La Revolución Industrial: Transformación Económica y Social

Introducción

Los términos Revolución Industrial e industrialización hacen referencia a un cambio fundamental en la manera de fabricar productos que hasta entonces predominaba en el mundo. Se trata de una transformación económica que tendría profundas repercusiones sociales y culturales. La industrialización surgió a finales del siglo XVIII y se desarrolló a lo largo del siglo XIX en distintas etapas. El país donde se inició fue Gran Bretaña.

El éxito se basó en un sistema que producía mucho más en menos tiempo y más barato.

Características:

  1. Predominio de la máquina, que hacía ahorrar en el trabajo humano y provocó que los trabajadores directamente afectados consideraran a las máquinas como enemigas.
  2. Uso de nuevas tecnologías y fuentes de energía, lo que aumentó la productividad, pero también elevó la contaminación.
  3. División del trabajo.
  4. Concentración de capitales, ya que el nuevo sistema de producción necesitaba grandes inversiones.

La Industrialización Británica

Comenzó en el último tercio del siglo XVIII (1780) y se extendió al resto de Europa durante el siglo XIX. Hubo unos factores que hicieron a Gran Bretaña la pionera en la Revolución Industrial:

  1. Formación de un mercado muy amplio y de libre circulación: En Gran Bretaña, desde el siglo XVII, desaparecieron los obstáculos legales que dificultaban la libre circulación.
  2. Existencia de capitales: Gracias a la expansión comercial que tuvo lugar durante los siglos XVI y XVII y los beneficios obtenidos gracias a las nuevas técnicas agrícolas, se proporcionaron los capitales que la industria necesitaba.
  3. Incremento de la producción agraria: Un mayor rendimiento en la producción agrícola permitía dedicar a la industria mano de obra que ya no era necesaria en la agricultura.
  4. Crecimiento de la población: Entre 1750 y 1850 se caracterizó por altas tasas de natalidad y un descenso progresivo de los índices de mortalidad.
  5. Cambios en las fuentes de energía y las materias primas: La transformación de fuentes de energía y materias primas permitiría sostener e incrementar la producción industrial masiva.
  6. Innovaciones técnicas en la industria textil: Las novedades eran sencillas y baratas, ya que nacían de la experiencia cotidiana de los industriales y se aplicarían especialmente en la industria del algodón.
  7. Aparición del ferrocarril y los barcos a vapor: El ferrocarril y los buques de vapor darían un impulso a la gran demanda de hierro y carbón.

La Segunda Revolución Industrial y el Gran Capitalismo

El resto de los países europeos, obligados a competir con la industrialización británica, carecían, sin embargo, de algunas o todas las condiciones que se habían dado en Gran Bretaña. A partir de 1850-1870 aparecieron factores diferentes de los que habían actuado en el caso británico: la industrialización vivió un impulso que se ha llegado a hablar de una Segunda Revolución Industrial. Algunos países, como Alemania o Estados Unidos, tuvieron un crecimiento económico muy rápido. Hacia 1914, la Segunda Revolución Industrial había alcanzado y superado el modelo británico. Los cambios económicos y sociales que se produjeron permitieron que algunas áreas del mundo suplieran muchas de sus carencias.

La segunda etapa de industrialización configuró un nuevo sistema económico conocido como Gran Capitalismo. Sus señas de identidad fueron la aparición de nuevas tecnologías y ramas industriales, el desarrollo del sector servicios, la intervención del Estado y las transformaciones en la financiación y gestión de las empresas. Este nuevo sistema económico provocó importantes cambios ideológicos y de mentalidad.

