La Rusia Zarista y la Revolución: De Nicolás II a Lenin

La Rusia Zarista en Vísperas de la Gran Guerra

La economía de este inmenso y complejo imperio se sustentaba básicamente en una agricultura muy poco productiva, con un campesinado supervisado por los grandes propietarios. Sin embargo, la economía rusa también iniciaba un intenso proceso de industrialización promovido por el Estado. A comienzos del siglo XX, Rusia seguía regida por un zar de la dinastía Romanov, que gobernaba desde el siglo XVII y ejercía todos los poderes estatales por derecho divino. En 1896, había sido coronado en Moscú Nicolás II. Rusia era una gran potencia por su enorme extensión y su gran población, pero también era un gigante con pies de barro, lo cual explicaba su atraso.

1.2 Las Tensiones Políticas

El lento pero constante proceso de modernización social y económica había conducido desde muy pronto al surgimiento de focos de oposición que denunciaban su atrasado sistema político. Tal era el caso del movimiento cultural de la llamada intelligentsia, que desde el siglo XIX criticaba el Estado ruso y difundía valores occidentales, en contra del parecer de los sectores tradicionalistas. En el siglo XX, las tensiones entre ambas corrientes se habían agudizado porque los críticos del sistema habían incrementado su influencia en las filas obreras y burguesas.

En el plano político, la oposición liberal al despotismo zarista estaba arraigada entre las pequeñas y medias burguesías urbanas, que apoyaban al semitolerado Partido Constitucional Democrático (KD), favorable a una reforma orientada a seguir los pasos de las monarquías parlamentarias de la Europa occidental. La principal fuerza opositora residía en los movimientos populistas, integrados por intelectuales radicales de la pequeña burguesía.

1.3 Lenin y la Formación del Bolchevismo

Lenin fue el principal pensador revolucionario, siendo sus obras la inspiración del partido que dirigió la revolución. El partido debería ser una organización formada por militantes —soldados selectos— que asumiesen el papel de vanguardia de las masas para dirigir la lucha contra el capitalismo y la burguesía. Debía ser un núcleo reducido de líderes jerárquicamente organizados para ser capaces de dirigir al movimiento popular. Querían conquistar el poder político para llevar a cabo un programa de revolución social, colectivista e igualitaria. Para Lenin, el reformismo socialdemócrata no era revolucionario y la clase obrera, por sí misma, solo era capaz de articular sindicatos defensivos, incapaces de conquistar el poder político. De ahí la necesidad de ser guiada por un partido de revolucionarios profesionales, inspirados por una doctrina política verdaderamente marxista.

1.4 La Revolución de 1905

En 1905, el imperio de los zares sufrió su primera sacudida revolucionaria grave, como resultado de varios factores combinados.

Ante todo, la derrota militar ante Japón, en la disputa por la delimitación fronteriza en el Extremo Oriente, supuso una humillación para el zar y su ejército, y una demostración del creciente atraso de Rusia ante sus vecinos más modernizados. Ello generó el descontento de los sectores burgueses y de los núcleos obreros. Además, los campesinos también aprovecharon la derrota para exigir mejoras en sus condiciones de vida y mayores posibilidades de acceso a la propiedad de la tierra. El detonante de la revolución fue una masiva manifestación obrera que, un domingo de enero de 1905, se dirigió al Palacio de Invierno de San Petersburgo para presentar sus reivindicaciones al zar: jornada laboral de ocho horas, subidas salariales, democratización del Estado, entre otras. El conocido como Domingo Sangriento fue la señal para una serie de huelgas y levantamientos revolucionarios por todo el país, que puso al régimen al borde del abismo.

