratarse simplemente de una expedición de castigo de los musulmanes por el impago de tributos por parte de los cristianos, pero la versión cristiana es muy distinta. Hay que tener en cuenta que ésta fue escrita por mozárabes emigrados al norte y resentidos con el poder omeya, por lo que habrían plasmado en su crónica su ideología antimusulmana, personificando en Pelayo y sus seguidores los restos y la continuidad del reino visigodo. Este ideal parte de la Crónica de Alfonso III, quien trataba con ello legitimar la hegemonía astur dentro de los reinos cristianos, arrogándose la herencia visigótica y vinculando a ella la figura de Pelayo.

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