El Manifiesto de Sandhurst y el inicio de la Restauración
Desde que estalló la Revolución Gloriosa en 1868, el político Antonio Cánovas del Castillo comenzó a orquestar la vuelta al trono de los Borbones en la figura del hijo de Isabel II, Alfonso. Para ello, en 1870, Isabel II abdicó en su hijo. Cánovas, buscando evitar un pronunciamiento militar, deseaba que el pueblo pidiera la vuelta de Alfonso. Envió al príncipe a la academia militar de Sandhurst y le hizo firmar un manifiesto en diciembre de 1874. En él, se mostraba una monarquía constitucional de carácter abierto, pero también arraigada a la tradición católica, con la libertad como valor fundamental. Se planteaba superar tanto la Constitución de 1845 como la de 1869. Aunque Cánovas no lo deseaba, los militares se adelantaron y el 29 de diciembre de 1874 el general Martínez Campos se levantó en Sagunto y proclamó rey de España a Alfonso XII, comenzando así el sistema político de la Restauración, conocido como “sistema canovista”, inspirado en el modelo inglés con la intención de establecer una estabilidad política basada en el bipartidismo: el Partido Conservador, liderado por el propio Cánovas, y el Partido Liberal, liderado por Práxedes Mateo Sagasta.
La intención era consolidar la monarquía y el parlamento, y para ello se elaboró una nueva constitución moderada y flexible. Sus artículos se redactaron de forma poco precisa para que fueran compatibles con los diferentes gobiernos, que podían cambiar las leyes ordinarias sin tener que modificar la Constitución. En la Constitución de 1876 destacan varios principios:
- La soberanía es compartida entre el rey y las Cortes, aumentando las prerrogativas del rey frente a la Constitución de 1869.
- Las Cortes son bicamerales. El Congreso de los Diputados es electivo, pero no define el tipo de sufragio. En un principio fue censitario, pero posteriormente Sagasta lo estableció como sufragio universal masculino. El Senado es una cámara elitista y conservadora formada por senadores vitalicios por derecho propio, otros nombrados por el rey (que también pasan a ser vitalicios) y otro grupo de senadores elegidos entre los mayores contribuyentes y las corporaciones.
- Se establece una amplia declaración de derechos, recogiendo los de la Constitución de 1869, pero limitando su reconocimiento.
- El Estado es confesional, siendo el catolicismo la religión oficial.
- Se reconoce la libertad individual, pero se prohíben las manifestaciones públicas.
Para que el sistema canovista funcionara se recurrió al fraude electoral. Los dos partidos del turno se turnaban en el poder de forma pacífica, habiendo acordado que el partido en la oposición aceptaba los cambios que hiciera el partido en el poder y que los mantendría cuando llegara al gobierno. Se pactaba con el otro partido y con el rey el momento del cambio de gobierno. Cuando este llegaba, el rey mandaba formar gobierno al nuevo partido, disolvía las Cortes y convocaba nuevas elecciones. Llamaba al ministro de Gobernación y este comunicaba a los gobernadores civiles de las provincias los resultados electorales. En cada capital de provincia, el gobernador civil elaboraba la lista de los candidatos (encasillado). Posteriormente, llamaban a los caciques, que eran los encargados de presionar a la gente que dependía de ellos para trabajar o para obtener favores. En caso de que el caciquismo no funcionara, sobre todo en las grandes ciudades, se recurría al pucherazo, que consistía en cambiar las urnas antes del recuento, añadir votos falsos, quemar urnas o incluso que votaran los muertos.
