La Revolución de 1868 y el Sexenio Democrático en España

El Bienio Progresista (1854 – 1856)

El poder cada vez más dictatorial de Narváez propició un creciente descontento que culminó en un pronunciamiento de completo desarrollo. Iniciado por el general O’Donnell en Vicálvaro, el golpe militar se radicalizó tras la publicación por los rebeldes del denominado Manifiesto de Manzanares, lo que hizo que consiguiera un amplio respaldo popular y animó a otros generales a unirse a la rebelión. Finalmente el golpe triunfó y propició la formación de un gobierno presidido por el progresista Espartero. La otra gran figura del gobierno, el general O’Donnell creó un nuevo partido, la Unión Liberal, que trató de cubrir un espacio de centro entre moderados y progresistas, aunque gobernó junto a estos en el inicio del Bienio.

Durante este corto periodo de tiempo destacaron las siguientes medidas:

  1. La desamortización general de Madoz en 1855 que culminó el proceso desamortizador, con los bienes de los municipios.
  2. Unas nuevas cortes constituyentes iniciaron la elaboración de una nueva constitución más progresista que no llegó a aplicarse.
  3. Se adoptaron medidas para propiciar la modernización económica del país como la ley de ferrocarriles de 1855.

La vuelta de los moderados al poder (1856 – 1858)

La agitación social creciente provocó la ruptura entre Espartero y O’Donnell. Nombrado el líder de la Unión Liberal, presidente del gobierno en julio de 1856 se inició un proceso de remisión de la labor del bienio que finalmente trajo la vuelta de Narváez y los moderados al poder en octubre de 1856. Se volvía así al régimen moderado de la constitución de 1845.

La vuelta de los moderados (1863 – 1868)

La vuelta de Narváez al poder en 1863 marca el inicio del periodo terminal del partido moderado. La inestabilidad política y la deriva autoritaria de los gobiernos caracterizaron una etapa en la que la bonanza económica llegó a su fin tras la crisis económica de 1864. Los intentos de insurrección como el motín de San Gil en Madrid de 1866 fueron duramente reprimidos. El creciente autoritarismo del anciano Narváez llevó a la formación del Pacto de Ostende: unionistas, progresistas y republicanos se aliaron para derribar a Isabel II y el régimen moderado.

La I República

La república fue proclamada por unas Cortes en las que no había mayoría de republicanos. Las ideas republicanas tenían escaso apoyo social y contaban con la oposición de los grupos sociales e institucionales más poderosos del país: la alta burguesía, la jerarquía eclesiástica y un altísimo porcentaje de la población. Los escasos republicanos pertenecían a las clases medias urbanas mientras que las clases trabajadoras optaron por dar su apoyo al recién iniciado movimiento anarquista obrero.

La debilidad del régimen republicano provocó una enorme inestabilidad política. Cuatro presidentes de la república se sucedieron en el breve lapso de un año: Figueras, Pi y Margall, Salmerón, Castelar. En este contexto de inestabilidad los gobiernos republicanos emprendieron una serie de reformas bastante radicales que, en algunos casos, se volvieron contra el propio régimen republicano. Estas fueron las siguientes medidas adoptadas:

  1. Supresión del impuesto de consumo. La abolición de este impuesto indirecto, reclamada por las clases más populares agravó el déficit de la Hacienda.
  2. Eliminación de las quintas. De nuevo una medida popular tuvo efecto negativo pues propició el debilitamiento del estado republicano frente a la insurrección carlista.
  3. Reducción a la edad del voto a los 23 años.
  4. Separación de la iglesia y del estado. Éste dejó de subvencionar a la iglesia.
  5. Reglamentación del trabajo infantil. Se prohibió emplear a niños de menos de diez años en las minas y en las fábricas.
  6. Abolición de la esclavitud en Cuba y Puerto Rico.
  7. Proyecto constitucional para instaurar una república federal.

