La Segunda República:
El 14 de abril de 1931 se proclama la Segunda República después de que Alfonso XIII, al conocer los resultados de las elecciones municipales, decidiese abandonar el palacio real y, junto a su familia, embarcar en Cartagena. Después de pasar por el pueblo de Marsella en Francia, marcha al exilio en Roma, donde fallece. La proclamación de la Segunda República fue un día de júbilo, con grandes manifestaciones populares. Nunca en la historia se ha conocido un día tan festivo en todo el país y un Gobierno provisional en el que estaban representados todos los políticos que participaban el año anterior en el Pacto de San Sebastián. Bajo la presencia de Niceto Alcalá-Zamora, un abogado cordobés, dirige el país y toma las primeras medidas revolucionarias, pero el personaje principal es Manuel Azaña, quien es el presidente del Gobierno. Formaba parte de un partido de izquierda republicano de orientación centralista y claramente anticlerical. También estaban representados los socialistas con sus dos líderes principales: Francisco Largo-Caballero e Indalecio Prieto. El partido socialista era representante de la clase trabajadora y a su izquierda se había formado el Partido Comunista (PCE), fundado por José Díaz, aunque ya empezaba a destacar Santiago Carrillo.
El Gobierno provisional organiza un nuevo sistema democrático en el que la primera medida es la convocatoria de Cortes Constituyentes, al tiempo que se publican decretos para hacer las reformas tanto educativas, militares como autonómicas, necesarias para cambiar la vida política del país. Entre estas medidas destacan la ley de términos municipales y la ley del laboreo forzoso (trabajo forzoso). Por la primera se obligaba a los patronos a contratar solo a los trabajadores de su pueblo; y por la segunda se obligaba a poner en cultivo todas las propiedades agrícolas. Estas medidas, junto con la decisión de hacer una jornada laboral de 8 horas, están elaboradas por el ministro de Trabajo, el socialista Largo-Caballero. Sin embargo, las masas populares pedían y exigían respuestas inmediatas a sus problemas, sobre todo el reparto de tierras, y tanto los socialistas como los anarquistas de la CNT (Confederación Nacional del Trabajo) convocan manifestaciones y huelgas de jornaleros contra el poder de la burguesía y de los terratenientes.
Reformas de la República:
Los sucesivos Gobiernos republicanos impulsaron las reformas políticas y sociales necesarias para crear un estado moderno y evitar las tensiones continuas en la población española. Destacan:
1) Reforma Agraria:
(IRA) Las medidas desamortizadoras tomadas por los Gobiernos liberales en el siglo XIX no solucionaron el principal problema de España, el hambre de tierras, el reparto de tierras entre jornaleros o trabajadores del campo, que continuaban exigiendo las transformaciones necesarias para quitar la propiedad a los títulos mobiliarios y repartirlas entre los jornaleros. A esta situación se añadió el triunfo revolucionario de 1917 en Rusia, por lo que socialistas y anarquistas insistían en el apoyo a estas medidas populares. El Gobierno de Azaña, con el apoyo del ministro de Trabajo, el socialista Largo-Caballero, crean el Instituto para la Reforma Agraria y elaboran la ley de la reforma agraria, por la cual todos los latifundios que no estuviesen adecuadamente cultivados quedaban expropiados y pasaban a manos estatales, y después el IRA las repartía entre los jornaleros sin tierra. Para ello se realizaba un justiprecio que siempre era inferior a su valor oficial, por lo que la patronal se expuso a estas expropiaciones y estuvo siempre en contra de la República. Mientras que los jornaleros, sobre todo andaluces y extremeños, ocuparon las fincas, contando con la colaboración de socialistas y anarquistas, y pusieron en cultivo las tierras que trabajaban. Además, la mayoría del presupuesto necesario para la reforma agraria fue para pagar expropiaciones y nunca hubo el dinero necesario para impulsar una auténtica reforma agraria.