Durante el reinado de Alfonso XII (1875-1885) comienza gobernando el Partido Conservador (1876-1881), presidido por Cánovas, que recorta libertades y consigue terminar con la Tercera Guerra Carlista en 1876 y con la Guerra de los Diez Años (Cuba) en 1878 tras firmar la Paz de Zanjón. En 1881 ganó las elecciones el Partido Liberal, que preside Sagasta hasta 1883. Sagasta puso en práctica más derechos y libertades. Se produjo una sublevación militar republicana que, aunque se consiguió frenar, provocó la convocatoria de nuevas elecciones que ganó el Partido Conservador (1883-1885). El rey muere en noviembre de 1885 y, ante el miedo a un nuevo levantamiento carlista, los dos partidos reafirman su alianza firmando el Pacto del Pardo y dando comienzo a la Regencia de María Cristina de Habsburgo (1886-1902). Comienza gobernando el Partido Liberal, que estará 5 años en el poder (1885-1890). Sagasta realizó reformas legislativas aprobando la Ley de Asociaciones, legalizando los sindicatos, la Ley del Jurado, favoreciendo la libertad de prensa y aprobando la Ley de Sufragio Universal Masculino en 1890. A partir de esta fecha comienza una crisis política. En 1897 es asesinado el presidente Cánovas y Sagasta le sustituye, haciéndose cargo de los hechos que suceden en el Desastre del 98. En 1902 Alfonso XIII jura su cargo como rey.
La Guerra de Cuba, el conflicto con EEUU y la Crisis del 98
La Guerra de Cuba comienza en 1868 cuando, tras la Revolución Gloriosa en España, estallan revueltas en Puerto Rico y Cuba. Carlos Manuel de Céspedes inicia la guerra el 10 de octubre de 1868 con el Grito de Yara. Durante el Sexenio Democrático, la política española con respecto a Cuba fue bastante torpe, careciendo de recursos militares. Estados Unidos aprovechó la situación, de forma encubierta, para apoyar a los rebeldes, ya que estaban interesados en el negocio del azúcar. La fase más dura de la guerra fue durante la Restauración. El gobierno de Cánovas envía al general Martínez Campos, que en 1878 consigue la firma de la Paz de Zanjón. Con ella se mejoran las condiciones políticas y administrativas de la isla y se concede un amplio indulto a los insurrectos cubanos y a los soldados desertores españoles. Detrás del conflicto se encontraba el deseo de abolir la esclavitud en Cuba. En un principio se acepta, pero no se aplica, por lo que el problema de fondo no queda resuelto y en 1879 vuelve a estallar la guerra, conocida como Guerra Chiquita, que fue sofocada con facilidad, pero que consiguió que se aboliera definitivamente la esclavitud en 1880. El problema continúa y en 1895 vuelve a estallar una nueva guerra colonial.
La Guerra de Independencia cubana (1895-1898) se divide en cuatro etapas:
- Comienza con la sublevación en febrero de José Martí, líder del Partido Revolucionario Cubano, junto a los generales Máximo Gómez y Antonio Maceo. Movilizaron a los campesinos (mambises) que consiguieron llegar a la parte más rica de la isla, la occidental, y utilizaron la táctica militar de tierra quemada. Al principio de la guerra, José Martí muere en combate.
- De octubre de 1895 a enero de 1896, el gobierno español intenta que el general Martínez Campos vuelva a lograr la firma de la paz mediante el diálogo, pero fracasa.
- De enero de 1896 a diciembre de 1897, tras el fracaso de las negociaciones, se envía al general Valeriano Weyler, que apostó por la lucha militar. Weyler construyó una estrategia basada en las trochas, dividiendo la isla en tres partes cerradas, lo que le permitió dividir a los insurrectos y dominarlos con un ejército pequeño. Esta táctica funcionó muy bien, pero cometió el error de encerrar a la población campesina en “reconcentraciones” para que no ayudaran a los sublevados. El problema es que los malnutrió y los hacinó, lo que provocó enfermedades y la muerte de muchos niños y ancianos. Los estadounidenses aprovecharon la situación para hacer una campaña de información y desprestigio contra España.
- Tras el asesinato de Cánovas en el verano de 1897, Sagasta asume la presidencia. Sagasta, que siempre apostó por el diálogo con Cuba, destituye a Weyler y envía al general Ramón Blanco para que negocie, pero ya es demasiado tarde. Esta última etapa abarca de 1897 a abril de 1898.
