La Restauración Borbónica en España (1875-1898): Bipartidismo, Política y Nacionalismos

El Regreso de la Monarquía y el Sistema Canovista

Los grupos conservadores recibieron con satisfacción la Restauración Borbónica en España (1875-1898). Antonio Cánovas del Castillo, figura clave de este periodo, no pretendía el regreso a los tiempos de Isabel II. Para conseguir la estabilidad política, propuso dos objetivos principales: implantar el bipartidismo y pacificar el país, poniendo fin a la guerra de Cuba y al conflicto carlista.

La Constitución de 1876

La Constitución de 1876 fue una clara muestra del liberalismo doctrinario. Consideraba a la monarquía como una institución superior, un poder moderador que debía ejercer de árbitro en la vida política y entre los partidos. Las Cortes eran bicamerales, formadas por el Senado y el Congreso. En 1878 se estableció el voto censitario, aunque más tarde se aprobó el sufragio universal masculino. La Constitución también proclamaba la confesionalidad católica del Estado y contenía una prolija declaración de derechos.

Bipartidismo y Turno Pacífico

Cánovas introdujo un sistema de gobierno basado en la alternancia en el poder de dos grandes partidos dinásticos: el Partido Conservador y el Partido Liberal. Se instauró así el «turno pacífico», donde ambos partidos se sucedían en el gobierno de manera acordada. El ejército quedó subordinado al poder civil.

Fin de los Conflictos Bélicos

La estabilidad del régimen se vio favorecida por el fin de las guerras carlista y cubana. La derrota carlista llevó a la abolición definitiva del régimen foral. En 1878 se estipuló un sistema de conciertos económicos que otorgaba cierto grado de autonomía fiscal a las provincias vascas. El final del conflicto carlista también facilitó la resolución de la insurrección cubana. En 1878 se firmó la Paz de Zanjón, que incluía una amplia amnistía, la abolición de la esclavitud y la promesa de reformas políticas. Sin embargo, el retraso en la implementación de estas reformas provocó el inicio de un nuevo conflicto: la «Guerra Chiquita».

Los Partidos Dinásticos

Cánovas, principal dirigente del partido alfonsino, transformó su partido en el Partido Conservador. También nació el Partido Liberal, liderado por Práxedes Mateo Sagasta. Ambos eran conocidos como «partidos dinásticos». Las diferencias entre ellos eran escasas en la práctica política. Los conservadores se mostraban más proclives al inmovilismo político, al sufragio censitario y a la defensa de la Iglesia y el orden social. Los liberales, por su parte, defendían el sufragio universal masculino y se inclinaban por un reformismo social de carácter más laico y progresista. La alternancia regular en el poder de estos dos grandes partidos tenía como objetivo asegurar la estabilidad institucional.

Falseamiento Electoral y Caciquismo

El turno pacífico se mantuvo durante 22 años gracias a la corrupción electoral y a la utilización de la influencia y el poder económico de determinados individuos sobre la sociedad: los caciques. La adulteración del voto era una práctica habitual que permitía una amplia mayoría parlamentaria al partido gobernante. Los caciques, personas notables en sus respectivas regiones, orientaban la dirección del voto, agradeciendo con favores la fidelidad electoral y discriminando a quienes no respetaban sus intereses. El conjunto de trampas electorales que contribuían a la adulteración de los resultados se conocía como «pucherazo».

Desarrollo del Turno de Partidos

Durante el largo periodo entre 1876 y 1898, el turno funcionó con regularidad. De las elecciones celebradas, seis fueron ganadas por los conservadores y cuatro por los liberales. El Partido Conservador gobernó entre 1875 y 1881. Durante la regencia de María Cristina, el Partido Liberal gobernó más tiempo que el Conservador. El personalismo del sistema deterioró a los partidos, provocando disidencias internas y la descomposición de ambas formaciones.

Evolución del Republicanismo

Tras el fracaso del Sexenio Democrático, el republicanismo tuvo que hacer frente al desencanto de sus seguidores y a la represión de los gobiernos monárquicos. Emilio Castelar evolucionó hacia posturas más moderadas y creó el Partido Republicano Posibilista. Manuel Ruiz Zorrilla fundó el Partido Republicano Progresista, mientras que Nicolás Salmerón creó el Partido Republicano Centralista. El republicanismo con más adeptos y más fiel a su ideario fue el Partido Republicano Federal, liderado por Francisco Pi y Margall. El sufragio universal masculino comportó una cierta revitalización del republicanismo y estimuló la formación de alianzas electorales, como la Unión Republicana. El republicanismo perdió parte de sus antiguas bases sociales en competencia con el Partido Socialista Obrero Español (PSOE), fundado por Pablo Iglesias en 1879.

Reconversión del Carlismo

Tras su derrota, el pretendiente Don Carlos de Borbón y el carlismo entraron en una grave crisis después de que sus miembros reconocieran a Alfonso XII. Carlos VII depositó su confianza en Cándido Nocedal. La renovación del partido corrió a cargo de Juan Vázquez de Mella. Ramón Nocedal fundó el Partido Católico Nacional. También se mantuvieron las jerarquías militares y se fundó una milicia, el Requeté.

Otras Fuerzas Políticas

La cuestión católica hizo aparecer algunos nuevos grupos, como la Unión Católica, liderada por Alejandro Pidal. Segismundo Moret fundó el Partido Democrático-Monárquico, y el general Serrano creó Izquierda Dinástica.

El Auge de los Nacionalismos

Nacionalismo Catalán

Cataluña fue la región pionera en desarrollar un movimiento regionalista. Barcelona se convirtió en la primera zona industrial de España, experimentando un renacimiento de la cultura y una expansión de su lengua, conocido como la Renaixença. Este movimiento promovió la identidad catalana. Valentí Almirall fundó en 1882 el Centre Català para defender la autonomía de Cataluña. La Unió Catalanista elaboró las Bases de Manresa, un documento que convirtió el regionalismo en nacionalismo. En 1901 se fundó la Lliga Regionalista, liderada por Enric Prat de la Riba y Francesc Cambó.

Nacionalismo Vasco

En la década de 1890 surgió un movimiento de «euskaldunes» o «euskaros». Su gran impulsor fue Sabino Arana, quien veía en peligro la cultura vasca debido a la inmigración de «maketos», que, según él, ponían en peligro las tradiciones y la etnia vasca. Arana fundó el Partido Nacionalista Vasco (PNV), cuyo principal rival político era el carlismo.

Nacionalismo Gallego

El nacionalismo gallego, o galleguismo, surgió a finales del siglo XIX y principios del XX. El atraso económico y la subordinación política de Galicia forzaban a muchos gallegos a emigrar. Vicente Risco fue una figura importante en este movimiento.

Valencianismo y Aragonismo

El movimiento valencianista cobró fuerza en el siglo XX y durante la Segunda República. Teodoro Llorente y Constantí Llombart fueron figuras clave, y en 1904 se creó la organización Valencia Nova. El aragonesismo surgió a mediados del siglo XIX, con Joaquín Costa reclamando el derecho del campesinado aragonés. En Andalucía, Blas Infante fundó el Centro Andaluz en Sevilla y propuso la autonomía para la región.

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