La Revolución de 1868 y el Gobierno Provisional
Juan Bautista Topete protagonizó un alzamiento militar contra el gobierno de Isabel II. Prim y Serrano se reunieron con los sublevados y consiguieron el apoyo de la población gaditana. En los días siguientes, Prim fue sublevando sucesivamente a Málaga, Almería y Cartagena. El gobierno de la reina Isabel II se aprestó a defender el trono con las armas, envió desde Madrid un ejército para enfrentarse con los sublevados, que se reagrupaban en Andalucía al mando del general Serrano. El gobierno no vio más salida que dimitir y la reina no tuvo más remedio que exiliarse.
Se construyeron juntas revolucionarias, que organizaron el levantamiento y lanzaron llamamientos al pueblo. En los primeros días de octubre, tras entrar en Madrid, los sublevados propusieron a la junta revolucionaria de la capital el nombramiento de un gobierno provisional de carácter centrista. El general Serrano fue proclamado regente y el general Prim presidente de un gobierno integrado por progresistas y unionistas, que marginaba al resto de fuerzas políticas.
La Constitución de 1869 y la Regencia
El nuevo gobierno provisional promulgó una serie de decretos para dar satisfacción a algunas demandas populares y convocó elecciones a Cortes Constituyentes. Las Cortes se reunieron en el mes de febrero y crearon una comisión parlamentaria encargada de redactar una nueva constitución, que fue aprobada el 1 de junio de 1869.
La Constitución de 1869 estableció un amplio régimen de derechos y libertades: se reconocían los derechos de manifestación, reunión y asociación, la libertad de enseñanza y la igualdad para obtener un empleo. La Constitución también proclamaba la soberanía nacional. El Estado se declaraba monárquico, pero la potestad de hacer las leyes residía en las Cortes. Las Cortes se componían de un Congreso y un Senado que deberían reunirse al mismo tiempo.
Las Cortes establecieron una Regencia, que recayó en el general Serrano, mientras Prim era designado jefe del gobierno. El nuevo gobierno fue recibido por gran parte de los países europeos ya que ponía fin a garantizar las inversiones y los negocios extranjeros.
La Proclamación de la República
Esta reclamación fue la salida más fácil ante la renuncia de Amadeo de Saboya. Las Cortes decidieron someter a votación la proclamación de la República, que fue aprobada el 11 de febrero de 1873 por una mayoría de votos. El gobierno lo presidió Estanislao Figueras. Gran parte de la cámara era monárquica y su voto fue una estrategia para ganar tiempo. La República nació con escasas posibilidades de éxito, lo que quedó más claro en el aislamiento internacional.
La República fue recibida con entusiasmo por las clases populares. Los federales constituyeron juntas revolucionarias para quitar de la administración a los antiguos cargos monárquicos. En Andalucía se produjo un movimiento insurreccional. En las ciudades se produjeron también movilizaciones populares. Se convocaron elecciones a Cortes Constituyentes que ganaron los republicanos. La victoria de los republicanos fue engañosa, ya que más de un 60% del electorado se abstuvo.
El Nacionalismo Gallego
Otro nacionalismo en cierto relieve fue el galleguismo, que tuvo un carácter cultural hasta bien entrado el S. XX. La lengua se fue usando cada vez más hasta que dio lugar al nacimiento de la corriente llamada Rexurdimento, cuya figura literaria de mayor influencia fue la poetisa Rosalía de Castro. Pasaron hechos que forzaban a muchos gallegos a la emigración. El galleguismo fue adquiriendo un carácter más político.
El Reinado de Amadeo de Saboya
Un Monarca para un Régimen Democrático
Prim fue el encargado de sondear a los embajadores extranjeros y de llevar a cabo las negociaciones necesarias. El rechazo de la dinastía portuguesa y la oposición de Francia al pretendiente alemán limitaron las posibilidades. Consiguió imponerse la candidatura de Amadeo de Saboya, un hombre con una concepción democrática de la monarquía.
El nuevo monarca fue elegido rey de España por las Cortes en noviembre de 1870 y llegó al país por el puerto de Cartagena el 30 de diciembre. El 2 de enero, Amadeo de Saboya fue proclamado rey y las Cortes se disolvieron para iniciar una nueva etapa de monarquía democrática.
