La Revolución Rusa y otros eventos históricos del siglo XX

La Revolución Rusa

La Revolución de Febrero

La coyuntura de la Primera Guerra Mundial creó en Rusia las condiciones para un estallido revolucionario. Ni la economía ni la organización política y militar rusas estaban preparadas para una guerra tan larga, dura y costosa. Los desastres militares se sucedieron. La movilización de millones de campesinos comportó el descenso de la producción agrícola, el hambre apareció en las ciudades y se extendió el malestar entre obreros y campesinos. Todo ello desacreditó al Zar Nicolás II y a su gobierno.

La población, desmoralizada, empezó a organizarse en soviets, es decir, consejos de obreros, campesinos y soldados que exigían al Zar la retirada de la guerra y el fin de la autocracia. Los partidos burgueses (liberales), como los campesinos (social-revolucionarios) y los obreros (mencheviques y bolcheviques) exigieron su abdicación.

Caída del Zarismo

En febrero de 1917 estalló una revolución en San Petersburgo que provocó la caída del Zarismo. El poder pasó a un gobierno provisional, dirigido por Kerensky y apoyado por los partidos liberales de la Duma (parlamento), que inició una serie de reformas. Rusia se convirtió en una república democrática.

La Revolución de Octubre

Aumentó el descontento popular y la influencia de los bolcheviques, que deseaban derrocar al gobierno provisional e instaurar el socialismo. Los bolcheviques aspiraban a la formación de un gobierno de soviets obreros y campesinos. Prometían la paz, el reparto de tierras entre los campesinos, la dirección de fábricas…

El 25 de octubre, los soviets, impulsados por los bolcheviques, se sublevaron y en 10 días se hicieron con el poder. Con el apoyo del Congreso de los Soviets de Rusia, Lenin formó un gobierno obrero. El nuevo gobierno soviético estableció las primeras medidas revolucionarias: se expropiaron las tierras para repartirlas entre los campesinos y las fábricas quedaron bajo el control de comités obreros. Se firmó la paz de Brest-Litovsk (1918) con Alemania.

Los Felices Años 20

Aumento del Consumo y Crecimiento Bursátil

La expansión de EE. UU. se basó en una profunda transformación en el proceso de producción de bienes, dominado por la innovación técnica. El taylorismo y el fordismo contribuyeron a incrementar la productividad, el aumento de los salarios obreros, las campañas publicitarias, la compra a plazos y los préstamos bancarios abrieron el camino a la era del consumo de masas.

La prosperidad se reflejó en un gran auge de la bolsa. Los buenos resultados empresariales hicieron aumentar la demanda de acciones, cuyo valor subía constantemente. La euforia generó una gran burbuja especulativa, un aumento del valor de las acciones como resultado de la creciente demanda y no del aumento de los beneficios de las industrias. Hubo una locura inversora que muchos compradores solicitaron créditos para comprar acciones.

La Lucha contra la Crisis del 29

En 1932, uno de los peores años de la Gran Depresión, ganó las elecciones un demócrata, Franklin D. Roosevelt, que proponía un nuevo programa para favorecer la recuperación económica y sacar al país de la crisis. Fue el llamado New Deal, que defendía la intervención del Estado para reactivar la economía.

El Reparto de África

A partir de 1870 se inició la colonización de África. Fue la más rápida y brutal, significó el dominio total del continente con excepción de Liberia y Abisinia. Británicos y franceses tuvieron ventaja porque poseían bases en África desde el siglo XVIII. Ambos soñaban con crear imperios continuos: del norte al sur los británicos y de este a oeste los franceses. El rey de Bélgica Leopoldo II adquirió una gran colonia a lo largo del río Congo. Alemanes e italianos llegaron tarde al reparto y se produjeron roces que amenazaron con un enfrentamiento bélico. El choque de intereses impulsó la convocatoria de la Conferencia de Berlín (1885). Se decidieron las normas y las zonas que ocuparía cada una, de este modo se llevó a cabo el verdadero reparto de África.

El Imperio Británico

A finales del siglo XIX, Gran Bretaña poseía el mayor imperio colonial del mundo, de la India a África. Su objetivo era el control de las rutas comerciales marítimas. Se aseguró bases en el Atlántico, el Índico, el Pacífico y el Mediterráneo. La principal colonia de explotación de Gran Bretaña fue la India: «la joya de la corona». Su conquista había iniciado en el siglo XVIII por parte de la Compañía de las Indias Orientales, pero la monarquía decidió hacerse cargo de la colonia y la Reina Victoria fue proclamada Emperatriz de la India (1876). La India se convirtió en un gran mercado para productos británicos y una importante proveedora de materias primas baratas.

El Imperio Francés

El segundo imperio colonial era el de Francia. Se instaló en diversas partes, pero especialmente en África del Norte y en Indochina. Su competencia con el Imperio Británico fue enorme, sobre todo en África.

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