La Restauración
Tras la derrota de Napoleón, se inició una época de reacción antiliberal que denominamos como Restauración. Las potencias intentaron crear un sistema que impidiera nuevas revoluciones en Europa.
La Vuelta del Absolutismo
Durante la época de la Restauración, volvieron al poder los monarcas del Antiguo Régimen, quienes actuaron como si la Revolución Francesa nunca hubiera existido. En algunos casos, los reyes promulgaron cartas otorgadas, documentos en los que se reconocían algunos derechos a la población. Este fue el caso del rey Luis XVIII de Francia, que reinó tras la caída de Napoleón.
El Congreso de Viena y la Reorganización del Mapa Europeo
Tras la derrota de Napoleón, las potencias buscaron una nueva distribución territorial que garantizara una paz duradera y evitara nuevas revoluciones. En el Congreso de Viena (1815) se modeló el nuevo mapa europeo. El congreso tuvo tres protagonistas: Metternich, ministro de Austria; Alejandro I, zar de Rusia; y Talleyrand, ministro de exteriores francés. Las modificaciones que se introdujeron en el mapa de Europa tenían como objetivos reducir el número de Estados y frenar el expansionismo francés. Los principales cambios fueron:
- Francia volvió a las fronteras que tenía antes de la revolución.
- Se fortaleció a dos Estados tapón para dificultar una posible expansión francesa.
- Austria, Prusia y Rusia ganaron territorios de forma equilibrada, para que ninguna adquiriera la hegemonía sobre las demás.
El Congreso de Viena creó nuevos problemas, como las falsas uniones de Bélgica y Holanda o de Suecia y Noruega, y no resolvió los nacionalismos ignorados de Polonia, Italia o Alemania, cuestiones que centrarán la política del siglo XIX.
Las Alianzas Internacionales Contra la Revolución
Las potencias europeas buscaron consolidar la Restauración mediante un sistema de alianzas. Se formaron dos bloques:
- La Santa Alianza: formada por Prusia, Rusia y Austria, y más tarde por Francia, tenía un carácter antiliberal. Sus miembros se comprometían a intervenir donde fuera para defender el absolutismo. Defendían la alianza entre el trono y el altar, es decir, reconocían el derecho divino de los reyes y el apoyo de la Iglesia a la monarquía.
- La Cuádruple Alianza: formada por Gran Bretaña, Austria, Prusia y Rusia, buscaba defender el orden creado en el Congreso de Viena.
Una Nueva Ola Revolucionaria (1820-1848)
El orden de la Restauración duró poco. El liberalismo se había afianzado como la ideología de la burguesía, y resultaba inevitable que este grupo social, que tenía el poder económico, acabase obteniendo el poder político. Esto sucedió con las revoluciones de 1820, 1830 y 1848.
Liberalismo y Nacionalismo
En 1820, 1830 y 1848 se produjeron tres ciclos revolucionarios en Europa que se sustentaron esencialmente en dos ideologías: el liberalismo y el nacionalismo.
- El liberalismo de la primera mitad del siglo XIX rechazaba el absolutismo y buscaba recuperar los derechos y libertades que había reconocido la Revolución Francesa.
- El nacionalismo: La expansión napoleónica había exacerbado los sentimientos de pertenencia a una nación. Pero la reorganización del Congreso de Viena había ignorado la identidad cultural, histórica y de costumbres de pueblos como el polaco, el belga, el noruego, el italiano o el alemán. Además, existían imperios antiguos, como el otomano, el ruso o el austriaco, que estaban formados por pueblos muy diferentes. Pronto, algunos pueblos reivindicaron la independencia.
Mientras que en las revoluciones francesas el motor principal fue el liberalismo, fuera de Francia las reivindicaciones nacionales tuvieron gran protagonismo. En las revoluciones participaron grandes masas de población que, en muchos casos, representaban a todas las clases sociales. Por lo general, las autoridades reprimieron duramente los movimientos.
Las Revoluciones de 1820 y 1830
En 1820 se produjo la primera oleada revolucionaria:
- El movimiento se inició en España, donde en 1820 el comandante Riego se pronunció contra la monarquía absoluta de Fernando VII, dando lugar al Trienio Liberal, en el que los liberales españoles consiguieron que el rey jurara la Constitución de Cádiz de 1812. El movimiento terminó en 1823 con la intervención de la Santa Alianza, que invadió España y restauró el absolutismo.
- En 1821 los griegos se sublevaron contra la dominación turca. La insurrección culminó con la independencia de Grecia (1829).
En 1830 se produjo la segunda oleada revolucionaria. Su centro fue Francia. El rey Carlos X de Borbón intentó acabar con la carta otorgada que había concedido Luis XVIII. Como respuesta, en julio se produjo una revolución que le expulsó del país y llevó al trono a Luis Felipe de Orleans, líder de la burguesía acomodada.
Como reflejo, en Bruselas se produjo un levantamiento contra el rey de Holanda, que acabó conduciendo a la independencia de Bélgica. En otros lugares los movimientos fracasaron, como fue en Italia, Alemania y Polonia.
Las Revoluciones de 1848
El movimiento revolucionario de 1848 se caracterizó por su extensión en muchos países y porque, además del liberalismo y el nacionalismo, tuvo también un componente de revolución social y obrera. Todo comenzó en Francia. El régimen cada vez más moderado y corrupto de Luis Felipe sufrió una revolución en febrero que le expulsó de Francia y se proclamó la II República. El nuevo régimen no satisfizo las demandas de los obreros, que volvieron a levantarse en las revoluciones de junio, aunque fueron derrotados. Venció la burguesía, que elaboró la Constitución de 1848, muy moderada. En las elecciones triunfó Luis Napoleón Bonaparte, que acabó imponiendo un gobierno cada vez más autoritario, puso fin a la república y proclamó el II Imperio en 1852. Fuera de Francia también hubo revoluciones, pero no tuvieron ningún éxito.
A pesar del fracaso, las revoluciones de 1848 abrieron una nueva etapa política por tres razones:
- Fueron el punto de partida de las unificaciones de Italia y Alemania.
- Supusieron un avance de la democracia, pues en algunos países se amplió el derecho al voto.