La Dinámica Social de la Restauración
De la Sociedad Estamental a la Sociedad de Clases
Las características sociales de España apenas habían experimentado modificaciones desde la Edad Media. Existía una sociedad caracterizada por el peso del tradicionalismo agrario, la permanencia estamental y una mentalidad anclada en el peso del catolicismo y los valores aristocráticos. Durante el siglo XVIII se consolidó un nuevo tipo de burguesía y un ligero cambio de mentalidad en las élites por la llegada de la Ilustración. Durante el siglo XIX, el impacto de la industrialización llevó a un mayor desarrollo de la burguesía periférica, así como en los grandes núcleos agrarios del centro y el núcleo financiero de Madrid. Poco a poco, fue creciendo el mundo urbano y las clases sociales. La sociedad española avanzó muy poco en modernización y movilización social, aunque lo hizo más rápido a nivel político. A lo largo del siglo XIX se avanzó hacia una sociedad dual: persisten aspectos estamentales residuales del Antiguo Régimen y el impacto de la industrialización y la revolución liberal abren las puertas a la sociedad de clases, basada en principios de libertad, igualdad y propiedad.
Las Élites o Clases Dominantes
La vieja nobleza, ligada a las grandes propiedades agrarias, no sufrió grandes pérdidas con los cambios liberales. Desde mediados del siglo XIX aparece la burguesía de negocios y finanzas, afincada en Madrid. A esta burguesía hay que añadir la surgida con la nueva ola empresarial del Norte. Muchos de estos burgueses fueron ennoblecidos en los años del reinado de Isabel II, Amadeo I o en la etapa de la Restauración. Entre estas élites se trabaron fuertes lazos de intereses, completados con enlaces matrimoniales. La nueva burguesía, aliada a la vieja nobleza, vivía con el mismo estilo de vida que esta: palacios, fiestas, cacerías… Defendían a rajatabla el orden estructural vigente, una escala de valores tipo Antiguo Régimen, y la legitimidad de la dinastía y de la corona. Compartieron el poder con los profesionales de la política, los burócratas que dominaban las maquinarias caciquiles, surgidos del mundo de la abogacía y del periodismo. De entre ellos destaca un escaso grupo de dirigentes, que controlaban efectivamente el poder y cuyo origen social era la burguesía media. Cuando lograban triunfar y ascender en la carrera política, solían ligarse por enlaces matrimoniales con la alta burguesía o la clase terrateniente, y la mayoría acababa siendo ennoblecida. Todos ellos conforman lo que llamamos la oligarquía.
El Papel Social de la Iglesia y el Ejército
Iglesia
La Iglesia española en 1800 era rica y numerosa, con una profunda influencia sobre la cultura y la población. Es hacia 1851, con la firma del Concordato, cuando la Iglesia española experimentó su nivel más bajo en su historia. La jerarquía eclesiástica, tras la derrota del carlismo, aceptó el sistema de la Restauración y la monarquía de Alfonso XII. El tema de la enseñanza de la religión fue prioritario. Bajo la Restauración, el catolicismo realizó grandes progresos, iniciando la recatolización de parte de la burguesía del país. A principios del siglo XX, la Iglesia regentaba buena parte de las escuelas primarias y el 80% de los establecimientos de secundaria. La Iglesia se opuso con fuerza al liberalismo y siempre estuvo en contra de la escuela laica, y en contra de las corrientes filosóficas y científicas positivistas y evolucionistas. Todo ello llevó a un creciente e intenso conflicto ideológico entre religión y ciencia. El mundo obrero se descristianizó y creció el anticlericalismo, agravado por la conflictividad e inestabilidad a medida que avanzaba el siglo XX.
Ejército
El sistema de Cánovas logró mantener al Ejército apartado del primer plano de la vida política y de la costumbre de los pronunciamientos, aunque los militares no dejaron de ser grandes protagonistas. Se recondujo al Ejército a ser el garantizador del orden público interior. Los políticos y el Gobierno no se inmiscuían en la esfera militar, de manera que el ejército era un coto cerrado. Ante la debilidad y poca fiabilidad de los partidos dinásticos, acabaron por representar la garantía última del sistema constitucional y de sus valores. Con el desastre de 1898 y la aparición de los regionalismos se agudizó su sentido del honor y del deber, apareciendo desavenencias.