Las Dificultades de la Nueva Dinastía
La nueva dinastía contaba con escasos apoyos y satisfacía a unionistas y progresistas, y no todos los sectores de estos partidos estaban de acuerdo. El rey y su esposa contaron con la clara oposición de la aristocracia, el clero y las camarillas cortesanas de la época de Isabel II. Una vez se estableció el sufragio universal y las libertades políticas, el nuevo monarca pretendió consolidar un régimen plenamente democrático, pero los dos años de reinado de Amadeo se vieron marcados por dificultades constantes.
El Nuevo Panorama Político
El panorama político estuvo dominado por cuatro grandes tendencias:
- En la derecha, los carlistas aceptarían por primera vez el juego parlamentario y se presentaban a las elecciones con un programa que defendía esencialmente la preeminencia del catolicismo y la monarquía tradicional. Los moderados, que se mantuvieron fieles a Isabel II, tenían el apoyo de la burguesía agraria y entre sus líderes empezó a destacar Antonio Cánovas del Castillo.
- En el centro se hallaba la conjunción monárquico-democrática que agrupaba 69 diputados unionistas, a una mayoría de progresistas y a unos 20 monárquicos demócratas. Defendían una forma de gobierno monárquica y un amplio respeto por las libertades públicas.
- A la izquierda se situaba el Partido Republicano Federal. Existían dos tendencias: los benevolentes (controlaban la dirección del partido y eran partidarios del respeto a la legalidad) y los intransigentes (apoyaban la insurrección como método para proclamar la república federal). Un sector de los republicanos eran conocidos como unitarios porque diferían en la forma de la organización del Estado.
El Nacionalismo Catalán
La primera región en desarrollar un movimiento regionalista fue Cataluña, que había tenido un mayor crecimiento económico que cualquier otra. La industrialización había hecho que Barcelona fuera la primera región industrial de España y había nacido una influyente burguesía de empresarios industriales. Este grupo social hizo de la defensa del proteccionismo un elemento aglutinador.
A mediados del S. XIX nació un movimiento llamado Renaixença, cuyo objetivo era la recuperación de la lengua y de las señas de identidad catalanas. Por otro lado, se desarrolló el catalanismo político que tuvo varias corrientes: una basada en el tradicionalismo y su representante fue Torras y Bages; otra era de carácter progresista y estuvo alentada por Valentí Almirall. Almirall fundó el Centre Catalá, que empezó a defender la autonomía de Cataluña. La elaboración de las Bases de Manresa fue un documento producido por la Unió Catalanista que proponía la consideración de Cataluña como una entidad autónoma. El regionalismo pasó a convertirse en verdadero nacionalismo. En 1901 se creó la Lliga Regionalista, fundada por Enric Prat de la Riba y el joven abogado Francesc Cambó.
El Nacionalismo Vasco
Surgió en la década de 1890. Hay que considerar que dio lugar a la creación del movimiento de los eúskaros. Su gran propulsor fue Sabino de Arana. Pensaba que esta población de maketos ponía en peligro el euskera, las tradiciones y la etnia vasca. En 1895 se creó el Partido Nacionalista Vasco (PNV), que popularizó un nuevo nombre para su patria, Euzkadi, una bandera propia y propuso un lema para el partido: «Dios y Ley Antigua». En un principio, el PNV se declaró de inmediato independentista con respecto a España. Su principal rival en la defensa de la identidad vasca fue el carlismo, que en Navarra tenía mucha más fuerza.
Valencianismo, Aragonesismo y Andalucismo
Surgieron a partir del S. XX. El más importante fue el movimiento valencianista, que en el S. XX tuvo en Teodor Llorente y Constantí Llombart sus máximos representantes. El nacimiento del valencianismo político se da a principios del S. XX con la creación de la organización València Nova.
El aragonesismo surgió en el seno de la burguesía, que impulsó la defensa del derecho civil aragonés, la reivindicación de valores culturales particularistas y la recuperación románica y los orígenes del reino.
El apóstol del andalucismo fue el notario Blas Infante. En 1916 fundó el primer centro andaluz con la intención de ser un órgano expresivo de la realidad cultural y social de Andalucía.