Este programa reformista se intentó llevar acabo en un contexto totalmente adverso. Los gobiernos republicanos tuvieron que hacer frente a un triple desafío bélico.

La revolución de 1868. El sexenio democrático

A la revolución de 1868 se llegó por el agotamiento y la impopularidad del moderantismo y de la monarquía de Isabel II y por la situación de crisis económica del capitalismo español. Este estado de cosas hizo posible la confluencia de intereses de toda una serie de fuerzas políticas, sociales y económicas marginadas del sistema moderado e interesadas en un programa de renovación democrática y de recuperación económica.

Las causas de la revolución

A partir de 1860 la crisis económica y la crisis política se aunaron y provocaron una inestable situación en la España isabelina. La crisis financiera se originó por la evidencia de que las inversiones ferroviarias no eran rentables. Una vez finalizado el período de construcción intensiva, la explotación de las líneas puso al descubierto que los ferrocarriles españoles producían unos rendimientos muy escasos. En consecuencia, el valor de las acciones ferroviarias en la Bolsa cayó estrepitosamente. Debido a esta situación se produjo una caída de las cotizaciones de la Deuda Pública y de otras entidades financieras.

La crisis financiera coincidió con una grave crisis industrial, sobre todo en Cataluña. La guerra de Secesión de Estados Unidos (1861-1865) había interrumpido sus exportaciones de algodón en rama y los precios de este producto, dada su escasez, sufrieron un alza espectacular. Muchas pequeñas industrias del sector algodonero no pudieron afrontar el alza de precios de la materia prima en un momento en el que existía una grave contracción de la demanda de productos textiles como consecuencia de la crisis económica general y, especialmente, por el aumento de los precios agrarios provocado por la crisis de subsistencias de los años 1866-1868. Algunas industrias cerraron sus puertas y el paro aumentó y el nivel de vida de las clases trabajadoras descendió aún más. La crisis de subsistencias se inició hacia 1866 y vino provocada esencialmente por una serie de malas cosechas que dieron como resultado una carestía de trigo, alimento básico de la población española. Inmediatamente, los precios de este producto empezaron a subir y, así, entre 1866 y 1868, el precio del trigo aumentó en Madrid un 100%.

Hacia 1868, una gran parte de la población tenía motivos para alzarse contra el sistema isabelino. Los grandes negociantes, ligados a los capitales extranjeros, reclamaban un gobierno que tomase medidas para salvar sus inversiones en Bolsa; los industriales reclamaban medidas proteccionistas; los obreros y campesinos denunciaban su miseria y demandaban una acción gubernamental para mejorar su situación. En 1866 el Gobierno O’Donnell reprimió duramente una revuelta de los sargentos del cuartel de San Gil, que pedían reformas del sistema político, y fusiló a los implicados. O’Donnell fue apartado del gobierno por la Reina, pero los siguientes gabinetes moderados de Narváez o González Bravo continuaron gobernando por decreto, cerraron las Cortes e hicieron oídos sordos a los problemas del país. Ante la situación, en agosto de 1866, la oposición estableció una plataforma para acabar con el moderantismo en el poder. Se trata del Pacto de Ostende, firmado en dicha ciudad por progresistas y demócratas exiliados, en el que se establecían las mínimas bases para una acción revolucionaria. El pacto era claramente anti-isabelino y la cuestión de la forma de gobierno -monarquía o república- sería decidida por unas Cortes constituyentes elegidas por sufragio universal. Los demócratas conseguían imponer su principio más preciado, el sufragio universal, aunque cedían la implantación de un régimen republicano a una posterior decisión de las Cortes. En cuanto a los progresistas (Prim), ni el sufragio universal ni el derrocamiento de Isabel II eran objetivos esenciales de su acción, pero aceptaban las condiciones con tal de acabar con el dominio de los moderados. A dicho pacto se adhirieron los unionistas en noviembre de 1867, tras la muerte de O’Donnell. Esta adhesión fue fundamental para el triunfo de la revolución.

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