Clases Medias
Un grupo de limitado desarrollo en España. Por su nivel de rentas, el sufragio censitario les daba derecho a voto. En las pequeñas ciudades lo formaba un sector de base rural integrado por la pequeña oligarquía del alcalde. En las ciudades grandes estaban las profesiones liberales, pequeños empresarios, comerciantes y funcionarios, así como el clero medio y los oficiales del ejército. Eran grupos con altos niveles de alfabetización. También pertenecían a este grupo social los funcionarios de la administración, dependientes del partido turnante.
Las Clases Inferiores y el Mundo del Trabajo
La estructura activa de la población puede ser un instrumento para analizar el peso del mundo campesino o de los sectores urbanos. Las actividades del sector terciario apenas crecieron e, incluso, retrocedieron. Seguían pesando las atrasadas estructuras de desarrollo económico. El tradicional mundo rural-campesino agrícola seguía predominando. Destacan las grandes masas de jornaleros, sometidos a irregulares jornadas de trabajo. La estructura de la propiedad de la tierra nos habla de pequeñísimas propiedades, que condicionaban un modo de vida de cierta miseria y poca capacidad de compra. En el mundo urbano-industrial se distinguían los oficios artesanales, el pequeño comercio, el servicio doméstico y los obreros industriales. Su mentalidad era el republicanismo y entre el proletariado estaban liderados por dos corrientes: anarquista y socialista. Sus condiciones de vida eran precarias, con nulas prestaciones sociales en sanidad, seguros y jubilación.
Evolución y Balance Social
El empobrecimiento de la sociedad española se intensificó a lo largo del reinado de Isabel II y con la Restauración. Aumentaron las distancias entre las clases. La influencia de la pobreza alcanzó al 60% de la sociedad urbana. Se endureció la situación de las clases populares y se acrecentaron las desigualdades educativas. La evolución de la sociedad española a lo largo del siglo XIX estuvo muy polarizada. En el primer tercio del siglo XX, el fuerte crecimiento industrial y los movimientos migratorios hacia las ciudades provocaron notables modificaciones en la estratificación social. Creció la alta burguesía industrial y financiera que siguió integrada en los esquemas y sistemas de poder de la Restauración. Aumentó el estrato de las clases medias, que elevó su nivel cultural y su sensibilidad ante los problemas políticos. Las clases populares, en sus estratos de asalariados y proletariado, crecieron en número, convirtiéndose en el mayor estrato social del país.
Industria, Comercio y Finanzas en la Transición del Siglo XIX al XX
Los Transportes: El Ferrocarril y las Carreteras
La primera línea ferroviaria se construyó en 1848, pero el verdadero impulso se dio entre 1855 y 1866. La ley de ferrocarriles facilitó la entrada de capital extranjero, lo que precipitó su construcción a un ritmo no muy rentable para el país. Las compañías no se beneficiaron, siendo deficitarias, y no estimularon el consumo de hierro español. El nuevo sistema de transporte supuso grandes mejoras en coste, tiempos y ahorros sociales. Después, el ritmo de construcción fue más moderado. El ferrocarril sería un importante factor de estímulo en la armonización del mercado nacional. A este medio de transporte hay que añadir los avances en carreteras gracias al Plan General de Carreteras, la mejora de la navegación marítima y la implantación de los sistemas de correos y telégrafos.
Sector Textil: Cataluña
Esta industria fue de las primeras en estimular su producción movida por la innovación tecnológica y las nuevas materias primas. Los catalanes tenían factores positivos para ser los primeros: larga tradición, acceso a las nuevas máquinas importadas y mercados restringidos como el español y el cubano. Estos factores estimularon la mecanización de las fábricas catalanas, así como la concentración empresarial. La fiebre del oro trajo grandes beneficios que se invirtieron en la consolidación de la industria textil. El sector algodonero, que siguió representando una de las industrias más tradicionales catalanas, acabó por controlar el mercado nacional y pidió proteccionismo. Junto a esta industria, Cataluña fue capaz de atraer la textil lanera y la de la seda. Otros sectores fueron el corcho para tapones, la metalurgia y la eléctrica ya en la época de la Restauración.