  1. Nuevas fuentes de energía: La electricidad, el petróleo y el gas natural.
  2. Nuevas ramas industriales: El motor de combustión interna, el proceso de obtención del acero, la obtención de níquel y aluminio, y aplicaciones prácticas como el automóvil.
  3. Nuevas tecnologías: Química, siderúrgica, metalúrgica de níquel y aluminio.
  4. Transformaciones en la gestión de empresas: Las grandes empresas quedaban en manos de gestores, ingenieros y ejecutivos, es decir, profesionales que crearon, a partir de 1880, nuevas formas de organizar la producción. Se pretendía que los trabajadores desempeñasen una serie de tareas simples y que el tiempo fuera aprovechado al máximo. Así, Frederick W. Taylor diseñó un sistema de trabajo destinado a aumentar la producción laboral y Henry Ford inventó un sistema de producción que se utilizó en las cadenas de montaje de la industria automovilística.
  5. Cambios de mentalidad e ideológicos: El liberalismo puro que había impulsado la industrialización británica dejó paso, en el resto de Europa, con Alemania a la cabeza, Estados Unidos y Japón, a un nacionalismo económico. Esta práctica consistía en llevar a cabo políticas económicas, a veces muy agresivas con la competencia exterior, y respaldadas por el Estado. El nacionalismo económico apoyó las teorías imperialistas y las doctrinas racistas y, a la larga, influyó en la aparición de doctrinas totalitarias. Por el contrario, la oposición a las consecuencias que la industrialización tenía sobre los trabajadores y la necesidad de presionar al Estado para que invirtiese y corrigiese los desequilibrios económicos y sociales animó el desarrollo del socialismo.

Expansión por Estados Unidos y Japón

Durante el siglo XIX, solo se formaron dos grandes potencias industriales: Estados Unidos y Japón. Estados Unidos fue pionero en la producción de acero y petróleo, en nuevas formas de organización empresarial y en el diseño de inventos. Estas innovaciones dieron un gran impulso a la industrialización estadounidense a partir de 1850. Japón, por su parte, fue el único país asiático que se industrializó en el siglo XIX. Comenzó a partir de 1868, coincidiendo con el inicio de la era Meiji (de las luces), una reacción a la amenaza de invasión occidental que se cernía sobre el país asiático. Este tenía gran dependencia de los mercados exteriores, principalmente para conseguir las materias primas y fuentes de energía imprescindibles para su industria pesada. El proceso de occidentalización e industrialización japonés se produjo bajo la tutela del Estado, que dirigía las grandes empresas que transformaron el país en una potencia económica y militar.

Los Transportes

El transporte más rápido y cualificado se había realizado siempre a través de los grandes ríos europeos o por mar. El ferrocarril vino a cambiar en parte esta situación, aunque en el continente europeo solo pudiese hablarse de un boom ferroviario a partir del periodo de 1860-1870. El nuevo medio de transporte desempeñó un papel fundamental en la creación de mercados nacionales allí donde casi no existían, ya que contribuyó a superar los adversos accidentes geográficos. El ferrocarril comenzó uniendo centros industriales y terminó siendo un medio de transporte internacional e incluso transcontinental.

También la navegación fluvial y marítima mejoró gracias al uso de la maquinaria de vapor y a la construcción de numerosos canales. El vapor aumentó la autonomía de los navíos y su capacidad de transporte, factores que hicieron de él un medio decisivo para las grandes migraciones transcontinentales. Con los canales interoceánicos inaugurados en Suez y Panamá, se acortaron y se abarataron los viajes desde Europa hasta China o a la India y hasta la costa americana del Pacífico.

A finales del siglo XIX, aparecieron nuevos medios de transporte: la bicicleta moderna apareció hacia 1880; posteriormente, el acero y el neumático dispararon la producción de bicicletas; y el desarrollo del automóvil fue muy lento: en 1900 era todavía un artículo de lujo. El sistema de producción en cadena de un utilitario, el Ford T, instaurado por Henry Ford a principios del siglo XX, inició la expansión.

El transporte urbano también experimentó una revolución gracias al tranvía eléctrico primero y al metropolitano después. En esta época también se inició la conquista del aire con la invención del dirigible y del avión.

Las Comunicaciones

La industrialización también trajo consigo un cambio revolucionario en las comunicaciones. El correo vivió su edad de oro debido a que fue respaldado por el gobierno y se convirtió en un servicio público. El abaratamiento y la velocidad del transporte, unidos al empleo del sello postal, permitieron que, por una cantidad módica, se pudieran enviar mensajes.

El telégrafo eléctrico era capaz de enviar mensajes en pocos minutos, mensajes cifrados. En 1844 se transmitió el primer mensaje en código Morse desde Washington a Baltimore a través de cables aéreos o submarinos. La comunicación se hizo internacional. Más tarde se inventó el teléfono.

A partir de todos estos avances y el descubrimiento de las ondas electromagnéticas, el italiano Marconi realizó la primera transmisión por radio de la historia. La comunicación ya no necesitaba cables.

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