EEUU, con grandes intereses económicos en la isla y viendo la evolución de la guerra, ofrece a España comprar la isla de Cuba por 300 millones de dólares, oferta que el gobierno español rechaza. En febrero de 1898 explota en el puerto de La Habana el acorazado estadounidense Maine. El gobierno estadounidense culpa rápidamente al gobierno español, que lo niega. Ante la negativa de la compra de la isla, EEUU declara la guerra a España. Estudios posteriores demostraron que la explosión fue un accidente dentro del barco. El gobierno español envía una flota a Cuba y otra a Filipinas. En Filipinas, José Rizal, que había fundado la Liga Filipina, también se subleva pidiendo la independencia, apoyado por los estadounidenses. La flota estadounidense derrota a la armada española en Cavite, cerca de Manila. La flota española en Cuba fue aniquilada en cuatro horas en la batalla de Santiago de Cuba, debido a una táctica militar que el almirante Cervera no quería realizar, pero que le obligaron a ejecutar. El 10 de diciembre de 1898 se firma el Tratado de París, donde España reconoce la independencia de Cuba, que quedó bajo tutela estadounidense, y cede Puerto Rico, Filipinas y la isla de Guam a EEUU a cambio de 20 millones de dólares. En 1899 vende a Alemania las islas Carolinas, las Marianas y Palaos por 25 millones de dólares.
Los efectos de la Crisis del 98 se pueden analizar desde tres puntos de vista:
- Políticamente, se critica a los gobernantes por cómo han llevado al país al desastre, culpando al sistema canovista.
- Económicamente, fue negativo por la pérdida de los mercados coloniales, aunque el dinero repatriado sirvió para el desarrollo de la banca española.
- Ideológicamente, se crea una crisis de la conciencia nacional y surge el Regeneracionismo, corriente de pensamiento que busca solucionar el fracaso del sistema político de la Restauración. El Regeneracionismo se lleva a cabo desde dentro del sistema por políticos y el propio rey, que aplican pequeñas reformas para contentar a la sociedad, pero que en el fondo no critican el sistema político. Por otro lado, fuera del sistema sí que se critica este y se piden cambios profundos. Destaca el pensador Joaquín Costa.
El reinado de Fernando VII: la cuestión sucesoria
Tras la firma del Tratado de Valençay en 1813, Fernando VII regresa a España. Los partidarios del absolutismo, en abril de 1814, le envían una carta desde Valencia, el Manifiesto de los Persas, en el que se le anima a restaurar el absolutismo. Fernando VII decide anular la Constitución de Cádiz de 1812 y toda la obra legislativa de las Cortes de Cádiz. Restaura el absolutismo y la Inquisición, conservando únicamente la abolición de los derechos jurisdiccionales en los señoríos. Persiguió a los liberales, sin tener en cuenta que habían luchado contra los franceses para conseguir su regreso. Los liberales pasaron a la clandestinidad, organizándose en sociedades secretas. Muchos fueron arrestados y otros se exiliaron. Entre 1815 y 1820 se sucedieron conspiraciones liberales que responden al modelo de pronunciamiento militar (un militar intentaba derrocar la autoridad constituida mediante un manifiesto en el que exponía sus propuestas políticas). En 1815, Juan Díaz Porlier se rebeló, pero le faltaron apoyos y fue fusilado, al igual que el general Luis Lacy en 1817. En 1820 triunfa el pronunciamiento del comandante Rafael del Riego.
Este triunfo marca el inicio del Trienio Liberal (1820-1823). En enero de 1820, Riego proclama la Constitución de 1812, que Fernando VII jura en marzo. Sin embargo, el rey utilizó todos los resortes que le daba la Constitución para obstaculizar las reformas legislativas (selección de leyes y veto suspensivo durante dos años). Los liberales se dividen entre moderados y exaltados. Los moderados promulgaron la supresión de los mayorazgos, que pasan a ser propiedades libres, se prohibió a la Iglesia adquirir bienes inmuebles, se establecieron las bases para una desamortización de tierras eclesiásticas, se abolió el régimen señorial y se declararon los señoríos territoriales o solariegos en propiedad particular de sus antiguos señores. A partir de 1822, los realistas, en complicidad con el rey, se movilizaron para restaurar el absolutismo: se sublevó la Guardia Real (que fue sofocada por la Milicia Nacional), se formaron partidas guerrilleras realistas, se creó la Regencia de Urgel (que fue disuelta) y las potencias europeas absolutistas, formando la Santa Alianza y reunidas en el Congreso de Verona, enviaron los Cien Mil Hijos de San Luis a España. Finalmente, los realistas vencieron y se restauró el absolutismo.