Minería
España disponía de importantes recursos mineros. El desarrollo industrial europeo y la fuerte demanda de minerales impulsó la explotación de los recursos españoles. Es evidente que sin el estímulo de la demanda y el capital extranjero hubiera sido imposible realizar estas obras de infraestructura. La ley de bases sobre minas facilitó la entrada de capitales europeos, dinamizando al máximo la explotación de minerales. A finales del siglo XIX, España era el mayor exportador de hierro de Europa. En relación a la contribución de la minería al desarrollo español, no se puede afirmar que los extranjeros saquearan nuestro subsuelo y se llevaran todos los beneficios. Si bien es verdad que una parte de los beneficios se exportó, otra se reinvirtió o produjo estímulos indirectos en otros sectores.
La Siderurgia Andaluza, Asturiana y Vasca
España dispone de ricos yacimientos de mineral de hierro, pero en la siderurgia necesitamos también de otro mineral como energía para su fundición: el carbón. Hubo intentos de explotación minera en la región andaluza, pero fracasaron por la falta de energía, ya que debieron usar el carbón vegetal. La falta de competitividad hizo menos rentable la siderurgia en Asturias. La década de 1880 tuvo una importancia capital en la siderurgia vasca: las exportaciones de mineral de hierro vizcaíno crecieron de forma espectacular. Los capitales extranjeros jugaron un gran papel, pero el esfuerzo aportado por los inversores vascos permitió que parte de esas ganancias se quedaran en España y fueron reinvertidas en la industria siderúrgica bilbaína. Al mismo tiempo, los aranceles proteccionistas favorecían la producción nacional. Y el gobierno central adjudicó contratas a la industria pesada bilbaína. Todo ello facilitó el desarrollo de la moderna siderurgia vasca. Estas industrias y los importantes beneficios derivados de ellas impulsaron nuevos sectores industriales a finales de siglo.
Los Sistemas Financiero y Tributario. El Comercio Exterior
En cuanto al sistema financiero, la banca y las sociedades de crédito, las leyes liberales de 1856 y 1868 facilitaron el desarrollo de este tipo de sociedades. En la primera mitad del siglo XIX, la banca de negocios fue impulsada por la participación de capital extranjero. El crecimiento y consolidación del sistema bancario se produce desde 1874. Son los años en que se consolida la poderosa banca vasca. Banca eminentemente española que tuvo una función crucial en el proceso de industrialización y modernización. Estas instituciones facilitaron los recursos de capital necesarios para todo proceso de industrialización y progreso. El Banco de España destinó la mayor parte de sus préstamos al Estado. El resto de la banca de crédito hizo inversiones especulativas. Otros bancos, como los de Bilbao o Santander, promocionaron los préstamos a las empresas. En relación al sistema impositivo español, las fuerzas políticas conservadoras bloquearon cualquier reforma que permitiera gravar directamente la renta. El Estado no podía cargar a los españoles con excesivos impuestos, provocando con ello el endeudamiento. Este fue el mal endémico de la Hacienda pública. Estas limitaciones explican la política financiera y de inversiones de los gobiernos, así como el recurso a las desamortizaciones. Todo eran formas de obtener ingresos extraordinarios con la privatización, y de ser incapaces de financiar las grandes inversiones en infraestructuras. El destino que se dio a los ingresos muestra el inmovilismo y la falta de voluntad política en hacer reformas. En cuanto al comercio, se puede observar que el sector exterior experimentó un gran crecimiento. Aportó grandes beneficios para la economía nacional. Permitió a España la importación de materias primas industriales, productos fabricados y bienes de capital que sirvieron para la industrialización y el crecimiento, aunque gran parte del negocio fue para los extranjeros que controlaban los yacimientos mineros. Vemos cómo nuestra economía fue la de un país exportador de materias primas, señal de escaso desarrollo tecnológico e industrial, pues solo en el último lugar encontramos el sector textil manufacturero. Por otro lado, la edad de oro de la minería se agotará al acabar el siglo XIX y nuestras exportaciones de vino disminuyeron porque Francia logró eliminar la plaga de la filoxera, quedando los cítricos y los frutos secos para mantener las exportaciones. Será necesario un fuerte proteccionismo para poder defender los mercados nacionales de su incipiente industria. Esto provocará una debilidad competitiva, con elevados costes e insuficiencia técnica. La conclusión que podemos deducir es que el sector exterior basado en las fuertes exportaciones de minerales no jugó un gran papel como impulsor del desarrollo industrial, con la excepción muy localizada del País Vasco.