La II República y la Constitución de 1931
1. La Instauración de la II República y la Constitución de 1931
Los hombres que formaron el Gobierno Provisional tras la marcha voluntaria de Alfonso XIII en abril de 1931, representaban a todas las fuerzas de la nación consideradas como progresistas. El Gobierno Provisional no era un gobierno revolucionario. La práctica totalidad de sus componentes eran hombres de clase media, de izquierda moderada, imbuidos de fuerte espíritu reformista, que asumieron como función prioritaria asentar la República hasta el momento de poder convocar Cortes Constituyentes. Pero esta no era tarea fácil. La República se enfrentaba a una serie de problemas acuciantes que no podían esperar al debate constitucional. Estaba, en primer lugar, el problema social; más concretamente, el problema agrario, dadas las vitales carencias de una amplia masa campesina desheredada, fue cuestión clave desde el principio. Había que iniciar la reforma militar y atacar la hipertrofia de un ejército inadecuado para las necesidades del país y de nuevo habituado a intervenir en la vida política. Desde casi los primeros días de la República, el ambiente social registró una tensión preocupante. Esta tensión iría paulatinamente creciendo en los cinco años siguientes. Pero el conflicto que ensombreció el comienzo de la República, resultando un presagio de la posterior catástrofe, fue el enfrentamiento entre la Iglesia y el Estado republicano. Los días 11 y 12 de mayo de 1931, primero en Madrid y después en otras ciudades, se desarrollaron los sucesos conocidos como la quema de conventos. El golpe a la imagen de la República fue durísimo. La quema de conventos enfrentó abiertamente al régimen con las clases conservadoras y propietarias. A fines de junio de 1931, se celebraron elecciones a Cortes Constituyentes.
Votó un 70 % del censo, dando la victoria a la conjunción republicano-socialista y, por tanto, un respaldo a la labor del gobierno. Se constituyó una comisión constitucional presidida por el socialista Jiménez de Asúa. Entretanto, en septiembre, se formaba un segundo Gobierno Provisional.
Características Principales de la Constitución de 1931
- La definición del Estado como “república de trabajadores de todas clases“, subrayándose el carácter popular de la soberanía.
- Una extensa declaración de derechos y libertades que va más allá del mero ámbito individual. Se establece el matrimonio civil, el divorcio y la equiparación de derechos entre hijos legítimos e ilegítimos. Asimismo, se establece la subordinación del derecho a la propiedad privada al interés público, previéndose la posibilidad de expropiación. Entre los aspectos más novedosos, destaca el derecho al sufragio universal pleno, también femenino.
- Predominio del poder legislativo (las Cortes) sobre el ejecutivo. Las Cortes quedan configuradas como la expresión primordial de la soberanía popular.
- Sometimiento del Presidente de la República a las Cortes. Niceto Alcalá Zamora fue el primer presidente de la República, al que sucedió Azaña desde comienzos de 1936.
- Se establece un poder judicial independiente y un Tribunal de Garantías Constitucionales.
- Se opta por un modelo de Estado descentralizado (Estado integral), previéndose la posibilidad de formación de autonomías regionales en aquellas regiones que lo soliciten, siempre de conformidad con las Cortes españolas. La Constitución se situaba a medio camino entre el centralismo y el federalismo.
El debate sobre los estatutos de autonomía fue uno de los más duros de la discusión constitucional, pero el debate estrella fue la cuestión religiosa. Se proclamó la plena libertad de cultos y se estableció la jurisdicción civil sobre los cementerios.
Se terminaron estableciendo fuertes restricciones legales sobre las congregaciones religiosas y desapareció, por norma constitucional, el presupuesto de culto y clero, con lo que el Estado quedaba liberado de la carga de la financiación de la Iglesia. La Constitución era de talante claramente progresista, inspirada en las más avanzadas de la época y dispuesta para desarrollar el juego democrático. Sin embargo, también tuvo defectos: había un exceso de idealismo. Dentro de ese espíritu ultrademocrático, la Presidencia de la República aparecía como una magistratura débil, dependiente en exceso de las Cortes, lo que no contribuía a asentar la autoridad del nuevo Estado. Algunas medidas religiosas tendían hacia un laicismo militante y, con ello, al anticlericalismo y la discriminación del clero. En estas medidas de tendencia anticlerical se basaron los ataques de la Iglesia y de los partidos de derecha a la República, convirtiendo la defensa de la religión católica en la principal causa de su rechazo.