La última etapa del reinado de Fernando VII se conoce como la Década Ominosa (1823-1833). Fernando VII restauró el absolutismo, declaró nula toda la legislación del Trienio Liberal y persiguió a los liberales, que huyeron a Francia e Inglaterra. En esta etapa, algo más moderado que en la primera, Fernando VII emprendió cierta moderación administrativa (reforma fiscal de López Ballesteros, reducción de la deuda pública y plan de fomento de la minería). Sin embargo, encontró dos oposiciones: la de los liberales y la de los apostólicos (grupos de exaltados realistas o absolutistas que no veían con buenos ojos las reformas). A esto se sumó la independencia de las colonias americanas, que supuso una dificultad para la hacienda real. El problema sucesorio tiene su origen cuando Felipe V quiso introducir la Ley Sálica francesa, que impedía reinar a las mujeres. Sin embargo, en 1713, Felipe V promulgó la ley de sucesión menos restrictiva, que permitía reinar a las mujeres si no había herederos varones en la línea directa o colateral. Fernando VII, que no tenía descendencia varón, quiso derogarla cuando su cuarta esposa le dio dos hijas. El hermano del rey, Carlos María Isidro, rechazó la Pragmática Sanción, que permitía a las mujeres heredar el trono. Los apostólicos apoyaron a Carlos María Isidro, dando origen al carlismo. En 1827 estalla la Guerra de los Agraviados en Cataluña, que buscaba la restauración de la Inquisición y que el sucesor fuera Carlos María Isidro. En 1832, tras los Sucesos de La Granja, el rey, que estaba enfermo, fue convencido para derogar la Pragmática Sanción. Sin embargo, Fernando VII se recuperó y volvió a nombrar heredera a su hija. Falleció en septiembre de 1833. Isabel tenía tres años y la guerra civil era inminente.
Las Cortes de Cádiz y la Constitución de 1812
Para entender los cambios que se producen en España a principios del siglo XIX, en el contexto de la Guerra de la Independencia, es necesario comprender las diferencias entre el Antiguo Régimen y el liberalismo. En el aspecto político, el Antiguo Régimen defendía, por medio de la teoría del derecho divino de los reyes, que la soberanía pertenecía al rey y que este tenía un poder absoluto, materializado en la monarquía absoluta. Sin embargo, a partir de la Revolución Francesa, los liberales defienden que la soberanía es nacional, que el poder se divide (separación de poderes) y aparece recogido en una constitución, y que la forma de gobierno ideal es la monarquía parlamentaria o la república. En cuanto a la sociedad, el Antiguo Régimen la concebía como estamental, dividida por nacimiento entre privilegiados y no privilegiados, mientras que el liberalismo defiende una sociedad de clases, determinada por la riqueza, y dividida entre clases alta, media y baja. Por último, en cuanto a la economía, en el Antiguo Régimen predomina la agricultura y el régimen señorial, con la propiedad de la tierra vinculada y una teoría económica basada en el mercantilismo. Los liberales apuestan por la desamortización de la tierra, la propiedad privada, la inversión en industrialización y comercio, y la teoría económica que impera es el capitalismo.
