El Siglo XIX en España: De la Revolución Liberal a la Restauración
Las Bases del Liberalismo Español
Moderados y Progresistas
Mientras se libraba la guerra carlista, se instauró con Isabel II un Estado liberal. Con ello, surgieron diferencias dentro del liberalismo:
- Moderados. A favor de una soberanía compartida entre las Cortes y el rey. Defendían: unas Cortes bicamerales y una organización administrativa centralizada para toda España; esta se debía dividir en provincias y los alcaldes se debían elegir por el gobierno mediante un sufragio censitario. Respecto a lo social, se apoyaban en la antigua nobleza y en la nueva burguesía.
- Progresistas. Defendían: una soberanía nacional, limitaciones para el poder de la Corona, la Milicia Nacional, un sufragio más amplio y ayuntamientos electivos. Respecto a lo social, los progresistas se apoyaban en las clases medias, artesanos, parte del ejército y profesionales liberales.
Las Regencias y la Primera Guerra Carlista (1833-1843)
La Regencia de María Cristina (1833-1840)
Comienzos Moderados y el Estatuto Real de 1834
Tras la muerte de Fernando VII, María Cristina fue nombrada regente. Al frente del gobierno estaba Cea Bermúdez, quien se oponía tanto a progresistas como a liberales; por ello, María Cristina decidió sustituirlo en 1834 por Martínez de la Rosa. Ese mismo año se aprobó el Estatuto Real (fórmula de equilibrio entre progresistas y moderados), propuesto por Martínez de la Rosa. Este Estatuto era una “carta otorgada” por la Corona donde no se reconocían derechos individuales ni división de poderes, pero sí una convocatoria a Cortes con dos cámaras: Estamento de Próceres (cámara alta) y Estamento de Procuradores (cámara baja). Para poder elegir el Estamento de Procuradores, hubo una convocatoria electoral donde se aprobó una ley electoral con un sufragio restringido. La cámara elegida propuso profundas reformas. El gobierno se encontró con la oposición de los liberales radicales y los carlistas. En 1835, Martínez de la Rosa dimitió por falta de apoyo, y fue sustituido por el Conde de Toreno (moderado). Su gobierno duró solo cuatro meses, ya que no supo imponerse contra la guerra carlista ni contra el vandalismo de los liberales. Con ello, surgieron las Juntas Revolucionarias (progresistas), las cuales Toreno tampoco fue capaz de disolver y, bajo tanta presión, presentó su dimisión. En 1835, la reina llamó a formar gobierno a Mendizábal.
La Fase Progresista (1835-1837): Mendizábal y la Constitución de 1837
Este gobierno empezó con una Hacienda sin fondos y una necesidad por dar un giro en la guerra a favor de los isabelinos. Por ello, se amplió el alistamiento de hombres para el ejército y se aprobó la desamortización de bienes eclesiásticos del clero regular. Mendizábal dimitió debido a las diferencias que presentó con la regente. En 1836, Francisco Javier Istúriz (moderado) formó gobierno, pero no tuvo el apoyo de las Cortes. De nuevo, volvieron los levantamientos populares progresistas contra el gobierno a favor del restablecimiento de la Constitución de 1812. El 12 de agosto de 1836 tuvo lugar el Motín de los Sargentos de La Granja, que obligó a la regente a restablecer dicha Constitución y a formar nuevo gobierno con José María Calatrava, con Mendizábal en la Hacienda. Este gobierno implantó un régimen liberal con una monarquía constitucional. Se convocaron elecciones a Cortes, y la nueva cámara tuvo mayoría progresista. Por lo tanto, se crearon leyes para:
- la disolución del régimen señorial y el mayorazgo,
- la supresión de privilegios gremiales dando libertad de industria y comercio,
- el establecimiento de la libertad de imprenta,
- y la reanudación de la desamortización.
Se redactó la Constitución de 1837 para mantener el orden entre las dos ramas liberales. En ella se reconocía la soberanía nacional, los derechos individuales y establecía Cortes bicamerales (Congreso de los Diputados elegido por sufragio censitario y Senado designado por el rey a partir de una triple lista elegida en cada provincia). Con la ley electoral (1837) se amplió el número de electores, pero siguió siendo censitario y restringido.
La Vuelta de Gobiernos Moderados (1837-1840)
En 1837 hubo elecciones donde vencieron los moderados. Los gobiernos de esta etapa estuvieron influidos por los militares Baldomero Fernández Espartero (progresista) y Ramón María Narváez (moderado). Se aprobó la Ley de Ayuntamientos, la cual marcó diferencias muy fuertes entre los dos grupos liberales: los progresistas se movilizaron en contra de ella. Espartero rechazó la ley y la regente sancionó la nueva normativa (1840). Días después, se volvieron a formar juntas, y la regente nombró a Espartero jefe de gobierno, negándose este. María Cristina renunció y se fue a Francia.
