1. Antecedentes: El Sexenio Revolucionario
El Sexenio Revolucionario resultó tan caótico que los dirigentes políticos del nuevo periodo, empezando por Cánovas del Castillo, plantearon una estabilización política de claro sesgo oligárquico.
Dentro del nuevo orden de cosas previsto, se tenía muy claro también que había que acabar con los pronunciamientos militares que habían jalonado el periodo isabelino y que también estuvieron presentes en el Sexenio Revolucionario.
2. Bases del Sistema: Constitución, Rey y Turnismo
La Constitución de 1876, breve e inconcreta, será de larga duración (1876-1923). En ella se establece la soberanía compartida Rey – Cortes y la confesionalidad católica del Estado.
El rey, con importantes atribuciones establecidas por la Constitución, ejerce el poder ejecutivo y la soberanía compartida, siendo jefe de las fuerzas armadas, que quedarán al margen de la alternancia política.
El Partido Conservador de Cánovas se turnará con el Partido Liberal de Sagasta (de las filas más moderadas del progresismo), mediante un pacto tácito (finalmente expreso en el Pacto del Pardo de 1885, a la muerte de Alfonso XII). El cambio de gobierno se realizaba antes de los comicios electorales, y el nuevo gobierno convocaba elecciones que no iba a perder. La corrupción electoral garantizará holgadas mayorías alternativas a los partidos del turno.
3. Funcionamiento del Sistema: Clientelismo, Patronazgo y Pucherazo
La clave para que el sistema funcionase era que las clientelas de los partidos se mantuvieran disciplinadas, aceptaran el encasillado (la asignación de puestos) y aguantaran el turno de espera, cuando le tocase gobernar al partido de la alternancia.
Había múltiples formas de conseguir las mayorías pretendidas para cada momento electoral: urnas en clubes de acceso restringido, listas electorales en las que también “votaban los muertos” (o quienes se hacían pasar por ellos); además de la influencia mafiosa ejercida por los caciques locales.
Cuando la cosa fallaba en el recuento, se falsificaban las actas (pucherazo).
4. Los Elementos Inasimilables por el Sistema: Republicanismo, Carlismo, Nacionalismos Periféricos y Movimiento Obrero
El Republicanismo, tras el desastre de la I República, estará escindido en varios partidos, algunos se reagruparán y otros no. A destacar el Partido Republicano Federal de Pi y Margall y el Partido Radical Republicano de Alejandro Lerroux, que tendrá mayor continuidad en el futuro.
El Carlismo había sido derrotado en 1876 y, pese al Concierto Económico de 1878, el inconformismo era manifiesto. A las Juntas Tradicionalistas habrá que sumar el nacimiento en Vizcaya del Partido Nacionalista Vasco, de carácter claramente soberanista, supremacista, xenófobo y racista (Sabino Arana, 1895).
Los Nacionalismos Periféricos tendrán su principal manifestación en Vascongadas (bizcaitarrismo del PNV, por su mayor presencia en Vizcaya, ya citado) y en Cataluña (la Renaixença de Prat de la Riva, de carácter cultural, dará paso a un movimiento político reivindicativo).
El Movimiento Obrero, que había nacido en 1870, sufrió represión en 1871 y, nuevamente, en 1874. La mayoría de la FRE de la AIT era anarquista bakuninista (de ahí nacerán la FTRE y diversos sindicatos, especialmente, Solidaridad Obrera, que convergerán en la CNT, que nacerá en 1910). No obstante, también surgirá un núcleo marxista que dará paso al PSOE y, más tarde, a la UGT (1888). Si la ideología del anarquismo tenía por objeto suprimir la propiedad privada el capitalismo, la religión y el Estado, el marxismo, que aspiraba a acabar con la propiedad privada y el capitalismo, consideraba al Estado como el instrumento de estas supresiones, para implantar la Dictadura del Proletariado. Es de destacar el terrorismo anarquista, al margen del anarcosindicalismo, que causará estragos en España en la última década del siglo: atentado en el Liceo (1893), bomba en la procesión del Corpus de Barcelona (1896), asesinato de Cánovas (1897). Con estas acciones criminales los anarquistas terroristas buscaban una peligrosa dinámica acción-reacción que finalizara con el triunfo de la revolución obrera anarquista.
5. Gobiernos de Cánovas y Sagasta: Represión Inicial de Sagasta, Apertura de Cánovas – Pacto del Pardo
El primer gobierno de Cánovas (1875-1881) se basó en la represión: prohibición de partidos no afines al nuevo régimen, censura previa, fidelidad exigida del funcionariado al nuevo régimen de 1876. Sin embargo, buscó un acuerdo con el carlismo vasco a través del Concierto Económico (1878). Cánovas ganó prestigio porque durante su gobierno terminaron la III Guerra Carlista (1876) y la Guerra en Cuba (1878).
Los gobiernos de Sagasta (1881-1883 / 1885-1890) dieron apertura al sistema: sufragio universal masculino (1890), libertad de sindicación (1887), reinserción de los profesores universitarios separados de sus cátedras, etc.
Un momento clave del periodo fue la prematura muerte de Alfonso XII en 1885, que llevó al Pacto del Pardo de ese mismo año, para apoyar a la Regente María Cristina de Habsburgo-Lorena, mantener apartada a Isabel II y seguir garantizando el turno pacífico.
6. La Crisis de 1898
La guerra en Cuba se reanudó en 1895. A ella se sumó un movimiento rebelde en Filipinas, de menor envergadura.
La muerte del líder cubano José Martí no desanimó a los insurrectos del Partido Revolucionario Cubano, ni les convenció la autonomía concedida a la isla (demasiado tardía: 1897), así como la abolición total de la esclavitud (1886).
Estados Unidos había estado dispuesto a comprar la isla, sin conseguirlo. Apoyó a los insurrectos con suministros de todo tipo. Finalmente, como consecuencia de un suceso al parecer fortuito, los Estados Unidos declararon la guerra a España, que resultó derrotada en pocos meses. El Tratado de París resolvió entregar a Estados Unidos Filipinas, Guam (en las Marianas) y Puerto Rico, convirtiendo a Cuba en un Estado intervenido por los Estados Unidos. La entrega de Filipinas fue compensada con la entrega al Estado Español de 20 millones de dólares.
Las consecuencias del conocido como desastre del 98, con Sagasta como presidente del consejo de ministros, no se hicieron esperar: decenas de miles de víctimas, pérdida de los recursos (hubo que colectar remolacha azucarera para reemplazar a la caña de azúcar) y del mercado antillano, repatriación de capitales (con los que se creó el Banco Hispano-Americano) y hondo malestar moral (nacimiento de la generación del 98: edad de plata de las letras hispanas).