Tras el estallido de la Guerra de la Independencia, el bando de los insurrectos no aceptó a José I como rey de España y, ante el vacío de poder, creó juntas locales como órganos de gobierno controlados por la clase dominante. Ante la dificultad de coordinarse, se agruparon en juntas provinciales. Aun así, al estar en guerra, seguían sin poder comunicarse, por lo que se creó la Junta Suprema Central, que asumió el gobierno del país. En 1810, la Junta Suprema Central traspasó sus poderes a un Consejo de Regencia que se trasladó a Cádiz. Aquí comienza el proceso de convocatoria de Cortes. Los liberales se impusieron y consiguieron que la convocatoria no se hiciera por estamentos, sino como una asamblea única, donde cada diputado tenía un voto. Los diputados fueron elegidos por varones mayores de 25 años. Las Cortes que surgieron fueron heterogéneas, formadas por nobles, eclesiásticos, abogados, funcionarios, militares e intelectuales. No había ningún representante de las clases populares, pero sí americanos. Surgieron dos facciones dentro de estas Cortes: la servil o absolutista y la liberal.
Mientras se redactaba la Constitución, las Cortes se encargaron de elaborar una serie de normas legislativas. En ellas se fueron reconociendo parte de las ideas liberales mencionadas anteriormente, como que la soberanía reside en la nación y que las Cortes asumen su representación. También se reconoció la igualdad ante la ley y con ello se puso fin a la sociedad estamental, igualando a españoles y americanos. Se aprobó un conjunto de reformas, como la libertad de imprenta, la abolición de la tortura y los señoríos jurisdiccionales, la desamortización de los bienes del clero, una nueva división provincial (introduciendo en ellas la institución política de las diputaciones provinciales), una reforma de la Hacienda y la libertad de comercio e industria. Gran parte de esta labor legislativa se recogió en la Constitución de 1812, que tiene principios liberales, como:
- La soberanía nacional.
- Monarquía limitada con una división estricta de poderes, aunque el rey tiene derecho de veto y debe promulgar las leyes.
- Un único código legal para todos los ciudadanos, excepto militares y eclesiásticos.
- Una amplia carta de derechos individuales para los ciudadanos.
- Se declara a la nación española como católica, siendo esta la religión oficial y única.
- Los diputados de las Cortes son elegidos de forma indirecta: los ciudadanos eligen a los compromisarios y estos eligen a los diputados (solo pueden ser elegidos aquellos que tengan rentas propias).
- El sufragio es universal masculino.
- Se crea un cuerpo militar especial: la Milicia Nacional.
Evolución de las ciudades
La evolución de las ciudades a finales del siglo XIX y principios del XX está marcada por el éxodo rural. Las ciudades medievales y modernas se quedaron pequeñas ante la llegada de población rural y la nueva clase burguesa decide crear barrios ordenados y limpios para salir del hacinamiento de los cascos históricos y así demostrar su estatus social. A estos barrios se les denominó ensanches. El primer ensanche que se diseñó fue el de Barcelona, por Ildefonso Cerdá en 1860. Cerca del casco antiguo se desarrolló una extensa cuadrícula de calles en forma de damero, con manzanas cuadradas y esquinas achaflanadas para facilitar la circulación. Se completaba con una gran vía transversal y algunas calles más anchas. En Madrid, el encargado de diseñar los ensanches fue Carlos María Castro. Castro también utilizó el plano ortogonal, que se organiza en torno a calles largas, rectas y anchas, que se cortan en perpendicular para crear manzanas cuadradas. Establece tres zonas: el Ensanche Norte (Chamberí), el Ensanche Este (Salamanca y Retiro) y el Ensanche Sur (Arganzuela). También hay que destacar el diseño del modelo de ciudad jardín que creó Arturo Soria en su Ciudad Lineal. La Ciudad Lineal es una calle larga, con las vías del ferrocarril en medio, flanqueada por árboles y con casas con espacios verdes a ambos lados. Por otro lado, también surgen los barrios obreros, que al igual que los ensanches surgen por el éxodo rural. Se crean de forma espontánea y las consecuencias fueron graves, ya que una gran parte de la población obrera vivía cerca de las fábricas o de las vías ferroviarias, en condiciones durísimas, hacinados en viviendas insalubres, en calles sin pavimentar y sin alcantarillado, con lo que las enfermedades se propagaban rápidamente.