El Problema Carlista y la Primera Guerra (1833-1839)
Análisis de los dos bandos enfrentados. En 1833 murió Fernando VII. Su hermano, Carlos María Isidro, reclamó el trono a través del Manifiesto de Abrantes. Esto se convirtió en una guerra dinástica entre los que querían el Antiguo Régimen (carlistas) y los que preferían el Estado liberal (isabelinos):
- Carlistas: defendían el absolutismo monárquico, la religión y los fueros. Sus partidarios fueron parte del ejército, el clero regular y bajo clero secular, y parte de la nobleza y el campesinado, triunfando en las zonas rurales.
- Isabelinos: eran partidarios parte de la nobleza, altas jerarquías de la Iglesia, altos mandos del ejército, la burguesía, profesionales liberales y clases populares urbanas.
Desarrollo bélico:
- Primera fase (1833-1835): triunfos carlistas. Su suerte se acabó cuando murió el coronel carlista Zumalacárregui.
- Segunda fase (1835-1837): grandes expediciones carlistas y asentamiento del carlismo. En 1837 se llevó a cabo una “expedición real”, pero se regresó al sitio de partida debido a la acción de Espartero.
- Tercera fase (1837-1839): agotamiento y búsqueda de paz por la parte carlista. En 1839 se firmó el Convenio de Vergara por el general carlista Maroto con Espartero, poniendo fin a la guerra. Los carlistas reconocieron la derrota, pero conservaron sus grados militares en el ejército. A Don Carlos no le gustó y cruzó a Francia.
Consecuencias:
- monarquía de carácter liberal;
- los militares protagonizaron pronunciamientos;
- y los gastos dieron lugar a la desamortización de tierras de la Iglesia.
La Regencia de Espartero (1840-1843)
Espartero fue proclamado regente por las Cortes. En 1842 se intentó poner fin a esta regencia mediante un pronunciamiento realizado por aliados de María Cristina, pero este intento fue fallido. Espartero se apoyó en una camarilla de militares y fue esto y su forma de gobernar lo que provocó grandes problemas. Sucesos de Barcelona: apareció un proyecto de negociación librecambista con Inglaterra; este fue perjudicial para los intereses de la industria textil catalana. En Barcelona, surgió una insurrección social, formándose una junta en contra de esta negociación, a la cual Espartero respondió con un bombardeo (1842) que causó gran destrucción. Con esto, el regente perdió seguidores. El Partido Progresista siguió dividido en la camarilla militar (a favor del regente) y el sector progresista de la Cámara (en su contra). Este último se alió con los liberales para derrotar a Espartero.
El Reinado de Isabel II (1843-1868)
La Década Moderada (1844-1854)
Las Reformas Moderadas y la Constitución de 1845
A lo largo de la década, encontramos 16 gobiernos y, aunque esto es símbolo de una gran inestabilidad, Narváez fue el liberal moderado que presidió esta época. El primer gobierno fue el de González Bravo, que puso en vigor la Ley de Ayuntamientos (1840), suprimió la Milicia Nacional y creó la Guardia Civil, instrumento para mantener el orden en el campesinado y la propiedad agraria en el medio rural. Con Narváez al frente, se celebraron elecciones para formar una Asamblea Constitucional (1844), triunfando los moderados aplastantemente. Narváez, líder de indiscutible poder, redactó la Constitución de 1845, donde no hubo consenso con los progresistas. Limitaba las atribuciones de las Cortes y se reforzaban las del rey. La soberanía era compartida entre monarca y Cortes, y estas eran bicamerales, contando el Senado con un número ilimitado de senadores elegidos por un rey vitalicio. Se defendió un Estado centralizado y uniforme, designándose alcaldes en municipios y capitales de provincia, además de gobernadores civiles en las diputaciones provinciales. El gobierno se reconcilió con la Iglesia, suspendiéndose la desamortización, por lo que se firmó el Concordato con la Santa Sede (1851). Se hizo una reforma de la Hacienda (1845) introduciéndose “consumos” y se estableció la ley electoral de 1846, pudiendo votar solo los más ricos.
