La Constitución de 1876
La Constitución de 1876 tuvo un carácter conservador con cierta flexibilidad, con el objetivo de que los dos partidos del turno dinástico gobernaran de manera estable. Sus principales elementos eran:
- Amplia declaración de derechos y libertades individuales: imprenta, expresión, reunión.
- Soberanía compartida entre las Cortes y el Rey.
- Función legislativa en Cortes bicamerales: Senado (miembros por cargo) y Congreso de los Diputados.
- Independencia del poder judicial.
- Voto censitario, limitado a los mayores contribuyentes (3% de la población). El sufragio universal masculino se aprobó en 1890.
- Reconocimiento del catolicismo como religión oficial del Estado.
- Sistema centralista: ayuntamientos y diputaciones bajo control del gobierno. Se suprimieron los fueros vascos.
El Final de los Conflictos Bélicos
En 1875, el ejército al mando de Martínez Campos forzó la rendición de los carlistas en Cataluña, Aragón y Valencia. El conflicto en el País Vasco y Navarra continuó hasta febrero de 1876. Tras la derrota carlista, se eliminó el régimen foral, aunque en 1878 se estableció un sistema de conciertos económicos que otorgaba cierta autonomía fiscal a las provincias vascas.
En 1878 se firmó la Paz de Zanjón, que incluía la abolición de la esclavitud y la promesa de reformas políticas y administrativas en Cuba.
Un Sistema Bipartidista
Cánovas del Castillo concibió un sistema bipartidista en el que dos partidos se turnaran en el gobierno sin recurrir a pronunciamientos o golpes de Estado. Los dos partidos dinásticos fueron:
- Partido Liberal-Conservador: creado y liderado por Cánovas del Castillo.
- Partido Liberal-Fusionista: fundado por Sagasta, con un programa progresista que incluía algunos ideales del Sexenio Democrático.
Se trataba de partidos de notables, es decir, de líderes políticos con sus respectivas clientelas, órganos de prensa y apoyos locales. Defendían la monarquía, la Constitución, la propiedad privada y un Estado unitario y centralista.
El Republicanismo
El republicanismo sufrió la represión de la Restauración y tuvo que hacer frente a la división de sus seguidores. Compartían cuatro puntos:
- La república como forma de Estado.
- Reformas para favorecer a los grupos sociales más necesitados.
- Fe en el progreso científico y educativo.
- Defensa de la laicidad.
La tendencia más moderada era el Partido Republicano Posibilista, dirigido por Emilio Castelar, que se integró en el Partido Liberal de Sagasta. El grupo republicano más numeroso fue el Partido Republicano Democrático Federal de Pi y Margall.
El republicanismo se caracterizó por su retraimiento electoral y por los intentos insurreccionales.
El Carlismo
El carlismo, derrotado de nuevo, tardó en reorganizarse y participó apenas en las elecciones de 1890. Solo tuvo cierta fuerza en las provincias forales. La aparición de los nacionalismos vasco y catalán redujo aún más sus bases sociales. Buena parte del clero dejó el carlismo y apostó por la integración de los católicos en el sistema canovista.
Vázquez de Mella lideró un intento de modernización de la ideología carlista, reflejado en el Acta de Loredan, que aceptaba el nuevo orden liberal-capitalista. El carlismo sufrió la división del sector integrista liderado por Ramón Nocedal.
La Expansión del PSOE
El movimiento obrero sufrió un retroceso con la ilegalización de la Internacional y sus asociaciones. La llegada de los liberales al poder en 1881 comportó una cierta permisividad que se completó a partir de 1887. Esta libertad política favoreció las actividades del PSOE, liderado por Pablo Iglesias.
En 1883, el gobierno liberal creó la Comisión de Reformas Sociales. En 1886 comenzó la publicación de El Socialista y en 1888 se celebró el I Congreso del PSOE.
El socialismo español a partir de 1890 se vio favorecido por diversos factores: la moderación de su actuación, que defendía la huelga como elemento reivindicativo, y la aprobación del sufragio universal, que incrementaba sus expectativas electorales.