La Proclamación de la Segunda República Española
La proclamación de la Segunda República Española tuvo lugar el 14 de abril de 1931, marcando el inicio de un nuevo régimen político que sucedía a la monarquía constitucional de Alfonso XIII. Este cambio se produjo debido a la creciente impopularidad del rey, cuya imagen se vio debilitada por su apoyo a la dictadura de Primo de Rivera y su incapacidad para restablecer la «normalidad constitucional» durante la dictablanda del general Berenguer.
Causas de la Instauración de la República
Diversos factores contribuyeron al cambio de régimen. Entre ellos destacan:
- El agotamiento del sistema político de la Restauración.
- La incapacidad de la monarquía para asumir los errores cometidos durante la dictadura.
- Un creciente descontento popular que se tradujo en un apoyo masivo a la opción republicana.
El Fin de la Monarquía y el Ascenso Republicano
La caída de la Dictadura del general Miguel Primo de Rivera, que había contado con el apoyo de la monarquía, supuso un punto de inflexión. El rey Alfonso XIII se encontró cada vez más aislado. La clase obrera lo veía como un símbolo de opresión, la clase media no le perdonaba los años de dictadura y, para la clase dirigente, la monarquía ya no representaba una solución de continuidad.
Las elecciones de 1931 se convirtieron en un plebiscito entre los partidos firmantes del Pacto de San Sebastián, que abogaban por la república, y los monárquicos. El triunfo de los primeros dio paso a la proclamación de la II República el 14 de abril de 1931.
El Gobierno Provisional y las Cortes Constituyentes
Tras la proclamación, se formó un Gobierno Provisional compuesto principalmente por los firmantes del Pacto de San Sebastián y presidido por Niceto Alcalá Zamora. Este gobierno se encargó de preparar las elecciones a Cortes Constituyentes, las cuales se celebraron con sufragio universal masculino y dieron la victoria a la izquierda (PSOE) y al centro (Partido Radical de Lerroux).
La Constitución de 1931
La composición de las Cortes Constituyentes se reflejó en el carácter democrático y avanzado de la Constitución de 1931. Algunas de sus características principales fueron:
- Definición de España como una “república democrática y de trabajadores”.
- Amplia declaración de derechos.
- Estado unitario con posibilidad de establecer autonomías.
- Economía capitalista de mercado con carácter socializante y planificación económica por parte del estado.
- Cortes unicamerales con amplias competencias.
- Sufragio universal y directo (masculino y femenino).
- Estado laico, libertad religiosa y prohibición de los colegios religiosos.
- Educación laica, pública, obligatoria y gratuita.
El Bienio Reformista (1931-1933)
Durante este periodo, España estuvo gobernada por una coalición de republicanos de izquierdas (liderados por Manuel Azaña) y socialistas (liderados por Largo Caballero). El gobierno se propuso llevar a cabo una profunda transformación de la realidad española a través de diversas reformas.
El Problema Religioso y la Política Religiosa
La tensión entre la Iglesia Católica y la República fue una constante. La violencia anticlerical, latente desde la Semana Trágica, se reprodujo en este periodo. El gobierno republicano, buscando reducir la influencia de la Iglesia, implementó medidas como la eliminación del presupuesto de “culto y clero”, la expulsión de los jesuitas, la prohibición de los colegios católicos y el reconocimiento del matrimonio civil y el divorcio.
Política Educativa y Cultural
La extensión de una educación laica, obligatoria y gratuita se convirtió en uno de los pilares de la política republicana. A pesar de la construcción de nuevas escuelas, estas no fueron suficientes para sustituir a los colegios religiosos. Las Misiones Pedagógicas fueron otra iniciativa destacada en el ámbito cultural.
La Política Autonómica y el Estatuto de Cataluña
El 14 de abril de 1931, Francesc Macià, líder de Esquerra Republicana de Catalunya (ERC), proclamó la República Independiente de Cataluña. Tras un proceso de negociación, se acordó la autonomía de Cataluña, reconociendo la existencia de un gobierno catalán (Generalitat) y un parlamento catalán. El País Vasco, por su parte, no obtuvo la autonomía en este momento.
La Reforma del Ejército
Impulsada por Manuel Azaña, la reforma buscaba mejorar la efectividad del ejército y asegurar la lealtad de los oficiales a la República. Se redujo el número de oficiales y se exigió a todos ellos que juraran la bandera tricolor republicana.
La Reforma Agraria
La Reforma Agraria pretendía solucionar la problemática distribución de la tierra en un país mayoritariamente agrario. Se tomaron medidas para proteger a arrendatarios y jornaleros, pero la expropiación de tierras a los grandes latifundistas, a pesar de la creación de la Ley de Reforma Agraria y el Instituto de Reforma Agraria, se retrasó por falta de acuerdo y de fondos.
Conflictos y Tensiones Sociales
El Bienio Reformista estuvo marcado por diversos conflictos y tensiones sociales que debilitaron al gobierno republicano.
El Descontento Anarquista
Los anarquistas, opuestos a cualquier forma de estado, mostraron su descontento con el gobierno, especialmente por el retraso en la aplicación de la Reforma Agraria. Los sucesos de Casas Viejas (enero de 1933), en los que la República reprimió violentamente una revuelta campesina, marcaron un punto de inflexión y generaron una fuerte oposición al gobierno por parte de los movimientos obreros.
La Oposición de la Derecha
La derecha, en sus diferentes facciones, se opuso frontalmente a la República. Los grandes terratenientes, perjudicados por la Reforma Agraria, la Derecha Posibilista (representada por la CEDA), que buscaba un cambio de régimen por vías democráticas, la Derecha Monárquica y Antirrepublicana, que abogaba por un golpe militar, y la Extrema Derecha fascista, representada por la Falange Española, confluyeron en su oposición al gobierno republicano.
El Fin del Bienio Reformista
Los sucesos de Casas Viejas (1933) simbolizaron la división de la izquierda y la falta de apoyo de los movimientos obreros al gobierno de Azaña. La pérdida de apoyos llevó a Alcalá Zamora a disolver las Cortes y convocar nuevas elecciones, lo que dio paso al bienio radical-cedista.