Para detener la escalada revolucionaria, el zar prometió a la oposición la concesión de libertades civiles y la convocatoria de una Duma (Parlamento) que elaborara una Constitución de estilo liberal-democrático. El partido cadete, los socialdemócratas mencheviques y los socialistas revolucionarios aceptaron la promesa y abandonaron las movilizaciones. Pero las promesas de Nicolás II no se cumplieron plenamente, pese a que se hicieron algunas reformas administrativas e incluso convocó elecciones a una Duma consultiva (en 1906, 1907 y 1912), que careció de poderes de control gubernativo o de capacidad legislativa. Con el paso del tiempo, el Gobierno del zar se volvió más arbitrario al caer en poder de camarillas de la corte. En vísperas de la Gran Guerra, la camarilla más influyente estaba dirigida por Rasputín, el hombre santo, un favorito del zar y de la zarina que concitaba la hostilidad creciente de la nobleza, de la burocracia y de la oposición política de todo signo. El aislamiento político del zar era ya un factor crucial de la situación rusa en 1914.

2.1 Rusia en la Gran Guerra

La participación rusa en la Primera Guerra Mundial fue decisiva para la caída del régimen zarista, que no pudo hacer frente al ataque en todas sus fronteras occidentales con el Imperio Alemán, el Imperio Austrohúngaro y el Imperio Otomano. El descontento popular se transformó en una movilización general de las clases burguesas, de los obreros y de los campesinos contra la incompetencia del zar y de las autoridades.

2.2 La Revolución de Febrero

El primer golpe revolucionario se produjo en la capital imperial, Petrogrado, en febrero de 1917, ante una manifestación espontánea de mujeres y obreros que exigían alimentos. El Gobierno envió al Ejército para reprimirla. Muchos soldados y oficiales se negaron a utilizar la fuerza contra los manifestantes. El día 27 de febrero (15 de marzo en el calendario occidental), la mayoría de las tropas de la ciudad se unieron a las protestas y forzaron la dimisión del Gobierno y de los mandos militares fieles al zar. El vacío de poder lo intentaron cubrir dos liberales en la Duma, estableciendo un Gobierno provisional, mientras el Soviet de Petrogrado asumía funciones administrativas por su propia cuenta. Nicolás II, abandonado, abdicó en su hermano, el gran duque Miguel, quien renunció inmediatamente al trono, llamando al sometimiento al Gobierno provisional y a la elección de una Asamblea Constituyente. El colapso del Estado había forzado la caída del zar y su reemplazo por una república liberal democrática. El cambio no conllevó a la estabilidad de la situación. La adversa marcha de la guerra y las crecientes tensiones internas crearon en Rusia una dualidad de poderes: por un lado, estaba el Gobierno constitucional, que pasó a estar dirigido por el abogado Alexander Kérenski, del ala moderada del Partido Social Revolucionario; por otro, actuaban los organismos administrativos municipales (soviets), constituidos por las masas obreras de las ciudades, los campesinos en las comarcas y los soldados combatientes refugiados tras las líneas del frente. Lenin regresó a Rusia de su exilio en Suiza en abril de 1917, después de que Alemania le permitiera atravesar su territorio, con la esperanza de que fomentara los desórdenes y acentuara la crisis política existente. Lenin anunció la voluntad de tomar el poder e instaurar la dictadura del proletariado como etapa transitoria desde el socialismo hasta el ideal comunista. Aunque los bolcheviques eran muy pocos, Lenin consiguió articular un programa de tres exigencias que calaban hondo en los deseos de amplios sectores de la población: paz, pan y tierra. Paz, para poner fin a la guerra con Alemania; pan, para poner remedio a la crisis de alimentos; y tierra, estatalizando las fábricas y la distribución comercial, para dar propiedad plena a los campesinos, arrebatándosela a la corona, a la nobleza y a la Iglesia ortodoxa.

2.3 La Revolución de Octubre

En el verano de 1917, Aleksandr Kérenski confió la dirección del ejército al general Kornílov, quien en septiembre intentó dar un golpe de Estado, que fracasó. Ante la persistencia del hambre y del desprestigio del Gobierno de Kérenski, se produjo un segundo golpe revolucionario el 25 de octubre (7 de noviembre en el calendario occidental). Las milicias armadas bolcheviques, con apoyo de los marinos de la fortaleza naval Krondstadt, asaltaron el Palacio de Invierno de Petrogrado. Al mismo tiempo, patrullas bolcheviques ocupaban todos los puntos estratégicos de la ciudad (correos, teléfonos, fábricas de electricidad, bancos, estaciones, puentes).

