Durante el reinado de Isabel II (1833-1864) se desarrolló en España el proceso de revolución liberal. Al igual que en gran parte de Europa occidental, en la primera mitad del siglo XIX, se eliminaron definitivamente las estructuras sociales, el poder absoluto y el sistema económico del Antiguo Régimen. El período se inició con una guerra civil entre carlistas (absolutistas) e isabelinos (liberales) a raíz del conflicto sucesorio surgido tras la muerte de Fernando VII.
El Triunfo del Liberalismo y la Transformación de España
El triunfo de los liberales hizo posible la transformación de la monarquía absoluta en una monarquía constitucional parlamentaria con los poderes limitados; se transformó la propiedad señorial en propiedad privada mediante la reforma agraria y se impulsó el sistema capitalista, con la libertad de industria y comercio. Una nueva clase social oligárquica (antigua nobleza y burguesía terrateniente e industrial), controló el sistema mediante el sufragio restringido y el recorte de derechos y libertades.
Los Obstáculos a un Sistema Realmente Representativo
Pero una serie de problemas mediatizó y condicionó el establecimiento de un sistema realmente representativo debido al favoritismo de la corona hacia los moderados y el intervencionismo en la vida política del ejército, ya que los cambios de gobierno se realizaban más a menudo mediante pronunciamientos militares o revoluciones populares que mediante elecciones libres. De esta forma grupos sociales como la pequeña burguesía y las clases populares y partidos como progresistas o demócratas, quedaron excluidos del sistema.
La Consolidación de los Estados Liberales en Europa
Al igual que en España, en esta época, en gran parte de Europa se consolidaron los estados liberales, poniendo fin así al sistema de la Restauración surgido del Congreso de Viena (1815). Al igual que en España, en estos estados liberales una élite burguesa controló el poder y las instituciones y excluyó a las clases trabajadoras. Este modelo liberal moderado, será puesto en crisis en 1848 con una oleada revolucionaria en gran parte de Europa. Este proceso fue más radical que el de los años 1820 y 1830. En él cobraron protagonismo el liberalismo democrático impulsado por las clases medias y trabajadoras (obrerismo). Demandaban el sufragio universal, el derecho y protección del trabajo y el derecho a formar asociaciones para la defensa de sus derechos. En España este proceso derivó en la creación en 1849 del partido liberal democrático. Tras el fracaso de estas revolución por su falta de preparación, los obreros empezaron a organizarse autónomamente y con mayor conciencia de clase en sindicatos y partidos exclusivamente obreros como los partidos socialistas y comunistas o los sindicatos anarquistas.
El Reinado de Carlos IV y la Llegada de las Ideas Revolucionarias Francesas
En 1788 cuando, tras la muerte de Carlos III, accedió al trono su hijo Carlos IV, el modelo de Antiguo Régimen, aunque reformado por el despotismo ilustrado, permanecía intacto. Un año después, la Revolución Francesa (1789) trastocó el viejo orden e inició un proceso que en poco más de cuarenta años, con avances y retrocesos, derrumbó el Antiguo Régimen en Europa occidental y abrió paso al liberalismo político, al capitalismo y a la sociedad de clases. Las ideas revolucionarias francesas y los principios liberales que las impulsaron fueron expandidas por Europa por los ejércitos de Napoleón, que desde 1799 había tomado el poder en Francia, tras moderar los excesos revolucionarios e iniciar una expansión militar por el continente que le comportó el dominio de Europa.
La Invasión Napoleónica y la Crisis del Absolutismo Borbónico
En 1808, España fue invadida por los ejércitos napoleónicos. La ocupación francesa hizo irreversible la crisis del absolutismo borbónico, agravó las dificultades económicas y abocó a una guerra contra el invasor, en la que se mezcló la defensa de la monarquía tradicional con las ideas de libertad originadas por la Revolución francesa. La Constitución de 1812 fue un fiel reflejo de muchos de esos principios liberales.
El Reinado de Fernando VII: Entre el Absolutismo y el Liberalismo
La derrota de Napoleón por la potencias absolutistas europeas (1815) significó la vuelta al viejo orden, pero los vientos de libertad ya no podrían ser amordazados y en el reinado de Fernando VII (1815-1833), España- y Europa entera- se debatió entre el absolutismo y el liberalismo. Este enfrentamiento entre los dos sistemas políticos, provocó tanto oleadas revolucionarias liberales como restauraciones absolutistas. La primera fase revolucionaria se dio en 1820 en el mediterráneo: Nápoles, España y Grecia, donde se implantaron monarquías parlamentarias. La segunda oleada, más profunda y con más protagonismo de las clases populares, afectó a casi toda Europa, como por ejemplo es el caso de España, Francia o Portugal. En esta fase, el establecimiento de monarquías constitucionales derivó en algunos casos en guerras civiles contra los absolutistas, como sucedió en España y Portugal.