Desarrollo Político: Matrimonio Real y Segunda Guerra Carlista
a) Matrimonio de la reina. Isabel II, debido a que Francia e Inglaterra limitaron los candidatos al ámbito familiar a favor de sus intereses, se casó con su primo Francisco de Asís (1846), siendo el otro candidato rechazado Carlos VI; su hermana Luisa Fernanda se casó con el duque de Montpensier.
b) Segunda Guerra Carlista. Como los carlistas confiaban en que se casara con Carlos VI, estalló la Segunda Guerra Carlista (1846-1849) con centro en Cataluña y donde Ramón Cabrera lideró a los guerrilleros.
c) Novedades del gobierno de Bravo Murillo. Tras el último gobierno de Narváez, le siguió el de Bravo Murillo, en el cual se firmó el Concordato con la Santa Sede (1851) donde el papa reconocía a Isabel II como reina y aceptaba la pérdida de los bienes vendidos. Se reforzó la confesionalidad católica, se supervisó la enseñanza de la moral católica en el sistema educativo y se creó la dotación de “culto y clero”.
La Crisis Final del Reinado (1863-1868)
A la crisis final contribuyó la Corona, empeñada en contar solo con gobiernos moderados. Además, el gobierno actuó con dureza ante cualquier acontecimiento que alterara el curso de la vida política: el catedrático Emilio Castelar, con Narváez presidiendo el gobierno, fue expedientado tras criticar a la reina. Esto dio lugar a los sucesos de la “Noche de San Daniel” (1865), donde estudiantes se manifestaron. La sangrienta actuación de la fuerza pública hizo que se formara un nuevo gobierno dirigido por O’Donnell. A los progresistas, liderados por Juan Prim, solo les quedaba pronunciarse: los sargentos de artillería del Cuartel de San Gil (1866) se amotinaron para controlar dicho cuartel; acabaron enfrentándose a sus oficiales, generando una cacería. O’Donnell respondió fusilando a los sublevados, por lo que la reina creó otro gobierno con Narváez. En el exilio, la oposición de progresistas y demócratas, a la que se unieron más tarde los unionistas de Serrano tras morir O’Donnell (1867), firmó el Pacto de Ostende (1866) para destronar juntos a Isabel II y convocar Cortes para elegir, mediante sufragio universal, el tipo de gobierno que debía tener el país. Murió Narváez y le sucedió González Bravo. Pero estalló “la Gloriosa”, una sublevación que acabó con Isabel II, que huyó a París, y abrió las puertas a la democracia.
El Sexenio Democrático (1868-1874)
La Revolución de 1868, «La Gloriosa»
La caída de la monarquía de Isabel II se debió al monopolio del poder del Partido Moderado. El resto de partidos se aliaron en el Pacto de Ostende (progresistas, demócratas y Unión Liberal) para derrocar a la reina. Esta conspiración fue dirigida por Juan Prim. En Cádiz (septiembre de 1868) se pronunciaron Prim, Serrano y Juan Bautista Topete contra el régimen de Isabel II. Ese mismo mes, el general Serrano triunfó sobre las fuerzas del gobierno en la Batalla de Alcolea. La reina abandonó el país junto a su corte dos días después. Paralelamente, surgió una revolución popular donde se constituyeron Juntas Revolucionarias que defendían medidas avanzadas como el sufragio universal, la abolición de los consumos y las quintas.
El Reinado de Amadeo de Saboya (diciembre de 1870 – febrero de 1873)
Amadeo de Saboya llegó a España en diciembre de 1870. Tres días antes había fallecido Prim, víctima de un atentado, lo que dejó a Amadeo sin el único apoyo que tenía, que habría sido muy necesario en los momentos de crisis, como cuando Sagasta y Zorrilla dividieron el Partido Progresista en dos corrientes debido a su diferencia de ideas. Además, había que hacer frente a la Guerra de Cuba y a la insurrección carlista (1872). El reinado de Amadeo de Saboya tuvo una gran inestabilidad política; en dos años se sucedieron seis gobiernos y tres elecciones a Cortes. Hay que añadir el rechazo y la presión que recibía de las fuerzas de derecha e izquierda.
- Derecha: carlistas y alfonsinos, que apoyaban monarquías distintas pero ninguno la de Amadeo de Saboya; el clero, que consideraba al rey enemigo del papado; y la alta burguesía y las industrias catalanas, preocupadas por las posibles decisiones del gobierno.
- Izquierda: los republicanos, que no apoyaban ningún tipo de monarquía y que estaban a favor de cambios económicos y sociales; y las sociedades obreras que defendían una postura apoliticista.
La gota que colmó el vaso fue la oposición del rey a aprobar una ley para reforzar el arma de Artillería. Cuando esta ley fue aprobada en las Cortes, el rey dimitió. En febrero de 1873, la Asamblea Nacional asumió los poderes y proclamó la República.
