El Bienio Conservador y la Reacción a las Reformas
Tras el pacto entre el Partido Radical de Lerroux y la CEDA de Gil Robles, las reformas del Bienio Reformista se paralizaron. Se devolvieron las tierras expropiadas, se anuló la cesión de tierras a campesinos, se paralizó la discusión del Estatuto del País Vasco y se aprobó un presupuesto para pagar a los eclesiásticos. Además, se estableció una amnistía para los colaboradores de Primo de Rivera y los participantes en el golpe de Sanjurjo. Este último, desterrado a Portugal, comenzó a planear un nuevo golpe.
Este periodo evidenció el enfrentamiento entre quienes buscaban transformar el país y quienes, representando a la oligarquía, defendían la estructura socioeconómica existente. La crisis de los años 30 agravó la situación de campesinos y obreros, generando huelgas y manifestaciones en protesta por la paralización de las reformas. Ante la inestabilidad social, la CEDA exigió medidas contundentes y su entrada en el gobierno, lo que Lerroux aceptó, nombrando a tres ministros de esta formación.
Las Elecciones de 1936 y el Triunfo del Frente Popular
En febrero de 1936, el Frente Popular ganó las elecciones con un estrecho margen (48% frente a 46,5%), reflejando la profunda división ideológica y política del país. El voto conservador se concentraba en el interior, mientras que la izquierda dominaba en las grandes ciudades y las costas.
El avance de la izquierda se debió a su unión en el Frente Popular (una estrategia también presente en otros países europeos), a la desunión de la derecha tras el desgaste del Bienio anterior y casos de corrupción (a pesar de formar el Bloque Nacional), y a la promesa del Frente Popular de retomar las reformas del Bienio Progresista, incluyendo el reparto de tierras y la amnistía para los represaliados de 1934.
El Nuevo Gobierno y sus Realizaciones
Tras las elecciones, Manuel Azaña fue elegido Presidente de la República y Santiago Casares Quiroga, jefe de Gobierno. El gobierno, formado únicamente por republicanos (Unión Republicana e Izquierda Republicana), amnistió a los presos políticos de 1934, obligando a su readmisión laboral, y retomó la reforma agraria. Esta reactivación llevó a la ocupación de fincas por campesinos, generando desórdenes y enfrentamientos con la Guardia Civil. El clima de entusiasmo reformista, la crisis económica y el odio social acumulado provocaron huelgas, manifestaciones y actos anticlericales, aumentando la inestabilidad.
El Golpe de Estado de 1936 y el Inicio de la Guerra Civil
La inestabilidad social, los ataques a instituciones religiosas, el pistolerismo y la oposición de las oligarquías a las reformas del Frente Popular culminaron en el golpe de Estado del 17 de julio de 1936. Planeado desde la victoria del Frente Popular, el golpe se desencadenó tras el asesinato de José Calvo Sotelo, en represalia por el asesinato del capitán republicano Castilla.
El golpe dividió al ejército. El Bando Republicano, fiel al gobierno, contaba con el apoyo de Asturias, Cantabria, norte del País Vasco, Cataluña, Valencia, Murcia, Castilla-La Mancha y parte de Andalucía. El Bando Nacional, sublevado, incluía a Galicia, Castilla-León, Canarias, Baleares, el Protectorado de Marruecos, parte de Andalucía, Cáceres, Aragón y algunas ciudades. El coronel Yagüe, jefe de la legión, inició la sublevación el 17 de julio en el Norte de África. El 18 de julio, el general Franco se unió desde Canarias.
Desde 1936 hasta 1939, España se sumió en una guerra civil. En abril de 1939, Franco se alzó con la victoria, instaurando una dictadura que duraría hasta su muerte en 1975.