2) Reforma Militar:
El problema principal del ejército español era el excesivo número de oficiales, y este problema procedía del acuerdo de Velarga, lo que había ocasionado que el ejército interviniese demasiado en la vida política española. Multitudes de pronunciamientos militares se sucedieron durante el siglo XIX y Manuel Azaña, que además de ser presidente del Gobierno era ministro de la Guerra, toma medidas destacadas como la ley del retiro militar, por la cual los ascensos no se hacían ya solo por méritos de guerra, sino por otros méritos. El ejército español estaba vinculado a la situación del norte de África, las luchas o batallas contra las cabilas rifeñas eran el objetivo fundamental de los militares españoles. Por lo que las medidas tomadas por Azaña de conceder el retiro a la mayoría de los oficiales causaron la protesta de estos, y así en 1932 se pronuncia el General Sanjurjo en Sevilla.
3) Reforma Educativa:
La educación estaba en manos de las congregaciones religiosas, pero ya en el siglo XIX los liberales (como con la ley Moyano) pretendieron introducir la enseñanza pública en España, pero España continuaba siendo un país de analfabetos. Es entonces cuando la República aprueba leyes para aumentar el número de profesores, incrementar las condiciones salariales de los mismos y crean multitud de escuelas e institutos de enseñanza media. Se promocionan las escuelas libres de enseñanza y se impulsan las misiones pedagógicas.
4) Reforma Religiosa:
Es uno de los problemas más graves de la Segunda República y en un país de larga tradición religiosa, Manuel Azaña llegó a pronunciar la frase: «España ha dejado de ser católica». La República pone orden en la multitud de congregaciones religiosas en España y, por la ley de 1933, queda prohibida fundar cualquier congregación procedente del extranjero. Además, decide expulsar a los jesuitas de España y se pone fin a los centros de enseñanza que en gran número dirigían los jesuitas en España.
5) Reforma Autonómica:
Según la Constitución Republicana, España estaba formada por distintas nacionalidades, e incluso en 1931, el mismo Macià proclamó en Barcelona la República Catalana, pero Azaña logra incorporar la independencia catalana prometiéndole un estatuto de autonomía que aprobó al año siguiente, concediéndole también las competencias autonómicas que los catalanes reclamaban. Sin embargo, el estatuto vasco no fue posible aprobarlo en las Cortes hasta 1936, cuando ya se había producido el Alzamiento Nacional, y el estatuto gallego quedó sin ser aprobado en las Cortes.
La Oposición a la República:
Abarca un número elevado de grupos y partidos políticos. En primer lugar, los monárquicos; y no solo los monárquicos partidarios de los Borbones, sino también los carlistas. Además, siguiendo el modelo de los fascismos europeos, José Antonio Primo de Rivera crea la Falange Española y de las JONS (Juventudes de Ofensivas Nacional Socialista). Declara orientación de extrema derecha. En la derecha se forma un núcleo relacionado con la iglesia española que forma el Partido de Acción Nacional, que después se integra en la CEDA (Confederación Española de Derechas Autónomas) bajo la presidencia de Gil Robles, opuesto a todas las reformas republicanas, e incluso gana las elecciones en 1933. En la izquierda se forman también partidos contrarios a la República por considerarla un Gobierno burgués, son los partidos de extrema izquierda, entre los que destacan los anarquistas y opuestos a cualquier forma de Gobierno. La situación se hizo insostenible con los sucesos de Casas Viejas, cuando los anarquistas, dirigidos por Seisdedos, fueron quemados vivos al negar las guardias de asalto. Inmediatamente, la oposición exige la disminución del presidente del Gobierno y Azaña disuelve las Cortes y convoca nuevas elecciones donde votan por primera vez las mujeres, pero la victoria corresponde a los partidos de derecha, que se presentan unidos en la CEDA, presidida por Gil Robles. Sin embargo, este es considerado como un dirigente fascista y por eso la presidencia del Gobierno queda en manos de Alejandro Lerroux, que era del Partido Radical, quien nombró a Gil Robles como ministro de la Guerra. Se inicia entonces el Bienio Negro, en el que el Gobierno queda en manos de los partidos de derecha que reciben las protestas, huelgas y manifestaciones populares, hasta el punto que la UGT y CNT convocan una huelga general en 1934 y al final solo queda en Asturias, lo que provoca la sublevación de Asturias, donde los mineros hacen frente a las autoridades, que deciden enviar a la Legión al mando del General López Ochoa con la ayuda de Franco. La represión fue muy dura y muchos dirigentes populares fueron fusilados tras las sentencias en consejos de guerra. A finales de 1935, Lencoux tiene que dimitir por el asunto del Straperlo, por lo que se convocan nuevas elecciones para febrero de 1936.