La Primera República (febrero de 1873 – enero de 1874)
La República nació en un momento lleno de dificultades económicas, políticas y sociales. Figueras fue el presidente del gobierno designado por la Asamblea Nacional. Figueras abolió la esclavitud en Puerto Rico y suprimió las quintas, aun teniendo dos guerras abiertas. También se convocaron Cortes para elegir si la República sería federal o unitaria. Las Cortes se inauguraron proclamando la República Democrática Federal casi por unanimidad. Sin embargo, además de haber diferencias entre federales y unitarios, también había diferencias entre los propios federales:
- los transigentes, a favor de esperar a la redacción de la nueva Constitución y seguir la vía constitucional para el establecimiento del Estado, con la opinión del Parlamento;
- y los intransigentes, que querían implantar el Estado a través de cantones.
En ese momento, Figueras dimitió y Pi i Margall le sucedió. Había conflictos sociales y ataques carlistas, a los que hacían frente con un ejército indisciplinado y con ideales contrarios a los republicanos.
En julio, el país entró en un proceso revolucionario que provocaría el hundimiento de la República. Hubo una huelga en Alcoy que derivó en una insurrección obrera y la Revolución Cantonalista, con la que los federales intransigentes proclamaban la independencia de ciertos territorios. Ante esto, Pi i Margall dimitió. El siguiente en el poder fue Nicolás Salmerón, que detuvo los cantones, excepto el de Cartagena. Salmerón dimitió en septiembre por problemas de conciencia y subió al poder Emilio Castelar, que reforzó el Ejército y se enfrentó a los cantonalistas y a los carlistas. Era unitario, por lo que no gustó a los federales, que le impusieron una moción de confianza en la que se le obligó a dimitir. Cuando se procedía a la votación para el nuevo gobierno, el general Pavía dio un golpe de Estado, poniendo fin a la I República y dando lugar a un periodo de transición, la dictadura del general Serrano, que daría lugar a la Restauración Borbónica.
La República de Serrano. La Transición (enero – diciembre de 1874)
El golpe de Pavía pretendía poner fin a la inestabilidad. Se estableció una nueva República presidida por el general Serrano, de signo autoritario, sin Cortes ni Constitución. Logró acabar con el cantón de Cartagena, disolvió la I Internacional y se enfrentó con éxito a los carlistas. Sin embargo, los alfonsinos tenían cada vez más adeptos. En diciembre de 1874, Martínez Campos se pronunció en Sagunto a favor de Alfonso XII. El golpe fue aplaudido en todo el país, por lo que Serrano decidió irse de España. Así, el 31 de diciembre de 1874 se estableció el “ministerio-regencia” de Cánovas del Castillo. Así se dio lugar a una nueva etapa, la Restauración. El fracaso de la República se debió a las divisiones internas de los republicanos, las guerras y el proceso involucionista de la burguesía, que dio un giro conservador, además de las primeras reivindicaciones de los movimientos obreros.
Transformaciones Sociales: La Sociedad de Clases
La revolución liberal acabó con la sociedad estamental, dando lugar a una sociedad de clases, una sociedad igual ante la ley pero desigual por su nivel de renta y las propiedades de cada uno. Los estamentos del Antiguo Régimen dieron lugar a una división propia de una sociedad capitalista, una sociedad de clases. La nobleza perdió sus derechos señoriales pero acrecentó su poder económico por las desamortizaciones. Se integró en los grupos dirigentes de la burguesía. La Iglesia vio reducido su poder económico, y su importancia social entre la clase proletaria y los sectores intelectuales se vio perjudicada. Las clases burguesas adquirieron el papel de nuevas clases dirigentes; en principio tenían ideas progresistas, que querían acabar con los privilegios de la nobleza y el clero, pero fueron adoptando ideales conservadores al incrementarse su poder. La alta burguesía estaba constituida por altos cargos militares o de la Administración; las clases medias, por comerciantes, abogados, médicos…; y la pequeña burguesía, por tenderos y artesanos. Las clases medias, por su parte, fueron un sector poco numeroso constituido por comerciantes, dueños de talleres, mandos intermedios del ejército… Ocuparon la cúspide social de las ciudades. La mayor parte de la población eran las clases populares: campesinos y obreros industriales. Los campesinos seguían ocupando el estrato más bajo de la escala social. Sus condiciones de vida eran miserables, lo que causó numerosas revueltas en el campo. El número de obreros industriales fue creciendo. Los campesinos y artesanos emigraron a las ciudades en busca de mejores condiciones de vida. Sin embargo, las condiciones de trabajo y de vida eran iguales o peores que las del campo, por lo que poco a poco fueron tomando conciencia de su situación como clase y se crearon asociaciones para la defensa de sus derechos. Por último, dentro de las clases populares destacaba el servicio doméstico, donde abundaban mujeres, que desempeñaban las tareas del hogar de las familias nobiliarias, de la alta burguesía e incluso de las clases medias.