Apenas instituido el poder bolchevique, Lenin tuvo que afrontar graves y variados desafíos. A pesar de su éxito en la capital, los bolcheviques tenían muy pocos seguidores en un país tan inmenso. Eran fuertes en las grandes ciudades y en las áreas industrializadas, así como entre los soldados movilizados, que soñaban con la paz anunciada, pero muy débiles en las provincias y entre el campesinado. Esa situación quedó expuesta por los resultados de las elecciones a la Asamblea Constituyente que se había convocado poco antes de octubre: del total de votantes, los bolcheviques recibieron el apoyo de menos de una cuarta parte. Ganaron las elecciones los socialistas revolucionarios, que recibieron abrumadoramente los votos del campesinado. Los demás partidos (los cadetes, mencheviques y otros grupos de minorías étnicas) obtuvieron menos de un 14%. Sin embargo, Lenin no estuvo dispuesto a compartir el poder logrado por la fuerza o a negociar una redistribución de competencias con los vencedores en las urnas. Apenas inaugurada la Asamblea Constituyente, ordenó su disolución (enero de 1918) y confirmó que el único poder en Rusia habría de ser el Gobierno bolchevique, bautizado como Consejo de Comisarios del Pueblo, que presidía él mismo. Según el decreto de disolución redactado por Lenin, no había lugar en la nueva Rusia para el viejo parlamentarismo burgués, que es «absolutamente incompatible con las tareas de realización del socialismo, porque solamente los organismos de clase son capaces de quebrantar la resistencia de las clases poseedoras». Y añadía la advertencia, frente a los ideales democráticos, de que se inauguraba una dura represión contra los enemigos del régimen. Los bolcheviques constituirían la dictadura del proletariado, como instrumento de clase para granjearse la adhesión de la mayoría de los trabajadores.

3. La Creación del Régimen Soviético en Tiempos de Lenin

Aunque minoritarios, los bolcheviques lograron consolidar y ampliar su poder gracias a distintas medidas (Decretos de Octubre), que les reportaron grandes apoyos por parte de sectores populares, especialmente el decreto sobre la tierra. Otro decreto proponía el comienzo de conversaciones de paz con todos los pueblos. Otras medidas fueron el control obrero de las industrias y la concesión del derecho de autodeterminación a todas las nacionalidades del imperio.

3.1 Los Primeros Pasos del Régimen

Los bolcheviques no tenían otra opción que implantar una dictadura de partido, aunque se disfrazase de dictadura del proletariado. Dictadura dura, mayor fuera la resistencia de otras fuerzas políticas. Partido político con estructura jerárquica paramilitar y fanática disciplina ideológica. El golpe de Estado en octubre de 1917 y la disolución de la Asamblea en febrero de 1918 inauguraron una nueva fase en la historia de Rusia. Así, adoptó el nombre de Partido Comunista. La configuración del nuevo régimen soviético se hizo en un contexto de guerra civil contra los llamados rusos blancos, apoyados por potencias aliadas (Francia, Gran Bretaña, Estados Unidos y Japón). Los focos de resistencia contrarrevolucionaria fueron en Ucrania, en zonas aisladas del Cáucaso y de la Siberia central; antiguos zaristas, liberales, demócratas que convivían mal que bien en sus filas. Su fragmentación y sus divisiones políticas fueron limitando su capacidad de acción y de apoyo popular. En esas condiciones, el Ejército Rojo, organizado por León Trotsky, consiguió movilizar casi medio millón de soldados y se reveló como instrumento capaz de lograr la victoria militar sobre los rusos blancos y sus aliados occidentales. Como muestra de su determinación de llevar la revolución hasta el final, en julio de 1918, Lenin ordenó el fusilamiento del zar Nicolás II y de su familia. Promovió la negociación con Alemania de un acuerdo de paz que implicó grandes renuncias. La paz, firmada en marzo de 1918, amputaba a Rusia de una gran parte de sus territorios europeos, pero permitía ofrecer a la exasperada población la esperanza de la reconstrucción bajo un poder bolchevique no tan diferente, en sus formas dictatoriales, al despotismo zarista. En marzo de 1919, se creó la Tercera Internacional o Komintern, organización que quería ser la dirección del movimiento comunista internacional, promovido por los bolcheviques con el objetivo de obtener apoyos en la izquierda mundial y exportar la revolución por todo el mundo capitalista y colonial. Agrupaba a partidos comunistas de muchos países que estaban surgiendo como partidos socialistas o socialdemócratas. Al margen de éxitos parciales en Alemania y Hungría en 1919, la iniciativa no consiguió extenderse.