2. Evolución Política y Social de la Segunda República
A) El Bienio Reformista o Azañista (diciembre de 1931 – septiembre de 1933)
La II República simbolizó la más ilusionada posibilidad de transformación que España había conocido hasta entonces. Estas ansias se concretaron en un proyecto encaminado a solucionar los grandes problemas, responsables, en la visión de esa coalición de izquierdas, del atraso de España: los problemas militar, agrario, religioso, cultural y regional. Estos grandes proyectos se complementaban con una ambiciosa política social y de obras públicas. La cultura, que el nuevo régimen proyectó como expresión de la España nueva, recibió atención preferente. Sin embargo, las reformas emprendidas fueron dividiendo a la sociedad en dos opciones ideológicas extremas y al fin irreconciliables. Ello fue debido a la resistencia que a las reformas opusieron los sectores perjudicados por ellas, pero también fue debido al desigual acierto con el que aquellas se plantearon, por el talante radical que les imprimió su principal impulsor, Azaña, y por la agresividad y el doctrinarismo laicista de que hicieron gala algunas políticas, especialmente la política religiosa, con una cierta inclinación anticlerical, y la reforma agraria.
Con su controvertida gestión, el gobierno de centro-izquierda se enajenó la voluntad de muy amplios sectores de las clases medias urbanas y rurales que, desde 1932, perdieron buena parte de su confianza inicial en la República como régimen. La reorganización de la derecha en la CEDA (Confederación Española de Derechas Autónomas) fue expresión de ese hecho. Con ella se frustraba la posibilidad de que hubiera cristalizado una derecha conservadora, pero republicana y democrática. Esa polarización en dos opciones cada vez más enfrentadas era lo peor que podía pasarle a la República. El problema de las continuas alteraciones del orden público desacreditó al nuevo régimen y erosionó la autoridad de los gobiernos de Azaña. De este modo, el año 1933 fue de crisis de la República de izquierdas. Se deshizo el entendimiento entre republicanos y socialistas y en septiembre cayó el gobierno de Azaña. Finalmente, en noviembre de 1933, se produjo el vuelco electoral con la clara victoria de la CEDA, que obtuvo 115 diputados.
B) El Bienio Conservador o Radical-Cedista (Noviembre de 1933 – Diciembre de 1935)
Los dos años siguientes presenciaron la formación de gobiernos, primero del Partido Radical con apoyo parlamentario de la CEDA (diciembre de 1933 – octubre de 1934), y luego de coalición radical-cedista (octubre de 1934 – diciembre de 1935). Su triunfo, en una república que había nacido izquierdista y laica, incomodaba a las izquierdas en grado sumo y abría una etapa de expectativas e incertidumbres. Como resultado, en estos dos años no hubo un gobierno coherente y duradero. Además, la política de la nueva etapa se definiría primero por su ambigüedad, que progresivamente se fue decantando hacia la rectificación de las reformas anteriores.
La radicalización socialista, que no supo digerir su anterior fracaso electoral, condujo a la Revolución de Octubre de 1934. Los gobiernos radical-cedistas de 1935 naufragaron, se vieron salpicados por corruptelas y escándalos (como el del Estraperlo), revirtieron parte de las reformas del gobierno azañista y terminaron también en el mayor de los descréditos.
C) El Gobierno del Frente Popular (Febrero – Julio de 1936)
El gobierno del Frente Popular (coalición de izquierdas) trataba de poner en vigor con absoluta premura todas las reformas aparcadas o rectificadas a partir de 1933. Sin embargo, en este nuevo ambiente de cerrado enfrentamiento entre la derecha y la izquierda, esto no podía sino exacerbar la tensión, viéndose el poder del Estado pronto absolutamente rebasado por la polarización social y la violencia política. El Frente Popular, además, destituyó a Alcalá Zamora de la Presidencia de la República en abril, ocupándola en mayo Azaña. Pese a todo, el detonante inmediato de la guerra fue un factor extraparlamentario: la sublevación militar.
Sublevación Militar y Guerra Civil (1936-1939)
1. Causas y Dimensiones del Conflicto
Entre las causas que condujeron al conflicto destacan:
- El agravamiento del enfrentamiento entre los partidos de derecha e izquierda (polarización política).
- La grave crisis económica y social (desempleo, huelgas, conflictividad agraria y urbana), unida a la inestabilidad política y la sensación de desorden público.
- La violencia política y el pistolerismo.
- Atentados contra lugares de culto (iglesias, conventos) y sedes de partidos políticos.
- Asesinatos políticos, como el del teniente José Castillo (Guardia de Asalto, socialista) y, en represalia, el del líder monárquico José Calvo Sotelo.
La Guerra Civil fue un conflicto fundamentalmente español en sus causas, pero tuvo una importante dimensión internacional. Alemania nazi e Italia fascista apoyaron abiertamente a los sublevados. La Unión Soviética (URSS) apoyó militar y políticamente a la República, al igual que las Brigadas Internacionales (voluntarios antifascistas). El conflicto estalló con la sublevación militar iniciada en Marruecos el 17 de julio y extendida a la península el 18 de julio de 1936.