3.2 Del Comunismo de Guerra a la NEP

Entre 1918 y 1921, todavía en el contexto de guerra civil, Lenin procedió a edificar un régimen totalitario que fue el primer Estado de partido único de la historia. Se hizo cargo de toda la vida organizada del país en virtud del comunismo de guerra: nacionalizó industrias, comercio, transporte, servicios, instituciones educativas e incluso, inicialmente, la propiedad de la tierra. Los efectos fueron desastrosos. La evidencia del fracaso fue tal que Lenin promovió el fin de la política de comunismo de guerra en 1921 y su sustitución por la NEP (Nueva Política Económica), que permitía al campesinado retomar el control de sus granjas y comercializar su cosecha. Entre 1921 y 1928, ese retorno controlado a la economía de mercado en la agricultura y en el pequeño comercio consiguió recuperar los niveles de producción agraria e industriales anteriores a la guerra y abastecer así a las ciudades. El Estado se reservaba el control del crédito y de los sectores claves de la economía.

En lo político, el régimen soviético procedió a construir una sociedad supuestamente gobernada por los obreros y los campesinos a través de su partido de vanguardia, al margen y en contra de los sectores burgueses, aristócratas y clérigos ortodoxos. La represión de toda oposición política o ideológica fue, desde el principio, una seña de identidad del régimen. A Lenin le preocuparon muy pronto las crecientes tendencias burocráticas provocadas por la confusión entre partido único jerarquizado, instituciones del Estado y organizaciones sociales instrumentalizadas.

3.3 La Sucesión de Lenin

El ascenso de los apparatchik propició la elección de Stalin como secretario general del partido en abril de 1922, cuando la salud de Lenin empezaba a quebrarse. Apenas un mes después, sufrió una primera apoplejía que limitó su capacidad de trabajo. Para entonces, expresaba temores sobre «el camarada Stalin, que ha concentrado un poder inmenso, pero no estoy seguro de que lo sepa usar siempre con la necesaria prudencia». Tampoco le parecía atractiva su única alternativa, León Trotsky, que era «más capaz, pero [tenía] una excesiva confianza en sí mismo». A la muerte de Lenin, el edificio institucional de lo que sería bautizado, desde diciembre de 1922, como Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), ya estaba en vigor. Y, como había previsto, la lucha política en el seno de la dirección bolchevique se articuló en torno a Trotsky, brillante estratega militar, y Stalin, que había ocupado la Secretaría general por sus dotes administrativas. Los puntos de divergencia eran básicamente tres: el papel internacional del régimen soviético, la NEP y la vida interna del Partido Comunista. Trotsky defendía la internacionalización de la revolución, alertaba del riesgo burocrático y de la necesidad de depurar a los arribistas del interior del partido, y criticaba la continuidad de la NEP. Stalin defendía la consolidación del socialismo en un solo país, defendía la continuidad de la NEP y se apoyaba en el creciente poder de la burocracia del partido.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *